Hace 5000 años, en una zona seca de un estrecho valle al norte de Lima, se empezaron a reunir diferentes grupos humanos para construir pirámides escalonadas de piedra, plazas circulares rodeadas de gruesos muros y altares en los que se encendían hogueras para celebrar ceremonias cuyos detalles nunca conoceremos. Lo que sí sabemos es que los primeros habitantes de este lugar, llamado hoy Caral, hacían música con flautas de hueso de aves, tejían su ropa con el algodón que sembraban en los valles de Supe y Fortaleza y comían abundantes peces y mariscos de las playas del norte chico peruano. Aunque aún no se había inventado la cerámica, los caralinos ya mostraba muchos de los rasgos típicos que sus descendientes -los chavín, los moche, los wari o los incas- usarían durante los siguientes tres mil años: Por ejemplo ya hacían esculturas en miniatura de personas para enterrarlas como ofrendas (en barro crudo), usaban quipus para llevar su contabilidad (el que se ha encontrado en Caral es el más antiguo del Perú), hacían dibujos enormes en los cerros (como el geoglifo de Chupacigarro), y, cuando consideraban que sus edificios habían cumplido su ciclo, los enterraban completamente, como si se tratara de difuntos gigantescos. Eso fue, precisamente, lo que contribuyó a conservar sus construcciones tan bien.
Hace 5000 años, en una zona seca de un estrecho valle al norte de Lima, se empezaron a reunir diferentes grupos humanos para construir pirámides escalonadas de piedra, plazas circulares rodeadas de gruesos muros y altares en los que se encendían hogueras para celebrar ceremonias cuyos detalles nunca conoceremos. Lo que sí sabemos es que los primeros habitantes de este lugar, llamado hoy Caral, hacían música con flautas de hueso de aves, tejían su ropa con el algodón que sembraban en los valles de Supe y Fortaleza y comían abundantes peces y mariscos de las playas del norte chico peruano. Aunque aún no se había inventado la cerámica, los caralinos ya mostraba muchos de los rasgos típicos que sus descendientes -los chavín, los moche, los wari o los incas- usarían durante los siguientes tres mil años: Por ejemplo ya hacían esculturas en miniatura de personas para enterrarlas como ofrendas (en barro crudo), usaban quipus para llevar su contabilidad (el que se ha encontrado en Caral es el más antiguo del Perú), hacían dibujos enormes en los cerros (como el geoglifo de Chupacigarro), y, cuando consideraban que sus edificios habían cumplido su ciclo, los enterraban completamente, como si se tratara de difuntos gigantescos. Eso fue, precisamente, lo que contribuyó a conservar sus construcciones tan bien.