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Rogelio Altez e Isabel Campos Goenaga (editores) ANTROPOLOGÍA, HISTORIA Y VULNERABILIDAD Desde la última década del siglo pasado, los estudios se han enfocado en la transversalidad de los problemas que son propios de los procesos de desastre. El resultado de diversas investigaciones (desde las ciencias sociales y las humanidades) muestran que las sociedades no son simples receptores pasivos ante la presencia de las amenazas naturales, biológicas o de origen exclusivamente antrópico. El riesgo y el desastre constituyen procesos multidimensionales y multifactoriales, resultantes de la asociación entre las amenazas y determinadas condiciones de vulnerabilidad que se construyen y reconstruyen con el paso del tiempo. El riesgo, entendido como la probabilidad de exceder un valor específico de consecuencias económicas, sociales o ambientales en un sitio particular y durante un tiempo de exposición determinado, se genera al relacionar la amenaza o probabilidad de ocurrencia de un fenómeno con una específica intensidad, con la vulnerabilidad de los elementos expuestos. Así, los desastres son procesos producto de la construcción de riesgos, la cual incrementa las condiciones de vulnerabilidad. El presente libro reflexiona sobre los desastres y sus variables determinantes (los riesgos, las vulnerabilidades, y las múltiples amenazas naturales, biológicas y de origen antrópico que se manifiestan regular e irregularmente sobre las sociedades), a partir del análisis de casos específicos en Latinoamérica que muestran las experiencias a nivel local, y permiten trazar caminos hacia estudios de carácter global. ANTROPOLOGÍA, HISTORIA Y VULNERABILIDAD MIRADAS DIVERSAS DESDE AMÉRICA LATINA Rogelio Altez e Isabel Campos Goenaga (editores) EDICIONES ACADÉMICAS Rogelio Altez Es Doctor en Historia por la Universidad de Sevilla, España. Posee la Maestría en Historia de las Américas por el Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Católica Andrés Bello, Caracas y la licenciatura en Antropología por la Escuela de Antropología, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales de la Universidad Central de Venezuela, Caracas. Asesor del Centro Regional de Sismología para América del Sur, Ceresis, con sede en Lima, Perú. Asimismo es miembro del comité técnico académico de la Red Temática de Estudios Interdisciplinarios Sobre Vulnerabilidad, Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y Biológicas del Conacyt. Sus principales líneas de investigación son el estudio histórico y social de los desastres; antropología de los desastres; independencias hispanoamericanas; procesos ideológicos y de poder; sociedad colonial hispanoamericana; antropología política y antropología económica. Isabel Campos Goenaga Doctora en Historia y Etnohistoria por el Posgrado en Historia y Etnohistoria de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), México. Asimismo posee la Maestría en Historia de México en la División de Posgrado de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la Licenciada en Etnohistoria por la ENAH. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores, nivel I, desde 2013. Responsable Técnico de la Red Temática de Estudios Interdisciplinarios Sobre Vulnerabilidad, Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y Biológicas del Conacyt. Antropología, historia y vulnerabilidad. Miradas diversas desde América Latina ANTROPOLOGÍA, HISTORIA Y VULNERABILIDAD. MIRADAS DIVERSAS DESDE AMÉRICA LATINA Rogelio Altez Isabel Campos Goenaga (editores) EDICIONES ACADÉMICAS Antropología, historia y vulnerabilidad. Miradas diversas, primera edición, 2018. D.R. © Rogelio Altez e Isabel Campos Goenaga, editores D.R. © Red Temática de Estudios Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y Biológicas. Ilustración de portada © Fernando Aceves Humana, Ehécatl, 2015, óleo sobre tela, 162 x 130 cm. Diseño de portada: Francisco Zeledón D.R. © El Colegio de Michoacán, A.C. Centro Público de Investigación Martínez de Navarrete 505 Col. Las Fuentes C.P. 59699 Zamora, Michoacán ISBN: 978-607-544-040-8 Diseño y cuidado editorial: Colofón S.A. de C.V. Franz Hals 130 Col. Alfonso XIII Delegación Álvaro Obregón, C.P. 01460 Ciudad de México, 2018 www.colofonedicionesacademicas.com • www.paraleer.com Contacto: colofonedicionesacademicas@gmail.com Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio sin el consentimiento escrito de los titulares de los derechos. Impreso en México • Printed in Mexico ÍNDICE Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . I. Entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de Chetumal frente a las amenazas hidrometeorológicas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . María N. Rodríguez Alarcón II. Nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en Guatemala y Nueva España, siglo xviii . . . . . . . . . . . . . . . . . Luis Alberto Arrioja Díaz Viruell III. El polígono de las sequías y la cara oculta del desastre. La atención a las sequías en el nordeste de Brasil durante el siglo xx . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Andrea Noria Peña 9 21 59 107 IV. Prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes en Baja California Sur . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Raymundo Padilla Lozoya 141 V. “El huracán nos remató”. Vulnerabilidad estructural en la zona rural de Los Cabos, Baja California Sur. . . . . . . . . . Omar Mancera González 167 VI. Vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en Venezuela, 1999-2012 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Rogelio Altez y Diana Osuna 193 VII. La casa del agua y el control de la lluvia en Santiago Tilantongo, Nochixtlán, Oaxaca, México . . . . . . . . . . 7 229 Introducción Los desastres son un objeto de estudio muy reciente para la antropología. No obstante, en la historia de la disciplina podemos hallar antecedentes reveladores, e incluso decisivos, los cuales hablan de una atención muy anterior al hecho de haberse consolidado como un campo de estudio propio. Esto último, el campo de estudio propio, tiene lugar a la vuelta de un proceso discursivo e institucional impulsado en la última década del siglo xx de la mano del conocido Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales,1 dirdn, promovido por la onu como medida de atención global al problema cada vez más creciente de los efectos devastadores por desastres. Lo advertido con esa resolución fue, antes que el “aumento” de las catástrofes, la reproducción de la vulnerabilidad en todas las sociedades del planeta. Un aserto así, ciertamente, llegó a la vuelta de una profunda y significativa transformación interpretativa. Cada desastre se levanta como un problema transversal circunscrito a su propio contexto. Sin embargo, algunas variables son comunes a todos, tal como se comenzó a comprender a partir de la construcción de este nuevo discurso, conformado por la sumatoria progresiva de muchas miradas científicas. Un asunto transversal como el de los desastres ha convocado teorías y métodos desde todos los ángulos y perspectivas. Precisa1 Resolución 44/236 de 1989 mediante la cual la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales a partir del 1º de enero de 1990. 9 introducción mente, esa condición de transversalidad enseña comunidades y sociedades literalmente atravesadas por problemas concatenados y articulados a través de una misma adversidad. Esto, condición propia de eventos y circunstancias por el estilo, comenzó a ser advertido interpretativamente como un objeto multivariabilizado y plurideterminado desde hace muy poco tiempo. Abstraer un desastre y convertirlo en objeto de estudio transversal permitió que el problema fuese compartido entre disciplinas científicas, y no únicamente atendido por especialistas y técnicos. Con ello hemos podido observar al riesgo, por ejemplo, como algo más que una ecuación de ingeniería, o a la vulnerabilidad como una condición que trasciende la fragilidad material. Este mismo proceso hermenéutico ha permitido entender a las amenazas como el resultado de relaciones históricamente producidas con el medio ambiente y los fenómenos naturales, y no como potenciales fatalidades exclusivamente asociadas a la contundencia de sus condiciones. De esta manera, el riesgo, las amenazas y la vulnerabilidad han sido comprendidas como variables propias de todos los desastres, donde su combinación en el tiempo y en el espacio conduce a resultados siempre adversos para una sociedad. Cuando todo esto asomó en la interpretación científica de los desastres, el problema se fue comprendiendo con un sentido analítico más pertinente y menos centrado en las amenazas naturales, según fuese el caso. La conformación analítica de un cuerpo de variables no sujetas a un sólo plano de la realidad permitió la incorporación de otros aspectos centrales en el entendimiento del asunto. De esta manera comenzó a tenerse en cuenta a la sociedad y a la historia, al mundo de las relaciones y de los significados como parte constitutiva del problema, y no únicamente como víctimas, argumentaciones, descripciones o metáforas de la cultura. Sólo cuando esto pudo ser comprendido así, el problema de los desastres finalmente adquirió la condición de un objeto de estudio múltiple y transversal. Este ensanchamiento hacia lo profundo del problema no se alcanzó solamente por el decreto de la onu. Por el contrario, el decreto y la atención de los organismos supranacionales al respecto fue un producto, a su vez, de hechos y procesos (especialmente interpretativos) que estaban teniendo lugar en el mundo y en el pensamiento científico desde, cuando 10 introducción menos, la década anterior. Además de los contundentes desastres que golpearon el pib de muchos países en vías de desarrollo durante los años ochenta del siglo xx (suficientes como para llamar la atención del hemisferio norte en tiempos de recesión económica mundial y de importantes cambios en la política financiera internacional),2 las ciencias sociales alcanzaron razonamientos decisivos con relación a las variables más conspicuas de los desastres: los riesgos y la vulnerabilidad. Aportes decisivos como las obras de Ulrich Beck o Mary Douglas vienen a dar de lleno en todo esto. No fueron los primeros por entonces, pero sí los más influyentes.3 En el mismo contexto ya se habían manifestado otros trabajos que apuntaban al problema de los riesgos, concretamente, como un objeto sociológico. William D. Rowe, por ejemplo, ya planteaba hacia 1977 que el análisis del riesgo debía tener otras perspectivas, diferentes a las tradicionalmente desarrolladas por los sectores militares, las compañías aseguradoras o los inversores de grandes capitales. Para Rowe, el riesgo debía ser comprendido como “algo más” que la probabilidad de recibir algún daño.4 2 3 4 Allan Lavell los describe así: “Entre 1982-1983, la región Andina, en particular, fue severamente afectada por el fenómeno de El Niño, con inundaciones, deslizamientos y sequías manifestándose con gran intensidad en numerosas zonas de los distintos países. En el año 1983 se presentó el terremoto que destruyó una parte importante de la histórica ciudad de Popayán en Colombia y en 1985 la ciudad de Armero en el mismo país, fue arrasada por un lahar, producto de una erupción del Volcán Nevado de Ruiz, con un saldo de más de 20 000 muertos. El mismo año la Ciudad de México fue estremecida por un terremoto generado en las costas del Pacífico de ese país y Chile sufrió otro de gran magnitud; en 1986 sucedió algo semejante en la ciudad de San Salvador, en El Salvador, y en 1988, Nicaragua y, en menor medida, Costa Rica fueron severamente afectadas por el Huracán Joan”. Allan Lavell, “Los conceptos, estudios y la práctica en el tema de los riesgos y desastres en América Latina: evolución y cambio, 19802004: El rol de la red, sus miembros e instituciones de apoyo”, La gobernabilidad en América Latina, Argentina, Flacso, 2005, p. 12. A estos eventos listados por Lavell podríamos sumar el huracán Gilberto, con graves consecuencias en Centroamérica en 1988, o bien los aludes de El Limón en 1987, en Venezuela, evento que contó con unos 100 fallecidos y unas 300 personas desaparecidas. Sólo Gilberto, por ejemplo, alcanzó a generar hasta U$ 5 000 millones en pérdidas a los pequeños países centroamericanos. Ulrich Beck, Risikogesellchaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne, Fráncfort del Meno, Suhrkamp, 1986 (la edición en español: La sociedad del riesgo. Hacia una nueva modernidad, Barcelona, Ediciones Paidós, 2006); Mary Douglas, Risk Acceptability According to the Social Sciences, Nueva York, Russell Sage Foundation, 1986. William D. Rowe, An Anatomy of Risk, Nueva York-Londres, John Wiley & Sons, 1977. 11 introducción James F. Short, por otro lado, proponía en 1984 la necesidad de una “transformación social” del riesgo, haciendo hincapié en que, hasta entonces, las observaciones al respecto habían correspondido a las ciencias físicas o biológicas, e incluso a la matemática aplicada. Señalaba que el análisis del riesgo de las vidas humanas puesto en práctica no necesariamente se hallaba vinculado con la propia existencia humana. Era éste un señalamiento que invitaba a escena a las ciencias sociales en general.5 Ulrich Beck, por su parte, hacía clara su preocupación por la desigualdad en la producción y distribución de la riqueza como factor determinante en el surgimiento de una “sociedad del riesgo”. Mencionó la necesidad de comprender la “miseria palpable” para analizar los terrenos fértiles donde “florecen, crecen y prosperan los riesgos y las amenazas”.6 Todos estos autores se enfocaban en aspectos sociológicos que el análisis tradicional del riesgo había obviado en beneficio de perspectivas concretas y cuantitativas. La “cuestión social” avanzaba en los razonamientos como un problema que no podía resolverse con aproximaciones habituales. Es por ello que ya a finales de los años setenta del siglo xx, The Council for Science and Society de Londres se inquietaba por The Acceptability of Risks, al observar cómo ciertas comunidades y sociedades son capaces de convivir con riesgos y amenazas palpables que, con absoluta certeza, les afectarán.7 Esa disposición a compartir los riesgos con las fuentes de las amenazas requiere de una comprensión que, hasta ese momento en la historia de las ciencias sociales, no había sido advertida como un problema multiarticulado: comunidad-amenaza-riesgos-aceptación de los riesgos. La cuestión estaba evolucionando como un objeto cultural, y por tanto antropológico. De allí que unos años después de aquel interés en la aceptabilidad del riesgo por parte del Council for Science and Society, Michael Thompson y Aaron Wildavsky proponían crear “una teoría cultural del riesgo”.8 Desde una mirada “no convencional de la cultura”, ase5 6 7 8 James F. Short, “The Social Fabric at Risk: Toward the Social Transformation of Risk Analysis”, American Sociological Review, vol. 49, núm. 6, diciembre de 1984, pp. 711-725. U. Beck, La sociedad del riesgo…, p. 64. The Council for Science and Society, The Acceptability of Risks, Londres, Barry Rose, 1977. Michael Thompson y Aaron Wildavsky, “A Proposal to Create a Cultural Theory of Risk”, Kunreuther Ley (comp.), The Risk Analysis Controversy, Nueva York, 1982, pp. 145-161. 12 introducción guraban que los investigadores no estaban ni siquiera cerca de hallar un acuerdo sobre qué es el riesgo. En el mismo contexto en que aparecía este artículo, y no por casualidad, se publicaba el libro de Mary Douglas y el propio Wildavsky, Risk and Culture, en donde concluían que el riesgo es, además, un “constructo colectivo”.9 La idea de que éste es un problema socialmente construido viene a ser decisiva en la antropología latinoamericana que dedica sus esfuerzos interpretativos a la comprensión de los desastres. También lo es la perspectiva histórica en el estudio de los riesgos y la vulnerabilidad. En 1996, cuando Virginia García Acosta coordinó y publicó Historia y desastres en América Latina i, se funda de manera explícita el estudio histórico y social de los desastres.10 Es ésta un área igualmente transversal, tributaria del propio campo de estudio en la antropología, y especialmente contribuyente en el discurso global sobre riesgos. Quizás no exista una diferencia contundente entre ambos espacios y en los dos casos, estudios históricos o antropología, se produce lo mismo, aunque con diferentes plataformas interpretativas. Por encima de ello, se trata de campos de estudio que convergen epistemológica y contextualmente en el mismo proceso de transformación interpretativa que resultó esencial para la comprensión de los desastres. Cuando Enrico Quarantelli aseguró que en dicha transformación tuvo mucho que ver la sociología, se refería también a todas las ciencias sociales, incluyendo los aportes decisivos que la antropología y la historia han ofrecido a ese proceso.11 En esa década, la del dirdn, la aparición de la Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina es el mejor ejemplo de aportes diversos al respecto. Con la red observamos la confluencia de pensadores e investigadores de diferentes disciplinas y regiones razonando sobre el problema. Es por ello que, sin dudas, el aserto que indica que los 9 10 11 Mary Douglas y Aaron Wildavsky, Risk and Culture: An Essay on the Selection of Technological and Environmental Dangers, Berkeley, The University of California Press, 1980. Virginia García Acosta, (coord.), Historia y desastres en América Latina, vol. i, Bogotá, la red-ciesas, 1996. Enrico Quarantelli, “Disaster Studies: An Analysis of the Social Historical Factors Affecting the Development of Research in the Area”, International Journal of Mass Emergencies and Disasters, vol. 5, núm. 3, noviembre 1987, pp. 285-310. 13 introducción desastres no son naturales dio en el centro de esa transformación. En ese grupo, además, se hallaba Anthony Oliver-Smith, el antropólogo norteamericano que afianzó esta perspectiva de investigación en la antropología. Su biografía académica coincide con todos los pasos dados por la disciplina al respecto, desde los antecedentes hasta su consolidación. A sus esfuerzos reveladores en el asunto debemos buena parte del desarrollo de este campo de estudio. El enfoque histórico, a su vez, contó igualmente con otros impulsos. De la mano de la etnohistoria y la antropología histórica en México, y de la perspectiva materialista en Venezuela, el estudio de los desastres también se consolidó en otras áreas de las ciencias sociales. Se trata de enfoques interpretativos que apuntan a la reconstrucción de los contextos, de los hechos y de los procesos para la comprensión de sus objetos de estudio. La mayoría de ellos, desde luego, han estado concentrados en desastres asociados con amenazas naturales. Las amenazas antrópicas, por otro lado, no han sido advertidas desde estas áreas sino hasta hace muy poco. Han formado parte, asimismo, de las aproximaciones tradicionales sobre el problema, toda vez que han sido identificadas casi exclusivamente con efectos propios de la industrialización y la modernidad. Eventualmente llamadas “amenazas tecnológicas”, se asocian con la contaminación, los accidentes industriales, derrames tóxicos, e incluso con el calentamiento global o, cuando las posiciones son más extremas, con el cambio climático. La atención a las sociedades como amenazas, así como los aspectos que de sus procesos históricos y sociales se desprenden en tanto que hechos adversos, viene al caso para comprender muchas coyunturas y desarrollos determinados negativamente por tensiones políticas, ideológicas, económicas o étnicas, por nombrar algunas. Comprender a los estallidos sociales o los conflictos armados con el mismo lente que se analiza a los desastres representa un camino que está empezando a recorrerse en este campo de estudio. Si las guerras representan el mayor de los desastres, ¿por qué no observar otras adversidades originadas por procesos exclusivamente sociales donde la amenaza proviene de condiciones forjadas por relaciones humanas? Las sociedades pueden ser sus propias amenazas e incluso ser la amenaza de otras sociedades, y los resultados producidos 14 introducción por tales procesos igualmente alcanzan consecuencias profundamente graves. En medio de estos encuentros epistemológicos, de plataformas interpretativas y de ciencias sociales en torno a las variables más conspicuas de los desastres, algunos esfuerzos vienen dando nuevos frutos más recientemente. La preocupación por cultivar y cosechar en este campo no se ha visto reducida exclusivamente a congresos internacionales y publicaciones. Los investigadores hemos venido construyendo espacios de convergencia y trabajo que estimulan el intercambio y el crecimiento de todas estas inquietudes iniciadas desde las últimas décadas del siglo xx. En este sentido, por ejemplo, en junio de 2015 se conformó la Red Internacional de Seminarios en Estudios Históricos sobre Desastres, alarmir, fundada en el ciesas con historiadores y antropólogos latinoamericanos y europeos.12 Entre sus objetivos se hallaba el “fomento de la investigación en estas temáticas”, así como la formación de investigadores al respecto. También se propuso “el análisis en perspectiva histórica del riesgo, la vulnerabilidad y los desastres”.13 Con investigadores cuya actividad se desenvuelve en México, Venezuela, España y Chile, esta red pronto replicó en otra iniciativa similar, pero con mayor alcance: la Red Temática Conacyt de Estudios Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y Biológicas. Esta Red Temática, conformada en 2016 con sede en el inah, viene a materializar “una proyección coherente y pertinente de este proceso de desarrollo discursivo, interpretativo y proactivo del estudio y comprensión de los desastres… [y] se propone extender, profundizar, ampliar y diversificar aún más los enfoques, las prácticas y los estudios sobre estas problemáticas siempre transversales a la existencia de las sociedades, y determinantes en la toma de decisiones al respecto”.14 En poco más de un 12 13 14 Podemos mencionar otras redes que han surgido como producto del estudio de las variables determinantes en la conformación de los desastres: Solcha, Sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental (2004); Redesclim, Red de Desastres Asociados a Fenómenos Hidrometeorológicos y Climáticos (2011). Tomado del acta constitutiva de la Red Internacional de Seminarios en Estudios Históricos sobre Desastres, alarmir, suscrita en la sede del ciesas, Ciudad de México, el 17 de junio de 2015. Tomado de la “Propuesta de Programa de Trabajo 2016-17” de la Red Temática Conacyt de 15 introducción año de existencia, la Red Temática cuenta con unos cuatro encuentros internacionales, varios proyectos en ciernes y algunas publicaciones, como esta que presentamos aquí. El más reciente de esos encuentros tuvo lugar en Bogotá en junio de 2017. En el marco del XVI Congreso de Antropología en Colombia y el V Congreso de la Asociación Latinoamericana de Antropología, la Red Temática organizó el simposio “Vulnerabilidad y riesgo: Antropología de los desastres, lo local y lo global”. Antes hubo reuniones y discusiones en México y Oaxaca. En todas ellas el espíritu fue el mismo: Impulsar la colaboración y vinculación de investigadores —sus instituciones y redes— especializados en el análisis interdisciplinario sobre condiciones de vulnerabilidad, construcción social del riesgo e impacto de fenómenos naturales y biológicos regulares e irregulares en México, el Caribe, América Latina y otras regiones del mundo, que —a su vez— contribuyan con la generación de conocimientos y recursos relacionados con la gestión integral del riesgo y la prevención de desastres.15 La Red Temática, como lo indicamos antes y como lo recoge su propio Programa de Trabajo, representa una iniciativa que prolonga, ensancha y profundiza ese proceso de transformación interpretativa sobre los desastres y sus variables más características, y hace suyo el desarrollo del tema en diferentes ámbitos académicos de América Latina y Europa, conformando un grupo de investigadores de diferentes disciplinas, cuyas trayectorias convergen en esta plataforma de producción de conocimientos y proyectos sobre un problema transversal que necesita de análisis múltiples y de recursos igualmente variados para su comprensión. Como un ejemplo de ello, este libro agrupa diferentes experiencias de investigación sobre el tema, con foco en espacios y realidades diferentes, y con una clara convocatoria al diálogo y al debate al respecto. Antropología, historia y vulnerabilidad. Miradas diversas desde América Latina com- 15 Estudios Interdisciplinarios sobre Vulnerabilidad, Construcción Social del Riesgo y Amenazas Naturales y Biológicas. “Propuesta de Programa de Trabajo 2016-17”, p. 3. 16 introducción pila, en ese sentido, miradas básicamente antropológicas con enfoques eventualmente históricos, o bien con herramientas metodológicas múltiples que permiten el cruce de estas miradas. Esta obra inicia con el trabajo de María N. Rodríguez Alarcón, antropóloga formada en la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela y con prolongación de su formación en el ciesas. Rodríguez Alarcón presenta aquí resultados de su trabajo de campo en Chetumal, capital del estado Quintana Roo, en la península de Yucatán, experiencia apoyada y sustentada igualmente con investigación documental. Describe las condiciones materiales, ambientales y sociales de la localidad, a través de su relación histórica con los huracanes, fenómenos con los que convive la región. Con aguda observación, la autora también analiza el papel de las relaciones de poder sobre los resultados palpables de esa vulnerabilidad, lo que indica claramente cuando nos precisa que “el eje central en torno al cual gira este trabajo es, precisamente, la reconstrucción e interpretación del proceso histórico que delineó el contexto actual de Chetumal y las formas de vida de sus habitantes, y que contribuyen a explicar la presencia de escenarios de riesgo y vulnerabilidad ante ciertos fenómenos naturales”. Sigue el trabajo del antropólogo e historiador Luis Alberto Arrioja (El Colegio de Michoacán), quien analiza un objeto de estudio sobre el que profesa amplia experiencia: las plagas de langosta en las sociedades del pasado colonial americano. En este caso, Arrioja alcanza un estudio sobre el azote que representaba esta plaga en Guatemala y Nueva España hacia el siglo xviii. De la mano de una extensa y muy especializada investigación documental, el autor analiza la percepción, actuación y comprensión de esta amenaza biológica en las autoridades de ambos espacios, evidenciando el proceso de transformación que va de la imagen bíblica y apocalíptica a una condición más secular del problema, entendido como una amenaza natural. El trabajo de Arrioja hace seguimiento, además, al recorrido de la información y del pensamiento que, en general, se producía al respecto ya en la península como en América. Su análisis de estos derroteros interpretativos nos revela “cómo un conglomerado de discursos que existían en el mundo occidental sobre las plagas de langosta fue transferido, aclimatado y asimilado en los territorios de Guatemala y Nueva España durante el siglo xviii”. 17 introducción De inmediato contamos con el trabajo de la antropóloga Andrea Noria, también formada en la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela, ahora adscrita a la Universidad Autónoma de Chile y a la Universidad de Sevilla. Noria realiza su investigación sobre una región determinada históricamente por las sequías: el nordeste brasilero. Su observación sobre la confluencia material, social y simbólica entre las comunidades que hacen vida allí y la regularidad de este fenómeno natural desemboca en un análisis acerca de las “distintas formas de pensar y actuar” al respecto, con un recorrido sobre las experiencias y el cambio en la percepción del problema a lo largo del siglo xx. La investigación de Noria pone en evidencia, a su vez, “la reproducción de la vulnerabilidad, ya en lo material como en lo subjetivo”, dando cuenta de las transformaciones interpretativas y de su aplicabilidad a través de los procesos históricos. Contamos de seguidas con el trabajo del antropólogo y comunicador social Raymundo Padilla Lozoya, de la Universidad de Colima. Su estudio se concentra en “las prácticas históricas de alertamiento y protección socialmente construidas por los pobladores de San José del Cabo”, en Baja California Sur. Padilla también realizó un sólido trabajo de campo con el cual sistematizó variables e indicadores que le permitieron observar esas prácticas históricas levantadas ante la amenaza de los ciclones tropicales, característicos de la región. La interpretación del desarrollo de estas prácticas le lleva a afirmar sobre la conformación de un proceso de adaptación, eventualmente más eficaz que la tecnología urbana, como lo indica. Desde su mirada de antropólogo, Padilla llama la atención sobre “la dimensión simbólica de la protección”, la cual “debe considerarse en la planeación de programas de alertamiento y prevención porque forma parte de los modos de enfrentar las amenazas”. A continuación se encuentra el estudio de Omar Mancera González (Escuela de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Sinaloa), enfocado en la zona rural del municipio de Los Cabos, próxima a las ciudades de Cabo San Lucas y San José del Cabo, también en Baja California Sur. Apoyado igualmente en trabajo de campo, Mancera se detiene a observar los efectos del huracán Odile de 2014 a través de las diferentes formas de vulnerabilidad que describe con detalle. Se trata de un trabajo que enseña con cuidado la zona de estudio para analizar esas condiciones 18 introducción de vulnerabilidad asociadas con la amenaza en cuestión. Detalla los efectos de esas condiciones en la población y su impulso a migrar, especialmente por no contar con respuestas efectivas y eficientes ante la convivencia con la amenaza. “La experiencia de esta investigación demuestra que la vulnerabilidad estructural de las comunidades acentúa el impacto de los fenómenos naturales, de las políticas públicas o de los proyectos de desarrollo, daña de forma irreversible al tejido social y le impone pautas de continuidad distintas”, sentencia Mancera. Cerramos la publicación con el estudio realizado por Rogelio Altez y Diana Osuna, de la Escuela de Antropología de la Universidad Central de Venezuela. Este trabajo, enfocado en el análisis de la sociedad venezolana como su propia amenaza, propone a su vez una definición de “desastres de muertes masivas”, categoría con la que se persigue explicar escenarios recurrentes en ese país, especialmente en las últimas décadas. Su análisis parte de la cuantificación de las muertes violentas en el periodo de gobierno de Hugo Chávez, 1999-2012, en el cual, según los cálculos, una cifra cercana a 1% de la población perdió la vida por estas causas, lo que conduce a comprender tal resultado como un desastre. De la mano de una “etnografía inevitable”, como así la denominan, la investigación señala al número de muertes violentas como una epidemia, permitiendo con ello aproximarse al problema desde las herramientas analíticas de los desastres. “Decenas de miles de muertes anuales, que ya son cientos de miles en el periodo observado, son un indicador indefectible de un problema no resuelto. Es algo más que un conflicto para el Estado: es un problema social”, concluyen los autores, al tiempo que tal afirmación representa igualmente un punto de partida analítico en el trabajo. Antropología, historia y vulnerabilidad. Miradas diversas desde América Latina, antes que un conjunto de estudios uniforme, representa esas miradas diversas sobre el problema de los desastres que se indica en su título. Es, asimismo, un ejemplo de aproximaciones sobre la vulnerabilidad en general, central en cada uno de estos estudios y horizonte analítico de las investigaciones sobre desastres. Qué duda cabe, al investigar desastres, perseguimos comprender los procesos que les subyacen, en los cuales la vulnerabilidad supone la condición indefectible para todo desenlace adverso en una sociedad. 19 introducción Estudios como los que aquí se presentan conforman, a su vez, ese desarrollo discursivo que acabó por transformar la perspectiva con la que se entienden los desastres. Es una huella más en ese intenso sendero que ha contribuido a comprender las amenazas, los riesgos y la vulnerabilidad como productos históricos, sociales y culturales, antes que como variables asociadas con un solo plano de la realidad, siempre advertidas como unidimensionales y meramente descriptivas. Trabajos como éstos, junto a aquellos que han venido aportando desde las últimas décadas del siglo xx, dan cuenta de una mirada crítica y analítica sobre las adversidades en las sociedades contemporáneas y en las del pasado, a partir de herramientas que nos permiten comprender la transversalidad de los procesos humanos, incluso aquellos que conducen a las catástrofes. Rogelio Altez (Escuela de Antropología, Universidad Central de Venezuela) Caracas, octubre de 2017 20 I. Entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de Chetumal frente a las amenazas hidrometeorológicas María N. Rodríguez Alarcón1 La ocupación del sureste mexicano y sus implicaciones en los efectos e impactos de los fenómenos de la naturaleza Chetumal está rodeado de agua, bien sea por pantanos, por manglares, pero estamos rodeados de agua completamente. Hay zonas que están en construcción aquí en la misma Chetumal que se han estado rellenando porque son manglares o humedales, o aquí se llaman ojos de agua. Entonces, van rellenando y eso es un afluente natural del agua, allí va a correr cuando el agua decida, cuando la naturaleza decida, pero ¿qué hemos hecho nosotros? Bueno, los mismos humanos ponemos nuestras casas de habitación allí y lógicamente a largo plazo vamos a tener problemas de inundación.2 Las características actuales de Chetumal, capital del estado Quintana Roo, no pueden ser comprendidas sin advertir los múltiples huracanes que históricamente se han presentado en el territorio que ocupa esta ciudad. Al ser una de las localidades más jóvenes de México, fundada en el año 1898, ha sufrido los embates de este fenómeno natural en numerosas oportunidades, e incluso los antiguos habitantes de aquellas tierras, miembros de la gran civilización maya, habían aprendido a convivir con él y le atribuían propiedades sobrenaturales. Las inundaciones también han sido una constante a lo largo de la historia antigua y contemporánea 1 2 El Colegio de Michoacán, México. Entrevista a LCRH, Chetumal, 28 de noviembre de 2016. Hombre, nació en Chetumal. Desempeñó varios cargos en instituciones gubernamentales, fue director de la Coordinación Estatal de Protección Civil. 21 maría n. rodríguez alarcón de esta parte del sureste mexicano, no sólo como efecto de la manifestación de los huracanes, sino como resultado de la temporada de lluvias, y también, aunque en menor medida, debido al relieve y tipo de suelo de esta región peninsular.3 Las diversas transformaciones que se han producido en las formas de habitar el espacio y aprovechar sus recursos han generado cambios profundos en la interrelación entre sus pobladores y estos fenómenos de la naturaleza. Chetumal ha experimentado un vertiginoso incremento demográfico desde la década de los sesenta del siglo xx en medio de la ausencia del diseño e implementación de políticas públicas que garanticen la expansión urbana hacia zonas aptas para la edificación de asentamientos humanos. Por el contrario, se ha articulado con una deficiente planeación que ha propiciado una diversa y compleja gama de problemas sociales y naturales, que a su vez reproducen y profundizan las condiciones de riesgo, ya de por sí existentes debido a la propia ubicación y particularidades de la geografía donde fue fundada la ciudad. Al mismo tiempo, las desigualdades socioeconómicas, las relaciones de poder inscritas en decisiones políticas particulares y la gobernanza han contribuido a producir y fortalecer situaciones de vulnerabilidad frente a las dinámicas del entorno. El eje central en torno al cual gira este trabajo es, precisamente, la reconstrucción e interpretación del proceso histórico que delineó el contexto actual de Chetumal y las formas de vida de sus habitantes, que contribuyen a explicar la presencia de escenarios de riesgo y vulnerabilidad ante ciertos fenómenos naturales. A través de un trabajo de campo, llevado a cabo en el último trimestre del año 2016, se tuvo contacto directo con sus pobladores y se advirtieron sus rasgos físicos; además, se accedió 3 En el presente trabajo se establece una distinción entre manifestación, efectos e impactos. Manifestación entendida como la presencia de algún fenómeno natural, los efectos se derivan de la magnitud de dicho fenómeno (por ejemplo, en el caso de los huracanes: cantidad de agua, intensidad del viento o lapso de su presencia), mientras los impactos son las consecuencias desencadenadas por los efectos y las condiciones de vulnerabilidad de la sociedad; se pueden traducir en daños como pérdidas humanas, de inmuebles, ropa y alimentos. Jimena Cuevas Portilla, Aquí no pasa nada: estrategias y prácticas espaciales para hacer frente a fenómenos hidrometeorológicos en la ciudad de San Francisco de Campeche, tesis de maestría, México, ciesas, 2010, p. 18. 22 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal a documentos hemerográficos y fuentes secundarias.4 Así, se realizó un análisis transversal desde las experiencias relatadas por los propios chetumaleños con información histórica y observación in situ, a fin de comprender en términos temporales amplios los diversos factores que han condicionado las amenazas que representan los huracanes y las inundaciones en ese espacio social. Una ciudad de cara al mar México se caracteriza por contar con 11 regiones climáticas que varían en función de su ubicación geográfica y relieve, las cuales determinan la orientación de los sistemas de viento y las condiciones de calentamiento regional, por lo cual la precipitación pluvial, la temperatura anual y la oscilación térmica son similares entre sí en cada región climática. El estado de Quintana Roo, al cual pertenece la ciudad de Chetumal, se encuentra en la región número 11, denominada Península de Yucatán, caracterizada por una pequeña porción de humedad durante todo el año e intensidad de precipitaciones centradas en los meses de mayo a octubre. De principios de junio a finales de noviembre esta región se ve afectada por ciclones tropicales, cuya formación inicia en los mares del Caribe y las Antillas.5 Entre las experiencias más recientes se cuentan los 4 5 Más allá de realizar una revisión exhaustiva de todos los huracanes e inundaciones que han afectado a Chetumal, a través de la reconstrucción de los aspectos más significativos de la historia de la ciudad y de sus antecedentes prehispánicos se pondrá de manifiesto una lectura espacial y temporal amplia, articulando la descripción de los principales fenómenos hidrometeorológicos (o al menos los referidos con más ahínco por los testimonios de los chetumaleños y la información hemerográfica) con las transformaciones del entorno natural y social, en la forma como son habitados y vividos los espacios de la ciudad. J. Cuevas Portilla, Aquí no pasa nada, pp. 19-21; Rosalía Vidal Zepeda, Las regiones climáticas de México, México, unam-Instituto de Geografía, 2005, p. 194. En México, los especialistas se pronuncian por utilizar preferentemente el término de huracán que, siguiendo la escala Saffir-Simpson, se identifica a partir de que el meteoro lleva vientos superiores a 118 km por hora y la presión es mayor a 980 milibares.” Virginia García Acosta, “Una visita al pasado. Huracanes y/o desastres en Yucatán”, Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, edición especial: Impacto del huracán Isidoro en Yucatán, núm. 223, 2002, p. 12. Sin embargo, los pobladores de Chetumal prefieren la denominación de ciclones, y es la palabra que usan comúnmente para referirse a este fenómeno hidrometeorológico. 23 maría n. rodríguez alarcón huracanes Hilda y Janet (1955), Carmen (1974), Mitch (1998), Dean (2007), Arthur (2008) y Ernesto (2012), y las tormentas tropicales Arlene (2010), Harvey y Don (2011).6 Chetumal se encuentra ubicada, específicamente, en la desembocadura del río Hondo en la bahía Chetumal, que marca la frontera sur entre México y Belice. Esta bahía tiene características de estuario debido a la presencia del río y de zonas inundables, cuyos movimientos de las masas de agua se encuentran influenciados por los vientos alisios predominantes del este y sureste. Su baja profundidad (de menos de 5 cm) la hace muy sensible al fenómeno de marea de tormenta, y la zona terrestre cercana es sumamente plana, con pendientes de sólo 115 cm por cada kilóMapa i.1. Vista aérea de la ubicación geográfica de Chetumal Fuente: Modificación del mapa original de Google Earth. 6 La diferencia entre depresión tropical, tormenta tropical o huracán se relaciona con la velocidad máxima de vientos sostenidos en la superficie. La depresión alcanza vientos menores a 64 km/h, la tormenta oscila entre 64 y 118 km/h y los huracanes comprenden vientos de 119 km/h en adelante. Además, estos últimos pueden ir de la categoría uno a la categoría cinco, de acuerdo con la escala Saffir-Simpson, que se alcanza cuando los vientos superan los 250 km/h. 24 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal Mapa i.2. Vista aérea del espacio ocupado por la ciudad de Chetumal Fuente: Modificación del mapa original de Google Earth. metro de costa, lo cual indica altos niveles de exposición a desbordamientos. De allí que, con la trayectoria e intensidad adecuadas y con vientos favorables, los huracanes e incluso las tormentas tropicales pueden generar la inundación total de la ciudad.7 A diferencia de otras regiones, donde la orografía y la hidrografía marcan la diversidad geográfica, en Chetumal son el clima y las lluvias los responsables de las particularidades del medio natural que marcan la fuerza y dirección de los vientos, las áreas proclives a inundación y la crecida de las aguas, que influyen en la intensidad y ruta de los ciclones. Sin embargo, históricamente los factores económicos y políticos han privado sobre las dinámicas de la naturaleza como los principales alicientes para la ocupación de ese territorio. La fundación de la ciudad el 5 de mayo del año 1898, bajo el nombre de Payo Obispo, respondió a una decisión política y militar para dar fin a la Guerra de Castas, conflicto social indígena que se produjo entre 1847 y 1901.8 Con la firma y ratificación del tratado 7 8 Lourdes Castillo Villanueva, Urbanización, problemas ambientales y calidad de vida urbana, México, Plaza y Valdés, 2009, p. 90; Michel Rosengaus, “Análisis de la temporada 2000 de ciclones tropicales en México”, Ingeniería hidráulica en México, vol. XVI, núm. 4, 2001, p. 18. Payo Obispo era el nombre con el cual estas tierras eran conocidas desde la segunda mitad del siglo xvii. Cuando el marino Othón P. Blanco fundó la ciudad ratificó tal nominación, que 25 maría n. rodríguez alarcón de límites Mariscal-Spencer entre 1893 y 1897 se estableció el río Hondo como la frontera oficial entre México y Honduras Británica, hoy Belice, y se prohibió la venta de armamento a los mayas rebeldes, lo cual permitió un mejor control de ambos bordes del río. En el caso de México, ese control se materializó a través del pontón Chetumal que anclado en la desembocadura del río sirvió como puesto aduanal y de vigilancia. Bajo este mismo razonamiento se instaura el Territorio Federal de Quintana Roo el 24 de noviembre de 1902.9 Desde entonces, el sureste mexicano iniciaría un camino de transformación paulatina que aún no llega a su final. Estos cambios se han concretado en diversas formas de dominio y explotación del entorno natural para fines particulares, pero también se ha expresado en múltiples maneras de percibirlo y aprehenderlo subjetivamente. De pequeña localidad asentada en los márgenes de la bahía, Chetumal se ha convertido en una de las ciudades que presenta los mayores crecimientos demográficos de México, lo cual ha tenido importantes implicaciones sobre la calidad y estilo de vida de sus pobladores, la infraestructura urbana y el ecosistema. Juracan, corazón del cielo Como se advirtió en el apartado anterior, la ocupación del territorio donde actualmente se encuentra Chetumal atendió a objetivos muy específicos, vinculados a sus características físicas y recursos naturales. En épo- 9 permanecería así hasta 1936, año en que se cambió a Chetumal. “El obispo de Guatemala, fray Payo Enríquez de Rivera, realizó un viaje pastoral a la Villa de Bacalar entre 1657 y 1668, y se detuvo en un caserío situado en la margen izquierda del río Hondo, donde éste penetra en la bahía de Chetumal. Desde entonces el lugar fue conocido como Rancho del Obispo… Ciudad Chetumal viene a ser, por lo tanto, un nombre moderno, cuyo origen se remonta al mundo maya precolombino. Chakte’mal fue el nombre del cacicazgo gobernado por Nachan Ka’an, que tenía como frontera natural al mar Caribe por el este; el cacicazgo de Huaymil por el norte y el sur, hasta las inmediaciones del río llamado Belice en la actualidad”, Francisco Bautista Pérez, “De Payo Obispo a Chetumal: 1930-1955”, en Martín Ramos Díaz, Chetumal. A propósito del centenario, Chetumal, Universidad de Quintana Roo, 1998, p. 41. Lorena Careaga Viliesid, “La guerra de castas: vida cotidiana y regionalización, 1847-1901”, en Carlos Macías Richard (coord.), Quintana Roo: vitalidad histórica y despliegue contemporáneo, tomo i, México, Agencia Promotora de Publicaciones, 2016, pp. 106-108. 26 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal cas tempranas, el cacicazgo Uaymil-Chetumal tenía gran importancia debido a su localización estratégica, donde las selvas y cuerpos de agua favorecían la fertilidad de las tierras cultivadas. Su ubicación, en amplios litorales de la bahía y el corredor fluvial del río Hondo, comprendía parte de las tierras bajas mayas, que ya estaban habitadas desde el periodo precerámico (9000-1400 a.C.). Era un lugar próspero y densamente poblado a donde llegaron los conquistadores al mando de Francisco de Montejo y Alonso Dávila en el siglo xvi.10 El primer contacto entre españoles y mayas lo propiciaría un huracán en el año 1511, que ocasionó el naufragio de Gonzalo Guerrero y Jerónimo Aguilar en las inmediaciones del territorio que hoy ocupa Quintana Roo.11 Para entonces, los mayas tenían una interacción de larga data con este fenómeno natural y, a pesar de la escasa información que se ha encontrado en los jeroglíficos, hay suficiente evidencia para dar cuenta de interpretaciones mitológicas en tornos a ellos que, de acuerdo con el antropólogo canadiense Herman Konrad, formaban parte de la cosmología plasmada en el Chilam Balam.12 Igualmente, el investigador Fernando Ortiz ha encontrado referencias al respecto en el Pop Wuj o Popol-Vuh, una de las obras literarias y espirituales más importantes de los mayas:13 10 11 12 13 Francisco Bautista Pérez, “Comunicación y comercio, un desafío para los habitantes de Payo Obispo”, en C. Macías Richard (coord.), Quintana Roo: vitalidad histórica y despliegue contemporáneo, tomo ii, México, Agencia Promotora de Publicaciones, 2016, p. 226; Jesús Ángel Xacur Maiza, Enciclopedia de Quintana Roo. Fascículo Chetumal/ huracán, México, s. e., 2005, p. 68. J. Á. Xacur Maiza, Enciclopedia de Quintana Roo, p. 68. Herman Konrad, “Fallout of the Wars of the Chacs: the Impact of Hurricanes and Implications for Prehispanic Quintana Roo Maya Processes”, en Status, estructure, stratification; Current Archaeological Reconstructions, Proceedings of the Sixteenth Annual Conference, Calgary, University of Calgary, 1985, pp. 321-330; y “Caribbean Tropical Storms. Ecological Implications for Pre-hispanics and Contemporary Maya Subsistence Practice on the Yucatan Peninsula”, Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, núm. 224, 2003, pp. 99-126. Fernando Ortiz, El huracán: mitología y sus símbolos, México, fce, 1987, pp. 85 y 225-227. “Los huracanes, ‘tempestades con remolino’, eran conocidos por mayas y otros grupos de la zona caribeña. Huracán es una palabra de origen taíno y se revela como una presencia constante en los modos de vida de las culturas antillanas y caribeñas: Juracan era el término con que los taínos designaban al dios del mal, destructor; los indios caribes de las Antillas lo llamaban Aracan, Urican y Huiranyucan, que significaba viento poderoso y viento fuerte; los indios galibi de la Guyana francesa y holandesa, usaban la palabra hyroacan para los demonios. Fernando Ortiz dice que al dios de las tormentas Huracán también se le conocía con 27 maría n. rodríguez alarcón Para ellos, Huracán era el misterioso corazón del cielo, simbolizado por el rayo y el trueno y representado por la gran constelación que ahora conocemos como Orión y en la cual creían ver la figura de un hombre al cual le faltaba una pierna. Los espíritus creadores recibían también, colectivamente, el nombre de Huracán. Esos espíritus dieron vida a los cuatro balames que sostenían el mundo sobre sus hombros, y de esos cuatro míticos personajes —a quienes los espíritus creadores concedieron tantas mujeres— descienden los mayas quichés.14 Para los mayas, los huracanes poseían un profundo poder de transformación de la flora y la fauna, y era un factor esencial en la vida social que, al ser incontrolable, los obligaba a adaptarse a sus efectos ecológicos.15 Así, por ejemplo, los asentamientos se ubicaban entre unos 20 y 50 km de distancia con respecto a la franja costera, para evitar tanto el agua del mar como los vientos intensos. Se refugiaban de los huracanes en la selva, pero se enfrentaban a las inundaciones que se producían en el interior de la misma, desarrollando otras estrategias para paliar sus posibles afectaciones. En cuanto a las construcciones, erigieron muros de piedra alrededor de las casas de habitación y los campos, que variaban en altura y ayudaban a contener las inundaciones. Las viviendas tenían una base de piedra, y muros y techos de palma y madera con forma cilíndrica, para facilitar la circulación del viento; mientras los templos eran de mampostería.16 Los mayas también desarrollaron prácticas como la diversidad agraria, la silvicultura y la acuacultura. Lograron articular los ciclos agrícolas con la disponibilidad del agua pluvial, crearon sistemas hidráulicos y construyeron terrazas y camellones. Cultivaban de tal manera que pudieran beneficiarse de las lluvias, pero cosechaban los frutos antes de los 14 15 16 los nombres indígenas Guabancex, Maboya y Jurakan, y era la deidad más importante en el área caribeña durante la época prehispánica…”, María Isabel Campos Goenaga, “Sobre tempestades con remolino y plagas de langosta. Siglos xvi al xviii en la península de Yucatán”, Relaciones, núm. 129, 2012, p. 132. Juan José Morales, Selvas, mares y huracanes, Mérida, Gobierno del estado de Yucatán-Biblioteca Básica de Yucatán, 2012, p. 233. M. I. Campos Goenaga, “Sobre tempestades con remolino y plagas de langosta”, p. 134. H. Konrad, “Fallout of the Wars of the Chacs” pp. 321-330; “Caribbean Tropical Storms”, pp. 123-124. 28 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal Fotografía i.1. Casa tradicional maya en la comunidad de Xchac Hua, Yucatán Fuente: Martín Manuel Checa Artasu, “Aproximación turístico-cultural para un patrimonio en vías de extinción: la arquitectura histórica en madera de Chetumal, Quintana Roo”, Revista El Periplo Sustentable, núm. 23, julio-diciembre, 2002, p. 52. meses proclives a huracanes. A la par de estas “estrategias permanentes” desarrollaron “estrategias cortas o especiales”, como la recolección de alimentos y la caza de animales, para prepararse en caso de las contingencias que pudieran presentarse. Si la población era más grande que las capacidades de proveerse de la cantidad adecuada de alimentos, se optaba por la migración hacia lugares ya ocupados, que si bien podía conducir a enfrentamientos también generaba acuerdos entre localidades rivales, lo cual les permitía extender la actividad comercial hacia otras partes del territorio ocupado.17 Sin embargo, tras la conquista de la región, iniciada en el año de 1526, con la capitulación real que autorizó a Francisco de Montejo a realizar la 17 H. Konrad, “Caribbean Tropical Storms”, p. 123. 29 maría n. rodríguez alarcón ocupación de Yucatán, se dieron los primeros pasos hacia el resquebrajamiento de las prácticas mayas en torno a la ocupación del territorio y aprovechamiento de sus recursos naturales.18 La sustitución de antiguas formas de vida por patrones de asentamiento que atendían a fines de dominación de los grupos humanos y explotación del medio físico sentó las primeras bases para la construcción de condiciones de riesgo y vulnerabilidad frente a las dinámicas de la naturaleza.19 No obstante, el progresivo declive de aquella región y su posterior abandono en 1532, limitó durante siglos las consecuencias que pudieran derivarse de los efectos e impactos de este evento natural. Se trataba de vastas áreas geográficas escasamente pobladas, habitada por mayas sometidos a explotación y sojuzgamiento, menguados por epidemias, vejaciones y múltiples rebeliones que durante mucho tiempo fueron sofocadas por los españoles. Además, con el inicio de la Guerra de Castas a mediados del siglo xix, la exigua población que permanecía en esta región se dispersó en busca de refugio y muchos migraron a Honduras Británica. Así, para la fundación de Chetumal y la constitución del Territorio Federal de Quintana Roo las tierras cercanas a la bahía y a las riberas del río Hondo estaban pobremente ocupadas por personas que las utilizaban más que nada para el cultivo de pocos rubros, mientras al interior de la selva algunos trabajadores forestales de la caoba y el chicle habitaban campamentos temporales.20 18 19 20 J. Á. Xacur Maiza, Enciclopedia de Quintana Roo, p. 68. La construcción social del riesgo refiere a las diversas formas en que las sociedades construyen contextos frágiles que se articulan e incrementan las condiciones de vulnerabilidad, lo cual se traduce en problemas de adaptación al entorno físico, provocando que incluso el propio entorno se transforme en una amenaza y en un elemento de generación de riesgo. Véase al respecto: Virginia García Acosta, Historia y desastres en América Latina, vol. I, Bogotá, la red-ciesas, 1996; y de la misma autora, “El riesgo como construcción social y la construcción social de riesgos”, Desacatos, núm. 19, 2005, pp. 11-24. Se entiende por vulnerabilidad a “la configuración total de condiciones subjetivas y objetivas de existencia, históricamente determinadas y protagonizadas por sujetos colectivos concretos que originan o acentúan su predisposición ante ciertas amenazas y potencializan la acción agresora de éstas últimas”. Armando Campos, Educación y prevención de desastres, Lima, Unicef-Flacso-la red, 2000, p. 28. Luz del Carmen Vallarta, Los payobispenses: identidad, población y cultura en la frontera México-Belice, Chetumal, Universidad de Quintana Roo, 2001, pp. 370-371. Las informaciones en torno al paso de los huracanes, para el caso de Quintana Roo, es más abundante a partir de su constitución formal como Territorio Federal en 1902. Con respecto a Chetumal en particular, la escasez de población se mantuvo las primeras décadas del siglo xx y el funcio- 30 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal La fundación de la ciudad: los primeros cimientos de los riesgos urbanos Tras seis años de fundada, en 1904 Chetumal recibió la visita de un huracán y luego de otro en 1916. De este último existen mayores referencias, tocó tierras quintanarroenses en el mes de octubre, arrasó con Xcalak y Ubero y destruyó plantaciones de cocoteros, mientras el faro de Banco Chinchorro desapareció con la crecida de las aguas. En Payo Obispo, específicamente, “se registraron inundaciones y destrucción de relativa consideración”.21 Para aquel momento ya habían llegado los primeros migrantes invitados por Othón P. Blanco para habitar estas tierras, nuevos pobladores que sentaron las bases para la conformación de asentamientos permanentes dentro de un territorio que había permanecido prácticamente deshabitado durante siglos: El crisol quintanarroense reunió en los albores del siglo xx el amplísimo perfil de personas obligadas a portar por el mundo la carta de ciudadanía turca (palestinos, libaneses, egipcios, sirios, árabes, entre otros), con el no menos amplio expediente de la nacionalidad inglesa (súbditos de Honduras Británica, de la India y de la Gran Bretaña), para no mencionar a los habitantes yucatecos y campechanos residentes en Belice, a los hondureños y a los cozumeleños, dispuestos a aventurarse en la fundación de ciudades. Los nuevos habitantes debieron incorporarse, en su momento, al ritmo de las normas y disposiciones que marcó el país para legalizar la propiedad agrícola y urbana en esta frontera apenas conquistada.22 21 22 namiento de la prensa local era intermitente, aunado a los problemas de transporte y comunicación con el resto del país, por lo que la información que se puede encontrar para esta época es escasa. Aún para la segunda mitad del referido siglo los acervos documentales del Archivo General de Quintana Roo son precarios y desorganizados, lo cual ha sido atribuido a la falta de un resguardo seguro frente a los huracanes, ocasionando una pérdida incalculable de fuentes históricas de primera mano. A partir de la década de los ochenta se puede encontrar mayor información en el fondo hemerográfico del referido archivo. Por otro lado, se puede obtener material valioso en el Fondo Antiguo, la Hemeroteca y el Fondo Audiovisual de la Biblioteca Yucatanense, gracias a los corresponsales que eran enviados a cubrir las noticias en Chetumal, por ejemplo, del Diario de Yucatán. J. Á. Xacur Maiza, Enciclopedia de Quintana Roo, p. 74. Carlos Macías Richard, “El caribe mexicano, antecedente de la Nueva España”, p. 185. 31 maría n. rodríguez alarcón Asimismo, llegaron colonos de Veracruz y Chiapas a intensificar el trabajo forestal en la selva con la extracción de chicle, debido al aumento de la demanda de goma de mascar en el mercado mundial.23 En estos primeros años de vida de la ciudad aparece la propiedad privada sobre la tierra y el Estado comienza legalizarla bajo dos modalidades: arrendamientos, es decir, contratos a empresas o particulares para explotar y utilizar un recurso natural por un tiempo y cuota específicos; y concesiones forestales que, con el mismo fin que los arrendamientos, eran otorgadas a compañías extranjeras o nacionales. Además, la expansión urbana y las necesidades de aprovisionamiento favorecieron la entrega de pequeños solares para la agricultura a los habitantes de la ciudad. Ya para 1929 Quintana Roo es incorporado a la ley que establece la existencia de fundos legales, allí se inicia un proceso de otorgamiento de tierras urbanas en calidad de dotación gratuita.24 A pesar de estos incentivos la población se mantuvo en un nivel de crecimiento bajo, pues las condiciones de vida eran duras, no había luz, agua entubada, ni suficiente mercadería para cubrir las necesidades básicas, y las casas se asentaban en un terreno bajo y propenso a inundaciones, aunado a un clima caliente y húmedo.25 Bajo estas condiciones el 14 de septiembre de 1931 llegó un nuevo huracán a Payo Obispo.26 Aunque no se tienen registros de los daños ocasionados, ya había un mayor número de pobladores asentados en las inmediaciones de la bahía, muchos de ellos sin experiencias previas de presencia de este fenómeno hidrometeorológico y carente de los conocimientos y prácticas que habían desarrollado los mayas durante centurias. 23 24 25 26 David Barton Bray, “Manejo adaptativo, organizaciones y manejo de la propiedad común: perspectivas de los bosques comunales de Quintana Roo, México”, en Natalia Armijo y Carlos Llorens (coords.), Uso, conservación y cambio en los bosques de Quintana Roo, Chetumal, Universidad de Quintana Roo, 2004, p. 64. Victoria Chenaut, Migrantes y aventureros en la frontera sur, México, sep-ciesas, 1989, pp. 39-42. Esta información también en V. Chenaut, Migrantes y aventureros en la frontera sur, p. 59. Virginia García Acosta, Raymundo Padilla y Graciela Binimelis de Raga (coords.), Los huracanes en la historia de México: catálogo y memoria. Siglos xv-xxi, México, ciesas-unam-Universidad de Colima, publicación en preparación. 32 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal Fotografía i.2. Casa de madera en Chetumal, Quintana Roo Fuente: Tomada por María N. Rodríguez Alarcón, 2016. Casi una década después, el 27 de agosto de 1942, otro huracán atraviesa tierras quintanarroenses. De acuerdo con las notas de prensa que se pueden encontrar en el Diario de Yucatán, los mayores daños se produjeron en la zona norte, trayendo problemas de abastecimiento de víveres y casos de paludismo y gripe. En Chetumal hubo pocos destrozos en las viviendas y espacios públicos, pero produjo una contracción importante de las tierras cultivadas.27 Para entonces, el sistema constructivo era dominado por la arquitectura en madera, reminiscencia de las viviendas de estilo inglés de las Honduras Británica, aunque también persistían casas de paredes de tronco de tasiste y techos de palma de huano.28 27 28 J. Á. Xacur Maiza, Enciclopedia de Quintana Roo, p. 74; Santiago Pacheco Cruz, Janet o la tragedia de Chetumal, Chetumal, Editora Norte Sur, 1999, p. 17; Alfredo César Dachary y Stella Maris Arnaiz Burne, El caribe mexicano. Una frontera olvidada, Chetumal, Universidad de Quintana Roo-Fundación de Parques y Museos de Cozumel, 1998, p. 305. Martín Manuel Checa Artasu, “Aproximación turístico cultural para un patrimonio en vías 33 maría n. rodríguez alarcón Además, se construyeron viviendas que incluían una combinación de elementos estructurales y arquitectónicos, que representaba una simbiosis entre la arquitectura maya y el bungalow inglés. Éstas solventaron las necesidades habitacionales de los trabajadores forestales, comerciantes, hacendados y jornaleros.29 A pesar de sus diferencias con respecto a las primeras estructuras de los mayas, estas casas y las tradicionales de madera atendían a aspectos bioclimáticos, permitían la ventilación y la circulación del viento, protegían del calor y los eventos meteorológicos extremos. Algunas se conservan en la actualidad, pero la mayoría fueron sustituidas por construcciones modernas tras el paso de los huracanes Janet (1955) y Carmen (1974). Las puertas o bien son exentas, o bien a batiente a la inglesa con mosquiteras o cierres en persiana hechas de lamelas —tablones horizontales hechos de madera—, que serán similares a los de las ventanas. Estas persianas muestran no sólo el uso de la madera como elemento de cierre, sino también para regular la entrada de luz y calor al espacio habitacional, reducir la violencia de los fenómenos meteorológicos (los ciclones o huracanes) y sustituye dada la escasez y dificultad de mantenimiento de otro tipo de cerramientos como sería el vidrio. Otro elemento de gran incidencia en el factor bioclimático de la arquitectura de madera en el trópico es el pilote o el horcón… teniendo varias funciones como la evitación de inundaciones y el acceso de animales, pero también, proveer el levantamiento de la casa sobre el nivel del suelo, permitiendo un canal de ventilación que incide en la parte inferior de la misma. Esta circulación servirá para articular una termorregulación interna que también ayude a las estructuras de techumbre que conforman espacios cerrados, gracias a falsos techos y espacios laterales creando cámaras de aire aislantes del calor exterior. La presencia de vigas de celosía, paredes que no tocan los falsos techos o la disposición en paralelo de las oberturas exteriores ayudarán, aún más si cabe a mantener un buen nivel de ventilación, la circulación de las brisas proveyendo una termorregulación idónea.30 29 30 de extinción: la arquitectura histórica en madera de Chetumal, Quintana Roo”, Revista El Periplo Sustentable, núm. 23, julio-diciembre, 2012, pp. 54-55. M. M. Checa Artasu, “Aproximación turístico cultural para un patrimonio en vías de extinción”. Ibid., pp. 55-56. 34 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal Las casas de madera dominaban el paisaje chetumaleño cuando arribó la segunda mitad del siglo xx, ocupadas por poblaciones estables, familias de trabajadores migrantes que habían decidido probar suerte en el sureste mexicano. Sin embargo, pocas transformaciones se vislumbraban en las características infraestructurales de la ciudad. Aún con la dotación de tierras y los incentivos que se dieron para que se multiplicaran los asentamientos y se intensificara la producción agrícola, las circunstancias en la región continuaban siendo desalentadoras. Habían pasado más de 50 años de la fundación de Chetumal y persistían los problemas de comunicación, la falta de electricidad y las condiciones sanitarias críticas, y el abastecimiento de agua se daba a través de pozos o aguadas, o bien se recurría al almacenamiento de las lluvias en curbatos.31 También se carecía de un sistema de control de las excretas humanas, pues la ciudad no contaba con drenajes, incrementando el riesgo de contraer enfermedades gastrointestinales.32 La señora Mariana, pobladora de la ciudad, comentaba en una entrevista: En aquel tiempo no conocíamos estufa, era lo que yo a veces me pongo a pensar, ¿cómo es posible?, todo era de madera, techo de guano o de lámina, quemábamos leña… con pura leña cocinábamos… nosotros no conocíamos luz eléctrica… No había luz, no teníamos corriente. Para salir a comprar de noche con lámpara, la ciudad oscura, solamente había luz sobre la [avenida] Héroes donde está el parque hasta ahí llegaba la luz, lo demás todo en oscuras. Ya le digo que no conocíamos televisión, no conocíamos radio.33 En este contexto llega Janet a la ciudad. Se formó del otro lado del Atlántico como una depresión tropical y fue fortaleciéndose a medida que avanzaba a través del océano, hasta convertirse en tormenta el 21 de 31 32 33 Los curbatos eran recipientes de madera utilizados para captar y almacenar agua de lluvia. Martha Patricia Mendoza Ramírez, “Repoblar la frontera: reparto agrario y políticas federales en el sur de Quintana Roo, 1920-1940”, en C. Macías Richard, Quintana Roo: vitalidad histórica y despliegue contemporáneo, tomo i, México, Agencia Promotora de Publicaciones, 2016, p. 90. Entrevista a MSV, Chetumal, 28 de octubre de 2016. Mujer anciana, nació en Chetumal. El primer huracán que recuerda es el de 1942. Toda su vida ha habitado en las cercanías de la bahía. 35 maría n. rodríguez alarcón septiembre de 1955. Al topar con el sur de Quintana Roo, el 27 de septiembre, ya poseía las características de un huracán de categoría cinco, con un diámetro de 800 km y vientos de 280 kph. Ha sido hasta ahora el meteoro más recordado y referido tanto en los documentos hemerográficos como en los testimonios recopilados en campo, y retomado por los investigadores que se han interesado en la historia de la ciudad. Considerado un parteaguas, un antes y un después en la vida de la ciudad y de sus moradores, es descrito como el huracán que más destrozos y mayor número de muertes causó en el sur de Quintana Roo.34 Sus vientos, lluvias y marejadas destruyeron por completo los puertos Vigía Chico, Xcalak y 80% de las casas de Chetumal; dejó 84 muertos y más de 300 desaparecidos. En Chetumal las marejadas llevaron agua de mar a todo el primer cuadro de la ciudad y literalmente barrieron con lo que encontraron a su paso… La mayor parte de las personas que fallecieron perecieron ahogadas, no sólo por las oleadas del mar, sino porque en esa época se abrían zanjas para introducir agua potable y muchos de sus habitantes cayeron en ellas. Fue la peor tragedia que halla [sic] sufrido la ciudad de Chetumal, Xcalak y poblados de la ribera del Río Hondo.35 Janet llegó a una ciudad habitada por personas procedentes de diversas partes del país e incluso del mundo. Aquellas que venían de Belice quizás ya tenían experiencias previas con los huracanes, como lo demuestran los conocimientos plasmados en las formas constructivas de sus viviendas, pero para muchos era la primera vez que les tocaba vivir un fenómeno de estas características. No se habían desarrollado procesos de aprendizaje en la interacción con las dinámicas de la naturaleza, tampoco se contaba con conocimientos técnicos, especialistas e instituciones encargadas de informar y preparar a la población para la llegada de los huracanes. De acuerdo con los entrevistados más ancianos, las alarmas se daban a través del voceo, pasaban camiones militares para alertar a la población y trasladarla a refugios improvisados, que para ese entonces 34 35 J. Á. Xacur Maiza, Enciclopedia de Quintana Roo, p. 78. Ibid., p. 78. 36 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal eran básicamente cuatro: la escuela Belisario Domínguez, el hospital José María Morelos y Pavón y el hotel Los Cocos, que formaban parte de las pocas estructuras de concreto que habían para aquel momento y que, además, se ubicaban en la parte alta de la ciudad; y el Palacio de Gobierno, que si bien se encontraba frente a la bahía sus dos pisos de altura sirvieron como protección a la inundación que siguió al huracán.36 Todos los entrevistados coinciden en señalar que Janet los tomó, en cierta medida, desprevenidos, pues ya se habían producido alarmas anteriores y luego de evacuar las casas y buscar refugio no ocurría nada. Tal como sucedió el 16 de septiembre de 1955 cuando Hilda entró por la bahía Ascensión y, aunque se esperaba en Chetumal, afectó fundamentalmente al centro y norte del territorio de Quintana Roo, para después trasladarse a Tampico y ocasionar graves inundaciones.37 Así, a la llegada de Janet muchas personas no prestaron atención a los avisos y perecieron buscando refugio justo cuando atravesaba la ciudad. El problema del Janet y por qué se murió mucha gente era por lo endeble de la ciudad en esa época… y no había la tecnología que se tiene actualmente. Entonces cuando el Janet, les llamaban y pasaban en un coche de sonido, les decían que ahí venía el ciclón y les invitaban a que vayan a los refugios ya implementados para esto, que era el hotel Los Cocos, el hospital Morelos y la escuela Belisario Domínguez, donde es ahorita la escuela de música, de danza y arte, sí. Entonces la gente corría y se refugiaba y a la mera hora no llegaba el ciclón: ¿Por qué?, porque el ciclón se estacionó, venía muy lento, 36 37 Históricamente se ha construido una distinción del territorio chetumaleño, que es tanto material como simbólica. La parte baja se encuentra frente a la bahía, es la parte más antigua de la ciudad y los habitantes de sus colonias viven con el estigma de la pobreza y la violencia, aunque en algunos casos ello no es necesariamente cierto. La parte alta de la ciudad presenta fraccionamientos de los “sectores populares”, así como colonias de clase media y media alta; hacia esa zona empezó a crecer la ciudad tras el incremento demográfico. Entre ambas partes de la ciudad existe una diferencia de altitud que apenas varía entre cuatro y siete metros sobre el nivel del mar. La parte baja presenta una altitud de sólo dos metros sobre el nivel del mar y la parte alta tiene una elevación de seis a nueve metros sobre el nivel del mar. Sedesol, Centro de Información Geográfica y Gobierno Federal, Atlas de riesgo de Chetumal, 2011, disponible en <http://www.anr.gob.mx/Docs/2011/vr_23004_AR_OTHON_P_BLANCO.pdf> (consultado el 16 abril 2016). J. Á. Xacur Maiza, Enciclopedia de Quintana Roo, p. 78. 37 maría n. rodríguez alarcón muy lento. Entonces pues la gente regresaba y luego otra vez, hasta que la gente dejó de creer que en verdad venía el ciclón. La gente que se salvó fue porque se fueron a los refugios.38 En los días siguientes al huracán vino la carestía de alimentos, se abrieron fosas comunes para enterrar a los fallecidos y se produjo la migración temporal o definitiva de muchos chetumaleños. Las descripciones que aparecen en el Excélsior y referido por los entrevistados detallan aquel escenario, dominado por el temor y la incertidumbre ante un futuro incierto: Hambres, pestes, los tuvieron que evacuar, mucha gente salió de acá. Llegaban los aviones, traían poca comida, solamente los puros niños atendían, las personas grandes pues se aguantan. Así que cuando llegaban los aviones de comida, enfilaban los niños hasta los de pecho para que les den biberón. Entraba la noche, se cerraban los cuartos y los que duermen en las salas oliendo toda la peste de los difuntos que quedaron bajo su casa. Chicos y grandes ahí se pudrieron, después entonces nos vino un hambre… Todo el monte estaba en el suelo, de la carretera se veía la laguna.39 Las pérdidas de grandes hectáreas de selvas y la destrucción de las infraestructuras de viviendas y espacios públicos contribuirían a una transformación importante de Chetumal y del estilo de vida de sus pobladores. El gobierno incentivó la ocupación de la parte alta de la ciudad a través de la creación de Las Casitas, una colonia de interés social para los damnificados. Así, se dieron los primeros pasos para la expansión urbana, que se iría consolidando en las siguientes décadas con diversas políticas de colonización y proyectos de desarrollo urbano. Los sistemas constructivos empezaron a transformarse, habitantes de zonas rurales totalmente devastadas decidieron establecerse en la ciudad, se incorporó el 38 39 Entrevista a AG, Chetumal, 1° de noviembre de 2016. Hombre, docente. Nació en Chetumal y ha vivido toda su vida en la colonia Barrio Bravo. El primer huracán “fuerte” que recuerda es el Carmen (1974). Entrevista a MSV, Chetumal, 6 de octubre de 2016. 38 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal Fotografía i.3. Chetumal tras el paso del huracán Janet (1955) Fuente: Álbum personal de AB, habitante de Chetumal. tendido eléctrico y la economía inició su camino hacia el fortalecimiento del sector terciario, a través de la actividad comercial. Janet, de acuerdo con los propios chetumaleños, fue una experiencia traumática, un fenómeno sin posible comparación con otros huracanes anteriores y posteriores a él. Sin embargo, se puede señalar que los daños físicos y pérdida de vidas humanas tuvieron relación directa con las incapacidades materiales y subjetivas de la población. La fisionomía de la ciudad, la fragilidad de los servicios básicos, así como la concentración demográfica en las cercanías de la bahía fueron determinantes en el impacto del huracán y el nivel de destrucción contribuyó a crear en el imaginario de sus pobladores la idea de un ciclón destructivo, asolador y sin paragón en la historia de Chetumal. 39 maría n. rodríguez alarcón La degradación ambiental del “desarrollo” Para finales de la década de 1950 se inició un proceso de colonización intensivo en Quintana Roo. Ante la crisis que afectó al sector rural se implementaron políticas tendientes a ampliar la actividad agrícola a través de la incorporación de miles de hectáreas de selva del sureste del país y la formación de nuevos centros de población ejidal (ncpe) para aglutinar a la enorme cantidad de campesinos que demandaban tierras. Así, se transformaron las leyes, declarándose todos los terrenos nacionales abiertos a la colonización ejidal.40 Uno de los entrevistados, oriundo de Chetumal, lo describe de la siguiente manera: [La ciudad] comienza a transformarse con lo que se llamó “colonización dirigida”. Eso se hace para aumentar el número de pobladores, para eso se hace la colonización dirigida, se comienzan a poner en la Plaza de la Laguna, en Michoacán, en Tabasco, que había tierras, que podían venir acá y entonces comienza a transformarse la ciudad. O sea, empiezan a desaparecer las casas de madera e incluso nuestra cultura comienza a cambiar, ya perdimos todo aquello que teníamos con Belice, ese comercio, la cercanía que teníamos. La mayoría [vino] de Veracruz, incluso se cambió el nombre de la calle principal, ahora se llama Veracruz. Les daban terreno y ellos producían lo que iban a consumir… Empieza a crecer enormemente la ciudad.41 Estas políticas de colonización marcaron el final de la explotación forestal como centro de la actividad económica de Quintana Roo, mientras se impulsó el cambio de uso del suelo hacia la ganadería y la agricultura. Además, con la llegada de Luis Echeverría a la presidencia del país se hicieron realidad las ambiciones de las autoridades del Banco de México de transformar el turismo a través de la creación de cinco centros de desarrollo turístico integral, entre los cuales destaca Cancún. En pocos años esta región se convirtió en un polo de atracción turístico y de inmigra40 41 M. P. Mendoza Ramírez, “Repoblar la frontera”, p. 97. Entrevista a ARS, Chetumal, 8 de septiembre, 2016. Hombre, profesor universitario. Nació en Chetumal, vivió en la parte baja y ahora habita en una colonia exclusiva haca el interior de la ciudad. El primer huracán que experimentó fue Carmen. 40 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal ción, y es con el arribo de cientos de familias cuando en 1974 se alcanzó el número de pobladores necesarios para que cambiara su estatus de territorio federal a estado.42 Para Chetumal se trató de una época de transición donde el crecimiento poblacional comenzó a acelerarse como respuesta a las migraciones, pasando de una población de 9 000 habitantes en 1960 a 36 000 en 1970 y 70 000 en 1980. Ante la falta de diversificación económica, la libre importación de bienes de consumo, que en un principio era un apoyo a la actividad forestal, se convirtió en la principal fuente ingresos para sus habitantes.43 Debido a la presión demográfica y a la necesidad de aumentar la mancha urbana, Chetumal fue expandiéndose hacia zonas antiguamente dominada por humedales y cobertura vegetal, con graves consecuencias sobre la naturaleza y la vida de los propios pobladores. La fragmentación del hábitat, la alteración de los flujos de agua subterránea (con su inminente saturación, contaminación y riesgos de infiltraciones y fugas) y el desplazamiento de fauna y flora endémica, constituyen sólo un pequeño panorama de las múltiples transformaciones sobre el entorno natural. Siguiendo a la investigadora Lourdes Castillo Villanueva, los riesgos ambientales se han potenciado con las transformaciones que ha sufrido la ciudad debido a la ocupación de áreas de alto valor ecológico, que no son adecuadas para los asentamientos humanos.44 En cuanto a la calidad de vida de los chetumaleños, el rápido crecimiento urbano no ha encontrado su contraparte en una eficiente dotación de servicios e infraestructura básicos para atender a una población en constante aumento, generando focos de marginalización vinculados a procesos de segregación espacial.45 42 43 44 45 M. P. Mendoza Ramírez, “Repoblar la frontera”, p. 98; Lorena Careaga Viliesid y Antonio Higuera Bonfil, Quintana Roo. Historia breve, México, fce, 2002, p. 15. Gabriel Macías Zapata, “Chetumal: una ciudad fronteriza ante el reto del Tratado de Libre Comercio”, en Víctor Muro, Ciudades provinciadas. Historia, modernización y cambio cultural, Michoacán, Colegio de Michoacán, 1998, p. 319. L. Castillo Villanueva, Urbanización, problemas ambientales y calidad de vida urbana, p. 91. El presente trabajo se suscribe a los planteamientos del investigador Allan Lavell, quien sostiene que crecimiento económico y desarrollo muchas veces son considerados sinónimos, cuando un proyecto de inversión no necesariamente debe ser visto como un proyecto de desarrollo. “Sería más preciso, sin embargo, afirmar que los proyectos e inversiones económicas pueden incrementar o no la vulnerabilidad y dejar el nombre de ‘desarrollo’ para aquellos que no lo hagan. Esto no resuelve por sí, el problema de los proyectos que promueven ciertos parámetros 41 maría n. rodríguez alarcón A mediados del siglo xx la ciudad abarcaba únicamente las colonias que se encontraban en las cercanías de la bahía. Con el incremento demográfico los límites se fueron desplazando hacia las antiguas periferias, a través de la creación de nuevos fraccionamientos por parte de capital privado o bajo la responsabilidad del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) y obtenidos por medio de los denominados créditos blandos.46 Las facilidades de pago les permitieron a muchas personas que vivían en casas autoconstruidas, tanto en las zonas rurales alrededor de la ciudad como al interior de la misma, acceder a viviendas “más resistentes” en caso de huracanes y que cuentan con la infraestructura necesaria, en cuanto a servicios básicos se refiere. No obstante, estos fraccionamientos no han contado con una buena planeación que atienda a las particularidades de la geografía, clima y tipo de suelo.47 Un funcionario de la Coordinación Estatal de Protección Civil reconocía en una entrevista las deficiencias que han caracterizado los procesos de ocupación y construcción de asentamientos en esas zonas: Todo esto era reserva, pero pues ve, por la necesidad de la vivienda entran los programas federales y lo parten en la torre todo y ve, ya los problemas tan graves que tenemos, climáticos, aquí también. De que no llueve parejo, 46 47 de desarrollo, tales como un mejoramiento en los niveles de educación y salud, mientras a la vez no garantizan la construcción de escuelas y hospitales resistentes a las amenazas. Sin embargo, nos mueve algo en la dirección correcta para eliminar la contradicción implícita en la idea de que el desarrollo puede aumentar o disminuir la vulnerabilidad. Realmente es difícil concebir el desarrollo como un proceso que aumenta significativamente las posibilidades de muerte, o de sufrir daños y pérdidas”, Allan Lavell, “Desastres y desarrollo: hacia un entendimiento de las formas de construcción social de un desastre: el caso del huracán Mitch en Centroamérica”, en Nora Garita y Jorge Nowalski (comps.), Del desastre al desarrollo sostenible: El caso de Mitch en Centroamérica, San José de Costa Rica, bid-cidhs, p. 16. AG, entrevista citada. En la práctica, fraccionamiento y colonia son utilizados como sinónimos, sin embargo, las construcciones más contemporáneas son denominadas fraccionamientos. La diferencia radica en que estos últimos refieren a una colonia nueva donde, de acuerdo con los urbanistas, la tierra ha sido fraccionada, básicamente en terrenos, parcelas con las mismas dimensiones o muy semejantes; en cambio, colonia denota asentamientos más antiguos sin las trazas urbanas homogéneas, generalmente las familias habitan primero terrenos baldíos y construyen su casa poco a poco según sus posibilidades económicas. Conversación sostenida con el historiador Carlos Macías, Mérida, 19 de septiembre de 2016. 42 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal las temperaturas cada vez más, más, más calientes, pues están quitando la vegetación. Hasta eso ya tenemos anomalía en toda la ciudad, de la caída de la precipitación. Y siguen avanzando, siguen deforestando… Aquí son Las Américas [una colonia], ¿eh? Y todo esto era la sabana, ve el cuerpo de lo que ya han ido tumbando y van a seguir tumbando porque todo esto ya está trazado, mira. Lo que hicieron es rodear para luego empezar por el medio, ahora sí como el pastel, por la orillita y luego por el medio, lo que está más rico, ¿no? Pues quiero pensar que aquí en el medio está lo de la vegetación de reserva, pues pusieron algún fraccionamiento exclusivo como el que está ahí y obvio, pues eso, es más, lo venden mejor. Tienen más plusvalía por alguna necesidad, pues, de consumo.48 Durante las observaciones y recorridos realizados en Chetumal se pudo advertir que, si bien, estos fraccionamientos cuentan con electricidad, agua potable y sistema de drenajes, y son estructuras realizadas con cemento y piedra, son casas pequeñas y muchas familias viven en situación de hacinamiento. Además, fueron construidas sobre áreas rellenadas, proclives a inundaciones. En lugar de elevar la altura del terreno, en muchos casos se ha disminuido, escarbando la tierra para utilizar el mismo material que proporciona el suelo para construir, sin tomar en cuenta los cambios que ello produce al curso de las aguas pluviales. Un aspecto particular de esta problemática es que no afecta exclusivamente a las personas de clase media baja y baja, pues la construcción de otras colonias de clase media hacia el interior de la ciudad también se ha realizado en zonas inadecuadas, destruyendo humedales y cauces naturales de las aguas de lluvia, limitando la filtración y fácil absorción de las mismas, lo que trae como consecuencia un incremento en el nivel de las inundaciones, así como socavamiento de las calles.49 48 49 Entrevista a JV, Chetumal, 21 de octubre de 2016. Hombre, jefe de una de las unidades de la Coordinación Estatal de Protección Civil. Tiene más de 25 años de trayectoria en su área. Un caso muy conocido en la ciudad fue la construcción de la colonia Flamboyanes, habitada por académicos, políticos, periodistas y otras figuras públicas. Fue construida sobre un cuerpo de agua rellenado entre la década de los setenta y ochenta del siglo pasado y durante años han sufrido problemas de inundación. A pesar de algunas obras de ingeniería, el estancamiento de las aguas persiste. Los testimonios recopilados entre algunos de sus habitantes 43 maría n. rodríguez alarcón Esto último es confirmado por el Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de Chetumal, Quintana Roo, de fecha 05 de mayo de 2013, donde se devela un aumento de la cantidad de lugares propensos a inundaciones. Allí se indican 124 puntos de encharcamiento, que varían en extensión de acuerdo con las características de la precipitación y la ubicación de los referidos puntos.50 Dentro del informe se señala la relación del estancamiento de las aguas con las formas de ocupación del territorio. Un factor que contribuye al incremento de los escurrimientos superficiales es el cambio de uso de suelo; esto debido principalmente al crecimiento de la mancha urbana, alguna de ella ubicada en zonas de riesgo de inundaciones y a la construcción de zonas comerciales que impactan directamente en el volumen de agua escurrido, lo que incrementa el riesgo de inundaciones. Unido a lo anterior, la ciudad está sujeta frecuentemente a la presencia de ciclones, tormentas tropicales, huracanes; estos fenómenos naturales originan constantes precipitaciones en periodos que van de cinco a 10 días seguidos, y aunado a las características topográficas, la ciudad se ve afectada por inundaciones en diversas zonas.51 Como lo señala el informe, estas inundaciones están asociadas tanto a las épocas lluviosas como a la denominada “temporada de ciclones tropicales”. En septiembre de 1974, por ejemplo, se produjeron inundaciones tras el paso del huracán Carmen. De acuerdo con el Diario del Sureste, el 50 51 han señalado que las inundaciones han alcanzado hasta los 60 cm al interior de las casas, mientras en los alrededores de la colonia el nivel del agua ha sido tal que los han tenido que evacuar con lanchas militares. En los testimonios, la población es muy clara al hablar de los problemas de estancamiento de las aguas pluviales como “inundaciones”; sin embargo, entre los funcionarios existen contradicciones al respecto y algunos de ellos hablan de “encharcamientos severos”. Aun cuando existen parámetros técnicos para medir la cantidad de agua estancada y en función de ello hacer esa distinción, lo que interesa en este caso es colocar en el debate las descripciones de los propios habitantes de la ciudad y las referencias ubicadas en informes oficiales y notas de prensa. Además, desde parámetros técnicos 20 o 30 cm de agua estancada no tiene las mismas implicaciones que para una persona que debe lidiar con esa misma cantidad de agua al interior de su casa. capa-imta, Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de Chetumal, Quintana Roo, 2013, p. 17. 44 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal meteoro llegó a 200 km dejando a la ciudad completamente incomunicada. Además, la nota de prensa resalta: Durante más de 3 horas, Carmen golpeó duramente a Chetumal con vientos huracanados que tiraron árboles y postes de teléfonos y de electricidad. La situación es realmente angustiosa ya que la urbe carece de los más elementales servicios públicos. Se informó que incluso no hay agua potable y que más de 10 mil personas fueron evacuadas de los lugares bajos y se encuentran refugiadas en edificios públicos.52 Fotografía i.4. Noventa centímetros de inundación en una zona que cuenta con drenaje pluvial Fuente: capa-imta, Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de Chetumal, Quintana Roo, 2013, p. 46. 52 Antonio Can, “El meteoro entró a 30 millas de la Urbe causando destrozos: incomunicación total, falta de servicios públicos, inundaciones”, Diario del Sureste, 3 de septiembre de 1974. [Las cursivas son mías.] 45 maría n. rodríguez alarcón Fotografía 1.5. Zonas inundadas, alcantarillado obstruido Fuente: capa-imta, Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de Chetumal, Quintana Roo, 2013, p. 46. La información documental refiere otras inundaciones, por ejemplo, tras los huracanes Mitch (1998) y Dean (2007) que ocasionaron, además, daños a infraestructuras y afectaciones en los servicios básicos. Igualmente, en el año 2012 se produjeron inundaciones debido a precipitaciones que acompañaron al huracán Ernesto y a la onda tropical número 11. Para ese año Chetumal fue la zona más lluviosa del país, al punto de rebasar los promedios históricos en un 200%. El director general del organismo de cuenca de la península de Yucatán de la Conagua, Froilán Torres Herrera, así lo refirió en una entrevista que le realizó El Universal. Además, señaló que la ciudad registró sólo en agosto 515.9 milímetros de lluvia, un 260% más del promedio histórico que ha sido de 143.5 milímetros durante ese mes.53 También con el paso de la onda tropical número 44 (2015) se registraron 70% de vialidades afectadas y el panteón inundado, junto con comercios y viviendas.54 53 54 Silvia Hernández, “Chetumal, la región más lluviosa durante 2012: Conagua”, El Universal, 20 de noviembre de 2012, disponible en <http://archivo.eluniversal.com.mx/notas/886281. html> (consultado el 20 octubre de 2016). Varios autores, Diario de Quintana Roo, del 1° al 31 de octubre de 2015. 46 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal Fotografía i.6. Setenta y cinco centímetros de inundación al interior de una vivienda Fuente: capa-imta, Informe del Programa para el Manejo del Agua Pluvial de la Ciudad de Chetumal, Quintana Roo, 2013, p. 47. Fotografía i.7. Marca del nivel del agua en el baño de una vivienda en una de las inundaciones (60 cm aproximadamente) Fuente: Tomada por María N. Rodríguez Alarcón, 2016. 47 maría n. rodríguez alarcón Fotografía i.8. Daños causados en vivienda autoconstruida tras el paso del huracán Dean (2007) Fuente: Fotografía tomada por BM, habitante de la ciudad desde la década de los cincuenta. ¿Qué nos sucedió el año pasado? demasiadas temperaturas, seco, y llega octubre, el viernes en la tarde empezó a llover, a llover, a llover, a llover y en esos 3 días Chetumal se inundó y la ribera del Río Hondo también. Cayó más lluvia de la que normalmente tiene que caer en todo el año… y de por si cualquier lluviecita nos ahogamos porque las infraestructuras de las ciudades nos están quedando demasiado chicas para nuestras necesidades. Entonces debemos poner nuestros ojos en tener una mejor infraestructura porque a final de cuentas nosotros somos los que padecemos aquí dentro de la ciudad.55 55 Entrevista a JV, Chetumal, 15 de septiembre de 2016. 48 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal El día 24 de octubre de 2016, durante el trabajo de campo, se produjeron lluvias que se prolongaron a lo largo del día, consecuencia del paso de un frente frío, y se pudieron advertir los problemas de estancamiento de las aguas en el fraccionamiento Las Américas de Infonavit. Además, una parte de esa colonia, Las Américas III, se encuentra próxima a un tiradero de basura a cielo abierto. En una nota de prensa del Diario de Quintana Roo de 9 de agosto de 2015 se señala la problemática de la zona, allí las personas deben convivir con moscas, malos olores y materia en descomposición.56 Además de estos problemas, también se ha intensificado la reducción vegetal que genera un empobrecimiento biológico, se pierden mosaicos de vegetación e importantes franjas de árboles que terminan por impedir la existencia de las especies animales endémicas, que ya no pueden sobrevivir en un ecosistema pobre. En una nota de prensa de 9 de agosto de 2015 del Diario de Quintana Roo se denuncia el deterioro de la sabana, convertida basurero y asentamiento de colonias irregulares como Rancho Los Monos.57 Las observaciones en campo permitieron advertir también la disminución de los manglares que marcaban los límites entre el mar y la ciudad, y que constituyen una protección natural que aminora la fuerza y velocidad de los vientos y las aguas en caso de huracanes. En cuanto a la bahía Chetumal y el río Hondo, existen investigaciones basadas en análisis químicos que dan cuenta de la contaminación de sus aguas.58 Ello es resultado de la forma como fue configurada la ciudad, Alex Dorado, “Huele horrible en Las Américas III”, Diario de Quintana Roo, 9 de agosto de 2015. 57 Alex Dorado, “La sabana, presa de la indiferencia”, Diario de Quintana Roo, 9 de agosto de 2015. 58 M. Buenfil-Rojas y N. Flores-Cuevas, “Determinación de metales pesados (As, Cd, Hg y Pb) presentes en el río Hondo, Quintana Roo”, en Memorias en extenso. VI Congreso Internacional y XII Nacional de Ciencias Ambientales, Chihuahua, Universidad Autónoma de Chihuahua-Academia Nacional de Ciencias Ambientales, 2007, pp. 435-439; José Luis González Bucio, José Manuel Carrión Jiménez, Omar Yam Gamboa y Cristina Díaz López, “Contaminación de la bahía de Chetumal por metales pesados, materia orgánica y nutrientes producidos por las descargas de aguas residuales municipales”, Caos Conciencia, núm. 1, 2008, pp. 5-11; Cristina Díaz López, José Manuel Carrión Jiménez y José Luis González Bucio, “Estudio de la contaminación por Hg, Pb, Cd y Zn en la bahía de Chetumal, Quintana Roo, México”, Revista de la Sociedad Química del Perú, vol. 72, núm. 1, 2006, pp. 19-36. 56 49 maría n. rodríguez alarcón pues las casas se construyeron sin drenajes y a medida que se incrementó el número de habitantes se fue intensificando el vertido de desechos en fosas sépticas, lo que ocasiona que las cloacas vayan directo a los mantos subterráneos que desembocan en el mar. Aún en la actualidad, la carencia de un sistema de drenaje que cubra la totalidad de los espacios habitados continúa incrementando los problemas de curso de las aguas negras, fundamentalmente en la parte baja de la ciudad, pues las personas deben costear los gastos de instalación y muchos no cuentan con los recursos económicos para hacerlo.59 Además, el único río que existe en todo Quintana Roo es el Hondo, que ha sufrido los efectos, tanto de los desechos humanos como de la explotación agrícola y forestal. Entre esos agentes contaminantes se encuentran los plaguicidas, hidrocarburos, agroquímicos y fertilizantes. Las implicaciones más evidentes de esta situación es el peligro de extinción de especies vegetales y animales y, por ende, la reducción de recursos pesqueros. Cenotes, manglares, arrecifes, playas, pastos marinos, manatíes y nutrias se encuentran en un entorno vulnerable, sin contar con las repercusiones sobre la salud de la población y la posibilidad de contraer enfermedades en caso de desbordamiento de las aguas e inundaciones de las zonas habitadas. Reflexiones finales En general, las condiciones de riesgo frente a los fenómenos de la naturaleza se han concretado en una configuración territorial particular, expre59 Según Sedesol y Coneval, para el año 2010 por cada 15 000 viviendas, 267 no disponían de excusado o sanitario y 67 no contaban con sistema de drenaje. Sedesol y Coneval, Informe anual sobre la situación de pobreza y rezago social, 2010, disponible en <www.gob.mx/cms/ uploads/attachment/file/46190/Quintana_Roo_004.pdf> (consultado el 20 octubre de 2016). No obstante, el informe interno de la capa, titulado Estudio geohidrológico en el acuífero de Chetumal, Quintana Roo, indica que en términos generales la ciudad carece de un adecuado sistema de alcantarillado y que sus habitantes en la mayoría de los casos no tienen acceso a este servicio de manera formal, por lo que el desalojo de las aguas residuales se realiza mediante fosas sépticas y pozos negros que, dado su inadecuado diseño, funcionamiento y mantenimiento, explican parte de la contaminación del agua subterránea de la bahía. capa, Estudio geohidrológico en el acuífero de Chetumal, Quintana Roo, 2016. 50 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal sada en diversas formas de dominio y apropiación del espacio donde actualmente se encuentra Chetumal. Aunque la presencia de los huracanes y la propensión a sufrir inundaciones están vinculadas a las características geográficas y climáticas del sureste mexicano, sus impactos no son consecuencia directa de las dinámicas de la naturaleza, sino que son el resultado de procesos particulares de ocupación del territorio. Como han insistido los investigadores orientados al tema de los desastres, los fenómenos de la naturaleza se producen con o sin la existencia de los seres humanos, lo que los convierte en eventos coyunturales, en hechos perjudiciales, es justamente la presencia de las sociedades en su camino. Si bien se han producido avances significativos en las prácticas preparativas frente a la ocurrencia de fenómenos naturales adversos, la ausencia de acciones que transformen las condiciones estructurales del contexto social ha conducido a la construcción de escenarios de riesgo y vulnerabilidad. Con la introducción de Protección Civil en México, tras los sismos del año 1985, se comenzaron a incorporar una serie de medidas institucionales para informar y preparar a la población en torno a las diversas amenazas naturales con las cuales conviven.60 En el caso de Chetumal ha habido un bombardeo mediático importante en las últimas décadas en torno a qué hacer antes, durante y después del paso de un huracán. Aunque con matices, en general, las autoridades estatales se han interesado por la preparación y recuperación de la población. Igualmente, se han desarrollado campañas para instar a las personas a limpiar calles y alcantarillas, y a depositar la basura en lugares adecuados para aminorar los niveles de inundación en los espacios públicos. Sin embargo, las observaciones en campo y las entrevistas realizadas a funcionarios de la Coordinación Estatal de Protección Civil, la Comisión Nacional de Agua (Conagua) y la Comisión de Agua Potable y Alcantarillado (capa) permitieron advertir que las decisiones institucionales siguen centradas en la emergencia, sin atender a los factores que históricamente han contribuido a la profundización y reproducción de contextos frágiles ante even60 Gabriel Macías Zapata, Desastres y Protección Civil: problemas sociales, políticos y organizacionales, México, Dirección General de Protección Civil del Gobierno del Distrito Federal-ciesas, 1999, p. 49. 51 maría n. rodríguez alarcón tos coyunturales, tampoco se han desplegado acciones orientadas a procesos de mitigación de riesgos.61 Es debido a procesos contradictorios del crecimiento urbano que los riesgos aumentan, ya que las poblaciones se van expandiendo hacia zonas de mayor peligrosidad, y traspasan los límites dentro de los cuales se habían mantenido los primeros ocupantes. La construcción de la ciudad involucra transformaciones ambientales, y el cambio de los suelos naturales en tierras urbanas implica la remoción de la cobertura vegetal y su sustitución por materiales como cemento y asfalto, generando situaciones que conducen a resultados imprevisibles ante la ocurrencia de fenómenos de la naturaleza.62 No se trata de evocar un pasado idílico, donde las sociedades se encontraban en total armonía con la naturaleza, pues incluso las poblaciones indígenas pueden acudir a prácticas que se encuentran cónsonas con procesos de explotación del medio natural que atentan contra su potencial ecológico. Lo fundamental es generar una discusión crítica que devele las decisiones y prácticas contemporáneas donde la naturaleza se ha convertido en una mercancía, en un reservorio de recursos disponibles para ser expoliado, vendido y expropiado en beneficio de los seres humanos o, más exactamente, de ciertos sectores de la sociedad. Ha sido la negación de las dinámicas naturales, de la relación dialéctica entre el entorno natural y construido, que se han promovido y fortalecido las problemáticas que existen actualmente en el territorio chetumaleño. La vulnerabilidad social responde, entonces, al desfase del marco institucional diseñado para la protección ambiental y la vaguedad en la gestión de las políticas públicas. Se genera entonces una contradicción entre los procesos de modernización impuestas desde el ejercicio del poder y las características del contexto, así las personas asentadas en ese territorio en 61 62 La mitigación del riesgo comprende intervenciones sobre el contexto social, que se traducen en medidas preventivas que contribuyan a reducir los daños. Si bien puede incluir únicamente procesos físicos orientados a diseñar, construir, mantener y renovar infraestructuras que resistan los efectos e impactos de los fenómenos adversos, también debería aglutinar esfuerzos orientados a disminuir la exposición de las poblaciones a los desastres, es decir, medidas que contribuyan a reducir los riesgos con los cuales conviven las personas y, por ende, las condiciones de vulnerabilidad. Allan Lavell, Gestión de riesgos ambientales urbanos, Costa Rica, Flacso-la red, 1999, p. 2. 52 entre huracanes e inundaciones: riesgo y vulnerabilidad en la ciudad de chetumal vez de integrarse a la “marcha del progreso y el bienestar”, se convierten en sus víctimas. Las condiciones de riesgo se profundizan debido a las decisiones políticas y económicas, el avance tecnológico y la carencia y/o incumplimiento de normas de convivencia con el ambiente. De allí que las raíces del riesgo también encuentran un importante asidero en la vulnerabilidad de las instituciones.63 Visto de esta manera, es necesario insistir en la importancia de analizar el modelo de desarrollo implementado en Chetumal y su vinculación con procesos globales relacionados con la economía neoliberal, y el papel del Estado en el marco de su expansión y fortalecimiento. Además, es imperativo cuestionar los parámetros que sostienen dichos modelos y sin cuyas transformaciones no puede haber una posibilidad real de incidir efectivamente sobre el escenario social.64 Comprender los procesos de construcción social de riesgos y las diversas expresiones de la vulnerabilidad, e identificar los principales factores que contribuyen a su profundización, representa el mayor desafío al momento de formular y aplicar políticas efectivas que transformen dichas condiciones. Es imperativo advertir el desorden urbano, la falta de planificación y la privatización de la ciudad en el marco de relaciones de poder e intereses particulares. Bibliografía Libros y artículos Barton Bray, David, “Manejo adaptativo, organizaciones y manejo de la propiedad común: perspectivas de los bosques comunales de Quintana Roo, México”, en Natalia Armijo y Carlos Llorens (coords.), Uso, conservación y cambio en los bosques de Quintana Roo, Chetumal, Universidad de Quintana Roo, 2004, pp. 56-87. Elena Lazos Chavero, Roberto Melville y Mauricio Sánchez-Álvarez (coords.), “Introducción: ambiente, riesgo y territorio en México: exploraciones antropológicas”, en Mauricio Sánchez-Álvarez, Elena Lazos Chavero y Roberto Melville, (coords.), Riesgos socioambientales en México, México, ciesas, Publicaciones de la Casa Chata, 2012, p. 22. 64 A. 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Inclusive, dicho vocablo también se ha empleado para ilustrar la manera en que las sociedades de antiguo régimen sufrían el deterioro de sus campos al tiempo en que los enjambres de insectos se posicionaban en ellos y los devastaban. No obstante, examinando una serie de documentos elaborados por la monarquía hispana, salta a la vista que di1 2 Este capítulo forma parte del proyecto de investigación intitulado “México y Guatemala: historia de tres plagas de langosta y el estudio de su impacto ambiental y social (siglos xviii y xix)”, apoyado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (registro CB-222118). Una versión sustancial de este texto apareció en la Revista de Historia Moderna. Anales de la Universidad de Alicante, núm. 35, 2017. El Colegio de Michoacán, México. Doctor en historia por El Colegio de México. Desde el año 2009 se desempeña como profesor investigador de tiempo completo en el Centro de Estudios Históricos de El Colegio de Michoacán, A. C. Correo electrónico: larrioja@colmich.edu.mx; dirección institucional: Martínez de Navarrete 505, Fracc. Las Fuentes, Zamora, Michoacán; México, C. P. 59699. Tel. 351-5157100, ext. 1314. 59 luis alberto arrioja díaz viruell chas expresiones —plagas y langostas— sirvieron para referir dos componentes estrechamente articulados con sociedades campesinas, actividades agrícolas, ideas religiosas, preceptos de la naturaleza y —en su momento— reflexiones científicas. En este sentido, debo subrayar que tanto las ideas providencialistas como ilustradas fueron determinantes para definir los contenidos y contextos de estos vocablos. De ahí que sus acepciones refieran —primero— pasajes bíblicos e ideas propias de la escolástica, y —posteriormente— argumentos fundamentados en la biología, el clima y la salud pública.3 Este capítulo tiene el objeto de examinar la manera en que las autoridades —políticas y religiosas— de dos espacios indianos —la capitanía mayor de Guatemala y el virreinato de Nueva España— percibieron y entendieron las plagas de langosta entre 1700 y 1805; asimismo, se analizan una serie de instrumentos —temporales y espirituales— que ponen de relieve la noción que se tenía sobre dichos fenómenos. En este ejercicio, examino el contexto en que surgieron y evolucionaron estas ideas. Primeramente, aquellas que se basaron en argumentos bíblicos y providencialistas. En segundo lugar, las que se anclaron en el pensamiento racionalista e ilustrado. Debo subrayar que este enfoque analítico no tiene otro interés más que examinar una serie de materiales que comparten ideas, discursos y esquemas. De esta manera, el lector podrá observar la forma en que algunas perspectivas ilustradas fueron inspiradas por conocimientos del mundo escolástico, y —sobre todo— vislumbrar cómo ciertas nociones providencialistas se mantuvieron vigentes y plenas durante la ilustración. El insecto prohibido, profano y apocalíptico A juzgar por Claude Lévi-Strauss, Marvin Harris y Michel Pastoureau, las percepciones que los humanos han construido sobre ciertos animales a lo largo del tiempo se distinguen por aglutinar creencias, fobias, traumas 3 Para ampliar estas ideas, véase Elías Trabulse, “La Colonia (1521-1810)”, en Ruy Pérez Tamayo (comp.), Historia de la ciencia en México, México, fce-Conaculta, 2010 pp. 15-42; Serge Gruzinski, El pensamiento mestizo, Barcelona, Ediciones Paidós, 2000, pp. 62-65; Jorge Cañizares Esguerra, Católicos y puritanos en la colonización de América, Madrid, Fundación Jorge Juan-Marcial Pons Historia, 2008. 60 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa y numerosas ambivalencias. Para unas especies, la capacidad de adaptarse al medio y el sitio que ocupan en las cadenas alimenticias les ha permitido ubicarse en los mejores pasajes de la historia; para otras, las construcciones simbólicas que pesan sobre ellas las posicionan en escenarios marginales. Sin duda, las ideas heredadas de las religiones monoteístas y los mitos transmitidos por los grupos primitivos han jugado un papel decisivo en la construcción de estos enfoques, al grado de borrar las virtudes de algunas especies y —en algunos casos— exaltar los aspectos negativos.4 Prueba de ello han sido las langostas; insectos del orden Ortópteros, del género Shistocerca, que a juzgar por la entomología han proliferado —históricamente— por todo el globo terráqueo, contribuido a la formación de ecosistemas complejos e inclusive han formado parte de los complementos alimenticios de ciertas civilizaciones.5 No obstante, se sabe que —desde la antigüedad— algunos pueblos de Medio Oriente y Europa central gestaron una serie de discursos y restricciones sobre dicha especie. Hasta donde puede observarse, las restricciones se desprendieron de una vieja doctrina maniquea que compendiaba los llamados tres sellos: boca, manos y senos. En el caso específico de la boca, la doctrina prohibió introducir en ella las cosas impuras, las especies que estaban ausentes de principios divinos, la carne de animales que devoraban carroña y basura, y todo aquello que la ensuciaba.6 Examinando esta perspectiva desde algunas religiones monoteístas, salta a la vista que la langosta fue un insecto proscrito para el judaísmo, especialmente cuando los bichos alcanzaron su condición migratoria. Dado esto, la ley mosaica precisó que todo insecto alado era inmundo. Sin duda, las razones esgrimidas por las leyes de Moisés se anclaron en el orden simbólico; es decir, se percibió a la langosta —en su condición de larva y saltón— como una especie inofensiva y 4 5 6 Claude Lévi-Strauss, Mitológicas. Lo crudo y lo cocido, México, fce, 1986, pp. 34-45, y El pensamiento salvaje, México, fce, 1988, pp. 22-25; Marvin Harris, “Bichitos”, en Bueno para comer. 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Desde la óptica del profeta, la plaga fue una advertencia para que los hebreos regresaran a Dios “de todo corazón, con el ayuno, los llantos y los lamentos…” Para algunos antropólogos, la relación entre Dios y la naturaleza fue una forma simbólica en que el pueblo hebreo ponderó el comportamiento espiritual de los hombres: la tierra era fértil y próspera en tiempos de comunión y obediencia, y estéril y amenazada en épocas de deslealtad y mentira.7 En lo que respecta a las posturas cristianas, puede decirse que se fundamentaron en la tradición bíblica y tuvieron que ver con las ideas planteadas en el Libro de los Proverbios y el Libro del Éxodo. En el primero de ellos, el rey Salomón —monarca supremo de Israel— advirtió que la langosta era un insecto impuro por naturaleza, ya que “no tiene rey… y avanza en escuadrones… que causan la muerte…”; además, era considerada una amenaza legítima para los pueblos y se vislumbraba como una prueba de la más fehaciente decadencia. En el Éxodo, la langosta apareció con la misma carga simbólica. A lo largo de sus páginas, se presentó al ortóptero como una especie que generaba daños en las comunidades vegetales y humanas, y permanecía largo tiempo en los territorios que infestaba. Prueba de ello fue el mensaje que Yahvé remitió al faraón en caso de que no liberara a los israelitas: “Le enviaré la langosta sobre su territorio, la cual cubrirá toda la tierra y no verá nada en ella; y se comerá todos los árboles y todos los granos que se hayan podido guardar, y entrará en todas las casas de sus servidores…” Otra apreciación se encuentra en el contexto del Apocalipsis y —específicamente— de la octava plaga; una plaga que castigó al faraón por desafiar la palabra de Yahvé, por esclavizar al pueblo judío y por desatender los mandamientos divinos. Dado 7 C. Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, pp. 141-143; André-Marie Gerard y Andree Nordon Gerard, Diccionario de la Biblia, Madrid, Anaya-Mario Munchnik, 1996. 62 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa esto, el texto refiere que: “Las langostas subieron por toda la tierra de Egipto, y eran tantas que se oscureció el día… Se comieron toda la hierba de la tierra, todos los frutos de los árboles… y no quedo nada verde…” Al igual que en el judaísmo, esta apreciación sobre la langosta se cimentó en un entramado simbólico donde el animal era definido en un contexto donde predominaba el catastrofismo, el hambre y la enfermedad.8 Todo parece indicar que desde el origen de estas religiones monoteístas (judaísmo y cristianismo) se configuraron apreciaciones negativas sobre ciertas especies animales, sobresaliendo el caso de la langosta, el cerdo y la serpiente. Lo anterior tuvo que ver con un horizonte donde los jerarcas religiosos pretendieron —a cada momento— regular la realidad de sus feligreses por medio de reglas, mitos, tabúes o leyendas; asimismo, mantener un equilibrio entre la población y los recursos existentes en sus territorios. Sobre esto último, Claude Lévi-Strauss y Marvin Harris advierten que no fue casualidad que estas apreciaciones se conformaran en épocas y escenarios donde era evidente el conflicto entre una población densa —como la que abarrotaba Egipto— y un territorio desprovisto de recursos alimenticios. Inclusive, dichas perspectivas evidenciaron que —en épocas de escasez— los hombres y los animales competían por la subsistencia.9 Es de advertir que estos enfoques sobre la langosta se enriquecieron y difundieron con el paso del tiempo. En la época clásica, las opiniones de Aristóteles, Teofrasto, Eliano y Plinio se encargaron de validar los aspectos “nocivos” e “impuros” del animal, ratificaron los daños que causaba sobre la cubierta vegetal y proyectaron imágenes parias sobre su condición migratoria; una condición que —desde su perspectiva— respondía a conductas fundadas en la maldad, el daño y el castigo divino: “Tiene proceder de la ira de Dios esta pestilencia, porque se ven muy grandes y vuelan con tan grande ruido de sus alas que se cree ser aves mayores y quitan el sol, mirando los pueblos con grande congoja no les cubran sus tierras, porque tienen fuerzas bastantes… y cubren con nube cruel las mieses, quemando gran parte de ellas con su toque…”10 M. Harris, “Bichos”, p. 216. C. Lévi-Strauss, El pensamiento salvaje, pp. 141-143; M. Harris, “Bichos”, p. 216. 10 Plinio, “De los pequeños animales y que rastrean”, en X. Sistach, Bandas, enjambres y devastación. 8 9 63 luis alberto arrioja díaz viruell A juzgar por Xavier Sistach, estos discursos fueron enriquecidos durante la Edad Media y el Renacimiento. En el caso específico de Europa occidental, el vehículo precursor de estas nociones fue la religión cristiana a través de numerosos manuscritos que se tradujeron a lenguas romances. Prueba de ello fueron las opiniones vertidas en los textos de Honoré de Autun (1150), Alexander Neckham (1160), Vincent de Beauvais (1250), Thomas de Cantimpré (1270), Thomas Mouffet (1589) y María Sibylla Merian (1705).11 Además de estas obras, la presencia física de la langosta en varios confines sirvió de precedente para definir un imaginario cimentado en lo abominable, apoteósico y demoniaco. Tan solo, entre 1400 y 1750, estos bichos afectaron regiones extensas de Alemania, España, Francia, Italia, Polonia, Portugal, Rusia y Turquía.12 Inclusive, la apreciación de estas plagas no sólo se registró en los manuscritos oficiales, sino también en textos y obras pictóricas que evidenciaron las afectaciones agrícolas y —sobre todo— validaron la retórica providencialista de amenazas, infortunios y desgracias. Sobre esto último, destacan los dibujos y comentarios de Ruperto de Deutz sobre el Apocalipsis (1116), las visiones del profeta Joel en la Biblia Monumental de Admont (1150), los grabados sobre estos insectos en el Liber chronicarum mundi (1493), las ilustraciones sobre el Éxodo en la Biblia Lübeck (1494) y los impresos sobre el Apocalipsis en la Biblia de Martín Lutero (1534).13 A lo anterior se sumaron varias obras pictóricas alusivas a dichas amenazas naturales, tales como el “Descenso de la virgen para aliviar la plaga de langosta” (1718) de autor anónimo (ubicada en el convento de Nuestra Señora de la Merced de Lleida, España), el “San Agustín conjurando una plaga de langosta” (1734) 11 12 13 M. Harris, “Bichos”, p. 229. Una visión panorámica sobre las plagas de langosta en Europa puede encontrarse en Darío Camuffo y Silvia Enzi, “Locust Invasions and Climatic Factors from the Middle Ages to 1800”, Theorical and Applied Climatology, núm. 43, 1991, pp. 43-73; Sam White, The Climate of Rebellion in the Early Modern Ottoman Empire, Nueva York, Cambridge University Press, 2011. Una muestra de estos ejemplares puede consultarse en Stephan Füssel, Christian Gastgeber y Andreas Fingernagel, El libro de las biblias. 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Prueba de ello son las notas aparecidas en diccionarios, diarios, gacetas y panfletos que circularon en la monarquía hispana. En 1734, por ejemplo, el Diccionario de la lengua castellana… definió estos acrídidos como: Insectos que tienen la cabeza como buey, el hocico romo y ancho, la boca cuadrada, los ojos saltados y los cuernos movibles. Tiene cuatro alas, unas sobre otras, seis pies, los cuatro anteriores pequeños y los dos de atrás muy largos y acomodados para saltar… Luego que se pone el sol se abaten a la tierra, haciendo un estrago horrible en los trigos, plantas y semillas. Es plaga con que castiga Dios los pecados de los hombres, y regularmente dura siete años…14 El Mercurio histórico y político…, por su parte, publicó que —en las costas mediterráneas— las plagas de langosta eran recurrentes y se distinguían por cubrir el horizonte por varios días hasta colapsarse —repentinamente— sobre los campos y devastarlos; asimismo, advertía que en la antigua Anatolia “el número de estos insectos es tan prodigioso, que obscurecen el Sol cuando se levantan para volar de un paraje á otro. Los habitantes están consternados por verse amenazados de una hambre general, que será difícil precaver…”15 Inclusive, el mismo Diccionario de la lengua 14 15 Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido de las voces, su naturaleza y calidad con las frases o modos de hablar, los proverbios y refranes y otras cosas convenientes al uso de la lengua, dedicado al Rey Nuestro Señor don Felipe V (que Dios guarde) a cuyas reales expensas se hace esta obra. Compuesta por la Real Academia Española, Tomo Cuarto, que contiene las letras G, H, I, J, K, L, M, N y Ñ con privilegio…, Madrid, imprenta de la Real Academia Española, 1734, p. 358. “Noticias de Portugal y España (1757)”, Mercurio histórico y político que contiene el estado presente de la Europa, lo sucedido en todas las Cortes, los intereses de los Príncipes, y generalmente lo más curioso, perteneciente al mes de junio de 1757. Con reflexiones políticas sobre cada 65 luis alberto arrioja díaz viruell castellana… definió las plagas como “calamidades grandes que ordinariamente manda Dios a las provincias, reinos o lugares, en castigo y pena de sus culpas. Como la langosta…” En este mismo orden, varios pensadores de la época dedicaron algunas páginas al insecto y los estragos que causaba en el mundo terrenal, tales como Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco Cabarrús, Jean Baptiste Lamarck, George Cuvier, Charles Linneo y Georges Louis Leclerc (Conde de Buffon). Sobre esto este último, por ejemplo, anotó que el acrídido era inofensivo y pacífico en su estado embrionario, pero resultaba una especie hostil, mutante y devastadora en su edad adulta. Inclusive, señaló que —pese a las creencias sobre su consumo— se trataba de una “especie maldita y prohibida para los seres humanos…” Al respecto, anotó que: En las fronteras de los desiertos de Etiopía habita un pueblo que llaman de los Acridóphagos o comedores de langostas. Sus individuos son negros, flacos, muy ligeros en la carrera y de pequeña estatura. No crían ganado ni cogen pesca y así están reducidos a vivir de las langostas que en cantidad numerosísima traen a su país en la primavera ciertos vientos cálidos de occidente, y de que ellos juntan copia considerable que polvorean con sal y guardan para irse manteniendo todo el año. Este perjudicial alimento produce en ellos los dos raros efectos, de que su vida apenas llegue a cuarenta años, y de que cuando se acercan a esta edad se engendre en sus carnes una multitud de insectos alados, que empezando por comerles el vientre, les devoran después el pecho y en fin les roen hasta los huesos.16 Si se toman en cuenta los elementos expuestos, no es de extrañar que los cronistas, oficiales y religiosos de Indias repitieran —una y otra vez— 16 Estado. Compuesto por diferentes Diarios, Mercurios, Gazetas de todos Países; y sacado de otros Documentos y Noticias originales, Madrid, Imprenta Real, 1757, p. 18; “Noticias de Turquía (1778)”, Mercurio histórico y político que contiene el estado presente de la Europa, lo sucedido en todas las Cortes, los intereses de los Príncipes, y generalmente lo más curioso, perteneciente al mes de septiembre de 1778. Con reflexiones políticas sobre cada Estado. Compuesto por diferentes Diarios, Mercurios, Gazetas de todos Países; y sacado de otros Documentos y Noticias originales, Madrid, Imprenta Real, pp. 10-11. Espíritu del Conde de Buffon, escrito en francés y traducido al castellano por don Tiburcio Maquieyra Serrador, Valladolid, por la viuda e hijos de Santander, 1798, p. 230. 66 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa estas y otras perspectivas sobre las plagas de insectos e inclusive las adecuaran en función de sus intereses. Es de advertir que dichas nociones se plasmaron a la luz de un horizonte dominado por la tradición bíblica: la plaga de Egipto y los caballeros del Apocalipsis; inclusive, como ha señalado Jorge Cañizares Esguerra, buena parte de estos cronistas se sintieron acorralados por dicha tradición y llegaron a considerar que el tiempo atmosférico, las plantas, los animales y los paisajes del Nuevo Mundo eran controlados por Satanás; de ahí, entonces, que las visiones bíblicas y demonológicas animaran las percepciones de la naturaleza americana.17 En este orden, sobresalen varios textos que revelan las nociones que se difundieron sobre estos ortópteros en Nueva España y Guatemala. Uno de ellos es la Historia verdadera de la conquista de Nueva España (1575) de Bernal Díaz del Castillo, obra donde las plagas aparecen referidas en las tierras mayas de Champotón y donde los insectos forman parte de un horizonte marcado por la guerra, el hambre y la enfermedad, y donde su comportamiento es descrito como pernicioso para los conquistadores y los grupos nativos: Las langostas invadieron todos los campos de guerra…, al grado que cuando peleábamos saltaban y venían volando y nos daban en la cara, y como eran muchos los indios flecheros y tiraban tanta flecha como granizos, nos parecían que eran algunas de ellas langostas y que volaban, y no nos rodelabamos, y la flecha que venía y nos hería; otras veces, creíamos que eran flechas y eran langostas que venían volando, fue harto estorbo para nuestro pelear…18 Entretanto, fray Diego de Landa señaló en su Relación de las cosas de Yucatán (1566) que, al tiempo en que los pueblos nativos enfrentaron la dominación militar española, se “recreció la langosta por espacio de cinco años, que no les dejaba cosa verde; y vinieron a tanta hambre que se caían de muertos por los caminos, de manera que cuando los españoles 17 18 J. Cañizares Esguerra, Católicos y puritanos…, pp. 54-55. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, México, Porrúa, 1960, cap. ix. 67 luis alberto arrioja díaz viruell volvieron no conocían la tierra aunque con otros cuatro años buenos después de la langosta, se había mejorado algo…”19 Años después, fray Jerónimo de Mendieta reveló en la Historia eclesiástica indiana… (1590) que la conquista y dominación española fue entendida —“según la relación y pintura de los viejos indígenas…”— como un entramado de infortunios “propios del Apocalipsis…”, pues previo a la conquista militar, estos pueblos sufrieron “guerras continuas… y el haber venido un año gran cantidad de langostas, y otro haber nevado mucho por toda la comarca de México (cosa que jamás suele acontecer) y otras cosas así semejantes…”, que sirvieron de precedente para mermar la conducta bélica de los pueblos y sucumbir ante el embate de las huestes españolas.20 Siguiendo las mismas ideas, el padre Joseph de Acosta anotó en la Historia natural y moral de las Indias… (1590) que estas plagas eran “un castigo divino… donde animales crecidos en número y en grandeza… se comen todo a su paso y andan por los campos causando daños…”21 Las obras de fray Bernardino de Sahagún —para Nueva España— y fray Thomas de Coto —para Guatemala— ponen de manifiesto que si bien durante el siglo xvi se preservaron algunas nociones precolombinas sobre estas plagas, también es verdad que el desarrollo de la colonización y el avance de las ideas cristianas mermaron estas perspectivas y provocaron su ocultación, al grado que —durante el siglo xvii— las apreciaciones se plantearon bajo el influjo del antiguo testamento.22 No obstante, como refieren Gruzinski y Cañizares, estos testimonios también deben leerse como una forma cristiana de entender los comporta19 20 21 22 Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, México, P. Robredo, 1938 [1566], p. 29. Historia eclesiástica indiana. Obra escrita a fines del siglo xvi por fray Gerónimo de Mendieta de la orden de San Francisco. La publica por primera vez Joaquín García Icazbalceta, México, Antigua librería, 1890, p. 172. Joseph de Acosta, Historia natural y moral de las Indias. En que se tratan de las cosas notables del cielo / elementos / metales / plantas y animales dellas /y ritos y ceremonias / leyes y gobiernos de los indios, México, fce, 2006, p. 222. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, escrita por fray Bernardino de Sahagún, franciscano, y fundada en la documentación en lengua mexicana recogida por los mismos naturales, México, Porrúa, 1992, p. 658; Vocabulario de la lengua cakchikel v[el] guatemalteca, nuevamente hecho y recopilado con sumo estudio, trabajo y erudición, edición, introducción, notas, apéndices e índices de René Acuña, México, unam, 1983 [1650], pp. 187, 305. 68 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa mientos de la naturaleza en las Indias; comportamientos que —en su aspecto más evidente— se interpretaron bajo una retórica donde la naturaleza del Nuevo mundo fue entendida —hasta cierto punto— como una amenaza constante.23 Conviene advertir que esta perspectiva fue tan influyente que, inclusive, algunas obras de manufactura indígena adecuaron y reprodujeron dicho discurso. Si bien es cierto que estos hechos deben explicarse a la luz de los procesos de evangelización, también es verdad que deben reflexionarse como elementos que coadyuvaron la formación y propagación de ideas occidentales en el seno de las poblaciones nativas. Una prueba de ello se desprende del Chilam Balam de Chumayel, obra que documenta los procesos de conquista en el área maya desde una perspectiva nativa, pero bajo influjos del pensamiento cristiano. Un análisis del manuscrito pone de relieve que los mayas peninsulares refirieron la conquista como un proceso de muerte, desolación y hambre que iba acompañado de fenómenos naturales que afectaban a la población en general. De ahí que no escatimaran en referir que: Estos hombres de Dios, doblando su espalda sobre la tierra virgen, manifestaron la carga de las penas, en presencia de Dios Nuestro padre, para cuando venga a entrar el cristianismo… habrá vómitos de sangre, pestes, sequías, años de langosta, viruelas, la carga de la miseria, el pleito del diablo… también bajarán hormigas como tigres… vendrán años de langosta… Tres veces colgaran su estrechez. Tres veces se morirán las hojas…24 Otra muestra de las ideas providencialistas puede observarse en el Memorial de Sololá…, una obra del siglo xvii que versa sobre los anales del pueblo Quiché. Al igual que el Chilam Balam, el Memorial presenta los primeros años de la dominación española como una etapa marcada por hechos bélicos y situaciones naturales adversas: “Cien días después de haber salido las palomas del bosque, llegó la langosta… El día 2 Yq [30 de 23 24 S. Gruzinski, El pensamiento mestizo, pp. 69-70; J. Cañizares Esguerra, Católicos y puritanos…, p. 55. Antonio Mediz Bolio, El libro del Chilam Balam de Chumayel, San José, Ediciones del Repertorio Americano, 1930, pp. 85, 93. 69 luis alberto arrioja díaz viruell junio de 1513] pasó por la ciudad y en verdad causó gran alarma en aquel tiempo antiguo el paso de la langosta…”25 Cabe señalar que estos ejemplos sobre la adversidad de los insectos también se reprodujeron en varias crónicas del siglo xvii. En el caso novohispano, sobresalen los registros de fray Juan de Torquemada (1612), fray Juan de Grijalva (1624)26 y fray Francisco de Burgoa (1670). Torquemada, por ejemplo, señaló en su Monarquía indiana… que las plagas de langosta eran resultado de la ira divina y debían entenderse como una respuesta a las conductas pecaminosas, prohibidas y distantes de la espiritualidad en que vivían los indios y españoles, de ahí que todos los “hombres paganos e impuros… destruyan y abracen todo por donde pasan, como lo hace la langosta…”27 Grijalva, por su parte, reconoció estas plagas en la Crónica de la orden de Nuestra Padre San Agustín… y las describió como “un flagelo que talaba los campos hasta las mieses…” y que la única forma de combatirlas era realizando misas, promesas, rogativas y arrepentimientos públicos, pues la única razón que explicaba su origen se encontraba en la conducta humana.28 Entretanto, Burgoa advirtió en la Palestra historial… que las plagas experimentadas en la provincia de Oaxaca “a la letra se deben entender como el daño tan sensible que causa esta sabandija voraz, como de ordinario a pocos años experimentamos en las Indias, que cubren la media región y hacen sombra a la luz del sol por donde pasan talando plantas y árboles donde se alojan…”; inclusive, 25 26 27 28 Memorial de Sololá. Anales de los Cakchiqueles. Título de los señores de Totonicapán, México, fce, 2006, pp. 118-119; Alejandra García Quintanilla, “Saak´y el retorno del fin del mundo. Las plagas de langosta en las profecías del Katun 13 Ahau”, Ancient Mesoamerica, núm. 16, 2005, pp. 327-344. Crónica de la orden de Nuestro Padre San Agustín en las provincias de la Nueva España en cuatro edades. Desde el año de 1533 hasta el de 1592, por el padre Mayor Fray Juan de Grijalva, prior del convento de Nuestro Padre San Agustín de México. Dedicada a la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de México, en el convento de Nuestro Padre San Agustín, imprenta de Juan Ruiz, 1624, p. 191. Historia eclesiástica indiana…, p. 172; Primera parte de los veinte y uno libros rituales y monarquía indiana, con el origen y guerra de los indios occidentales, de sus poblaciones, descubrimiento, conquista, conversión y otras cosas maravillosas de la misma tierra distribuidos en tres tomos. Compuesto por fray Juan de Torquemada, Ministro Provincial de la Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco en la provincia del Santo Evangelio de México en la Nueva España, en Madrid, oficinas de Nicolás Rodríguez, 1723, p. 24. Crónica de la orden…, p. 119. 70 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa desde su óptica, las plagas eran resultado de la idolatría que practicaban los pueblos “y de los estragos de la culpa, que es la única enemiga de la fe y que de los vicios el que consume y acaba la vida del alma y frutos del espíritu santo, pues niega el ser infinito, eterno e indivisible de Dios… de ahí tanto castigo en estas tierras…”29 En lo que respecta a Guatemala, varios religiosos y oficiales reales documentaron acuciosamente la presencia y los estragos que causaban estos ortópteros, tal es el caso de fray Antonio de Remesal (1619),30 Thomas Gage (1649),31 Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán (1690) 32 y fray Francisco Vázquez (1716).33 Entre los relatos más precisos y extensos, sobresale el de Thomas Gage, quien advirtió que, al tiempo de llegar a los pueblos del altiplano guatemalteco, se experimentó una plaga de gran magnitud: En el primer año que yo viví allí, Dios envió una de las siete plagas de Egipto que jamás había visto, una plaga de langosta… Estas langostas eran parecidas a las de Europa, pero más gordas, y volaban todas unidas por bandadas y en tan gran número, que oscurecían el día impidiendo el paso de los rayos del sol. 29 30 31 32 33 Francisco de Burgoa, Palestra historial de virtudes y ejemplares apostólicos fundada del celo de insignes héroes de la sagrada orden de predicadores en este nuevo mundo de la América en las Indias Occidentales, México, Porrúa, 1989 [1670], pp. 220-221. Historia de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la orden de nuestro glorioso padre Santo Domingo, escribese justamente los principios de las demás provincias de esta religión de las Indias Occidentales y la Secular de la Gobernación de Guatemala. Al Conde de la Gomera del Consejo del Rey Nuestro Señor, Su presidente y Capitán General. Por el presentado fray Antonio de Remesal, de la Santísima Orden de los predicadores de la Provincia de España, natural de la villa de Allariz en el reino de Galicia, Madrid, imprenta de Francisco de Abarca y Angulo, año de 1619, pp. 170, 347. Los viajes de Thomas Gage a la Nueva España. Parte tercera: Guatemala. Segunda entrega, Guatemala, Artemis, 2000 [1649], pp. 35-38. Historia de Guatemala o Recordación florida. Escrita en el siglo xvii por el capitán Francisco de Fuentes y Guzmán, natural, vecino y regidor perpetuo de la ciudad de Guatemala que publica por primera vez con notas e ilustraciones Don Justo Zaragoza, Tomo I, Madrid, Luis Navarro Editor, 1882 [1690]. Crónica de la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala de la Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco en el Reino de la Nueva España. Compuesta por el reverendo padre fray Francisco Vázquez, lector jubilado, calificador del Santo Oficio, notario apostólico, padre de la provincia de Nicaragua, custodio y cronista de ella. Tomo tercero, Guatemala, Sociedad de Geografía e Historia, 1940 [1716], pp. 28-29. 71 luis alberto arrioja díaz viruell Por todas las partes donde se pegaban no se veía otra cosa más que señales de ruinas y desolación; porque no solamente comían los trigos sino también las hojas y frutas de los árboles, a donde acudían en tan gran número que, con su peso, rompían las ramas donde se paraban y las separaban del tronco del árbol. Los grandes caminos estaban todos cubiertos, de suerte que ellas hacían temblar a cada instante las mulas que andaban por el país, silbando alrededor de sus orejas y cosquillándoles los píes. Yo me acuerdo que caminando en el país estaba tan molesto por estos animales que si no hubiera tenido puesta una máscara con anteojos, me hubiera sido imposible poder continuar mi camino. Los rancheros que habitaban hacia la costa del sur se quejaban de que su añil, que aún no era maduro, estaba a punto de ser destruido por estas langostas. Los que cultivaban la azúcar se quejaban también de sus cañas, que aún estaban tiernas, corrían el mismo peligro; pero sobre todo era una cosa digna de lástima oír las quejas de ellos labradores del valle donde yo vivía, quienes temían que su trigo fuera devorado en una noche por este ejército de langostas.34 Relatos muy semejantes quedaron plasmados en cuadros, grabados, murales y retablos que, sin duda, coadyuvaron en la consolidación del imaginario providencial. Siguiendo a Gruzinski, estas versiones ofrecieron al conquistador una serie de herramientas para transmitir un imaginario sobre los fenómenos naturales y su comportamiento extremo; asimismo, proporcionaron argumentos para relacionar las conductas mundanas, la naturaleza transgredida y la ira de Dios. Prueba de ello son los frescos sobre el Apocalipsis —de Juan Gerson— que adornan la iglesia de San Francisco de Asís en Tecamachalco, Puebla, así como las pinturas sobre la huida de Egipto que cubren las bóvedas de la iglesia de San Miguel Arcángel en Ixmiquilpan, Guerrero;35 imágenes que, de una u otra forma, se utilizaron para construir, legitimar y difundir la perspectiva apocalíptica y demoniaca sobre las plagas de langosta en territorios indianos. 34 35 Los viajes de Thomas Gage…, pp. 37-38. Serge Gruzinski, “Las repercusiones de la Conquista: la experiencia novohispana”, en Carmen Bernand (ed.), Descubrimiento, conquista y colonización de América a quinientos años, México, fce, 1994, pp. 148-171; Lidia Gómez, “La percepción de los fenómenos naturales como fuente de explicación de la vida social y política en los anales indios angelopolitanos, siglo xvii”, en Eddy Stols, Werner Thomas y Johan Verberckmoes (eds.), Naturalia, Mirabilia y Mostrosa en los imperios ibéricos (siglos xv-xix), Leuven, Leuven University Press, 2006, pp. 89-106. 72 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa De plagas bíblicas a amenazas naturales Existe un consenso amplio en la historiografía dedicada a la monarquía hispana sobre las vías que posibilitaron la propagación de ideas, perspectivas, creencias y valores durante los siglos xvii y xviii. Hasta donde puede observarse, tanto la palabra escrita como el discurso público fueron los canales de mayor influencia y difusión. A juzgar por Fernando Bouza, el recurso de la escritura fue indispensable tanto para gobernar los escenarios de la monarquía como para hacerse presente en ella, y —sobre todo— para difundir ideas, recabar posturas y promover acciones.36 A lo anterior habrá que sumar la posibilidad de la monarquía de configurar perspectivas o formas de ver y entender el mundo natural, sus complejidades, significados y riesgos. Centrando la atención en las experiencias de Guatemala y Nueva España, bien puede decirse que un horizonte para comprender las nociones existentes sobre las plagas de langosta se ubica en los documentos redactados por los ministros de la iglesia y los oficiales reales al tiempo en que dichas amenazas afectaban sus territorios y trastornaban la vida terrenal; textos que lo mismo procedían de la península y los dominios americanos, que respondían a circunstancias específicas y extraordinarias, que se plasmaban a la luz de necesidades terrenales o espirituales y que —muchas veces— revelaban traumas y miedos aprendidos. Si bien resulta difícil determinar el influjo que tuvieron estos materiales, lo cierto es que su presencia en el ámbito regional representó una pieza fundamental en los procesos de comunicación y difusión de ideas. Dada su naturaleza, estas fuentes se plasmaron en los formatos más tradicionales del mundo temporal (tratados, proyectos, folletos, gacetas, reportes, reseñas, noticias, órdenes, cédulas, bandos, cordilleras y opúsculos) y espiritual (textos devocionales, sermones, exorcismos, conjuros, rogativas y súplicas). Sin duda, su circulación pone de relieve la 36 Fernando Bouza, Corre manuscrito. Una historia cultural del Siglo de Oro, Madrid, Marcial Pons, 2001, pp. 21-22; Fernando Bouza, Comunicación, conocimiento y memoria en la España de los siglos xvi y xvii, Salamanca, Seminario de Estudios Medievales y Renacentistas, 1999; Fernando Bouza, Papeles y opinión. Políticas de publicación en el Siglo de Oro, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 2008, pp. 20-21; Kathryn Burns, Into the Archive. Writing and Power in Colonial Peru, Durham y Londres, Duke University Press, 2010; Thomas Munck, Historia social de la Ilustración, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 115-116. 73 luis alberto arrioja díaz viruell postura de las instituciones en tiempos de contingencia, el papel de las autoridades en la propagación de ideas y el peso de la palabra escrita en la configuración de nociones y perspectivas. Examinando una serie de documentos en archivos españoles, guatemaltecos y mexicanos, saltan a la vista dos cuestiones de interés. Primeramente, la mayor parte de los textos fueron redactados en la península ibérica, circularon a través de las instituciones indianas y se adecuaron a las realidades y problemáticas del siglo xviii. En segundo lugar, buena parte de ellos explicaron las plagas con posturas que amalgamaban pensamientos religiosos, mientras que una menor proporción las refieren a partir de razonamientos naturales. Entrando en materia, puede decirse que uno de los primeros documentos que circularon en Guatemala y Nueva España y que sistematizaron y difundieron ciertas ideas sobre las plagas fue el Tratado de las langostas muy útil y necesario… (1620) de Ivan de Quiñones, alcalde mayor de la villa del Escorial. Hasta donde puede observarse, este manuscrito definió las plagas como una “calamidad mayor que existe en el mundo…” y como un “hecho que quitaba las esperanzas sembradas…”; asimismo, precisó que las langostas eran insectos que actuaban como “ovejas sin pastor, como repúblicas sin Rey, como ejércitos sin capitán y gobernador…” Desde la perspectiva de Quiñones, estas plagas debían entenderse como “castigos que Nuestro Señor envía a la tierra…” en respuesta a las conductas pecaminosas de los hombres, las desatenciones en el pago de diezmos y obvenciones, las prácticas paganas de ciertos grupos y los “ataques bestiales” hacia la iglesia.37 Una segunda obra que circuló en los reinos americanos fue Del origen y principio de la lengua castellana o romance… (1674) del canónigo 37 Tratado de las langostas muy útil y necesario, en que se tratan cosas de provecho y curiosidad para todos los que profesan letras divinas y humanas, y las mayores ciencias. Compuesto por el Doctor Iván de Quiñones alcalde mayor que al presente es y que otra vez lo ha sido de la villa del Escorial y juez de las obras y bosques reales de San Lorenzo por su Majestad, Madrid, por Luis Sánchez Impresor, 1620, ff. 28, 32, 40 y 42. En el caso de Guatemala, esta obra aparece referenciada y transcrita parcialmente en Archivo General de Centroamérica (en adelante agca), “Providencias dadas para la extinción de la plaga de langosta que ha invadido los pueblos del valle de Guatemala (1706)”, AI.22.8.5369. 45.406. En el caso de México, una copia del manuscrito se localiza Biblioteca Nacional de México (en adelante bnm), Fondo reservado, Reg. 14556. 74 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa de la catedral de Córdoba, Bernardo Aldrete, quien definió las plagas como “llagas o heridas que provocan una calamidad”, mientras que a las langostas las llamó “simples animales o insectos… que hacen daño en los frutos… y que suelen levantarse en el aire muchedumbres que cubren el sol…” No obstante, al unir estos vocablos, Aldrete resaltó el influjo de las ideas religiosas y afirmó que estos fenómenos eran una muestra de los “azotes de Dios por los pecados de los hombres… azotes que causan llagas como las que causaron las plagas de Egipto…”38 En este misma época y tesitura, un manuscrito titulado Despertador christiano de sermones… (1694), de la autoría del obispo gaditano Joseph de Barcía y Zambrano, reiteró que dichas plagas eran una “calamidad devota” que se acompañaban de insectos que “todo muerden… consumen… destruyen… infestan el aire y engendran pestilencia…” Asimismo, afirmó que su aparición era una muestra de la ira de Dios hacia aquellos hombres que “no guardaron, sino quebrantaron la ley, repitiendo pecados… como la ingratitud… el atrevimiento de los que niegan a Dios… la codicia y lujuria insaciable… y los sacrilegios que se cometen en la confesión…”39 Conviene señalar que la concordancia entre el catastrofismo referido y los hechos que implicó una plaga no fueron muy distantes, pues en las sociedades agrarias una cosecha afectada no fue solamente un problema económico, sino un suceso que trastornó la realidad. Es decir, cuando los sembradíos eran invadidos por los insectos sobrevino el hambre, la enfermedad y la muerte. De ahí, entonces, que el miedo se propagara y las ideas 38 39 Del origen y principio de la lengua castellana o romance, que oí se vsa en España. Compuesta por el doctor Bernardo Aldrete, canónigo en la santa iglesia de Córdoba. Al señor don Ivan de Andicano, caballero del orden de Santiago, de los consejos supremos de su majestad de Castilla y Guerra, Madrid, por Melchor Sánchez, 1674, ff. 85, 144. Despertador christiano de sermones doctrinales, sobre particulares asuntos, dispuesto para que se vuelva en su acuerdo el pecador y venza el peligroso letargo de sus culpas, animándose a la penitencia. Que después de las impresiones, en cinco, y en dos tomos, sale ahora en tres, con aplicación a adviento y cuaresma. Tomo tercero que con los otros dos dedico al santísimo padre Inocencio XI, pontífice máximo, siendo canónigo de la Santa Iglesia de Toledo, primada de las Españas. Su autor, el ilustrísimo y reverendísimo señor don Joseph de Barcía y Zambrano, obispo de Cádiz y Algeziras, del Consejo de su Majestad, en Cádiz, casa de Christobal de Requena, impreso de su ilustrísima, año de 1694, ff. 232-238. En el caso de México, esta obra puede localizarse en la Biblioteca de la Universidad de Guanajuato (en adelante bug), Colección Conventual, Convento de San Antonio de Padua de San Miguel El Grande, BT 80 B3 1691. 75 luis alberto arrioja díaz viruell providencialistas se instalaran en las mentes humanas, prueba de ello son una serie de testimonios gestados durante las primeras décadas del siglo xviii. En 1706, por ejemplo, las autoridades de la Real Audiencia de Guatemala referían la plaga de langosta como la irrupción de millones de insectos que “acá llamamos chapulín y que no deja milpa alguna, pues toda se la come…”; de la misma manera, advertían que su aparición era “repentina… llega con los vientos recios y en forma de parvadas…” En cuanto a las razones de su presencia, las autoridades indicaban que eran resultado de la “flojedad mostrada por algunos pueblos… para evitar en todo o en parte los daños que ocasiona dicha langosta y su asiento en tan dilatadas y cuantiosas milperias…” Del mismo modo, advertían que uno de los recursos para extinguir estos padecimientos eran “los exorcismos y conjuros que dispone Nuestra Santa Madre Iglesia…”40 Opiniones muy semejantes se gestaron en la Nueva España entre 1700 y 1730. Las autoridades de la villa de Saltillo, por ejemplo, notificaron en 1711 que padecían una escasez de granos debido a las “calamidades nacidas de la langosta y enfermedades que en dichos frutos y semillas tenemos… situación por lo cual hemos de nombrar por patrón al glorioso San Agustín para que se digne de librar enfermedades, langostas, epidemias de dichas semillas y frutos…”41 En 1726, por su parte, el gobernador de Yucatán —don Antonio de Figueroa— señalaba que, ante la escasez de lluvias y la presencia de langosta, esta provincia padecía una situación catastrófica, pues “faltaba el maíz (único grano para el sustento de los habitadores de esta provincia)… por lo que los huesos de cualquier animal que se encontraban en los campos y calles los desbarataban entre dos piedras y se comían aquella harina, y en fin señor solo diré a vuestra merced que para recoger a los muertos me fue preciso hacer un carro y personalmente salir a recogerlos. Diez y siete mil son los que he podido numerar que fallecieron… en esta escasez y discordia…”42 40 41 42 “Diligencias practicadas para el exterminio de la plaga de langosta asentada en varios pueblos de la provincia de Amatitlan (1706)”, agca, A1.1, leg. 5369, exp. 45407. “Información sobre una plaga de langosta en Saltillo (1711)”, en Virginia García Acosta, Juan Manuel Pérez Zevallos y América Molina del Villar, Desastres agrícolas en México. Catálogo histórico, tomo I, Épocas prehispánica y colonial (958-1822), México, fce-ciesas, 2003, p. 228. “Informe del gobernador de Yucatán sobre la escasez de granos en la provincia (1728)”, agi, México, 891, ff. 544-557. 76 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa Es de advertir que, durante la segunda década del siglo xviii, algunos oficiales adscritos a la provincia de San Salvador difundieron una perspectiva muy novedosa sobre las plagas; dicha postura intentaba distanciarse de la retórica bíblica y acercarse a razones físicas. Desde su perspectiva, las “plagas de chapulín” tenían su origen en las actividades volcánicas y las condiciones climáticas que se experimentaban en aquella jurisdicción, pues no era casualidad que tras experimentarse dos erupciones volcánicas —Santa Ana (1723-1724) e Izalco (1730)— sobrevinieran largas temporadas de calor y secas, y —simultáneamente— las zonas agrícolas y ganaderas padecieran la presencia de acrídidos, situaciones que —en su conjunto— provocaban la ruina de los cultivos, el desplazamiento de la población y el brote de enfermedades. Debe decirse que estas opiniones tuvieron poco eco entre las autoridades de la época e incluso provocaron algunos comentarios críticos al respecto, al grado que ciertos religiosos de la villa de Sonsonate amenazaron con denunciar estas “opiniones infundadas” ante el Santo Oficio con miras a castigar a sus artífices.43 Relatos contrastantes se difundieron en Nueva España. En la provincia de Yucatán, por ejemplo, el alcalde ordinario y secretario mayor —Gerónimo del Puerto— señalaba en 1728 que la plaga de langosta que afectaba aquel territorio era resultado —entre otras cosas— de las conductas desplegadas por los naturales, quienes en “fuerza de su natural ocio y de la libertad en que se hallaban puestos no cultivaron sus sementeras… muchos de ellos con el animo de que murieran o se ausentasen los españoles… pero como castigo a esta suerte les ha llegado la plaga y la enfermedad…”44 Años después, la Gazeta de México refería la presencia de esta amenaza en tierras yucatecas y sugería que los feligreses se arrepintieran de sus pecados e invocaran la mediación celestial, tal como lo habían practicado en las Filipinas al tiempo en que sus campos fueron invadidos por este insecto: “Para lo cual se determinó traer por segunda vez de su 43 44 “Informe del común de San Andrés Apaneca sobre los daños causados por la erupción del volcán de San Ana (1723)”, agca, AI. 24, leg. 1584, f. 37; “Solicitud del pueblo San Juan Napubiales para enfrentar la plaga de langosta (1723)”, agca, AI. 24, leg. 1584, f. 37; “Solicitud del pueblo de Izalco para exonerarse del pago de tributos (1730)”, agca, AI. 24, leg. 1587, exp. 10231. “Informe del alcalde ordinario y secretario mayor de la provincia de Yucatán sobre la escasez de alimentos que se experimentan (1728)”, agi, México, 891, ff. 599-604. 77 luis alberto arrioja díaz viruell santuario, extramuros de esta ciudad, a Nuestra Señora de Guia, como se hizo el día 1 de julio con la solemnidad acostumbrada, colocándola en la Santa Iglesia Catedral, donde se le hizo su novenario…”45 Así, no es casualidad que durante las primeras décadas del siglo xviii la retórica bíblica sobre las plagas continuara predominando y que la Iglesia difundiera numerosos instrumentos para que sus párrocos enfrentaran estas “amenazas apocalípticas” e intentaran paliar los daños que causaban en los campos y los temores que despertaban en la feligresía. A juzgar por algunos documentos, los párrocos se encargaron de instrumentar dichas medidas y hacer valer “el ritual romano que dictaban los libros sagrados para enfrentar los demonios obsidentes y postsidentes… y las criaturas irracionales e inanimadas… como son las plagas de langostas, ratones y otras sabandijas…” Con esta perspectiva, los religiosos se mostraban como “médicos públicos de la iglesia, adornados de la gracia de su curación…”, mientras que las plagas eran entendidas como “males que destruyen los frutos de la tierra… y dañan a los fieles… en sus personas o en sus bienes…”46 Sin duda, las ideas del Antiguo Testamento eran los ejes que explicaban el origen y la evolución de estos fenómenos, y eran —sobre todo— los fundamentos que regulaban las acciones de la iglesia y de los grupos sociales frente a dichas amenazas. Por cierto, estas amenazas eran entendidas como encarnaciones de seres malignos que —a su vez— evocaban leyendas negras, poderes transgresores y conductas pecaminosas; inclusive, el hecho de vislumbrar a las langostas desde esta óptica fue una muestra de que el enjuiciamiento hacia los insectos 45 46 “Asia (desde primero hasta finales de marzo de 1737)”, Gazeta de México, núm. 112, p. 897. Práctica de conjurar en que se contienen exorcismos y conjuros contra los malos espíritus de cualquiera modo existentes en los cuerpos humanos, así en mediación de supuesto, como de su inicua virtud por cualquier modo y manera de hechizos. Y contra langostas y otros animales nocivos y tempestades. Compuesto por el reverendísimo padre fray Luis de la Concepción, definidor general de la Orden de la Santísima Trinidad Descalza, Madrid, 1721, pp. 166-170; Libro de conjuros de Ximenez contra todas tempestades de truenos, granizo, rayos y contra las langostas. Se hallará en Burgos en la librería de Felipe Zuazo, Plazuela del Arzobispado, 1730, ff. 35-36; Theatro de la verdad o apología por los exorcismos de las criaturas irracionales y de todo género de plagas, y por la potestad que hay en la iglesia para conjurarlas. En respuesta de lo que contra este punto defiende el Maestro Feijoó en el tomo octavo y nuevamente en el último de su Theatro Crítico. Por Fray Alonso Rubiños, del Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos, Madrid, imprenta del convento de dicha orden, 1741, pp. 3-5. 78 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa revelaba una condición gestada por la Iglesia: donde el hombre aparecía como hijo de Dios con licencia para opinar sobre el mundo natural y donde los insectos eran proyectados a la luz de comportamientos irracionales. En este orden, la langosta fue un ente capaz de ser juzgado por las leyes divinas, ya sea por su irracionalidad, por su conducta inmoral y por las ideas y acciones perversas que generaba entre los individuos.47 Prueba de ello fue el caso de Juan Crispin, mulato oriundo del pueblo de don García en el altiplano de Guatemala, que fue turnado al Tribunal de la Inquisición en México por pronunciar repetidamente una serie de blasfemias hacia Dios y la Virgen María luego de que una plaga de langosta devastó sus campos de cultivo entre 1770 y 1772. Desde la perspectiva del Santo Oficio, el citado mulato fue presa de la “conducta endemoniada… e irracional” que irradia la plaga en la especie humana, situación por la cual se instruyó al párroco de don García instrumentar una serie de conjuros y procedimientos contra el “animal destructor”, así como practicar ejercicios espirituales con Juan Crispin para provocar su redención y arrepentimiento.48 Debo remarcar que este tipo de posturas resultaron muy obvias, especialmente si se considera que —durante estos años— el razonamiento espiritual continuaba explicando y fundamentando la realidad, así también se empleaba para contener las amenazas terrenales; de ahí que el clero ostentara la potestad de “razonar sobre las plagas…” y “exorcizar o conjurar la langosta, la peste, las fiebres y las demás cosas que por sí mismas o por malignidad del demonio pueden dañarnos…”49 Dado esto, no es casual que —hasta bien entrado el siglo xviii— circularan muchas opiniones de corte bíblico para explicar los orígenes y efectos de estas plagas. En 1771, el párroco de Santo Domingo del Palenque —en el obispado de Chiapas— advertía que la plaga y peste que prevalecía en aquella doctrina eran como “un castigo del cielo porque no ha valido remedio alguno para contenerlas… y es tanta la porción de langosta que hay en estos territorios y la que asoma por todas partes que solo el poder divino podrá destruirla…”50 Un año después, la mitra chiapaneca 47 48 49 50 P. de Lora, Justicia para los animales…, p. 54. “Contra el mulato Juan Crispin por blasfemia (1772)”, agnm, Inquisición, vol. 1178, exp. 13. Theatro de la verdad o apología por los exorcismos…, p. 3. “Informe de Marcos Novelo, párroco de Palenque, sobre la presencia de langosta (1771)”, 79 luis alberto arrioja díaz viruell insistía en que la plaga que afectaba el occidente de Guatemala era como “una tormenta que moja a nuestro rebaño… con el hambre y la peste… que no sin abundantes lagrimas de nuestros corazones nos decaesen el ánimo…”51 Comentarios semejantes se desplegaron en Nueva España. Basta citar las opiniones de algunos oficiales reales. En la villa de Valles —provincia de San Luis Potosí— las autoridades precisaron que de “forma azarosa y repentina… ha hibernado y ahuevado cantidad de innumerable langosta… como si fuera un castigo divino…”, dejando daños considerables en las zonas de cultivo. Por su parte, los naturales de Yahualica también explicaron la aparición de estos insectos bajo el argumento de que se trataba de un hecho extraño… ues como una ocurrencia o un castigo… llega con tanta abundancia que no deja arbitrio alguno en solicitud de alivio y refugio, pues enteramente destruye y aniquila las sementeras que están ya creciendo e impide el que los recientes sembrado puedan producir el fruto, respecto a que taladran las tierras y no la dejan fructificar en todo género de especie como caña, maíz, frijol, algodón y demás…52 Sin duda, esta permanencia del pensamiento apocalíptico y azaroso puede explicarse a partir de tres fundamentos: primeramente, el peso que tenía la Iglesia en las sociedades de antiguo régimen, ya sea para modelar la manera de pensar, entender el mundo y atribuirle significados a la realidad; en segundo lugar, la exégesis que se construyó, difundió y aprendió en los territorios indianos sobre los fenómenos y las amenazas naturales; en tercer lugar, el compromiso que existía entre los escritos referidos y los fundamentos de una filosofía natural cimentada en las ideas providenciales y la especulación.53 51 52 53 Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal Chiapas (en adelante ahdsc), Palenque iv d1, carpeta 1678, exp. 1. “Cordillera para que los curas animen a sus feligreses a que fomenten sus sementeras (17711772)”, ahdsc, Fondo diocesano, carpeta 3690, exp. 9. “Consulta del justicia de la villa de Valles sobre una plaga de langosta (1774)”, agnm, Indiferente virreinal, caja 5027, exp. 68; “Parecer de los naturales de San Juan Bautista Yahualica (1777)”, agnm, Indios, vol. 48, exp. 68. Robert Darnton, La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura france- 80 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa Diversas fuentes revelan que —desde 1740— varias obras comenzaron a cuestionar estos enfoques y dieron paso a reflexiones cimentadas en razonamientos lógicos y experiencias concretas.54 Prueba de ello son los manuscritos que circularon en Guatemala y Nueva España, y que sirvieron de plataforma para elaborar ensayos, pareceres, reglamentos y ordenanzas para comprender y enfrentar dichas plagas. Por ejemplo, en la “Instrucción tomada sobre la experiencia y práctica de varios años para conocer y extinguir la langosta…” elaborada por el Consejo de Castilla en 1755, las langostas fueron referidas como insectos llanos que “hacen daño… aniquilan lugares… y acaban las cosechas de los reinos…”, mientras que las plagas fueron enunciadas como “agrupaciones de insectos que… al llegar a la edad adulta vuelan… y consumen todo… hasta dejar los sitios destruidos…” Con un enfoque racionalista, la Instrucción advirtió que estos fenómenos se originaban cuando los insectos depositaban sus huevecillos en la corteza terrestre y —especialmente— cuando estos germinaban y daban paso a los saltones que devastaban toda la cubierta vegetal. Es de advertir que la Instrucción fue muy precisa al referir que los bichos aparecían y desovaban bajo condiciones meteorológicas muy singulares: escasez de humedad y temperaturas calurosas. Como puede observarse, el pensamiento racionalista comenzó a desplazar la perspectiva providencialista sobre los orígenes de las plagas.55 Otra obra que aglutinó ideas novedosas sobre el mundo natural y que circuló ampliamente en los territorios estudiados fue la Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España… del naturalista irlandés Guillermo Bowles. En este trabajo, el autor definió la langosta como 54 55 sa, México, fce, 1987, pp. 11-15; E. Trabulse, “La Colonia (1521-1810)”, pp. 19-20; J. Cañizares Esguerra, Católicos y puritanos…, pp. 54-55. Entre las obras que refieren este tipo de desarrollo racionalista destacan: Rosario Die Maculet y Armando Alberola Romá, Jorge Juan Santacilia. De “pequeño filósofo” a “Newton español”, Alicante, Edicions Locals, 2015; Cándida Fernández Baños y Concepción Arias Simarro, “Introducción. La ciencia mexicana en el siglo de las Luces”, pp. 9-28. La obra original es la “Instrucción tomada sobre la experiencia, y practica de varios años, para conocer y extinguir la langosta en sus tres estados de ovación, feto o mosquito, y adulta, con el modo de repartir, y prorratear los gastos, que se hicieren en este trabajo (1755)”, bne, Reales cédulas y órdenes promulgadas sobre asuntos de gobierno, Signatura R/37083, capítulos i-iii, x-xiv. Una réplica de esta instrucción puede localizarse en agnm, Bandos, vol. 22, exp. 63. Asimismo, puede localizarse en agca, AI.22.8, leg. 4564, exp. 39101. 81 luis alberto arrioja díaz viruell una “especie de insecto” que suele proliferar en las “dehesas y tierras no cultivadas”, y con la capacidad suficiente para “devorar el reino vegetal… causar los horrores del hambre y la miseria… esparcir la calamidad… y llevar consigo el terror y la desolación…” Asimismo, empleo la voz plaga para referir la “agrupación prodigiosa de insectos”, e inclusive la utilizó para mencionar un proceso natural en el que ciertas especies se multiplican “de manera extraña o problemática…” Desde la perspectiva de Bowles, la langosta fue un animal inofensivo en su estado solitario y bajo condiciones ambientales estables. No obstante, remarcó que dicha pasividad se perdía al tiempo en que las temperaturas aumentaban y los niveles de humedad descendían. En este orden, refirió que las langostas eran “termómetros vivos, que indican el calor respectivo de cada paraje donde se halla, y de su diferente temperamento procede, como vamos advirtiendo, el diferente tiempo en que se ven las bandadas de langostas…” Sin duda, las observaciones del naturalista irlandés derivaron de conocimientos biológicos, registros climáticos, observaciones físicas y reflexiones propias de la tradición fisiocrática. Desde esta perspectiva, tengo la impresión de que la obra de Bowles concretó una propuesta novedosa que invitaba a pensar las plagas de insectos como fenómenos cuyos orígenes debían buscarse en las condiciones ambientales, los cambios meteorológicos y las características geográficas de ciertos territorios.56 Muy cercanos a los planteamientos de Bowles, las autoridades del cabildo de Guatemala advirtieron —entre 1770 y 1772— que dichas plagas guardaban una correspondencia directa con las condiciones del clima, los niveles de humedad y las posibilidades ecológicas de los terrenos. Es decir, desde la perspectiva del cabildo, el calor y la sequía eran la base para que los insectos se reprodujeran y alcanzaran su condición endémica, tal como había ocurrido en las provincias de Petapa y Chiapas, espacios donde “la destrucción y la desolación son motivo de que la langosta se ha situado por más de cuatro años en aquellas provincias… y donde por la desdicha y miseria que esta plaga acarrea ha llegado a valer la fane56 Introducción a la Historia Natural y a la Geografía Física de España por Guillermo Bowles (tercera edición), Madrid, Imprenta Real [1775] 1789, ff. 238-239, 249-251. 82 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa ga de maíz hasta cincuenta pesos…”57 Para estas mismas fechas, la Audiencia de Guatemala subrayó que, debido a las irregularidades en las “lluvias y vientos, y en los caprichosos calores y fríos…”, se tenía conocimiento de la irrupción de una plaga de langosta en los valles inmediatos a la ciudad de Guatemala, situación por la cual se instaba a los alcaldes mayores y autoridades de pueblos a destinar todos los recursos para evitar la escasez de granos.58 Enriqueciendo esta postura, el gobernador de Yucatán señaló —en 1770— que, tras el paso de varios huracanas y el aumento de temperaturas, aquella provincia había recibido una plaga de langosta que “da como resulta la pérdida de cosechas, algodones y frutos… y precisa la despoblación y otros perjuicios, y la escasez de caudales…”59 Años después, un informe del virrey Antonio María de Bucareli y Ursúa también ponderaba el influjo de las condiciones climáticas como causa posible para explicar la presencia de estas plagas. Refiriendo la situación que enfrentaba la provincia de Oaxaca, el virrey señaló que, debido a la escasez de lluvia en la década de 1770-1779, se tuvo la “presencia de langosta… y las cosechas de maíz que se cogieron en esta provincia y demás de sus contornos fueron sumamente cortas… y se ha padecido mucha hambre…”60 Debe subrayarse que si bien el periodo 1780-1796 fue muy representativo respecto a las pulsaciones climáticas que se presentaron en todo el globo terráqueo, también es verdad que fue una época muy limitada en cuanto a la producción de materiales que aglutinaran conocimientos para comprender las formas en que surgían y evolucionaban las plagas referidas. Tal vez la excepción pueda encontrarse en algunas colaboraciones que aparecieron en el Diccionario castellano con las voces de ciencia…, el Mercurio de España, la Gaceta de Madrid, el Diario curioso, erudito, económico y comercial, y el Semanario de agricultura y artes dirigido a los 57 58 59 60 “Providencias dictadas por el Ayuntamiento de Guatemala para exterminar la langosta (1771)”, agca, A1.2, leg. 2820, exp. 24983. “Providencias dictadas por la Real Audiencia de Guatemala para combatir la plaga de langosta (1771-1772)”, agca, A1.1, leg. 8, exp. 186. “Informes sobre los problemas que acontecen en la provincia de Yucatán (1769-1772)”, agi, México, 3054. “Informe sobre la situación agrícola en Nueva España (1779-1780)”, agi, México, 1867. 83 luis alberto arrioja díaz viruell párrocos, así como las obras de Ignacio Asso del Río y Juan Antonio Zepeda y Vivero. Sobre las colaboraciones referidas, puede decirse que se distinguieron por incorporar reflexiones que vinculaban el origen de las plagas con las alteraciones climáticas, y —sobre todo— precisar la manera en que el clima trastornaba la conducta de los insectos y propiciaba su reproducción física: La langosta se multiplica prodigiosamente guando el tiempo cálido favorece sus crías: que una vez multiplicada y propagada, son vanos todos los esfuerzos y precauciones humanas para extirparla y que el remedio eficaz no es otro que el que facilita próvida la misma naturaleza de una estación contraria á su temperamento, con las lluvias copiosas, granizos fuertes y fríos recios; pues aunque las aves y otros animales la persiguen mucho, son débiles enemigos para extirparla…61 En este mismo tenor, apuntaron que las pulsaciones climáticas eran tan complejas que lo mismo podían provocar plagas de langosta que invasiones masivas de pájaros, orugas, ratones, alacranes u otras especies perniciosas: Durante algunos días, casi nos han obscurecido el sol las bandadas de gaviotas que han acudido aquí, y nos han libertado, por mucho tiempo según podemos inferir, de la langosta que talaba nuestras mieses, haciéndonos el mayor beneficio en libertarnos de insectos tan voraces y perjudiciales. Lo más singular es que, como si dichas aves únicamente hubiesen venido a exterminar aquella plaga cruel, desde que acabaron con la langosta, no han vuelto a aparecer en estos contornos. Veinte años consecutivos hemos padecido la calamidad de la langosta, la cual destruyendo nuestros sembrados ha provocado hambre y miseria, por la falta de granos…62 Por si esto no fuera suficiente, también plantearon que el clima era un factor que trastornaba el ciclo biológico de los insectos, al grado de redu61 62 “Plagas (1786)”, Diario curioso, erudito, económico y comercial, núm. 107, p. 58. “Esmirna (1786)”, Mercurio de España, septiembre, tomo III, p. 11. 84 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa cir la comunidad de machos y multiplicar la de hembras, con lo cual la población animal se incrementaba, perpetuaba su ciclo de vida y provocaba daños considerables en la cubierta vegetal.63 En lo que respecta a la obra de Asso del Río, El discurso sobre la langosta… (1786), se distinguió por definir las plagas como agrupaciones de animales que infestaban los campos, pues “son muchedumbres de insectos que componen la más dilatadas especies del reino animal, ninguno se halla tan perjudicial como la langosta, a causa de los gravísimos daños que ocasiona y de la grande dificultad que hay para precaverlos…”; asimismo, por referir a la langosta bajo los preceptos de Carlos Linneo, es decir, como una “especie que deteriora los campos verdes… y que aumentan las públicas calamidades, porque se establecen en las regiones, de donde no son originarios, y se propagan por espacio de algunos años…” Al igual que los naturalistas ilustrados y los políticos fisiocráticos, Asso del Río explicó que dichas plagas tenían su origen en dos situaciones: primeramente, la “prodigiosa extensión de eriales… terrenos incultos… y campos secos… donde las hembras desovan…”, y que —desde su perspectiva— proliferaban en toda la monarquía debido a los beneficios que acumulaban los pueblos, los ayuntamientos, los señoríos y las corporaciones (civiles y religiosas); en segundo lugar, las condiciones atmosféricas extraordinarias que prevalecían en ciertos espacios de la monarquía hispanas, tales como “la aridez, el calor y la sequedad… causas que combinadas entre sí pueden promover y aumentar la fecundidad de los insectos…”64 La obra de Zepeda y Vivero, Agricultura metódica… (1791), planteó reflexiones más elaboradas sobre los factores que posibilitaban las buenas y las malas cosechas en el campo español. De entrada, cuestionó abiertamente aquellas opiniones de corte providencial que explicaban los orígenes de las plagas en función de que “la langosta es un instrumento de que se vale la divina justicia para castigar los pecados; y a la verdad, teniendo presente la plaga de langosta con que Dios castigó a Egipto, porque el Fa63 64 Diccionario castellano con las voces de ciencias y artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana: su autor el padre Esteban de Terreros y Pando, tomo ii, Madrid, imprenta de la viuda de Ibarra, hijos y compañía, 1786, pp. 418-419. Discurso sobre la langosta y medios de exterminarla por don Ignacio de Asso y del Río, cónsul general de su majestad en Holanda, 1785, ff. 3, 8, 10 y 13. 85 luis alberto arrioja díaz viruell raón no le quiso obedecer, y las muchas y repetidas veces que por medio de los profetas amenazó a los pueblos de Israel, si no se emendaban con la langosta, diciendo unas veces que les asolaría los sembrados…”; por el contrario, el autor subrayó la necesidad de comprender el papel que jugaban las estaciones climáticas y los fenómenos de la naturaleza en el desarrollo de estas amenazas, pues “las estaciones de los tiempos concurren más o menos a moderar o coadyuvar a la explicación de las virtudes y los defectos en el campo…” Con este enfoque, Zepeda y Vivero propuso que la langosta aparecía en forma de plaga según el comportamiento de “los climas, según las alteraciones de los tiempos, y según los influjos de los astros…” En este horizonte, el autor advirtió que la escasez de humedad, el exceso de calor y la disponibilidad de campos eriazos eran los elementos fundamentales para propiciar la aparición de los insectos: “La langosta es animal libidinoso y fecundo, de manera que cuando está de su parte la naturaleza se multiplica todos los años…” Sin duda, los argumentos de Zepeda y Vivero resultaron sumamente novedosos y propositivos para explicar el desarrollo de estas plagas desde la confluencia del clima, la biología de los insectos y las condiciones geográficas de las áreas afectadas.65 Como puede observarse, las nociones sobre las plagas de langosta experimentaron una serie cambios a lo largo del siglo xviii, siendo los más evidentes aquellos que se centraron en explicar los orígenes y la evolución de dichos fenómenos. Así, durante esta época, las percepciones escolásticas y providencialistas que se tenían sobre estas amenazas fueron suplantadas —poco a poco— por una serie de conocimientos inspirados en el razonamiento biológico, en los registros climáticos y en la experiencia física. Dado esto, no fue casualidad que durante la segunda mitad del siglo xviii, las autoridades de Guatemala y Nueva España manejaran una serie de recursos donde las plagas de acrídidos eran referidas como hechos de la naturaleza que estaban vinculados con las oscilaciones del clima y que demandaban toda la atención de la población, pues su presencia 65 Agricultura metódica, acomodada a la práctica del país, con varias noticias acerca de la naturaleza, propagación y extinción de la langosta; escrita por don Juan Antonio Zepeda y Vivero, cura rector del lugar de Malpartida de Plasencia, Madrid, oficina de Benito Cano, 1791, pp. 62-63, 158-162. 86 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa ponía en riesgo las actividades agrícolas, el orden público y los intereses económicos de la Corona. Ante este contexto, conviene plantear una revisión de las opiniones que se difundieron entre 1797 y 1805 en los espacios de estudio, toda vez que se trata de un periodo donde la imprenta, los conocimientos científicos y las políticas utilitaristas de la Corona coadyuvaron profundamente en la configuración de nuevas perspectivas sobre estos insectos. Las plagas bajo el resplandor de las Luces Si bien la Ilustración fue una corriente que suplantó —poco a poco— las ideas de corte religioso que explicaban el mundo natural y dio paso a una serie de argumentos fundados en razones lógicas y experiencias empíricas, también es verdad que fue una tradición que cimentó las bases para que los campos agrícolas dejaran de percibirse como simples terrenos que perpetuaban cultivos y estructuras de antiguo régimen, y comenzaran a vislumbrarse como espacios dispuestos a transformarse, transferirse y proclives a saciar las necesidades económicas de las naciones y los individuos.66 Dado esto, no fue casualidad que —durante la segunda mitad del siglo xviii— circularan en la Monarquía hispana una serie de ideas donde dichos campos se entendían como “una fuente de la riqueza particular…”, un “manantial de abundancias…”, un “recurso que asegura los abastos de la población…” y un “medio que hace florecer los Estados…”; asimismo, una serie de planteamientos donde todos los elementos que afectaban dichos terrenos eran vislumbrados como “obstáculos”, “amena- 66 Gabriel Paquette, “Carlos III: la Ilustración entre España y Ultramar”, en Antonino de Francesco, Luigi Mascilli Migliorini y Raffaele Nocera (coords.), Entre Mediterráneo y Atlántico. Circulaciones, conexiones y miradas, 1756-1867, Santiago de Chile, fce, 2014, pp. 73-92; Armando Alberola Romá, “Agricultura, clima y superstición en la España del siglo xviii: algunas reflexiones del padre Feijoo”, en Inmaculada Urzainqui y Rodrigo Olay Valdés (eds.), Con la razón y la experiencia. Feijoo 250 años después, Oviedo, Instituto Feijoo de Estudios del Siglo xviii-Universidad de Oviedo-Ediciones Trea, 2016, pp. 21-42; Thomas Calvo, “Ciencia, cultura y políticas ilustradas (Nueva España y otras partes)”, en Clara García Ayluardo (coord.), Las reformas borbónicas, 1750-1808, México, fce-cide-inah-Conaculta, 2010, p. 96. 87 luis alberto arrioja díaz viruell zas”, “estorbos” o “impedimentos” del bien común.67 Cabe señalar que estas nociones fueron una muestra del influjo que tuvo el pensamiento fisiocrático, el liberalismo económico y el razonamiento científico; asimismo, fueron parte de una agenda reformista que consideraba que: Un Estado sin agricultura será siempre precario, penderá siempre de aquellos pueblos de quienes recibe sus materias y en quienes consuma sus productos…; la agricultura puede levantar un Estado, su solidez y su grandeza…; debemos protegerla de toda amenaza… porque este es el más seguro, más directo y más breve medio de criar una poderosa industria y un comercio opulento…; defendámosla y liberémosla de los estorbos físicos o derivados de la naturaleza…68 Como era de esperarse, estas nociones se difundieron ampliamente en los territorios indianos. A juzgar por la experiencia de Guatemala y Nueva España, puede decirse que dichas perspectivas florecieron a la luz de iniciativas que buscaban —entre otras cosas— mejorar la situación del campo, maximizar su explotación, reformar su estructura jurídica y abatir los numerosos factores que imposibilitaban su desarrollo. Sobre esto último, buena parte de las reflexiones se centraron en una serie de fenómenos y amenazas naturales que aparecían intempestivamente y devasta67 68 Pedro Rodríguez Campomanes, Discurso sobre el fomento de la industria popular, Madrid, imprenta de don Antonio de Sancha, 1775; Joseph del Campillo y Cossio, Nuevo sistema de gobierno económico para la América: Con los males y daños que le causa el que hoy tiene, de los que participa copiosamente España; y remedios universales para que la primera tenga considerables ventajas, y la segunda mayores intereses, Madrid, imprenta de Benito Cano, 1789; Informe de la Sociedad Económica de esta Corte al Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de la Ley Agraria, extendido por su individuo de número el Señor Don Gaspar Melchor de Jovellanos, a nombre de la Junta encargada de su formación y con arreglo a sus opiniones, Madrid, imprenta de Sancha, impreso de la Real Sociedad, 1795. “Informe de la Real Sociedad Económica de Madrid al real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley agraria extendido por el autor a nombre de la junta encargada de su formación (1795)”, en Obras del excelentísimo señor don Gaspar Melchor de Jovellanos. Ilustradas con numerosas notas y dispuestas por orden de materias en un plan claro, vario y ameno, aumentadas además con un considerable caudal de escritos del autor, dignos de la luz pública e impresos ahora colectivamente por primera vez, con la vida de Jovellanos, retratos y viñetas, por don Uenceslao Linares y Pacheco, tomo VII, Barcelona, Imprenta de don Francisco Oliva, 1840, pp. 29-185. 88 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa ban los campos agrícolas. Obviamente, las plagas de langostas quedaron comprendidas en este horizonte. Examinando algunos manuscritos que circularon entre 1797 y 1805, puede decirse que las nociones vertidas sobre las plagas de langosta se plantearon a la luz de tres grandes enfoques. El primero de ellos se distinguió por mostrarlas en contextos donde predominaban las pulsaciones climáticas y los trastornos ambientales; es decir, escenarios donde situaciones propias del medio ambiente provocaban cambios en la biología y el comportamiento de los insectos, y alentaban la formación de grandes comunidades que luego devastaban los campos en busca de alimento. Sobre estos sucesos, algunos autores anotaron que el clima era “un compuesto de poderes y de influencias que las plantas y los animales, con todas la cosas que respiran contribuyen a promover en sus mutaciones recíprocas… para alterarle por el arte… y contribuir de varios modos a la alteración de los temperamentos…”69 Otros testigos de la época plantearon que las plagas eran resultado de los remanentes que dejaban las heladas extraordinarias. Inclusive, los editores de la Gazeta de Guatemala anotaron que: Las noticias que han esparcido vuestras mercedes de sus gacetas con motivos de los estragos que por esas regiones ha hecho el chapulín en las milpas de maíz, nos han refrescado las tristes memorias que permanecen aún en este reino por igual infortunio provenido de las heladas extemporáneas del año de 78. Desde esta infeliz época se advierte con efecto en toda clase de gente un cuidadoso sobresalto en las precisas temporadas que se asoma el frío, hasta ver completamente alzadas las cosechas corrientes del campo.70 En este mismo tenor, algunos oficiales de Nueva España y Guatemala advirtieron que las plagas eran fenómenos que sobrevenían con las sequías y que, desde la perspectiva oficial, eran atípicos “en términos que aquí nunca se había experimentado, lo que es causa de que las siembras de postrera no puedan hacerse con generalidad…”; hechos extraordina69 70 “Alteraciones de los climas (15 de febrero de 1802)”, Gazeta de Guatemala, núm. 246. “Informe del subdelegado de Teotitlán del Valle (1804)”, agepeo, Real intendencia, subdelegaciones, Teotitlán del Valle, exp. 41, ff. 1-3; “Pósitos (8 de marzo de 1803)”, Gazeta de Guatemala, núm. 294. 89 luis alberto arrioja díaz viruell rios, ya que “ni en lo más riguroso… se ha experimentado la aridez que ahora hay en estas provincias; apenas ha caído una u otra agua, y no hay ejemplos en muchos años de una escasez de agua semejante…”; obviamente, bajo el horizonte de la sequía, los insectos proliferaban hasta convertir algunas regiones en “tierras eriales, como los grandes desiertos de la Libia…”71 Otras fuentes difundieron ideas que —paradójicamente— años atrás habían sido censuradas por las instituciones monárquicas. Me refiero a los planteamientos que explicaban las plagas a partir de las erupciones volcánicas y los daños ambientales que éstas causaban, factores que —en su conjunto— despertaban la ferocidad de los insectos. De manera puntual, estas nociones señalaron que las erupciones del volcán de Izalco (provincia de San Salvador) —acaecidas entre 1802 y 1803— eran la causa de estas amenazas, pues “la columna de humo y ceniza coge más de nueve leguas…. y por donde atraviesa causa tal daño… que marchita cualquier sementera si la halla tierna y si tiene algún vigor la deja casi imposibilitada de fructificar, sino como la mitad de lo que pudiera rendir, según se experimentó el año último…”72 Inclusive, las autoridades de Sonsonate coadyuvaron a esta postura y se pronunciaron en la mejor tradición científica de la época con el argumento de que: “Las erupciones de este volcán han seguido y siguen en mucha cantidad, causando bastante daño en las siembras de frijol de los pueblos fríos, que es por donde comúnmente toma su curso la manga de cenizas. Además de este enemigo, tienen algunos otros pueblos el del chapulín, que anda vagueando… Varios sembrados han padecido por una o por ambas causas la destrucción…”73 El segundo enfoque que se utilizó para vislumbrar las plagas se planteó desde el campo de la economía y, específicamente, desde el sector agrícola. Sin duda, esta apreciación tuvo sus orígenes en la tradición fisiocrática que vislumbraba la agricultura como el manantial de un Estado que “alimenta a los hombres y proporciona las artes, siendo como el 71 72 73 “Noticias de este reino (24 de octubre de 1803)”, Gazeta de Guatemala, núm. 326; “Granada de Nicaragua (4 de septiembre de 1797)”, Gazeta de Guatemala, núm. 31; “Nicaragua y Costa Rica (3 de febrero de 1800)”, Gazeta de Guatemala, núm. 142. “Volcán de Izalco (3 de octubre de 1803)”, Gazeta de Guatemala, núm. 323. “Sonsonate (24 de octubre de 1803)”, Gazeta de Guatemala, núm. 326. 90 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa tronco de un árbol sobre el cual toman su incremento todas las ramas…”, mientras que los elementos que trastocaban —directa e indirectamente— el campo se visualizaron como “piezas discordantes”, “infortunios”, “suceso infaustos”, “llagas”, “heridas” y “ofensas absolutas”.74 Así las cosas, no fue extraño que la langosta se percibiera como un animal que devoraba cultivos, provocaba ciclos de escasez y —sobre todo— propiciaba oscilaciones bruscas en los valores de los granos. Sobre esto último, las nociones fueron claras y contundentes: los “chapulines… los insectos… y la langosta voladora… son la causa de la carestía del maíz y demás artículos…”75 Opiniones muy semejantes se difundieron en el virreinato de Nueva España, donde dicha plaga fue avizorada como un ente que “daña los mercados y trojes de los particulares… y provoca el excesivo precio de las semillas”.76 Todo parece indicar que, desde el pensamiento ilustrado, esta noción fue muy lógica, ya que los insectos eran entes que alteraban los “precios equitativos”, sojuzgaban la libertad de competencia entre los productos y trastornaban el orden público. En paralelo con este enfoque, las plagas también se concibieron como fenómenos que alteraban las conductas humanas: por un lado, provocando que los hombres vivieran bajo el influjo del miedo y temor; por otro lado, despertando en muchos de ellos el apetito de la codicia, la acumulación y la especulación. Los testimonios al respecto son abundantes. Unos refieren que, cuando las plagas proliferaban, los comerciantes y oficiales lucraban con la “desgracia… y encarecen los alimentos… y desatienden los valores patrióticos…”; otros plantearon que dichas conductas eran enfermizas, ya que “provocan que los hombres mendiguen la subsistencia… y se expongan a la penuria de la necesidad…”; las opiniones más 74 75 76 Apuntamientos sobre la agricultura y comercio del reino de Guatemala que el señor don Antonio Larrazábal, diputado en las Cortés extraordinarias de la nación por la misma ciudad pidió al Real Consulado en Junta de Gobierno de 20 de octubre de 1810, Nueva Guatemala, impreso en la oficina de don Manuel de Arévalo, 1811, p. 25. “León (1° de septiembre de 1798)”, Gazeta de Guatemala, núm. 89; “Informe del intendente de Oaxaca para combatir la plaga de langosta (1804)”, agnm, Civil, vol. 1701, exp. 3, ff. 100100v. “Noticia de las providencias dictadas para el exterminio de la plaga de langosta que apareció en la provincia de Oaxaca (1802)”, agnm, Impresos oficiales, vol. 25, exp. 27; “Informe del subdelegado de Teotitlán del Valle (1804)”, agepeo, Real intendencia, subdelegaciones, Teotitlán del Valle, exp. 41, ff. 1-3. 91 luis alberto arrioja díaz viruell comunes se tradujeron de la siguiente forma: “Esta calamidad es la causa de que en el día se deje de vender la fanega de maíz en ocho reales… y hoy se venda a cinco y seis pesos…”77 El tercer enfoque se distinguió por amalgamar la vieja tradición cristiana del bien común y la perspectiva fisiocrática sobre el orden público. En este sentido, las plagas se entendieron como fenómenos que trastocaban la vida de los súbditos, los intereses de la monarquía, las funciones de las instituciones y la dimensión temporal de la Iglesia. Hasta donde puede observarse, esta postura consideró que los efectos más nocivos de las plagas se concentraron en dos temas: el abasto de granos y el desplazamiento de la población. Sobre el abasto de granos, las apreciaciones giraron en torno a los problemas que causaba la plaga en la recolección de cosechas, la distribución de recursos, la mediación de tratos, los procesos de mercadeo, la regulación de precios y la acumulación de bastimentos.78 Así, no fue extraño que —entre 1797 y 1806— circularan en Guatemala y Nueva España numerosas ordenanzas, instrucciones y providencias donde se instaba a la población —entre otras cosas— a “proteger las siembras…”, “fomentar cultivos extraordinarios…”, “resguardar trojes…”, “impedir la escasez y carestía de granos…”, “procurar el beneficio público…”, “socorrer a los más afectados…” y “combatir el hambre…” Obviamente, este interés por paliar el desabasto fue un reflejo de la tradición que procuraba el bien común; es decir, hacer todo lo posible para alcanzar el bien de los súbditos en tanto formaban parte de una monarquía; disponer medidas para que los pueblos alcanzaran su fin principal: vivir en orden y policía; y contar con preceptos para que las instituciones —temporales y espirituales— velaran por sus gobernados. 77 78 “León (26 de noviembre de 1798)”, Gazeta de Guatemala, núm. 89; “Acción generosa (14 de junio de 1802)”, Gazeta de Guatemala, núm. 263; “El reino de Guatemala (1° de noviembre de 1802)”, Gazeta de Guatemala, núm. 283; “Sonsonate (29 de noviembre de 1802)”, Gazeta de Guatemala, núm. 287; “Bando para combatir la plaga de langosta en Nueva España (1802)”, agnm, Bandos, vol. 22, exp. 63; “Noticia de las providencias dictadas para el exterminio de la plaga de langosta que apareció en la provincia de Oaxaca (1802)”, agnm, Impresos oficiales, vol. 25, exp. 27. Una reflexión muy semejante y de mayor amplitud puede encontrarse en Enriqueta Quiroz, “Entre el humanismo y el mercantilismo: el bien común en el abasto de carne de ciudad de México, 1706-1716”, Cuadernos de Historia, núm. 35, diciembre de 2011, pp. 35-59. 92 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa Sobre el desplazamiento de contingentes humanos, conviene decir que las plagas se vislumbraron como fenómenos que alteraban la vida rural y —en muchas ocasiones— ponían en riesgo la vida de aquellas familias que dependían de los cultivos y las tareas de recolección, ya sea para subsistir como unidad doméstica o para garantizar el sustento de sus animales. En efecto, cuando las plagas alcanzaron su fase activa sobrevino la muerte y el desplazamiento de “hombres que apenas pueden caminar… que hacen gala de la indigencia y… engrosan la comunidad de mendigos…”79Ante este escenario, las autoridades se vieron obligadas a mantener el bien común y procurar por todos los medios el orden público. De ahí, entonces, que —entre 1797 y 1806— las autoridades de los territorios afectados organizaran a cada momento cuadrillas de trabajadores para perseguir los insectos, costearan entre la población la captura y exterminio de los bichos, instauraran la beneficencia pública en las provincias, solicitaran donativos a consulados y gremios de comerciantes para instrumentar dichas tareas, distribuyeran entre los pueblos una serie de instrucciones y herramientas para contener el flagelo, emprendieran concursos para colectar enjambres, dispensaran el pago de obvenciones y tributos a los pueblos afectados, coadyuvaran en la reubicación de los asentamientos que padecían la presencia de estos animales y organizaran trabajos públicos para mantener ocupados a los individuos que engrosaban las filas de desplazados y mendigos. Es muy probable que —durante los primeros lustros del siglo xix— las perspectivas sobre las plagas adquirieran un matiz complejo y diverso, ya sea por la experiencia acumulada durante el periodo colonial, por el progresivo desplazamiento de las ideas de corte providencialistas y —sobre todo— por las innovaciones que proporcionaba el racionamiento científico de la época. Sea de ello lo que fuera, lo cierto es que —entre 1797 y 1806— las plagas que invadieron el reino de Guatemala y el sureste de Nueva España se concibieron desde el ámbito institucional como fenómenos propios de la diversidad natural, alteraciones que guardaban vínculos con la cuestión climática, amenazas biológicas propias de dichos terru79 “Reglas dictadas por el intendente de Oaxaca para el exterminio de la langosta (1804)”, agnm, Civil, vol. 1701, exp. 3, ff. 34-40. 93 luis alberto arrioja díaz viruell ños, obstáculos para el desarrollo de la agricultura, agentes que aturdían la economía y entes que apremiaban el bien público. Comentarios finales A lo largo de estas páginas he tratado de mostrar cómo un conglomerado de discursos que existían en el mundo occidental sobre las plagas de langosta fue transferido, aclimatado y asimilado en los territorios de Guatemala y Nueva España durante el siglo xviii. Con este propósito, he subrayado que la relación entre el hombre y el mundo animal, y la presencia de relatos religiosos fueron el cimiento de una primera noción. En cuanto a la relación entre el hombre y el mundo animal, sobresalió una perspectiva donde las plagas de langosta fueron concebidas —tanto en la etapa precolombiana como colonial— como un hecho azaroso e improvisto que implicó en términos muy concretos la escasez de recursos, la amenaza de la depredación y —sobre todo— la competencia entre hombres y animales por el acceso a los medios que garantizaban la subsistencia de cada especie. Es de advertir que dicha visión se enriqueció sistemáticamente durante la etapa colonial, especialmente a la luz del cristianismo. En este orden, los discursos sobre las plagas de Egipto y los caballeros del Apocalipsis proporcionaron los elementos suficientes para vincular las comunidades de insectos con horizontes donde predominaba la catástrofe, la escasez, el hambre y la enfermedad. Por si esto no fuera suficiente, la tradición bíblica agregó componentes que —por un lado— ponderaron el comportamiento de los hombres y —por otro lado— relacionaron dichas conductas con la naturaleza indómita de las Indias. Así, tanto la conducta humana como el proceder de la naturaleza fueron vistos como una amenaza latente y como factores que provocaban la ira divina y —por ende— la presencia de “plagas que manda Dios a las provincias, reinos o lugares, en castigo y pena de sus culpas…”80 Como era de esperarse, estas nociones se difundieron y cobraron vigencia a través de las instituciones religiosas y civiles de Guatemala y Nueva España; así también, a la luz de escritos, 80 Diccionario de la lengua castellana en que se explica el verdadero sentido…, p. 358. 94 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa imágenes y prácticas cotidianas que cimentaron el sistema de dominación colonial y definieron la naturaleza del Nuevo Mundo. Simultáneo a la proliferación de estas perspectivas, he mostrado la manera en que las ideas seculares sobre las plagas se introdujeron en los espacios de estudio y adquiriendo relevancia en función de circunstancias especificas. Si bien resulta imposible determinar el influjo que tuvieron estas nociones, lo cierto es que su presencia posibilitó un horizonte nuevo para vislumbrar y comprender la presencia masiva de los insectos; horizonte donde se amalgamaron descripciones físicas de los animales, razonamientos sobre su conducta depredadora, apreciaciones sobre el clima, creencias religiosas e interpretaciones catastrofistas sobre la naturaleza. No obstante, debo subrayar que —durante el siglo xviii— este horizonte fue sometido a una serie de críticas y reflexiones por parte de los ministros, oficiales y científicos de la monarquía hispana. Sin duda, el resultado de este proceso fueron una serie de ideas donde las plagas de langosta comenzaron a vislumbrarse como amenazas naturales que surgían en geografías donde imperaban condiciones ambientales adversas, trastornos climáticos y alteraciones en la vida animal y vegetal. Sin duda, esta nueva perspectiva sobre las plagas puso de relieve tres hechos: primeramente, la manera en que las ideas racionalistas comenzaron a desplazar los contenidos providenciales que explicaban los orígenes de las plagas; en segundo lugar, la forma en que las ideas seculares posibilitaron que los hombres convalidaran una vieja apreciación donde las plagas eran percibidas como amenazas biológicas y no necesariamente como expresiones de la furia divina o las fuerzas demoniacas; en tercer lugar, las posibilidades que estos hechos abrieron para comprender que los tiempos atmosféricos, las plantas y los animales de Guatemala y Nueva España eran previsibles de entenderse, estudiarse y pronosticarse. Hasta donde puede observarse, las nociones más elaboradas que se plantearon sobre las plagas de langosta se difundieron durante la segunda mitad del siglo xviii y derivaron del pensamiento ilustrado. Como he tratado de probar, los conocimientos científicos y las políticas utilitaristas de la época coadyuvaron en la configuración de nuevas perspectivas sobre las plagas de insectos; plagas que fueron concebidas y mostradas como escollos de la agricultura, obstáculos de la economía, amenazas del bien 95 luis alberto arrioja díaz viruell común y flagelos del orden público. Por si esto no fuera suficiente, el pensamiento económico se dio a la tarea de rescatar indicios del cristianismo primitivo y ajustar lo necesario para plantear que las plagas eran tan influyentes en la vida provincial que —inclusive— su presencia provocaba el encarecimiento de granos, la acumulación de recursos, el colapso de los mercados y la proliferación de la usura. Finalmente, puede decirse que estas nociones e ideas sobre las plagas que invadieron los territorios de Guatemala y Nueva España se definieron en función de la experiencia acumulada durante la etapa colonial, el influjo de las ideas de corte providencialista, el desarrollo de planteamientos naturalistas y las perspectivas que se desprendieron del pensamiento fisiocrático, el liberalismo económico y el razonamiento científico del siglo xviii. Bibliografía Acosta, Joseph de, Historia natural y moral de las Indias. En que se tratan de las cosas notables del cielo / elementos / metales / plantas y animales dellas / y los ritos y ceremonias / leyes y gobiernos de los indios, México, fce, 2006. Agricultura metódica, acomodada a la práctica del país, con varias noticias acerca de la naturaleza, propagación y extinción de la langosta; escrita por don Juan Antonio Zepeda y Vivero, cura rector del lugar de Malpartida de Plasencia, Madrid, oficina de Benito Cano, 1791. 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Ilustradas con numerosas notas y dispuestas por orden de materias en un plan claro, vario y ameno, aumentadas además con un considerable caudal de escritos del autor, dignos de la luz pública e impresos ahora colectivamente por primera vez, con la vida de Jovellanos, retratos y viñetas, por don Uenceslao Linares y Pacheco, tomo VII, Barcelona, imprenta de don Francisco Oliva, 1840. Paquette, Gabriel, “Carlos III: la Ilustración entre España y Ultramar”, en Antonino de Francesco, Luigi Mascilli Migliorini y Raffaele Nocera (coords.), Entre Mediterráneo y Atlántico. Circulaciones, conexiones y miradas, 1756-1867, Santiago de Chile, fce, 2014, pp. 73-92. Pastoureau, Michel, El cerdo. Historia de un primo malquerido, Salamanca, Confluencias Editorial, 2015. “Plagas (1786)”, Diario curioso, erudito, económico y comercial, núm. 107, p. 58. 103 luis alberto arrioja díaz viruell Práctica de conjurar en que se contienen exorcismos y conjuros contra los malos espíritus de cualquiera modo existentes en los cuerpos humanos, así en mediación de supuesto, como de su inicua virtud por cualquier modo y manera de hechizos. Y contra langostas y otros animales nocivos y tempestades. Compuesto por el reverendísimo padre fray Luis de la Concepción, definidor general de la Orden de la Santísima Trinidad Descalza, Madrid, 1721. Primera parte de los veinte y uno libros rituales y monarquia indiana, con el origen y guerra de los indios occidentales, de sus poblaciones, descubrimiento, conquista, conversión y otras cosas maravillosas de la misma tierra distribuidos en tres tomos. Compuesto por fray Juan de Torquemada, Ministro Provincial de la Orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco en la provincia del Santo Evangelio de México en la Nueva España, Madrid, oficinas de Nicolás Rodríguez, 1723. Quiroz, Enriqueta, “Entre el humanismo y el mercantilismo: el bien común en el abasto de carne de ciudad de México, 1706-1716”, Cuadernos de Historia, núm. 35, diciembre de 2011, pp. 35-59. Rodríguez Campomanes, Pedro, Discurso sobre el fomento de la industria popular, Madrid, imprenta de don Antonio de Sancha, 1775. Sahagún, Bernardino de, Historia general de las cosas de Nueva España, escrita por fray Bernardino de Sahagún, franciscano, y fundada en la documentación en lengua mexicana recogida por los mismos naturales, México, Porrúa, 1992. Sistach, Xavier, Bandas, enjambres y devastación. Las plagas de langosta a través de la historia, Barcelona, Almuzara, 2007. Theatro de la verdad o apología por los exorcismos de las criaturas irracionales y de todo género de plagas, y por la potestad que hay en la iglesia para conjurarlas. En respuesta de lo que contra este punto defiende el Maestro Feijoó en el tomo octavo y nuevamente en el último de su Theatro Crítico. Por Fray Alonso Rubiños, del Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced Redención de Cautivos, Madrid, imprenta del convento de dicha orden, 1741. Trabulse, Elías, “La Colonia (1521-1810)”, en Ruy Pérez Tamayo (comp.), Historia de la ciencia en México, México, fce-Conaculta, 2010, pp. 15-42. 104 nociones, creencias e ideas sobre plagas de langosta en guatemala y nueva españa Tratado de las langostas muy útil y necesario, en que se tratan cosas de provecho y curiosidad para todos los que profesan letras divinas y humanas, y las mayores ciencias. Compuesto por el Doctor Iván de Quiñones alcalde mayor que al presente es y que otra vez lo ha sido de la villa del Escorial y juez de las obras y bosques reales de San Lorenzo por su Majestad, Madrid, por Luis Sánchez Impresor, 1620. Vocabulario de la lengua cakchikel v[el] guatemalteca, nuevamente hecho y recopilado con sumo estudio, trabajo y erudición, edición, introducción, notas, apéndices e índices de René Acuña, México, unam, 1983 [1650]. White, Sam, The Climate of Rebellion in the Early Modern Ottoman Empire, Nueva York, Cambridge University Press, 2011. 105 III. El polígono de las sequías y la cara oculta del desastre. La atención a las sequías en el nordeste de Brasil durante el siglo xx Andrea Noria Peña1 Introducción Inmensas tierras casi despobladas del nordeste de Brasil presentan la sombra de un fantasma que reaparece: la sequía. Miseria, hambre y una extensa peregrinación caracterizan a los retirantes (desplazados por las sequías) en las largas travesías para salir del Sertão.2 En busca de otras tierras, trabajo y comida, muchos emigran al litoral de la región nordestina. Tierras rojizas, largas veredas llenas de caatinga, árboles sin hojas, ramas ensortijadas y secas, arbustos pequeños y espinosos que se adaptan a la aridez lideran el cuadro que para los sertanejos, de un Brasil mítico y heroico, es tierra de valientes, acostumbrados a soportar horas y horas de un intenso calor. En este escenario se observan dos vertientes. El ser humano en la tierra y un fenómeno natural. Al respecto, la región del nordeste de Brasil 1 2 Universidad Autónoma de Chile-Universidad de Sevilla. “Sertão es el nombre con el que se denomina una vasta región del nordeste brasileño, y que corresponde a una floresta o bosque seco alejado del litoral costeño…”, Josemir Camilo de Melo, “Sequía, ferrocarriles y mano de obra (siglo xix)”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 5, 1995, p. 94, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 20 de mayo de 2016). “El Nordeste consta de tres zonas ecológicas distintas: la zona de mata; la agreste (el área de transición); y el Sertão (área semiárida)”, C. Emdad Haque y Adélia de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres: análisis comparativos de estrategias para la mitigación de sequías”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 9, 1998, p. 42, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 20 de mayo de 2016). 107 andrea noria peña resulta un espacio geohistórico de referencia, ya para estudiar a las sequías como fenómenos naturales hidrológicos y agrícolas, así como para comprender la relación de los seres humanos con este tipo de fenómeno. La crudeza de la realidad nordestina, en particular del Sertão, con respecto al tema de las sequías ha sido una constante mucho antes de la llegada de los portugueses al litoral de aquella región. En este sentido, el impacto de los fenómenos naturales potencialmente adversos —bien sean terremotos, lluvias, sequías, epidemias, entre otros—, en las sociedades que conviven con ellos, siempre ha sido motivo de elaboraciones culturales al respecto. Ya durante la época colonial, sus entendimientos se enfocaron en las divinas providencias y en los flagelos del “cielo” impuestos a las sociedades pecadoras; luego, con el advenimiento de la modernidad y los procesos de secularización, esa comprensión se desplaza hacia una naturaleza malvada cuya furia es la causa de los desastres; y, en el mismo proceso, a partir del siglo xix, esa mirada que busca comprender los efectos de los fenómenos se vuelve cada vez más formal e institucionalizada. Los llantos, las desesperaciones, el hambre y la calamidad, en general, han sido el impulso esencial en la búsqueda del entendimiento al respecto a través de los siglos.3 3 Juan Carlos Jurado, “Desastres naturales, rogativas públicas y santos protectores en la Nueva Granada (siglos xviii y xix)”, Boletín Cultural y Bibliográfico, vol. 41, núm. 65, 2004, pp. 59-80; Juan Carlos Jurado, “Terremotos, pestes y calamidades. Del castigo y la misericordia de Dios en la Nueva Granada (siglos xviii y xix)”, HIb, Madrid, Universia, vol. 4, núm. 1, 2011, pp. 2549; Armando Alberola Romá, “Procesiones, rogativas, conjuros y exorcismos: el campo valenciano ante la plaga de langosta de 1756”, Revista de Historia Moderna, Anales de la Universidad de Alicante, 21, 2003, pp. 7-75; Armando Alberola Romá, “Terremotos, memoria y miedo en la Valencia de la Edad Moderna”, Estudis, 38, 2012, pp. 55-75; Raymundo Padilla Lozoya, “Representaciones en san Felipe de Jesús (santo patrono contra incendios y temblores)”, en Aideé Arellano Ceballos y Carlos Ramírez Vuelvas (coords.), Imaginarios y representaciones sociales y culturales en transición, México, Universidad de Colima, 2014, pp. 96-129; Rogelio Altez, Historia de la vulnerabilidad en Venezuela. Siglos xvi-xix, Madrid, csic-Universidad de Sevilla-Diputación de Sevilla, 2016; Andrea Noria Peña, “Contextos semánticos y ambientes ideológicos en la investigación histórica de los desastres: la difusión del pensamiento sismológico en la Venezuela del siglo xix”, en Luis Alberto Arrioja y Armando Alberola (eds.), Clima, desastres y convulsiones sociales en España e Hispanoamérica, siglos xvii-xx, Alicante, Universidad de Alicante-Zamora, Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2016, pp. 81-106; Rogelio Altez, “Terremotos y heterogeneidades en Hispanoamérica durante el periodo colonial: siglos xvi-xix”, Temas Americanistas, Universidad de Sevilla, Departamento de Historia de América, núm. 38, 2017, pp. 8-31. 108 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre El interés de la presente investigación se centró en las distintas formas de pensar y atender (discurso y aplicabilidad) la problemática de la sequía recurrente en el nordeste de Brasil durante el siglo xx. El hilo conductor de este rompecabezas son los desastres. No se trata de historiar las diferentes sequías que ocurrieron durante el siglo, sino de reunir, debatir y articular las distintas voces que se pronunciaron referentes a ellas, y ofrecer un aporte al respecto, especialmente en torno a la manera en la que se construyeron los distintos discursos para atender la problemática desde diversos contextos semánticos.4 Las sequías en esta región han tenido efectos sociales y culturales, además de los económicos y políticos, con resultados dramáticos que pueden advertirse en sus indicadores característicos (como las hambrunas y los desplazamientos humanos), que han permitido construir ya desde la segunda mitad del siglo xix una representación del Sertão en contraposición al resto de la sociedad brasileña, especialmente la urbana. Estos cuerpos discursivos (desde la literatura, lo académico, lo institucional, etc.) forman parte de ese acervo conceptual que se complementa mutuamente en un contexto dado para enseñar el tipo de atención sobre el tema y su devenir en el tiempo y en el espacio, y permite construir una representación de la realidad. El objetivo principal es reconstruir, a partir del discurso y su aplicabilidad, la cara oculta del desastre, y ofrecer así algunas luces sobre la vulnerabilidad de la sociedad frente a la convivencia de fenómenos naturales recurrentes.5 4 5 Por contexto semántico asumimos “el ámbito histórico y simbólico que otorga el sentido último al discurso que se produce en su entorno”, Rogelio Altez, Desastre, independencia y transformación. Venezuela y la Primera República en 1812, Castellón de la Plana, Publicaciones de la Universidad Jaume I, 2015, p. 18. Véase también nuestro trabajo: A. Noria Peña, “Contextos semánticos y ambientes ideológicos en la investigación histórica de los desastres…”, p. 82. Sobre el concepto de vulnerabilidad, partimos de las propuestas de Rogelio Altez y Virginia García Acosta, según las cuales la vulnerabilidad es una forma cultural que se produce histórica y socialmente, con manifestaciones materiales y subjetivas, siempre contextualmente determinadas. “Es de hecho, una característica de ciertos procesos sociales y estructurales resultantes de complejas relaciones entre los habitantes, el medio y las diversas formas y medios de producción en una determinada época y sociedad”, Virginia García Acosta, Los sismos en la historia de México, tomo II, México, unam-ciesas-fce, 2001, p. 117. Véase también: Rogelio Altez, “Aportes para un entramado categorial en formación: vulnerabilidad, riesgo, amenaza, contextos vulnerables, coyunturas desastrosas”, en L. A. Arrioja y A. 109 andrea noria peña Entendemos a la vulnerabilidad siguiendo lo que recientemente ha propuesto Altez: se trata de la cristalización material y subjetiva de procesos históricos y sociales, siempre contextualmente determinados, que sintetizan una forma de la existencia en una sociedad dada.6 De allí que, como un aspecto que da cuenta de la vulnerabilidad en sí misma, se observa a las capacidades de respuesta que una sociedad ofrece ante sus eventualidades como un indicador fehaciente del problema.7 El caso de las sequías en el nordeste de Brasil es muy interesante dentro del estudio de los desastres. La presencia de este fenómeno natural resulta recurrente y cotidiana para una parte de esa región, el Sertão, cuyas características naturales generan un espacio propicio para que este tipo de fenómenos hidrológicos caracterizados por la ausencia de precipitaciones se presente con mayor continuidad que en otros lugares.8 La región nordeste de Brasil ocupa un área de 1 640 817 km2. Es una zona intertropical cuyas latitudes son inferiores a 20 grados sur. A lo largo 6 7 8 Alberola (eds.), Clima, desastres y convulsiones sociales en España e Hispanoamérica, siglos xvii-xx, pp. 21-40. R. Altez, “Aportes para un entramado categorial en formación”, pp. 30-31. Virginia García Acosta, “Estrategias adaptativas y amenazas climáticas”, en Javier Urbina y Julia Martínez (eds.), Más allá del cambio climático: las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global, México, unam-Semarnat, 2006, pp. 29-46. También es importante tener en cuenta que la sequía como fenómeno natural tiene ciertas clasificaciones técnicas: “Resulta indispensable en el presente ensayo aclarar lo que entendemos por sequía, seca y canícula (sequía intraestival), ya que no se tratan como sinónimos. En la actualidad, una canícula se presenta cuando se da un receso parcial de las precipitaciones justo a la mitad de la estación lluviosa, que se puede convertir en una sequía al producir una circulación atmosférica anormal que ocasiona la prolongación de la escasez de lluvias. Una sequía, por su parte, se define como una disminución de la precipitación pluvial o de los escurrimientos, que afecta las actividades humanas y constituye un fenómeno temporal, causado por ‘fluctuaciones climáticas’ ”, Antonio Escobar, “Las sequías y sus impactos en las sociedades del México decimonónico”, en Virginia García Acosta (coord.), Historia y desastres en América latina, vol. II, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 1997, p. 172, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 23 de mayo de 2017). Acompañamos esta definición con otra, aún más precisa, que la complementa: “Desequilibrio natural pero temporal de la disponibilidad del agua, que consiste en una disminución persistente de la precipitación por debajo de la media, de frecuencia, duración y severidad inciertas, de ocurrencia imprevisible o difícil de predecir, dando como resultado una disminución en la disponibilidad de los recursos de agua”, Naghely Mendoza y Mariela Puche, “Evaluación de la ocurrencia de sequía en localidades de Venezuela”, Revista de la Facultad de Agronomía, Universidad del Zulia, 24, 2007, pp. 662-663. 110 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre del año su clima es caliente con bajas variaciones térmicas anuales e irregulares regímenes pluviales.9 Esta área en general ha sido dividida en tres zonas climáticas: Sertão (área semiárida), Agreste (área de transición) y Zona de Mata.10 No toda la región del nordeste está afectada por extremas sequías, lo es principalmente la extensa área conocida como Sertão, que corresponde precisamente a un bosque seco que se encuentra alejado del litoral y que ha sido delimitado como “polígono de las sequías”.11 Las condiciones que colocan a las sequías como amenazas naturales en el área abarcada por el Sertão son variadas. El epicentro está ubicado en los estados norcentrales de Paraíba, Río Grande Do Norte y Ceará. Las sequías extremas o extraordinarias (cuando se conjugan, por ejemplo, con el fenómeno El Niño) afectan principalmente al Sertão; no obstante, las sequías periódicas impactan en un área geográfica más extensa que abarca una parte de la zona Agreste (Pernambuco, Bahía y Piaui). Esta articulación de áreas propensas a las sequías es lo que se ha llamado realmente el polígono de las sequías y se despliega sobre un área con más de 1 000 000 de km², con una precipitación anual inferior a los 800 mm, que en algunos casos no llega a los 500 mm. Se caracteriza, además, por un clima semiárido tropical, cercano al ecuador, pero ubicado en el hemisferio sur, con una larga estación seca y altas temperaturas durante todo el año.12 Es decir, las sequías tienen la particularidad de ser recurrentes y en muchos casos, como en el nordeste, son propias de las condiciones meteorológicas en diversas áreas, lo cual no significa que puedan presentarse con una regularidad estimada y controlada, sino que forman parte de procesos naturales reincidentes. En este caso, la participación activa de la sociedad es la que genera las condiciones necesarias para que la sequía se convierta en una amenaza en 9 10 11 12 María Da Guia Santos Gareis, Jose Apolinário Do Nascimento, Aluízio Franco Moreira y María Aparecida Da Silva, “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del Brasil colonial (15301822)”, en V. García Acosta (coord.), Historia y desastres en América latina, pp. 4-28. Laima Mesgravis, Brasil, Caracas, Presidencia de la República, 1989, p. 125; C. E. Haque y A. de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres…”, p. 42. J. C. de Melo, “Sequía, ferrocarriles y mano de obra (siglo xix)”, p. 100. Andreas Voth, “Cambios en la política de aguas y nuevos regadíos en el valle del río San Francisco (Brasil)”, en Actas III Congreso Ibérico sobre Gestión y Planificación del Agua, Sevilla, Universidad de Sevilla, 2002, p. 763. 111 andrea noria peña esos contextos.13 Han sido las muertes del desastre y los migrantes las figuras emblemáticas de estos eventos catastróficos que se han desatado a lo largo del proceso histórico-social de dicha región. Los flujos migratorios, además, no sólo por las sequías sino por las condiciones del contexto, han alcanzado la Amazonia y los barrios de las grandes ciudades.14 Si bien la sequía como fenómeno natural puede ser el elemento que contribuye a la manifestación factual de un desastre, también existe un conjunto de factores sociales, económicos, culturales, políticos, que son determinantes en el desenlace catastrófico: el desequilibrio en la posesión de las tierras, la desigualdad social, el abastecimiento del agua, las fuentes trabajo, entre otros elementos. De manera que como los desastres son multifactoriales y multicausales,15 el riesgo vinculado a una sequía en cualquier región es el resultado tanto de la exposición de esta región al fenómeno como del contexto vulnerable de la sociedad ante el mismo.16 Además de la redescripción y reconstrucción de los procesos de desastres que complementan los análisis sobre este tipo de situaciones, existe otra manera de abordar esta problemática y tiene que ver con la relación histórica de lo que se ha escrito sobre los distintos eventos, desastres o no, en los cuales el fenómeno natural ha sido el protagonista. Bajo estas directrices se enmarca la presente investigación. Una búsqueda de la manera en la que se ha trabajado el tema de las sequías en el nordeste de Brasil durante el siglo xx. Las fuentes de información están vinculadas con los distintos trabajos (hemerográficos, publicaciones oficiales, libros, novelas, etc.) 13 14 15 16 Donald Wilhite, y Margie Buchanan-Smith, “Drought as Hazard: Understanding the Natural and Social Context”, en Donald Wilhite (ed.), Drought and Water Crises: Science, Technology, and Management Issues, Florida, Taylor and Francis Group, 2005, pp. 3-29. A. Voth, “Cambios en la política de aguas y nuevos regadíos en el valle del río San Francisco (Brasil)”, pp. 762-777. Virginia García Acosta, “La perspectiva histórica en la antropología del riesgo y del desastre, acercamientos metodológicos”, Relaciones, Colegio de Michoacán, 97, XXV, 2004, pp. 133 y 134. María Victoria Padilla, El año del hambre. La sequía y el desastre de 1912 en Paraguaná, Mérida, Gobernación del Estado Falcón-Instituto de Cultura del Estado Falcón-Fundación Literaria León Bienvenido Weffer-Grupo Tiquiba, 2012. Metodológicamente, el estudio de las sequías no favorece la pesquisa histórica, pues se trata de fenómenos de impacto lento y de efectos en la corta, media y larga duración, y que no poseen fecha precisa de advenimiento ni desaparición, lo que no permite “establecer paréntesis temporales más ajustados a problemas históricos”, R. Altez, Historia de la vulnerabilidad en Venezuela…”, p. 25. 112 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre sobre el tema en el periodo de interés. A esto se le suman los aportes de fuentes secundarias, producciones que fueron publicadas antes o después del lapso de estudio. Este trabajo pretende proporcionar una pequeña e incipiente sistematización sobre el manejo del tema. Síntesis histórica del problema Aportes en la colonia y en la época imperial El proceso de conquista y ocupación de los territorios que hoy corresponden a Brasil comenzó por la zona del litoral del nordeste, cuando una flota portuguesa comandada por Pedro Álvarez de Cabral arribó en abril de 1500. El haber iniciado este proceso en aquella zona colaboró con la profundidad temporal de los registros históricos sobre sequías en algunas áreas de la región del nordeste, los cuales alcanzan, incluso, hasta el siglo xvi. Una de las primeras menciones a este fenómeno natural durante el proceso de conquista la realizó el jesuita Antonio Pires, en una carta con fecha 5 de junio de 1552. Allí, el sacerdote señaló que “en Pernambuco, desde hace cuatro o cinco años no llovía, pero en ese año llovió tanto que permitió una gran cosecha de alimentos”.17 Otro registro procedente de los hombres de la Compañía de Jesús en Brasil realizado en 1559 también da cuenta de una sequía en estos territorios. Luego, para el año de 1587, el padre Fernão Cardin informó que “hubo una sequía y esterilidad tan grande en la provincia, que 4 ó 5 mil indios, apretados por el hambre, bajaron del sertão ayudándose de los blancos”.18 Asimismo, el sacerdote Serafim Leite describió el impacto de otras sequías hacia 1559, 1564 y 1592.19 17 18 19 Citado en M. Da Guia Santos Gareis, J. A. Do Nascimento, A. Franco Moreira y M. A. Da Silva, “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del Brasil colonial”, p. 8. Citado en Superintendencia de Desarrollo del Nordeste (Sudene), “Relación histórica resumida de las sequías del Nordeste”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 5, 1995, p. 149, disponible en <www.desenredando. org> (consultado el 20 de mayo de 2016). M. Da Guia Santos Gareis, J. A. Do Nascimento, A. Franco Moreira y M. A. Da Silva, “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del Brasil colonial”, p. 8. 113 andrea noria peña Ahora bien, la penetración al interior del nordeste por los colonos portugueses tuvo lugar en el siglo xvii, entre 1630 y 1654, coincidiendo con el dominio holandés en la costa. Para este siglo, el poblamiento del Sertão condujo a que la ganadería pasara a ser la actividad económica que favoreció la articulación del ser humano a aquellas regiones. Las sequías, en este contexto, empezaron a ser registradas de manera más abundante, a pesar de los pocos datos que se han conseguido: 1602-1603, 1605-1606, 1609, 1614, 1645, 1652, 1688-1689 y 1690-1692.20 Para el siglo xviii, las referencias más importantes dan cuenta de las sequías de 1721-1727, una de las más grandes del siglo: destrucción de los cultivos, inanición y pérdida del ganado fueron los indicadores. Se repetirá el fenómeno para 1744-1745. Y durante la segunda mitad de este siglo, asimismo, se presentaron tres sequías de gran impacto: 1776-1778, 1784-1785, 1790-1793. Con relación a la de 1776-1777, la Corte acordó que los afectados por la misma se reunieran en poblados a las márgenes de los ríos, tomando para ellos las tierras lindantes; Sobral y Russas en Ceará, por ejemplo, son el resultado de estas medidas. Para la sequía de 1790-1793 se buscó darle trabajo a las poblaciones de aquellas regiones, por lo que se creó la Pia Sociedad Agrícola.21 Inaugurando el siglo xix, entre 1803-1804 se registró una sequía que afectó principalmente a la región de Paraíba. La destrucción de las cosechas fue tan grave que muchos murieron de hambre y las autoridades tuvieron que solicitar víveres a Bahía. El fenómeno continuó presentándose durante los años 1809, 1816-1817, 1824-1825, 1826-1827, 1830, 18351837, 1844-1846, 1851, 1853, 1860, 1865-1866, 1869, 1870-1872, 18771879, 1888-1889. La sequía más importante en ese siglo fue la de 1877-1879, devastadora en Piauí, Ceará, Río Grande do Norte y Paraíba. Ya para 1879 había muerto casi el 50% de la población de Ceará.22 20 21 22 M. Da Guia Santos Gareis, J. A. Do Nascimento, A. Franco Moreira y M. A. Da Silva, “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del Brasil colonial”, p. 8. Sudene, “Levantamiento histórico de las acciones gubernamentales para minimizar los efectos de las sequías de 1721 a 1995”, Desastres y Sociedad, p. 154. J. C. de Melo, “Sequía, ferrocarriles y mano de obra (siglo xix)”, p. 94. 114 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre Los “desastres naturales” y la atención institucional Los términos “calamidades públicas” y “desastres” aparecen en el discurso referido a eventos extremos ya durante el siglo xix; sin embargo, es en el xx que se consolidaron esas nociones como parte de la percepción moderna de los desastres. De esta manera, progresivamente se observa el uso de categorías como riesgo, vulnerabilidad y amenaza, o bien mitigación, prevención y recuperación en el discurso sobre el tema.23 La problemática del riesgo surge como el principal foco de atención en este discurso y proviene de esferas institucionales identificadas en ministerios (de obras públicas y/o de salud, por ejemplo), o bien dentro de las fuerzas armadas en muchos casos. Es así como estos problemas comenzaron a traducirse también en una preocupación formal por la seguridad. Esta mirada, durante gran parte del siglo xx, y a raíz de la perspectiva que se ha posicionado de acuerdo con la literatura especializada como la visión dominante, estuvo influenciada por un enfoque que se ha llamado fisicalista o naturalista.24 Los esfuerzos desde esta perspectiva se encontraban ajustados al estudio de los fenómenos naturales y sus impactos, siendo éstos los causantes de las calamidades o males de las sociedades y comunidades afectadas, de allí que se consolidaron mecanismos para el estudio probabilístico, estadístico e institucional en el cálculo del riesgo y de la vulnerabilidad a partir de las ciencias naturales y aplicadas, asimismo se les adjudicó un apellido a los desastres (éstos tenían que ser naturales porque la culpa recaía en la naturaleza y la sociedad sólo mantenía un papel pasivo). Para el caso en particular de Brasil, el tema de las sequías en las regiones del nordeste siempre ha significado un problema en la cotidianidad de sus poblaciones. Es por ello que la fuerte atención institucional al 23 24 Rogelio Altez, “De la calamidad a la catástrofe: aproximación a una historia conceptual del desastre”, Serie Técnica, Fundación Venezolana de Investigaciones Sismológicas, núm. 1, 2002, pp. 169-172. Allan Lavell, “Conclusiones: estructuras gubernamentales para la gestión de desastres en América Latina: una visión de conjunto”, en Allan Lavell y Eduardo Franco (eds.), Estado, sociedad y gestión de los desastres en América Latina: en busca del paradigma perdido, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 1996, disponible en <www. desenredando.org> (consultado el 15 de marzo de 2017). 115 andrea noria peña asunto se fue consolidando ya desde el siglo xviii, cuando, por ejemplo, João VI determinó con carácter obligatorio el cultivo de la mandioca como recurso para contener los efectos del hambre, a raíz de la fuerte sequía que tuvo lugar entre 1721 y 1727.25 Para comienzos del siglo xx, la institucionalidad de la atención hacia la problemática de las sequías se traduce en la conformación de muchos organismos destinados para tal fin. Al efecto, en 1903 se conformaron las siguientes comisiones: Comisión de Represas e Irrigación, Comisión de Estudios y Obras Contra los Efectos de las Sequías, y la Comisión de Perforación de Pozos. Para 1906 las tres comisiones se fusionaron en la Superintendencia de Estudios y Obras Contra los Efectos de la Sequía.26 Tan solo dos años después se creó la Inspectoría de Obras Contra la Sequía (iocs).27 Ésta se convirtió en el primer esfuerzo federal para enfrentar la problemática. Luego para 1919 se creó la Inspectoría Federal de Obras Contra la Sequía (ifocs).28 Dicho organismo se transformó en el Departamento Nacional de Obras Contra la Sequía (dnocs)29 concentrado, principalmente, en determinar las características físicas de la región. Ese enfoque naturalista derivó en informaciones para la Superintendencia del Desarrollo Nordeste (Sudene) y el Departamento de Recursos Naturales. El primero se dedicó al estudio hidrológico y el segundo a las estaciones meteorológicas, coordinando una red de más de 25 26 27 28 29 Sudene, “Levantamiento histórico de las acciones gubernamentales para minimizar los efectos de las sequías de 1721 a 1995”, p. 154. Sudene, “Levantamiento histórico de las acciones gubernamentales para minimizar los efectos de las sequías de 1721 a 1995”, p. 154. Decreto núm. 7.619 del 21 de octubre de 1909, disponible en <www2.camara.leg.br/legin/ fed/decret/1900-1909/decreto-7619-21-outubro-1909-511035-publicacaooriginal-1-pe. html> (consultado el 18 de abril de 2017). Por medio del Decreto núm. 13.687 del 9 de julio de 1919, disponible en <www2.camara.leg. br/legin/fed/decret/1910-1919/decreto-13687-9-julho-1919-516701-norma-pe.html> (consultado el 18 de abril de 2017). Por Decreto-Ley núm. 8.486 emitido el 28 de diciembre de 1945, disponible en <http://www2. camara.leg.br/legin/fed/declei/1940-1949/decreto-lei-8486-28-dezembro-1945-416385-publicacaooriginal-1-pe.html> (consultado el 18 de abril de 2017), luego transformado en una autarquía federal por medio de la Ley núm. 4.229 promulgada el 1° de junio de 1963; documentos disponibles en <www.planalto.gov.br/ccivil_03/leis/L4229.htm> (consultados el 18 de abril de 2017). 116 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre 1 000 de ellas.30 En correspondencia con todo esto, en 1952 se creó el Banco do Nordeste do Brasil (bnb) y en 1956 la gtdn (Grupo de Trabajo para el Desarrollo del Nordeste). Junto con las creaciones de distintos organismos, se tomaron medidas de constitución de fondos de créditos, frentes de trabajos, planes de emergencias, y cuantiosos proyectos para carreteras, pozos y demás obras. Por ejemplo, para 1900 se dio apertura a un fondo de crédito por 10 contos de réis para contratar a los más menesterosos en las ejecuciones de obras infraestructurales, como las represas.31 Más adelante, hacia 1915, el iocs invirtió alrededor de 2.500 contos de réis para las construcciones de represas, carreteras, drenajes, líneas telegráficas, etc. Para 1942 se inició un programa de emergencia que abarcó las regiones de Paraíba, Río Grande do Norte, Piauí y Ceará, destinado a la constitución de un registro para la elaboración de algunas obras públicas. También, a raíz de las sequías de 1958, el gobierno atendió alrededor de 550 000 damnificados que habían sido distribuidos en diversos frentes de trabajos, según los datos oficiales de dnocs, del Departamento Nacional de Estradas de Rodagem y del Ministerio de Agricultura. Con la sequía de 1993 se estableció el Programa “Frentes Productivos de Trabajo”, con el objeto de atender a los desplazados y para el reforzamiento de las infraestructuras hídrica y saneamiento de la región.32 De esta manera, con la presencia regular de las sequías, el gobierno federal y los gobiernos regionales desplegaron diversos mecanismos de 30 31 32 C. E. Haque y A. de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres…”, p. 47. Entre ellas, iniciadas en ese periodo, están: Acaraú-Mirim, Panta y Papara. Sobre estos frentes de trabajo: “Una de las principales políticas públicas para disminuir la dureza de las sequías a través de la historia ha sido la creación de actividades de redistribución de los ingresos por medio de programas de ‘frentes de trabajo’ (Programas de Frentes de Emergencia) según los programas sudene. Mediante un decreto del 9 de marzo de 1965 se formuló y promulgó un lineamiento para el plan de emergencia de sudene. Por lo general, los programas bajo el Plan satisfacen necesidades físicas y sociales a medida que se crea la fuerza de trabajo, ya que absorbe a los refugiados desempleados y se compromete con la construcción de represas y pozos. En realidad la postulación implícita es que el suministro de agua de irrigación es el medio fundamental para el desarrollo del sertao. La sequía de 197983 fomentó planes de emergencia similares por sudene: el primero fue activado en 1979 y reactivado a través del periodo de sequía”, C. E. Haque y A. de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres…”, pp. 48-49. 117 andrea noria peña atención a las poblaciones afectadas a través de varias décadas.33 Este despliegue institucional, entre otras cosas, condujo a una gran producción de investigaciones, especialmente entre las décadas de 1970 y 1980, cuyos intereses se inclinaron por determinar los regímenes de las sequías y tratar de predecir a las mismas. En esta línea se encuentran los trabajos de, por ejemplo, Atkinson y Sadler (1970) y Hastenrath (1982).34 Básicamente, el discurso enmarcado en la perspectiva de desastre “natural” estuvo enraizado desde un enfoque institucional, cuya aplicabilidad se materializó en la producción de informes oficiales por parte de los distintos organismos creados para atender el tema de las sequías. En este sentido, las producciones científicas desde las disciplinas de las ciencias naturales y aplicadas se realizaron por la necesidad de soluciones prácticas e institucionales, bajo su demanda. Podemos pensar que esto ya inicia en el siglo xix, cuando en 1856 Pedro II creó la Comisión Científica Exploradora, dirigida por el Barón de Capanema, con el fin de llevar a cabo estudios geológicos, geográficos, botánicos y etnográficos de la provincia de Ceará, por ejemplo.35 Ejercicios por el estilo son los que persiguen colocar a las causalidades de los desastres en la naturaleza y sus fenómenos. De allí que, en correspondencia con ese discurso y esa lógica, el fenómeno El Niño, por ejemplo, ha sido identificado como la causa fundamental de algunas adversidades asociadas con sequías, como las ocurridas en 1982-1983 y 1997-1998. Al lado de esto, muchos de los especialistas que desarrollaron estudios sobre el problema, también se dedicaron a comprender el comportamiento de la población frente a los riesgos, las amenazas y los desastres anteriores, coincidentes con las apariciones de El Niño.36 En paralelo con esto, el enfoque ecologista, desarrollado fundamentalmente desde finales de la década de 1950, a raíz de la sequía de 1958, tuvo como objetivo la implantación de nuevos ecosistemas en beneficio 33 34 35 36 Sudene, “Levantamiento histórico de las acciones gubernamentales para minimizar los efectos de las sequías de 1721 a 1995”, p. 154. C. E. Haque y A. de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres…”, p. 42. Sudene, “Levantamiento histórico de las acciones gubernamentales para minimizar los efectos de las sequías de 1721 a 1995”, p. 154. J. C. de Melo, “El Niño y las sequías en el nordeste de Brasil”, pp. 146-157. 118 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre de la actividad criadora, y no de las sociedades en general sin privilegios de ciertas comunidades sobre otras.37 Las ciencias naturales, en correspondencia con estas perspectivas interpretativas y aplicadas, desplazaron de su foco a la sociedad como receptora de sus conocimientos. Aquí los discursos reprodujeron las condiciones de vulnerabilidad, independientemente de que fuesen de amplia especialización sobre el problema del comportamiento de los fenómenos. Una visión alternativa La perspectiva fisicalista, como la llamó Lavell, aún presente en el discurso y la aplicabilidad de todas las instancias que atienden el tema, coincidió con el advenimiento de una nueva perspectiva interpretativa que va a surgir a finales del siglo xx. En efecto, lo que será llamado como el “enfoque de la vulnerabilidad”, que supone básicamente una perspectiva social en la interpretación de los desastres, comenzará a conformarse de la mano del Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (dirdn), coyuntura decisiva en la transformación discursiva de la atención al problema.38 Esta tendencia construyó un recorrido analítico 37 38 Dirceu Murilo Pessoa, “Sequías en el nordeste del Brasil: de la catástrofe natural a la fragilidad social”, en María Graciela Caputo, Jorge Enrique Hardoy e Hilda María Herzer (comps.), Desastres naturales y sociedad en América Latina, Buenos Aires, Clacso-Grupo Editor Latinoamericano, 1985, 17 páginas sin numeración. No obstante, existen antecedentes que, aunque no representen una continuidad histórica en ese proceso, significan aportes importantes en la conformación de ese enfoque. En ese sentido, el estudio de Samuel Henry Prince (1920), por ejemplo, supone uno de los antecedentes al respecto. En su estudio, analizó los efectos de la explosión de un barco en Nueva Escocia para 1920. En este mismo contexto, en la década de 1930 la geografía ecológica, basándose en un enfoque socioambiental, también aportó nuevas directrices, en conjunto con los planteamientos de L. T. Carres para la misma década. Sobre esto, véase Samuel Henry Prince, Catastrophe and Social Change, Nueva York, Columbia University, 1920; T. Joseph Scanlon, “Disaster’s Little Known Pioneer: Canada’s Samuel Henry Prince”, International Journal of Mass Emergencies and Disaster, vol. 6, núm. 3, 1988, pp. 213-232; Omar Darío Cardona, La necesidad de repensar de manera holística los conceptos de vulnerabilidad y riesgo: una crítica y una revisión necesaria para la gestión, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 2003, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 12 de noviembre de 2015); también: Andrea Noria Peña y María Victoria Padilla, “Evolución y transformación de la noción de riesgo en el discurso y la aplicabilidad”, en Rogelio Altez y Antonio De Lisio (coords.), Perspectivas venezolanas sobre riesgos: reflexiones y experiencias, volumen 2, 119 andrea noria peña que atiende las condiciones previas que ofrece una sociedad a la manifestación de los fenómenos naturales, para comprender de esa manera el impacto y los efectos de los mismos sobre ese contexto. Con todo, existen antecedentes que, aunque lejanos a esa década privilegiada por la atención supranacional, también representan aportes sustanciales en la construcción de esta nueva mirada.39 Este interés por el tema de la mano de la Organización de Naciones Unidas fue un paso decisivo para cambiar la atención y el discurso sobre los desastres y los fenómenos naturales. En armonía con estos nuevos intereses se creó, a principios de esta misma década, La Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina (la red). Su instauración reforzó la denominada perspectiva social —el “enfoque de la vulnerabilidad”—, de acuerdo con lo señalado por Virginia García Acosta en sus numerosas publicaciones al respecto, siendo pionera en Latinoamérica sobre el tema. Uno de sus grandes aportes fue la coordinación de los tres volúmenes de Historia y desastres en América Latina, obra fundacional en ese sentido.40 En estas publicaciones se compilan trabajos sobre desastres desde la historia y la antropología, principalmente. Su objetivo central se enmarcó en las metas de la red, ya consolidada, de acuerdo con la producción de estudios 39 40 Caracas, Sociedad Venezolana de Historia de las Geociencias-Centro de Estudios Integrales del Ambiente-Universidad Central de Venezuela, 2011, pp. 35-64. Desde la antropología británica del periodo de posguerra surgieron los primeros aportes empapados con estas nuevas miradas y cambios conceptuales. Los estudios de investigadores como Belshaw (1951), Keesing (1952), Schneider (1957) y Spillius (1957) ofrecieron novedosas conclusiones a partir de sus análisis en torno al cambio social. También el geógrafo Gilbert White planteó que fenómeno natural y desastre no son sinónimos. Con pleno campo en consolidación, las ciencias aplicadas decidieron unirse a los nuevos impulsos concentrándose ya no en el fenómeno sino en sus efectos. Las compañías aseguradoras también resultaron novedosas para las nociones de vulnerabilidad y riesgo. Sobre este tema, consúltense los trabajos de O. D. Cardona, La necesidad de repensar de manera holística los conceptos de vulnerabilidad y riesgo…; Andrew Maskrey, “El riesgo”, en Andrew Maskrey (ed.), Navegando entre brumas. La aplicación de los sistemas de información geográfica al análisis de riesgo en América Latina, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 1998, pp. 4-23, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 12 de noviembre de 2015), y V. García Acosta, “La perspectiva histórica en la antropología del riesgo…”. Virginia García Acosta (coord.), Historia y desastres en América Latina, vols. I y II, Bogotá, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 1996 y 1997, respectivamente; y vol. III, México, ciesas-Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 2008. 120 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre sobre la temática desde y en Latinoamérica. El posicionamiento del tema entre los especialistas a través de trabajos apoyados en metodología de investigación histórica se llevó a cabo por medio de la realización de estudios de casos específicos, estudios comparativos, o bien de estudios de larga duración. Contribuyó con el desarrollo de esta perspectiva, asimismo, el hecho de que los investigadores de ciencias naturales especializados en problemas específicos (sismos y huracanes, básicamente) comenzaron a demandar el conocimiento histórico de esos fenómenos, para poder establecer regularidades y estimar periodos de retorno. Para estos especialistas, el conocimiento especializado de las amenazas dejó de ser suficiente; es por ello que, por ejemplo, se desarrolló la sismología histórica ya hacia finales del siglo xx, como una “oportunidad transdisciplinaria” que ofrecía la comprensión múltiple de los desastres asociados con temblores.41 Fueron igualmente decisivos en el desarrollo de esta nueva mirada los desastres detonados por terremotos, inundaciones, erupciones volcánicas, huracanes y sequías, ocurridos a lo largo de la segunda mitad del siglo xx en el contexto latinoamericano. Entre algunos ejemplos tenemos las inundaciones que se presentaron a partir de El Niño en los países andinos (1981-1982), la erupción del Nevado del Ruiz en Colombia (1985) y el sismo de México (1985).42 Este último evento permitiría impulsar la historiografía mexicana en este tipo de investigaciones y, en conjunto con el interés del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas), al respecto se generaron diálogos sostenidos desde entonces entre antropólogos sociales e historiadores.43 41 42 43 Rogelio Altez, “La sismología histórica y la oportunidad transdisciplinaria”, Revista Geográfica Venezolana, Universidad de Los Andes, 44, núm. 2, 2003, pp. 285-302; Rogelio Altez y Jaime Laffaille, “The Seismic-Historic Microzoning as a Fundamental Complement to Seismic Hazard Evaluation”, Geodynamics, Lviv, Ucrania, 1 (7), 2008, pp. 47-53. Para una descripción mucho más detallada y extensa sobre estos y otros desastres en ese contexto, véase A. Lavell, “Conclusiones: estructuras gubernamentales para la gestión de desastres…”. Monica Juneja y Franz Mauelshagen, “Disaster and Pre-industrial Societies: Historiographical Trends and Comparative Perspectives”, The Medieval History Journal, vol. 10, núms. 1-2, 2007, p. 7; Virginia García Acosta, “Historical Disaster Research”, en Susanna Hoffmann y Anthony Oliver-Smith (eds.), Catastrophe & Culture: The Anthropology of Disaster, Santa Fe y Oxford, School for Advanced Research Press, 2002, p. 51. 121 andrea noria peña Los estudios que comenzaron a prestar atención al problema de las sequías en nuestra región de investigación con este enfoque ya se asoman a partir del primer volumen de Historia y desastres en América Latina. Allí puede observarse el trabajo del historiador mexicano Guillermo Palacios sobre las sequías en el nordeste hacia finales del siglo xviii.44 En esta investigación Palacios se opone a la tesis que propone que las sequías allí han sido el factor central de la decadencia económica de la zona, sin que ello suponga restarle importancia a las condiciones medioambientales en general. Por el contrario, plantea que si bien una serie de sequías para su época de estudio jugaron un papel clave en la configuración decadente de la región, fueron procesos sociales y económicos del contexto, como la expansión de una parte del campesinado durante la segunda mitad del siglo xviii y las incidencias que esas acciones tuvieron en las estructuras productivas y distributivas del sistema agroalimentario de la región, así como las acciones de las autoridades coloniales para buscar retornar a su antiguo statu quo, las que influyeron de manera determinante en los cambios que cristalizaron a la vuelta de un siglo, específicamente aquellos vinculados con el tránsito de una región con importancia para el sistema colonial luso-brasileño a un espacio geohistórico problemático y dependiente del sur del Brasil, ya desde el siglo xix. También se enfocó el autor en demostrar que las sequías ayudaron a manifestar los caminos de la expropiación campesina en su región de estudio durante finales de la época colonial. En este sentido, se puede observar que para Palacios, las sequías funcionaron como detonantes de condiciones estructurales y especialmente dieron paso a la decadencia de la economía esclavista aquejada ya por la dependencia del monocultivo, cuyos efectos en el largo plazo se comprenden en conjunto con el proceso de expropiación de aquellos pequeños agricultores libres y de escasos recursos, y la consolidación de la propiedad agraria esclavista. En el segundo volumen de la publicación coordinada por García Acosta escribieron Maria Da Guia Santos Gareis (historiadora), Jose Apolinário Do Nascimento (especialista en historia del Brasil colonial), Aluízio 44 Guillermo Palacios, “La agricultura campesina en el nordeste oriental del Brasil y las sequías de finales del siglo xviii”, en V. García Acosta (coord.), Historia y desastres en América Latina, vol. I, pp. 221-257. 122 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre Franco Moreira (maestro en historia) y Maria Aparecida Da Silva (maestra en geografía). Su trabajo también atendió el problema de las sequías en el nordeste, ahora con un enfoque de larga duración que abarcó desde el siglo xvi hasta las dos primeras décadas del siglo xix.45 En este estudio, los autores se preocuparon por esquematizar la historia de las sequías en el nordeste brasilero, abocados al tema del impacto y los efectos provocados en la población más vulnerable. Bajo esta misma línea de investigación, la red tuvo como órgano de difusión (además de las publicaciones de libros) la revista Desastre y Sociedad, cuyo primer número se editó en noviembre de 1993. Dos de sus números han atendido el problema de la región nordestina y las sequías. En el núm. 5, julio-diciembre de 1995 se dedica una entrega especial al asunto, en coincidencia con las discusiones del momento sobre la relación entre la desertificación y las sequías. Se tomó como punto de referencia la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación en los Países Afectados por Sequía o Desertificación (París, 1994), y los debates que se generaron posteriormente a ese evento sobre aspectos que iban desde los recursos financieros hasta las políticas y acciones para incorporar a las poblaciones locales de las zonas afectadas en las discusiones institucionales. El “Especial” de este número consta de cinco artículos y recuentos históricos sobre las sequías y las medidas institucionales proporcionados por la Superintendencia de Desarrollo del Nordeste de Brasil. El primer artículo, del historiador Josemir Camilo de Melo,46 introduce la problemática de la sequía tomando como eje temático los cambios en la infraestructura durante la crisis de 1890. A través de su enfoque se advierte la incidencia de los ferrocarriles que fueron construidos en el área cañera de Paraíba, señalando que la utilidad de este medio de transporte hubiese sido más eficiente a la hora de solventar la crisis de aquel año si la dirección de los mismos hubiese sido hacia el sertão algodonero y agropastoril. 45 46 M. Da Guia Santos Gareis, J. A. Do Nascimento, A. Franco Moreira y M. A. Da Silva, “Aspectos históricos de las sequías en el nordeste del Brasil colonial”. J. C. de Melo, “Sequía, ferrocarriles y mano de obra (siglo xix)”, pp. 93-109. 123 andrea noria peña El segundo artículo, de Rejane Pinto de Medeiros,47 se enfocó en los testimonios de productores rurales de Paraíba y Pernambuco, entrevistados durante la sequía de 1980, para dar cuenta de cómo se fueron agravando las difíciles condiciones que enfrentaban los operarios y los productores, agricultores y/o ganaderos de esas regiones. Esta investigación fue financiada por la Sudene y llevada a cabo por la Fundación Joaquim Nabuco. Marx Prestes Barbosa, investigador, en el tercer artículo de esa entrega,48 siguiendo la metodología etnográfica del trabajo anterior, proporciona la experiencia de campo de los participantes de un proyecto de investigación ejecutado en el Alto Río Sucuru y suministra un debate metodológico en relación con el enfoque sobre el tema. También detalla los distintos tipos de vulnerabilidades de la región de estudio. Los dos últimos artículos, cuyas autoras son Deolinda de Sousa Ramalho y la antropóloga Adélia Melo Branco,49 analizan el fenómeno de las sequías desde la perspectiva de género, tomando en consideración, 47 48 49 Rejane Pinto de Medeiros, “El descompás de la sequía (desesperación y rutina de la agricultura durante la sequía de 1980)”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 5, 1995, pp. 110-118, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 20 de mayo de 2016). Max Prestes Barbosa, “Las vulnerabilidades y mitigaciones de la región del Alto Río Sucuru”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 5, 1995, pp. 119-124, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 20 de mayo de 2016). Posteriormente, Prestes Barbosa en coautoría con María José dos Santos publicaron un capítulo de libro relacionado con la utilización de las herramientas del Sistema de Información Geográfica (SIG) en procesos de desastres, a partir de los datos recogidos en la región de Sumé perteneciente al estado de Paraíba. En ese estudio los autores definieron para su zona de análisis 10 tipos de vulnerabilidad (física, económica, social, política, técnica, ideológica/religiosa, cultural, educativa, ecológica e institucional), siguiendo los planteamientos de Wilches-Chaux al respecto, véase Max Prestes Barbosa y María José dos Santos, “SIG e os desastres naturais. Uma experiência na região de Sumé, Estado da Paraíba, Brasil”, en A. Maskrey (ed.), Navegando entre brumas…”, pp. 127-344. Deolinda de Sousa Ramalho, “Sequía, migración y vivienda: ¿dónde queda la mujer invisible?”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 5, 1995, pp. 125-137, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 20 de mayo de 2016); y Adélia Melo Branco, “Organizadas para sobrevivir: el caso de n grupo de mujeres del Sertâo de Araripe”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 5, 1995, pp. 138-148, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 20 de mayo de 2016). 124 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre particularmente, el papel determinante de la mujer en las migraciones. Argumentan, asimismo, que este fenómeno natural no afecta por igual a todos los sectores de la sociedad, sino que tiene mayor incidencia en los espacios más vulnerables, como los pequeños productores, los niños y las mujeres. Como complemento de este número de Desastre y Sociedad se presentan dos trabajos institucionales: “Relación histórica resumida de las sequías del nordeste” y “Levantamiento histórico de las acciones gubernamentales para minimizar los efectos de las sequías de 1721 a 1995”, realizados por el Servicio Público Federal, el Ministerio de Planificación y Presupuesto, y la Superintendencia de Desarrollo del Nordeste. En el número 9 de esta revista (enero-diciembre de 1998) se alcanza un dossier sobre El Niño en América Latina, con tres artículos de interés al respecto. El primero de ello no está directamente vinculado con la región de estudio, pero sí con el tema de la sequía en general e incluye, de esa manera, al nordeste brasilero, junto con Bangladesh y las planicies canadienses. Los otros dos artículos que se introducen en el apartado del “Especial” tienen que ver con la aparición del fenómeno de “Oscilación Sur El Niño” (enso, por las siglas en inglés) y su vinculación con las sequías en el nordeste.50 De este número de la revista nos interesa destacar el estudio de C. Emdad Haque y Adelia de Melo Branco,51 el cual se enfoca en el papel determinante, especialmente de las instituciones, en el desenlace catastrófico del impacto de las sequías. Aquí se toma en cuenta el problema de la distribución de la riqueza, de la tierra y de los recursos en los momentos de crisis, y la concreción de diversas políticas públicas para minimizar los efectos en la población desplazada. Entre los ejemplos más emblemáticos está el surgimiento de los Programas de Frentes de Emer50 51 Se trata de los trabajos de Anna Bábairea Coutinho de Melo, Max Prestes Barbosa y Patrice Rolando da Silva Oliveira, “El evento Enso y sus implicancias en el semiárido del estado de Paraiba, Brasil”, Desastres y Sociedad, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, núm. 9, 1998, pp. 125-145, disponible en <www.desenredando.org> (consultado el 20 de mayo de 2016), y Josemir Camilo de Melo, “El Niño y las sequías en el nordeste de Brasil”, Desastres y Sociedad, pp. 146-157. C. E. Haque y A. de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres…”, pp. 36-67. 125 andrea noria peña gencia, de acuerdo con los lineamientos de la Sudene. A partir de estos programas, según los autores, se crea una fuerza de trabajo como consecuencia de la absorción de los refugiados desempleados con el compromiso de la construcción de represas y pozos, como lo señalamos en páginas anteriores. Sobre este tema, varios autores escribieron al respecto en las dos últimas décadas del siglo xx, poniendo en duda el beneficio real que esas estrategias proporcionaron a los desplazados por las sequías. En esa dirección hallamos los trabajos de J. Coelho (1985), D. M. Pessoa (1987) y A. M. Branco (1995).52 Estos autores, y otros, han señalado que a las comunidades afectadas no se les involucra en el proceso de elaboración de los distintos proyectos que se desarrollan para solventar los momentos de crisis (desde la formulación hasta su ejecución), y que tampoco se les toma en cuenta para que los conozcan luego de ejecutados. Esto parece indicar que esos proyectos son concebidos únicamente en beneficio de los grandes terratenientes, y no se contempla en ellos a aquellos que son más perjudicados con cada sequía y cada desastre. Junto con estas discusiones, perfiladas ya por un enfoque alternativo, durante el siglo xx el tema de las sequías se extendió por varios ámbitos de debates. Sólo a modo de complemento, pueden mencionarse a las representaciones literarias. Tales manifestaciones encajan perfectamente con los fundamentos de esta nueva perspectiva, comenzada a consolidar (institucional y académicamente) hacia la década de 1990, pues estas expresiones son el resultado, precisamente, de la búsqueda de mostrar la “otra cara” de la historia: las poblaciones afectadas y sus vulnerabilidades. Novelas, canciones, poemas, películas y series, por ejemplo, son algunas de las manifestaciones que dan cuenta de la incorporación del tema en todos los ámbitos de la sociedad. 52 Jorge Coelho, As secas do nordeste e industria das secas, Petropolis, Editora Vozes, 1985; Dirceu Murilo Pessoa, “Drought in Northeast Brazil: Impact and Government Response”, en Donald Wilhite, William E. Easterling y Deborah A. Wood (eds.), Planning for Drought: Toward a Reduction of Societal Vulnerability, Boulder, Westview Press, 1987, pp. 471-488; y A. Melo Branco, “Organizadas para sobrevivir: el caso de un grupo de mujeres del Sertão de Araripe”, pp. 138-148. 126 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre Este contexto nordestino de catástrofes sociales,53 como consecuencia del reiterado éxodo poblacional en aquellas localidades afectadas por las periódicas sequías del Sertão, sirvieron como escenario a varias novelas, las cuales ofrecieron novedosos aportes para la interpretación literaria de problemas nacionales, así como también propusieron una plataforma de aproximación a la representación que la élite intelectual brasileña contemporánea ha tenido sobre las poblaciones marginadas por sus escasos recursos.54 Entre las novelas más representativas podemos mencionar las de José Lins do Rego, Graciliano Ramos, Raquel de Queiroz y José Amado, entre 1920 y 1960.55 El periodo de máxima expresión literaria se dio de la mano del modernismo durante la década de 1930 que posicionó la travesía de los retirantes como un proceso de pérdida cultural.56 Como antecedente, ya algunas obras habían preparado el camino, como es el caso de Os Sertoes, de Euclides da Cunha, que incluyó en su contenido la condición de pobreza, las soluciones utópicas y los ánimos desesperanzados de los sertanejos.57 Muchas de estas obras fueron transformadas en clásicos del cine brasilero entre 1950-1960 y 1970-1980; también en películas comerciales y adaptaciones de los programas televisivos, como Vidas secas, de Graciliano Ramos, escrita en 1938.58 Seara vermelha, de Jorge Amado, novela marxista que vinculó la sequía, el fanatismo religioso y los bandidos; fue escrita para 1946. También en esta línea, la revista Desastre y Sociedad, en su apartado “Literatura & Desastres” del núm. 5 (1995), publicó un cuento, “…Vine a engañarme”, basado en la historia de vida de un migrante nordestino, entrevistado por Rejane de Madeiros mientras llevaba a cabo la investigación “La sequía nordestina de 1979-80”, ya reseñada. 53 54 55 56 57 58 Así lo denominó Luciana Murari, “Pelo rumo do ermo: caipiras, sertanejos e retirantes en marcha pelo Brasil”, Projeto História, Revista do Programa de Estudos Pós-Graduados de História, vol. 27, 2003, p. 98, disponible en <https://revistas.pucsp.br/index.php/revph/article/ view/10512> (consultado el 15 de junio de 2016). L. Murari, “Pelo rumo do ermo…”, p. 98. Incluso, para finales del siglo xix, José do Patrocínio (1879) publicó una novela utilizando reportajes periodísticos realizados en la región, que le permitieron al autor narrar la experiencia de los sertanejos en el éxodo hacia el litoral. Véase L. Murari, “Pelo rumo do ermo…”, p. 98. Según indicó L. Murari, “Pelo rumo do ermo…”, p. 98. Euclides da Cunha, Los sertones, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980. Véase Mark Curran, Retrato do Brasil en Cordel, Cotla, Atellé Editorial, 2011, p. 144. 127 andrea noria peña La cara oculta del desastre: una historia de la vulnerabilidad Ya desde el siglo xix, las sequías en el nordeste fueron detonando, cada vez más, procesos de desastres. Múltiples han sido las razones. En ese devenir, el siglo xx no fue la excepción. Detrás de todo este complejo proceso histórico y social existe una constante que ha sido evidente desde que las sequías comenzaron a ser registradas a mediados del siglo xvi: el área del nordeste brasilero, específicamente lo abarcado en el llamado “polígono de las sequías”, es una región con condiciones propicias para este tipo de fenómenos naturales. Las sequías se fueron convirtiendo en riesgo y amenaza toda vez que la sociedad produjo y reprodujo históricamente las condiciones sociales, económicas y materiales que favorecen los desenlaces desastrosos con cada aparición del fenómeno. Es, entonces, la presencia del ser humano en estas regiones (y en todas) lo que garantiza el calificativo de “malvados” atribuido a los fenómenos naturales. Desde los castigos divinos a la personalización de la naturaleza, la detonación de desastres ha generado un sinfín de respuestas. En el caso del nordeste, durante el siglo xx, estas respuestas pasaron de aquella naturaleza personalizada, malvada y castigadora, tal como ha sido entendida especialmente en los siglos coloniales, hasta la comprensión del papel activo de la sociedad en los desenlaces catastróficos asociados con la irrupción de esas sequías (potencialmente destructoras) en estas regiones. Estos “flagelos de la naturaleza”, tal como eventualmente fueron nombrados, condujeron a que un gran número de campesinos se despojara de sus terrenos alquilados o apropiados, y a su desplazamiento a pie hasta las zonas cañeras o bien hasta el litoral. Esta masa de migrantes se convirtió en mano de obra barata para los ingenios administrados por el sistema colonial, en primer lugar, por el Imperio, o bien por el Estado, dando cuenta con ello de la continuidad histórica del proceso y de la reproducción de las condiciones de vulnerabilidad ancladas a uno de los sectores más susceptibles al respecto.59 Durante la época del emperador 59 J. C. de Melo, “Sequía, ferrocarriles y mano de obra (siglo xix)”, p. 100. 128 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre Pedro II, por ejemplo, los desplazados trabajaron arduamente en la construcción de la presa Cedar para poner fin a la sequía en el nordeste, comenzada en 1884, pero apenas concluida en 1906. Esta presa, declarada patrimonio nacional en 1987, es un monumento de las luchas contra el fenómeno, pero también de los efectos que las sequías han causado sobre una población vulnerable, como lo han sido los campesinos de la región.60 Los pobladores del nordeste han vivido de la economía rural, principalmente de la crianza de ganado; el Sertão en particular representa la mayor parte del ganado criado en la región. Esta actividad ha estado históricamente en manos de los propietarios de tierras grandes y medianas, lo cual, a su vez, ha conducido a que este rubro haya sido el dominante, sin posibilidades de una economía diversificada. En este sentido, la agricultura jugó un papel secundario que aseguraba el suministro de alimentos para los trabajadores dedicados a la ganadería, el algodón y la producción de alimentos, pero no necesariamente ha sido una plataforma de ingreso para esos sectores campesinos.61 Ante un contexto como éste, económicamente vulnerable, la presencia continua de sequías periódicas y extraordinarias ha detonado desastres agrícolas consuetudinariamente. El aparato económico de la región ha demostrado, a su vez, que no está en capacidad de sostener tales embates: desplazados, hambre y muertes han sido indicadores de cómo la capacidad de respuesta se ha visto, históricamente, superada por dichas condiciones desde los primeros tiempos de la Colonia. Ese contexto, material y económicamente vulnerable ante las sequías, no sólo lo ha sido por el sistema de economía rural que se ha consolidado en esas regiones; también la distribución desigual de la tierra representa un problema que ha caracterizado a la región y que tiene sus orígenes desde épocas coloniales y en el proceso de ocupación del territorio. Los registros de bienes oficiales han revelado que las sequías del nordeste pre- 60 61 Antonio Carlos Fon, “As causas da seca nordestina”, SuperInteresante, núm. 80, 1994, disponible en <http://super.abril.com.br/ecologia/causas-seca-nordestina-440989.shtml> (consultado el 15 de junio de 2016). C. E. Haque y A. de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres…”, p. 43. 129 andrea noria peña sentan un epicentro proyectado sobre, cuando menos, la quinta parte de los títulos de tierras, lo que enseña la envergadura de las grandes propiedades, incluso ya entrado el siglo xx.62 Una de las prácticas que se advierte en la reconstrucción histórica de la ocupación de esas tierras, se puede observar en la estrategia desplegada por los nuevos pobladores de la región durante el periodo colonial. Estos terratenientes, con el objeto de aumentar sus propiedades, elevaban solicitudes ante la Corona para adquirir aquellas áreas que llamaban tierras “deshabitadas”, y que se hallaban, precisamente, en esas zonas más afectadas por las sequías. Con el paso del tiempo, la sumatoria espacial de esta avanzada sobre la región acabó concentrando grandes extensiones de tierras en manos de unos pocos. En el siglo xix, además, el emperador Pedro II dictaminó una Ley de Tierras (1850), con el fin de vender las que quedaban disponibles, incluyendo, en algunos casos, las que pertenecían a poblaciones indígenas.63 Articulado con el proceso de distribución desigual de la tierra, el acceso al agua ha sido uno de los mayores problemas en el semiárido del nordeste. En el intento de subsanar esto, se realizaron muchos proyectos destinados a la construcción de represas. No obstante, la primera mitad del siglo xx todavía se mantuvo con un sistema elemental de irrigación.64 La escasez de respuestas eficaces ante el problema recurrente de las sequías camina de la mano con la forma cultural de comprender el fenómeno y sus efectos en la contemporaneidad. Las entidades e instituciones oficiales que han atendido el asunto se han enfocado en la sequía, en comprender sus periodos y en analizar su comportamiento, fundamentalmente, y no en la sociedad. Por lo general, estas acciones gubernamentales han sido limitadas y además capitalizadas para el beneficio de los grandes propietarios: los proyectos modernos de irrigación (que favorecen a pocos y disminuyen, paulatinamente, la pequeña producción local) fueron una prueba de ese razonamiento. Cuando en momentos de crisis 62 63 64 C. E. Haque y A. de Melo Branco, “Vulnerabilidad y respuestas a desastres…”, y Charles Wagley, An introduction to Brazil, Nueva York y Londres, Columbia University Press, 1963. J. C. de Melo, “El Niño y las sequías en el nordeste de Brasil”, p. 152. Ibid., p. 153. 130 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre se han abierto programas y frentes de emergencia siempre paliativos y no necesariamente preventivos, la población beneficiada con este tipo de atención ha enseñado un crecimiento histórico en la adscripción a esos programas, dando cuenta con ello de la agudización de la problemática, y contribuyendo a la dependencia de la población.65 Estas “obras contra las sequías”, como las calificaron desde el iocs (1909), el ifocs (1919) y la dnocs (1945),66 demuestran con sus resultados el tipo de eficacia que se materializa con la aplicabilidad del discurso fisicalista característico. A lo largo del siglo xx, como lo vimos, este discurso acabó por abrirse un espacio en las producciones institucionales que desplegaron la noción de desastres “naturales”, la cual, si bien ha persistido hasta el presente, ha convivido, asimismo, con una nueva discusión sobre el problema, centrando el foco en la vulnerabilidad y en las diferentes formas en que la misma se produce y reproduce en un contexto dado. El papel de las instituciones públicas, fundamental en la aplicabilidad de los discursos, ha sido decisivo en ambos aspectos: ya en el sostenimiento del paradigma fisicalista como en la progresiva incorporación del tema riesgo y de la perspectiva social de comprensión del problema.67 El discurso de un nordeste flagelado por las sequías, igualmente, opacó la advertencia sobre los mecanismos a partir de los cuales se ha reproducido históricamente la vulnerabilidad en la región, es decir, el acceso al agua y la distribución desigual de la tierra. Si las poblaciones que se han visto afectadas regularmente con las sequías han generado estrategias de resiliencia y adaptación, éstas son directamente proporcionales a la dependencia del sistema institucional que les asiste a través de planes de emergencia. 65 66 67 A. Melo Branco, “Organizadas para sobrevivir: el caso de un grupo de mujeres del Sertão de Araripe”. D. M. Pessoa, “Sequías en el nordeste del Brasil: de la catástrofe natural a la fragilidad social”. Rogelio Altez, “Prólogo”, en R. Altez y A. De Lisio (coords.), Perspectivas venezolanas sobre riesgos: reflexiones y experiencias, vol. 2, pp. 7-33; A. Noria Peña y M. V. Padilla, “Evolución y transformación de la noción de riesgo”. 131 andrea noria peña Epílogo El interés de la investigación fue dilucidar los distintos discursos que surgieron a lo largo del siglo xx sobre la temática de las sequías en el nordeste de Brasil y, detrás de ello, poner en evidencia la reproducción de la vulnerabilidad, ya en lo material, ya en lo subjetivo. Pensamos, ciertamente, que ha sido evidente la existencia de dos tipos de perspectivas interpretativas sobre el problema consuetudinario de las sequías en la región. Por un lado, el discurso del desastre “natural”, quizás excluyente hasta la década de 1990, y que ha conducido la aplicabilidad de la atención institucional y los intereses oficiales soportados por los razonamientos de las ciencias naturales y aplicadas. De la mano de ello se consolidó un contexto semántico según el cual la naturaleza adquiere una condición de maldad, cargada con la responsabilidad de los problemas estructurales de la región, desvinculándola de la esfera social. Por otro lado, este discurso coexistió, principalmente a partir de la segunda mitad del siglo, con un enfoque alternativo que se canalizó, después de la mencionada década, a través de la vulnerabilidad como la cara oculta del desastre. A partir de ese momento incluso los discursos oficiales e institucionales comenzaron a presentar sus razonamientos tomando en cuenta los aspectos sociales del proceso. El papel activo de la sociedad en la detonación de procesos de desastres fue la base de este enfoque, a pesar de que, por las mismas condiciones de la región, nunca se descartó la existencia y el peso de los riesgos y las amenazas naturales. Los diferentes estudios desde el enfoque de la vulnerabilidad han señalado críticamente a las políticas paliativas del Estado y las instituciones, cuestionando, precisamente, la persistencia del paradigma naturalista en la interpretación del problema. Esas medidas paliativas se conciben y desarrollan, y allí una de las críticas, en el durante de los desastres. No obstante, las producciones de enfoque alternativo anteriores a 1990 también surgían particularmente en los momentos de crisis, advirtiendo el problema ex post facto, y no a través de investigaciones concentradas en los procesos. Con todo, ambos discursos distan de hallar una aplicabilidad eficaz 132 el polígono de las sequías y la cara oculta del desastre ante el problema. Quizás la mayor eficacia se asiente en la comprensión de que los efectos adversos y los resultados desastrosos observados a través del tiempo en la región representen una condición de vulnerabilidad históricamente producida, y no únicamente la expresión concreta de desigualdades sociales que pueden resolverse sustrayéndolas de la realidad. La desigualdad no se soluciona enriqueciendo a los pobres ni empobreciendo a los ricos; tampoco regalando tierras y propiedades a los desposeídos. La misma ilusión opera en la atención a la vulnerabilidad: se cree que con llevar agua a las zonas secas y construir represas se ha de solucionar la falta de respuestas ante las sequías. Los procesos históricos y sociales de profundo origen y anclaje estructural no pueden borrarse con decisiones y decretos de emergencia; tampoco es posible hacer desaparecer la vulnerabilidad con la misma estrategia. El camino hacia una transformación profunda de estas circunstancias adversas comienza con el reconocimiento analítico y crítico de las mismas, y sólo a la vuelta de esto es que podrían surgir los accesos a las soluciones probables. Los resultados que apreciamos en esta breve aproximación al caso son apenas el inicio de un tema que requiere mayor atención, pues aún en la actualidad, como el pasado año 2012, los efectos adversos de las sequías suponen profundas crisis sociales. El patrón se sigue repitiendo. Bibliografía Alberola Romá, Armando, “Procesiones, rogativas, conjuros y exorcismos: el campo valenciano ante la plaga de langosta de 1756”, Revista de Historia Moderna, Anales de la Universidad de Alicante, 21, 2003, pp. 7-75. ———— , “Terremotos, memoria y miedo en la Valencia de la Edad Moderna”, Estudis, 38, 2012, pp. 55-75. 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Wilhite, Donald y Margie Buchanan-Smith, “Drought as Hazard: Understanding the Natural and Social Context”, en Donald Wilhite (ed.), Drought and Water Crises: Science, Technology and Management Issues, Florida, Taylor and Francis Group, 2005, pp. 3-29. 140 IV. Prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes en Baja California Sur Raymundo Padilla Lozoya1 Introducción a la conceptualización de las prácticas El objeto de estudio de esta investigación son las prácticas históricas de alertamiento y protección socialmente construidas por los pobladores de San José del Cabo, Baja California Sur, ante los riesgos por ciclones tropicales.2 La premisa hipotética surge al considerar que los efectos recurrentes de los huracanes son agentes transformadores de la cultura observable en sociedades que padecen frecuentemente sus abundantes precipitaciones, inundaciones, marejadas, afectaciones ecológicas y daños en infraestructura pública, por lo cual la población desarrolla ciertas prácticas que le permiten hacer frente. Se parte del supuesto de que el alertamiento y la protección son habilidades básicas para la sobrevivencia de los individuos, y son elementos de un complejo proceso adaptativo para enfrentar las inclemencias relacionadas con el medioambiente.3 El análisis de las prácticas en este capítulo se realiza a partir de la base teórica de las ciencias sociales. En consecuencia, resulta necesario precisar 1 2 3 Universidad de Colima. Esta investigación se realizó con documentación que forma parte de la tesis doctoral de quien escribe. Y el tema se relaciona con el proyecto Conacyt “Los huracanes en la historia de México: Memoria y catálogo”, coordinado por Virginia García Acosta del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (ciesas) y Raymundo Padilla Lozoya de la Universidad de Colima (UdeC), disponible en <http://huracanes.ciesas.edu.mx/>. La antropología cultural, la antropología ecológica, la ecología humana y la ecología cultural han debatido el problema de la adaptación hasta nuestros días y no tiene solución general, si es que hay una, como sentenció desde hace décadas el antropólogo John F. Bennett, The Ecological transition, Londres, A. Wheaton & Co., Exeter, 1976. 141 raymundo padilla lozoya el significado técnico conceptual. En su definición más esencial, práctica se define como: “Dicho de un conocimiento: que enseña el modo de hacer algo; que piensa o actúa ajustándose a la realidad y persiguiendo normalmente un fin útil; que comporta utilidad o produce provecho material inmediato; uso continuado, costumbre o estilo de algo”.4 Algunos autores han preferido referirse a estrategias adaptativas, sin embargo, la definición difiere sustancialmente. En el idioma inglés, strategy es un plan detallado para lograr el éxito en situaciones como la guerra, la política, los negocios, la industria o el deporte, o la habilidad de la planificación de este tipo de situaciones.5 En el idioma castellano, la Real Academia Española (rae) define estrategia como el arte de dirigir las operaciones militares o un asunto, y se entiende que es un proceso regulable, un conjunto de reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento. Es notable en las definiciones que la práctica tiene un marco activo más acotado con relación a la estrategia y que se vincula a la utilidad y la pericia asociada a cierto conocimiento para realizar una labor; por ello, en este documento se analizan específicamente el monitoreo y la protección. Precisar las definiciones técnicas podría parecer un ejercicio ocioso; sin embargo, no lo es debido a que durante décadas se han debatido las prácticas y las estrategias por disciplinas como la antropología, historia, biología, ecología, y desde hace un par de décadas se han sumado los especialistas de la Gestión de Riesgos y Desastres, quienes han ampliado la evidencia empírica y cuestionado las recientes interpretaciones.6 Pero incluso entre disciplinas tan cercanas como la historia y la antropología se notan diferencias, por ejemplo, uno de los antropólogos pioneros de los estudios de la influencia de los huracanes en las sociedades se refirió a “es- 4 5 6 Diccionario de la Lengua Española, disponible en <http://www.rae.es> (consultado el 12 de junio de 2017). Diccionario Cambridge, disponible en <http://dictionary.cambridge.org> (consultado el 12 de junio de 2017). Allan Lavell, Unpacking Climate Change Adaptation and Disaster Risk Management: Searching for the Links and the Differences: A Conceptual and Epistemological Critique and Proposal, Secretaría General de Flacso y la Network for the Social Study of Disaster Prevention in Latin America, 2010, en imprenta. 142 prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes trategias de sobrevivencia o subsistencia”;7 un antropólogo y una historiadora han aludido a “estrategias adaptativas”;8 y un historiador ha utilizado varios términos como “estrategias”, “coping mecanisms o mecanismos para enfrentar”, “prácticas” y “cultural coping mecanisms o mecanismos culturales para enfrentar”.9 Y complementariamente también se utiliza en la antropología “adaptative respond” y “practics strategies.”10 Por lo anterior, en este documento se propone acotar la definición de prácticas con base en dos elementos: la complejidad de la acción y el periodo de duración. Así, las prácticas son las actividades simples que realizan los individuos o grupos, con cierta recurrencia, ante un escenario adverso, por el cual es necesario efectuar determinadas acciones concretas y delimitadas por un periodo de días, semanas, meses y algunos años. Y las estrategias son las actividades complejas que conllevan una planeación organizada, impactan en una amplia cobertura, son coordinadas de manera grupal o institucional, se aplican con cierta frecuencia como respuesta ante un agente e inciden en el beneficio de un grupo, localidad, entidad federativa o una mayor escala durante un periodo considerable de años, décadas y siglos. 7 8 9 10 Herman Konrad, “Fallout of the Wars of the Chacs: the Impact of Hurricanes and Implications for Pre-hispanic Quintana Roo Maya Processes”, en Marc Thompson, María Teresa Garcia y François J. Kense (eds.), Status, Structure and Stratification; Current Archaeological Reconstructions, Proceedings of the Sixteenth Annual Conference, Calgary, University of Calgary, 1985, pp. 321-330. Anthony Oliver-Smith, “What is a Disaster? Anthropological Perspectives on a Persistent Question”, en Anthony Oliver-Smith y Susanna Hoffman (eds.), The Angry Earth. Disaster in Anthropological Perspective, Nueva York, Routledge, 1999, pp. 80-81; Virginia García Acosta, “Historical Disaster Research”, en Susanna Hoffman y Anthony Oliver-Smith (eds.), Catastrophe & Culture. The Anthropology of Disaster, Santa Fe, School of American Research, James Currey Ltd., 2002, p. 63; y Virginia García Acosta, “Estrategias adaptativas y amenazas climáticas”, en Javier Urbina Soria y Julia Martínez Fernández (comp.), Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global, México, Instituto Nacional de Ecología (Semarnat)-Facultad de Psicología (unam), 2006, pp. 9-11. Greg Bankoff, Cultures of Disaster, Society and Natural Hazard in the Philippines, LondresNueva York, Routledge Curzon, 2003, pp. 163, 166 y 167. Anthony Oliver-Smith, Sea Level and the Vulnerability of Coastal Peoples, Responding to the Local Challenges of Global Climate Change in the 21 Century, Bonn, unu-Munich Re Foundation, 2009, p. 10. Entre los aportes antropológicos más recientes de evidencia de estrategias adaptativas destaca el trabajo de Virginia García Acosta, Joel Francis Audefroy y Fernando Briones (coords.), Estrategias sociales de prevención y adaptación, México, Foncicyt-ciesas-Conacyt, 2012. 143 raymundo padilla lozoya La diferencia temporal hace que las estrategias sean identificables preferentemente a través de un detallado análisis histórico, con una amplia perspectiva diacrónica que permita identificar la presencia de un plan, arreglos, escalas y ajustes pertinentes efectuados para mejorar el procedimiento estratégico durante un periodo de larga duración.11 En cambio, las prácticas son evidencias etnográficas de ciertas actividades para responder de manera simple y práctica a una manifestación natural, son sincrónicas o coyunturales, se presentan en un contexto particular y permiten enfrentar una situación, en este caso, amenazante o percibida como peligrosa para ciertos individuos o grupos. Es necesario realizar estas precisiones porque en gran parte de la literatura consultada se utilizan los términos “prácticas” y “estrategias” como sinónimos y no se analiza detalladamente la complejidad de estos distintos procesos. Pero es importante estudiar las prácticas porque muestran el tipo de relaciones que una sociedad mantiene con las manifestaciones de la naturaleza y las maneras como responde ante ciertas amenazas naturales, como se leerá en el presente documento. En la literatura antropológica se cuenta un gran número de publicaciones acerca de las relaciones entre la cultura y el medio ambiente. Sin embargo, para este estudio se seleccionó la teoría particular, relacionada con las prácticas para enfrentar los efectos e impactos de los huracanes. Así, la teoría específica funcionó como lente para identificar en el entorno cada elemento cultural relacionado con las prácticas para alertar y proteger a la población.12 Con base en la teoría antropológica, la observa11 12 Véase la propuesta de Fernand Braudel sobre la longue durée en “La larga duración”, Revista Académica de Relaciones Internacionales, uam-aedri, núm. 5, 2006, disponible en <www. relacionesinternacionales.info/ojs/article/view/53/47.html> (consultado el 2 de octubre de 2009). Algunas de las lecturas antropológicas más generosas incluyeron los trabajos de: Herman Konrad, “Fallout of the Wars of the Chacs…”, y “Caribbean Tropical Storms. Ecological Implications for Pre-hispanic and Contemporary Maya Subsistence Practices on the Yucatan Peninsula”, Revista de la Universidad Autónoma de Yucatán, vol. 18, núm. 224/2, edición especial, enero-marzo, 2003, pp. 99-126; Fernando Ortiz, El huracán, México, fce, 1947; Rosana Mula, Coping with Mother Nature: Household’s Livelihood Security Andrés Coping Strategies in a Situation of a Continuing Disaster in Tarlac, Philippines, tesis doctoral en sociología, Landbouwuniversiteit Wageningen, 1999; A. Oliver-Smith, “What is a Disaster?…” y Sea Level and the Vulnerability of Coastal Peoples…; G. Bankoff, Cultures of disaster…; V. García Acos- 144 prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes ción in situ fue fructífera, pues lo nuevo despierta los sentidos del antropólogo cuando se busca identificar aspectos que pueden ser sugerentes de prácticas socialmente construidas. Conceptos como “amenaza”, “percepción”, “bioindicador” y “respuesta” son útiles en este estudio para comprender la relación reflexiva que permite a los testigos adquirir un conocimiento empírico. Y con base en el saber, se actúa de ciertas maneras utilizando los recursos disponibles en el entorno y haciendo uso de las capacidades económicas individuales y familiares. Procedimiento metodológico En los meses de febrero y marzo del año 2011 se realizó una estancia de trabajo de campo intenso en San José del Cabo, Baja California Sur, como parte de la investigación doctoral. El método científico en ese estudio fue cualitativo y la técnica consistió en realizar una observación no participante, la cual es distinta de la simple observación cotidiana y de la sistemática observación participante. En la observación no participante “el investigador se comporta simplemente como visitante en el escenario, haciendo entrevistas y observación ocasional”. Por lo anterior, “el observador mantiene su libertad y distancia respecto a los sujetos de investigación, objeto de su estudio”.13 En este tipo de observación, definida como panorámica-no participante por José Ignacio Ruiz Olabuénaga, “tanto el investigador como los observados saben, son conscientes de los objetivos y planes del investigador, cosa que no sucede cuando éste participa al completo”.14 13 14 ta, “Estrategias adaptativas y amenazas climáticas”; Joel Francis Audefroy, “Adaptación de la vivienda vernácula a los climas en México”, en V. García Acosta, J. F. Audefroy y F. Briones (coords.), Estrategias sociales de prevención y adaptación, México, Foncicyt-ciesas-Conacyt, 2012, pp. 95-106; y el propio trabajo ya citado de V. García Acosta, J. F. Audefroy y F. Briones (coords.), Estrategias sociales de prevención y adaptación. Rolando Sánchez Serrano, “La observación participante como escenario y configuración de la diversidad de significados”, en María Luisa Tarrés (coord.), Observar, escuchar y comprender, sobre la tradición cualitativa en la investigación social, México, Flacso México-El Colegio de México-Miguel Ángel Porrúa, 2008, p. 101 para las dos citas. José Ignacio Ruiz Olabuénaga, Metodología de la investigación cualitativa, Bilbao, Universidad de Deusto, 2003, p. 135. 145 raymundo padilla lozoya Según Raymond Gold, citado en Ruiz Olabuénaga, en la observación no participante “el investigador no participa por completo en la vida social del grupo al que observa […] sino que participa como observador”.15 Y concluye Ruiz Olabuénaga que “aquí el observador no se ve obligado a pretender o fingir ser lo que en realidad no es. Se evitan de este modo los peligrosos malos entendidos, ambigüedades, recelos y situaciones comprometidas”.16 No fue una observación participante porque no dediqué días completos ni dormí en la casa de los informantes, sólo me incorporé en sus actividades cotidianas por periodos de varias horas; tampoco fui parte de todas sus celebraciones y tradiciones, no registré todas las actividades que realizan cada día, porque me enfoqué en observar a detalle los elementos de su entorno y hogar que pudieran estar relacionados con estrategias adaptativas, les compartí mi interés y opiniones sobre sus espacios, técnicas, procedimientos y pregunté a los informantes las razones y el origen de todas las particularidades que son notables ante una mirada y reflexión dirigidas, influidas por las lecturas previas al trabajo de campo con relación al objeto de estudio. Se realizaron observaciones específicamente en la delegación denominada San José Viejo Histórico Fundador, en la colonia La Playa y en el pueblo de San José del Cabo, en Baja California Sur. En cada unidad de análisis se realizaron, durante una semana, distintos recorridos a pie por la localidad y a la par se registró en un diario de campo el tipo de suelo y la pendiente calculada, las características de las calles, amplitud de las vías, distancia entre una vivienda y otra; tamaño, ubicación y altitud promedio de las viviendas, puertas y ventanas, materiales con que son construidas las viviendas, orientación, cercanía y exposición ante efectos de los ciclones tropicales; la disponibilidad de recursos en tiendas de abarrotes, farmacias, restaurantes y hoteles, así como servicios públicos de electrificación, drenaje, vías de comunicación y transporte, seguridad pública, bomberos y Protección Civil. Estas observaciones también fueron registradas fotográficamente como evidencia o herramienta para usar en 15 16 Raymond Gold, “Roles in Sociological Field Observations”, Social Forces, vol. 36, núm. 3, 1958, pp. 217-223. J. I. Ruiz Olabuénaga, Metodología de la investigación cualitativa, p. 135. 146 prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes consultas posteriores. En cada unidad de análisis se contó con un mapa de la zona, obtenido con el recurso electrónico conocido como Google Earth, el cual proporciona una imagen en perspectiva aérea de la zona requerida por el investigador. Este mapa sirvió además para identificar la ubicación de cada uno de los informantes en las unidades de observación. Las observaciones registradas en el diario de campo se ordenaron con base en el modelo recomendado por los antropólogos.17 Los datos relacionados con prácticas de alertamiento y protección fueron sintetizados y registrados en una ficha electrónica elaborada con el programa File Maker basada en la propuesta de categorías Murdock y además se construyó un campo para indicar el tema específico; véase un ejemplo en la fotografía iv.1. La técnica de observación no participante incluyó recorridos al interior de las viviendas de los entrevistados. Su guía y explicación permitió identificar en el espacio físico y social los lugares que consideran seguros o Fotografía iv.1. Ejemplo de ficha de registro de observaciones Fuente: Archivo del autor. 17 Jacinta Palerm Viqueira (coord.), Guía y lecturas para una primera práctica de campo, México, Universidad Autónoma de Querétaro, 2008. 147 raymundo padilla lozoya inseguros, el ancho de las bardas, el uso de gradas, tamaño de ventanas y puertas, el tipo de techos, los sitios donde se refugian y sienten más seguridad, las técnicas para sujetar los techos y otras prácticas para protegerse. Las observaciones se complementaron con entrevistas a informantes locales para conocer su experiencia con relación a los efectos y los daños de los huracanes. El contacto con los informantes se realizó por medio del delegado en cada localidad. De esa manera, los vecinos tuvieron mayor certeza de que se realizaba una investigación académica y se facilitó que aportaran datos. El perfil de informantes lo constituyeron adultos mayores de 60 años de edad, preferentemente nacidos en las unidades de análisis o con residencia de más de 30 años en San José del Cabo, San José Viejo Histórico Fundador o en la colonia La Playa, en Baja California Sur. También fue parte del criterio ser mexicano, sin importar el género, contar con lucidez intelectual y dedicación en alguna actividad productiva local. Cabe mencionar que los informantes entrevistados se autodenominaron como “fundadores” y/o “choyeros”. Los vecinos de San José del Cabo también usan la autodenominación “josefinos” para identificar a los locales que tienen cierta antigüedad, y también se nombran sudcalifornianos y baja californianos. Estas autodefiniciones propiciaron preguntarles por otros informantes similares y casi espontáneamente por iniciativa de los primeros se produjo y desarrolló la denominada técnica de “muestra en cadena o por redes”,18 o bola de nieve, que consiste en “la presentación sucesiva y espontánea de nuevos sujetos a partir de la relación con los iniciales”.19 Así, al preguntar a los informantes acerca de otros, ellos mismos hicieron recomendación de aquéllos con perfil similar. Se optó por la técnica de entrevista semiestructurada debido a que resulta útil cuando el método de investigación es cualitativo, pues con ella “el investigador busca encontrar lo que es importante y significativo en la mente de los informantes, sus significados, perspectivas e interpretacio18 19 Roberto Hernández Sampieri, Carlos Fernández-Collado y Pilar Baptista Lucio, Metodología de la investigación, México, Mc Graw-Hill Interamericana, 2006, p. 568. Ana Amuchástegui, “El significado de la virginidad y la iniciación sexual: un relato de investigación”, en Ivonne Szasz y Susana Lerner (comps.), Para comprender la subjetividad. Investigación cualitativa en salud reproductiva y sexualidad, México, El Colegio de México, 1996, p. 145. 148 prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes nes, el modo en que ellos ven, clasifican y experimentan su propio mundo”.20 Por semiestructurada se define a la entrevista que no recurre a un cuestionario con respuestas opcionales de las cuales el entrevistado debe elegir. Por el contrario, este tipo de entrevistas “cualitativas han sido descriptas como no directivas, no estructuradas, no estandarizadas y abiertas”.21 Fortino Vela Peón señala que la entrevista semiestructurada es utilizable cuando se supone que aunque los entrevistados poseen cierto conocimiento de interés, les resulta difícil expresarlo y aún más ajustar sus respuestas a unas cuantas opciones.22 Por tal motivo y considerando el perfil de los informantes se optó por atender la recomendación especializada. Con cada testigo se realizó una visita de presentación y explicación del objetivo de la investigación. Posteriormente, se aplicaron dos y hasta tres entrevistas de más de 60 minutos cada una, dependiendo de la disponibilidad del informante. Fue problemático entrevistar a algunos testigos porque su voz era débil, estaban enfermos o inmovilizados y no era posible efectuar las grabaciones en un espacio ideal. En algunos casos había familiares presentes en las entrevistas debido a que los informantes estaban enfermos y necesitaban apoyo en sus actividades cotidianas. A pesar de estas condiciones, la mayoría de los informantes se mostraron siempre muy dispuestos a dialogar sobre el tema, fueron participativos y notablemente disfrutaron narrar sus anécdotas y transmitir su conocimiento. También fue posible contar con la colaboración del Grupo Raíces de San José del Cabo, integrado por historiadores locales, quienes fueron muy amables y generosos en compartir información, especialmente Héctor Green Araiza, Oscar René Cota Agundez, Eduardo Ruiz Castro, Hugo Francisco Payén Izabal, René Olmos, Javier Agustín Payén y René Pedrín Torres; algunos de ellos aportaron datos relevantes para este estudio, véa20 21 22 J. I. Ruiz Olabuénaga, Metodología de la investigación cualitativa, p. 166. Steven J. Taylor y Robert Bogdam, Introducción a los métodos cualitativos de investigación, Barcelona, Paidós, 1987, p. 101. Fortino Vela Peón, “Un acto metodológico básico de la investigación social: la entrevista cualitativa”, en M. L. Tarrés, Observar, escuchar y comprender, sobre la tradición cualitativa en la investigación social, pp. 63-95. 149 raymundo padilla lozoya se cuadro iv.1. Se destaca el apoyo del vecino Jesús Montaño Avilés, quien colaboró destacadamente en la búsqueda de informantes y en la precisión de datos históricos locales. Cuadro iv.1. Entrevistas realizadas en Baja California Sur* Nombre Lugar de entrevista Fecha Ocupación o cargo (1) Green Araiza, Héctor San José del Cabo 5/03/2011 Historiador (2) Cota Márquez, Francisco San José Viejo Histórico Fundador 9/02/2011 Director de pc municipal (3) Miranda Ceseña, Federico San José del Cabo, colonia La Playa 12/02/2011 Vecino (4) Márquez Ceseña, Francisco San José Viejo Histórico Fundador 16/02/2011 Vecino (5) Almanza Ceseña, Pedro San José Viejo Histórico Fundador 16/02/2011 Vecino (6) Payén Izabal, Hugo Francisco San José del Cabo 17/02/2011 Historiador (7) Gabarain Montaño, Sixta Rafaela San José Viejo Histórico Fundador 18/02/2011 Vecina (8) Holmos Bañaga, Leocricia San José Viejo Histórico Fundador 18/02/2011 Vecina (9) González Agundez, Daniel San José del Cabo, colonia La Playa 19/02/2011 Vecino (10) Meza Collin, María Ninfa San José del Cabo, colonia La Playa 19/02/2011 Vecina (11) Castro Ruiz, Eduardo San José del Cabo 20/02/2011 Historiador * Entrevistas ordenadas cronológicamente. Entre los entrevistados se solicitó testimonio a vecinos con edad adulta y amplias experiencias enfrentando ciclones tropicales. También se interrogó a los historiadores porque han documentado los eventos más relevantes en la localidad, y se cuestionó al director de Protección Civil 150 prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes municipal por contar con abundante evidencia y triangular los datos más significativos. En los estudios históricos y antropológicos acerca del riesgo y los desastres se recomienda la transversalidad entre las fuentes (informantes, documentos y observación) y el trabajo comparativo para sustentar las evidencias, de esa manera se ha propuesto la investigación en distintas aportaciones antropológicas que han estudiado desastres.23 En total se realizaron 21 entrevistas durante la estancia de trabajo de campo, pero solamente en 11 de ellas se identificó información relacionada con el objeto del presente documento. Las entrevistas se llevaron a cabo principalmente en espacios interiores y exteriores de las viviendas, para que los informantes se sintieran cómodos en su entorno. Los testimonios aportados por los informantes ayudaron a explorar la trayectoria de vida de algunos vecinos con el propósito de identificar las prácticas que habían utilizado ante el riesgo por ciclones tropicales cuando eran infantes, jóvenes y adultos; también para conocer las enseñanzas transmitidas por sus padres o familiares para mitigar los efectos e impactos de los huracanes, cómo fue que aprendieron a protegerse al asegurar sus viviendas y sus demás bienes; así como qué ha pasado con esas prácticas que utilizaron ellos y sus padres. Resultados Identificación de la amenaza Los humanos están expuestos a múltiples agentes, pero cuando representan un peligro entonces pueden ser percibidos como amenaza. Por ello, para la teoría antropológica una amenaza puede ser: 23 Especialistas “desastrólogos” recomiendan el trabajo transversal y comparativo para el estudio del riesgo y los desastres, entre ellos véase: Anthony Oliver-Smith, “Anthropological Research on Hazards and Disasters”, Annual Review of Anthropology, 25, 1996, pp. 303-328; Virginia García Acosta, “La perspectiva histórica en la antropología del riesgo y del desastre. Acercamientos metodológicos”, Relaciones, vol. XXV, núm. 97, 2004, pp. 125-142; Rogelio Altez, “Nacionalización de las memorias colectivas y reproducción de riesgos en regiones fronterizas latinoamericanas”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 73, núm. 1, enero-junio, 2016, pp. 319-350. 151 raymundo padilla lozoya Las fuerzas, condiciones, o tecnologías que acarrean un daño social potencial, estructural o medioambiental. Una amenaza puede ser un huracán, sismo o avalancha; y también puede ser una razón nuclear o una práctica socioeconómica, como usar pesticidas. La amenaza además incorpora la manera en que una sociedad percibe el peligro o los peligros, cualquier ambiente y/o tecnología, como los encara y las maneras como permite la entrada del peligro en su cálculo del riesgo.24 Por tal motivo, la percepción de la amenaza se vuelve un factor determinante para detonar una acción o práctica que pretende preparar al individuo o prevenir posibles daños colectivos. En este sentido, los pobladores de San José del Cabo identifican plenamente a los ciclones tropicales como agentes amenazantes de la integridad física, de distintos bienes como la vivienda, recursos como las plantaciones o del patrimonio público como la infraestructura urbana. La percepción de los vecinos de San José del Cabo acerca de los ciclones tropicales como una amenaza se sustenta con estudios académicos que muestran la frecuencia de impactos y desastres asociados a esos hidrometeoros en la península de Baja California.25 Sistema de comunicación Las entrevistas permitieron identificar acciones muy específicas que evidencian un “sistema de comunicación” utilizado por los vecinos para notificar la presencia de una amenaza. Es notable que ese sistema es anterior 24 25 Anthony Oliver-Smith y Susanna Hoffman, “Anthropology and the Angry Earth: An Overview”, en A. Oliver-Smith y S. Hoffman (eds.), The Angry Earth…, p. 4. Sergio C. Serra, “Hurricanes and Tropical Storms of the West Coast of Mexico”, Monthly Weather Review, vol. 99, 1971, pp. 302-308; Raymundo Padilla Lozoya, Estrategias adaptativas ante los riesgos por huracanes en Cuyutlán, Colima y San José del Cabo, Baja California Sur, tesis doctoral en antropología, México, ciesas, 2014; Luis Molina Farfán, Ricardo Prieto, J. N. Martínez-Sánchez y Raymundo Padilla, “Ciclones tropicales y su influencia en México”, en Teresa Cavazos (ed.), Conviviendo con la naturaleza: El problema de los desastres asociados a fenómenos hidrometeorológicos y climáticos en México, México, Conacyt-cicese-ineccCenapred, 2015, pp. 50-74; David Muriá Vila (coord.), El huracán Odile y sus efectos en la infraestructura del sur de la península de Baja California, México, Instituto de Ingeniería de la unam-Academia de Ingeniería, 2015. 152 prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes a la institucionalización del modelo comunicativo de alertas que opera de manera oficial a través de la dependencia de Protección Civil municipal.26 Por su antigüedad, el sistema de comunicación que utilizan los vecinos puede considerarse vernáculo o tradicional y se basa en la observación del entorno. El sistema está ligado a bioindicadores, entre ellos el comportamiento de algunos animales, como se ilustra en el cuadro iv.2. Cada bioindicador se relaciona con el saber popular inferido por los vecinos, fortalecido con la coincidencia de eventos y la frecuencia de la manifestación. Como respuesta y consecuencia ligada al saber, se realiza una o varias prácticas que a lo largo del tiempo han demostrado su efectividad ante el criterio de los informantes. De manera sintética se ilustra en el cuadro iv.2. la secuencia entre bioindicador, saber y práctica(s). Los bioindicadores funcionan en biología para evidenciar las características del medio ambiente. En este documento se sustenta que en ellos se basa parte del conocimiento popular que los josefinos tienen del entorno, especialmente ante la presencia de un huracán. Los bioindicadores son identificados por la población cuando observa y percibe ciertas manifestaciones naturales. La percepción es fundamental para que los humanos realicen determinadas acciones, pues culturalmente aceptan ciertos riesgos y reaccionan enfrentando los que consideran más importantes en su escala de valores y consideraciones, en ello han coincidido distintos estudios.27 26 27 Se reconoce en San José del Cabo un sistema de alertamiento institucionalizado que es operado por la Unidad Municipal de Protección Civil, sin embargo, no será tratado en este documento porque se pretende aportar información acerca de las prácticas populares o socialmente construidas, que no pasan por el proceso académico y metodológico de la denominada ciencia. El sistema de monitoreo y alertamiento institucionalizado se basa principalmente en la tecnificación, e inició con los telegramas inalámbricos desde los barcos, vuelos en aviones, imágenes satelitales y monitoreo con sensores meteorológicos de diversa naturaleza. Para más información de este sistema tecnificado, consúltese R. Padilla Lozoya, Estrategias adaptativas ante los riesgos por huracanes… Acerca de los mecanismos culturales que operan la percepción del entorno natural y del construido se han escrito diversos estudios antropológicos, entre ellos véase Mary Douglas, Risk Acceptability According to the Social Sciences, Nueva York, Russell Sage, 1985; Nick Pidgeon, Roger E. Kasperson y Paul Slovic, The Social Amplification of Risk, Cambridge, Cambridge University Press, 2003; y el trabajo ya referido de J. Urbina Soria y J. Martínez Fernández, Más allá del cambio climático. Las dimensiones psicosociales del cambio ambiental global. 153 Cuadro iv.2. Elementos del sistema de comunicación, alertamiento y protección Bioindicador Saber Práctica(s) 1) Salen cangrejos azules del arroyo San José y cruzan por el pueblo.a Los pobladores saben que los cangrejos perciben una lluvia e inundación, por ello salen del río y buscan refugio. Avisan de voz en voz a los vecinos para alertar y evitar que se introduzcan al río. Procuran alejarse de las huertas y se preparan en sus viviendas ante la posible presencia de un ciclón tropical. (1) (6) (11) 2) Las “cachoras” tapan sus cuevas con piedras. Los josefinos saben que la lagartija percibe una lluvia y cubre su cueva ante una posible inundación. Avisan de voz en voz a los vecinos para alertar que se aproxima una lluvia y probable inundación. (1) (6) 3) Las aves marinas graznan y vuelan sobre San José del Cabo con rumbo hacia la serranía para refugiarse.b Los vecinos saben que las aves buscan refugio en tierra y que detrás de ellos se aproxima un ciclón tropical que los hace huir. A las aves marinas las llaman “pájaros chubasqueros”, y son pelícanos, gaviotas y otras. Avisan de voz en voz a los vecinos para alertar que se aproxima un ciclón, cierran puertas y ventanas de sus viviendas, y las refuerzan con tablas de madera clavadas a la pared. (1) (6) 4) Las gallinas se refugian en las hornillas.c Y aunque las saquen, se regresan. Los sudcalifornianos saben que las gallinas se refugian debajo del horno en la cocina porque perciben que se aproxima un ciclón tropical. Identifican de manera individual y familiar el comportamiento.(1) (6) 5) Las vacas mugen y dirigen su cabeza hacia la playa. Los pobladores saben que las vacas perciben el incremento en la intensidad del viento ante la presencia de un ciclón porque transporta la brisa y ésta deposita sal en su hocico, el cual lamen. Regresan a su vivienda para resguardarse ante el arribo del ciclón. (1) (2) (6) 6) Las hormigas sellan con pequeñas piedras el acceso a su hormiguero. Los vecinos saben que las hormigas se preparan ante inundaciones sellando su hormiguero. Revisan las pertenencias que pueden ser arrastradas por una corriente y las resguardan. (1) (6) a b c En Cuyutlán, Colima, un salinero y un profesor coincidieron en que horas antes de la llegada de la primera lluvia de la temporada salen del mar los cangrejos llamados “ticuices” para refugiarse en las huertas frutales, las palmas y demás vegetación de la cual se alimentan. Por ello, los campesinos ponían vigilancia y hacían barricadas para contener el avance de los ticuices, y al caer éstos en las zanjas los mataban con palos y los daban a comer a los cerdos. En Cuyutlán, Colima, los vecinos distinguen los nidos de las aves llamadas “calandrias” (Melanocorypha), pues aseguran que su ubicación les indica el tipo de temporal de lluvias que se presentará. Según ellos, las calandrias previenen la integridad de sus nidos ante las inclemencias. Si los esconden entre las ramas de los árboles es porque se presentarán tormentas intensas, pero si los colocan en el exterior y muy arriba del árbol, es porque no les preocupa a las aves la intensidad de los vientos. Véase R. Padilla Lozoya, Estrategias adaptativas ante los riesgos por huracanes… “Hornilla” es usado como sinónimo de horno para tortillas; consiste en un mueble de ladrillo y encima se pone una lámina en la que se colocan las tortillas para calentarlas. prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes Observación y percepción del medio ambiente Además de observar la conducta de algunos animales, el sistema de comunicación y alertamiento se complementa con prácticas asociadas a la percepción de cambios en el medio ambiente. La identificación de patrones y alteraciones del medio ambiente es un recurso ampliamente utilizado por las sociedades para reconocer una alteración en el entorno causada por alguna amenaza que se debe alertar, y ante la cual se practica una acción preparativa para disminuir afectaciones o impactos. Es un proceso complejo, ampliamente estudiado desde diferentes disciplinas con énfasis en los riesgos que la población percibe, pero también en la manera como los maneja, los produce y reproduce.28 La percepción de las manifestaciones de gran magnitud, como los huracanes, ha sido documentada desde la antigüedad. Por ejemplo, en Asia, el primer tifón registrado data del año 975 d. C., y fue percibido como un “viento o tormenta que viene en cuatro direcciones” que impactó la provincia de Guandong.29 De manera similar, en México, el sacerdote Diego de Landa reportó un huracán percibido y recordado por los nativos como “un huracán de cuatro vientos”, el cual causó la destrucción de la ciudad de Mayapan, en Yucatán, en el año de 1464. Es el primer reporte escrito que se tiene de un huracán en México.30 Al investigar los huracanes en Cuba durante los años de 1945 y 1946, el antropólogo español Fernando Ortiz encontró entre los nativos indocubanos evidencias de percepciones especialmente asociadas a los hura28 29 30 M. Douglas, Risk Acceptability According to the Social Sciences; Paul Slovic, Baruch Fischhoff y Sarah Lichtenstein, “Why Study Risk Perception?”, Risk Analysis, vol. 2, núm. 2, Society for Risk Analysis, 1982, pp. 83-93; Paul Slovic, “Perception of Risk”, Science, News Series, vol. 236, núm. 4799, 1987, pp. 280-285; Virginia García Acosta, “El riesgo como construcción social y la construcción social de riesgos”, Desacatos, núm. 19, septiembre–diciembre, ciesas, 2005, pp. 11–24. Louie Kin-Sheun y Kam-Biu Liu, “Earliest Historical Records of Typhoons in China”, Journal of Historical Geography, vol. 29, núm. 3, 2003, p. 300. 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Antes del ciclón suele estar en calma, silencioso y casi imponente”.31 De manera muy similar, en Baja California Sur los informantes explicaron que perciben la cercanía de un ciclón tropical cuando observan que el oleaje está muy tranquilo durante un día. Distinguen en el agua corrientes más que olas, que hacen parecer como que algo nada por debajo. Luego el mar se torna “oscuro y llega mucho oleaje” (4) (9).32 El mar se oscurece por el horizonte saturado con las densas bandas nubosas del huracán: “Se empieza a poner muy oscuro el mar y luego el viento y luego mucha agua corre” (9), el mar se torna “embravecido” (4). Y hay mucho viento y las olas golpetean la playa. Los informantes coincidieron en que perciben a gran distancia un ciclón cuando identifican en el ambiente un “airecito, entonces se empieza a pasar la voz de que se acerca un chubasco”. Ese viento que para ellos es característico de un ciclón detona una serie de prácticas de protección, entre ellas “se escucha el martillo clavando tablas en ventanas y puertas” (9) para asegurarlas y evitar que se las lleve el viento intenso. En San José del Cabo la observación y antecedentes han permitido a los vecinos identificar patrones de frecuencia de ciclones tropicales. Así, los vecinos reconocen a los meses de agosto, septiembre y octubre como la “temporada de chubascos” (11), y los estudios científicos más recientes han corroborado esa percepción con estudios de frecuencia de impactos.33 Cabe precisar que los vecinos distinguen entre temporal y chubasco.34 Consideran “temporal” al ciclón cuyos efectos de vientos y lluvia duran 31 32 33 34 F. Ortiz, El huracán, p. 47. Para facilitar la relación entre el testimonio y el informante, se usa en este documento la referencia numeral, entre paréntesis, correspondiente con el cuadro iv.1. La mayor frecuencia de impactos de huracanes en la península de Baja California Sur ocurre en los meses de agosto, septiembre y octubre, véase L. Molina Farfán, R. Prieto, J. N. Martínez-Sánchez y R. Padilla, “Ciclones tropicales y su influencia en México”. Los josefinos pronuncian la palabra chubasco parecido a “schubagshco”. 156 prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes por varios días; y ellos nombran “chubasco” al ciclón que tiene una corta duración, presenta lluvia abundante y vientos muy intensos. La precisión tiene relevancia porque al cuestionar a los entrevistados acerca de la presencia y recurrencia de “huracanes” en la localidad, negaron que estos fenómenos los afecten y luego precisaron que ahí los peligrosos son los “chubascos” y los “temporales”. Y entre ambos, sienten más temor por los temporales, porque su abundante lluvia produce peligrosos deslizamientos de tierra con piedras de gran volumen que descienden de la serranía, e inundaciones muy amplias por la saturación del suelo. Preparativos ante la presencia de un ciclón tropical Cuando los josefinos de edad avanzada identifican los bioindicadores y perciben los cambios en el medio ambiente realizan ciertas prácticas preparativas y de protección de su integridad física, la de sus familiares y sus bienes materiales (véase cuadro iv.3). Los testimonios de los vecinos de San José del Cabo permiten identificar que perciben al chubasco y al temporal como amenazas para la disponibilidad de alimentos, agua y para su integridad física y la de su vivienda. Por ello, han desarrollado históricamente distintas prácticas. De esta manera, la percepción focalizada en una amenaza ha detonado un proceso creativo de acciones prácticas que son respuestas con múltiples ajustes y modificaciones en cada caso con pequeñas variables, como el tipo de madera para la tranca, el tamaño y cantidad de rocas, el grosor de las cuerdas de cuero y la cantidad de oraciones que se pronuncian. En conjunto, esas prácticas forman parte del capital cultural al cual recurre la sociedad más añosa de San José del Cabo para enfrentar la amenaza de los ciclones tropicales. En los tipos de viviendas es muy notable la variabilidad histórica de las prácticas que han permitido protegerse a los josefinos de los efectos e impactos de los huracanes y otras manifestaciones inclementes de la naturaleza. Durante la observación fue posible documentar viviendas construidas con chiname, palma y adobe; véanse las fotografías iv.2, iv.3 y iv.4. En la arqueología y la antropología se han dedicado múltiples estudios acerca de las formas constructivas y su relación con el medio am157 Cuadro iv. 3. Prácticas históricas de protección ante ciclones tropicales Percepción 1) Perciben incremento de los vientos y nubosidad abundante. Saber Los pobladores saben que los vientos intensos y nubosidad están asociados a los ciclones tropicales, las inundaciones, la incomunicación y la escasez de recursos como agua y alimentos. Práctica(s) Se preparan ante la escasez de agua con recipientes de gran tamaño elaborados con metal o plástico. También protegen en recipientes la carne seca, huevos, pan y semillas para alimentarse durante la escasez. (4) (8) 2) Perciben que el techo Los vecinos de San José del de su vivienda es frágil. Cabo saben que los vientos intensos de un ciclón puede desprender el techo de la vivienda. Introducen rocas de gran tamaño al interior de la vivienda, las amarran con “lías” de res (tiras de cuero de res) y las atan a los troncos que dan estructura al techo de palma o zacate. (5) (9) 3) Perciben que los vientos intensos pueden ingresar por puertas y ventanas. Colocan trancas detrás de las puertas y ventanas para evitar que se abran con la intensidad de los vientos. Si el aire destecha la vivienda y quedan a la intemperie, meten a los hijos debajo del colchón de la cama y los padres se colocan encima para agregar peso. (3) (7) (9) Los vecinos saben de los daños que producen en las viviendas los vientos intensos de un ciclón. 4) Perciben la fragilidad Los josefinos han de su vivienda. atestiguado y saben que los vientos de un ciclón pueden destruir viviendas frágiles. En distintos periodos han cambiado el tipo de materiales de su vivienda para protegerse. (2) (6) 5) Perciben que el terreno de su vivienda es susceptible de inundaciones. Los vecinos saben del daño que han producido las inundaciones y los flujos de escombros que han impactado al pueblo y a las vías de transporte. Las viviendas de los josefinos entrevistados se encuentran ubicadas en terreno elevado y áreas donde han notado menos inundaciones. Las viviendas josefinas suelen contar con piso de arena para filtrar el agua acumulada. (2) (6) (11) 6) Perciben la amenaza de un ciclón. Los josefinos saben de los daños que pueden producir un chubasco o un temporal porque han sido testigos. Practican la quema de palmas bendecidas por la creencia de que el humo ahuyentará al fenómeno y los rezos favorecerán cierta protección simbólica. (7) (8) (19) prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes Fotografía iv.2. Vivienda de Chiname con techo de palma Fuente: Tomada por Raymundo Padilla Lozaya. biente y el uso de recursos naturales.35 Durante el siglo xx, la mayoría de los entrevistados en San José del Cabo mencionaron que vivieron con sus familias en modestas casas construidas con materiales naturales obtenidos del entorno campirano, algunas de las cuales siguen en pie aunque requieren mantenimiento. Antes de la implementación de las viviendas construidas con ladrillo, concreto y varillas de acero eran comunes las casas con una estructura de troncos u horcones extraídos de los árboles. Las paredes se alzaban con varas de distintos materiales como el llamado palo de arco (Myrospermum frutescens) y el palo amarillo (Esenbeckia flava), los techos eran de palma (y aplicaban una técnica conocida como chiname para trenzar las varas y darle solidez. No se usaban clavos de metal o alambres para atar 35 Véase, por ejemplo, Ramón M. Bonfil, La vivienda campesina, México, sep, 1963; Amos Rapoport, House, Form and Culture, Nueva Jersey, Englewood Cliffs, 1969, y Vivienda y cultura, Barcelona, Gustavo Gili, S. A., 1972; Erik Akpedonu y Saloma Gzarina, Casa Boholana: Vintage Houses of Bohol, Quezon, Ateneo de Manila University Press, 2011. 159 Fotografía iv.3. Vivienda de palma con techo de palma Fuente: Tomada por Raymundo Padilla Lozoya. Fotografía iv.4. Vivienda de adobe con techo de palma Fuente: Tomada por Raymundo Padilla Lozoya. prácticas históricas de alertamiento y protección ante huracanes los carrizos del techo y las varas en las paredes, se utilizaban solamente delgadas tiras de dátil del monte (Yucca valida). Las ramas eran recolectadas de los árboles del entorno, algunos cerca del estero San José y otros con rumbo a la sierra. Pero desde que aumentó la migración e incrementó la poblacional local, en la década de los años setenta, todos los recursos naturales usados ancestralmente para la construcción de viviendas fueron sobreexplotados y la mayoría están casi extintos. Conclusiones Las prácticas históricas de alertamiento han sido parte de un largo proceso de ajustes, experimentación e ingenio popular, que incide con la denominada adaptación. Aún se cuenta con el testimonio de quienes aseguran haberse beneficiado con un sistema de comunicación basado en la observación de bioindicadores, saberes y prácticas específicas. El uso de esas prácticas históricas se concibe actualmente como parte de una creencia, desestimada por la racionalidad, el método y las técnicas consideradas científicas, por lo cual es casi seguro su desuso y desaparición en el corto y mediano plazos. Las nuevas generaciones prefieren ser alertados con otros métodos más técnicos, como el monitoreo satelital y los avisos multimedia que emiten los organismos vinculados a Protección Civil. Sin embargo, es responsable rescatar esos saberes y prácticas, pues forman parte del conocimiento integral de la sociedad con relación a una amenaza. Siguiendo la propuesta de los historiadores alemanes Mauch y Pfister, urge profundizar en el estudio del “paradigma del aprendizaje progresivo para mostrar cómo a través del tiempo… se han implementado diferentes modelos predictivos y cómo la tecnología y la burocracia envueltas en la prevención del desastre se han sofisticado gradualmente”.36 Las prácticas de alertamiento y protección tienen como base la percepción de una amenaza, la cual detona el ingenio social y la creatividad para diseñar y ejecutar acciones específicas. Las acciones materiales tie36 Christof Mauch y Christian Pfister (eds.), Natural Disasters, Cultural Responses, Case Studies Toward a Global Environmental History, Lanham, Lexington Books, 2009, p. 9. 161 raymundo padilla lozoya nen una repercusión evidente para los ejecutantes, quienes mejoran el proceso con la experiencia, los errores y los aciertos. Los métodos urbanos de la ingeniería civil procuran apegarse a las normas constructivas y han estandarizado el uso de materiales resistentes como el ladrillo, concreto y varillas de acero. Sin embargo, la antigua práctica de asentar construcciones en lugares elevados y en áreas con poca probabilidad de inundación debe seguirse aplicando para evitar inundaciones urbanas en las viviendas. También se documentó una práctica que está vinculada a un tipo de protección simbólica, sin una evidente certeza de su efectividad. No obstante, forma parte del imaginario local de los pobladores acerca del fenómeno y del control que consideran tener sobre él. La dimensión simbólica de la protección, aunque sea inmaterial, debe considerarse en la planeación de programas de alertamiento y prevención porque forma parte de los modos de enfrentar las amenazas. Como coinciden García Acosta y Oliver-Smith, las prácticas están presentes en los hábitos, costumbres, creencias y tradiciones. Y con la evidencia analizada en este documento es indudable que ciertas prácticas han servido a las comunidades para reconocer los patrones de su medio ambiente y darles seguridad ante la amenaza crónica de los ciclones tropicales. Por lo expuesto, es notable que las prácticas han favorecido en distintos niveles el desarrollo de las comunidades durante largos periodos de tiempo, en los que han aprendido a alertarse y protegerse ante las amenazas naturales que perciben como peligrosas y ante las cuales se efectúan distintas respuestas. 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Vulnerabilidad estructural en la zona rural de Los Cabos, Baja California Sur Omar Mancera González1 Introducción La ciudad de Cabo San Lucas, en el extremo sur de la península de Baja California, es uno de los destinos turísticos más concurridos de México. El turismo que abunda en la región es principalmente canadiense y estadounidense, con una baja, pero también considerable, proporción de connacionales. La oferta y los servicios turísticos son considerados de alta gama, por lo que es un destino a donde acuden personas con nivel adquisitivo alto, y que gustan de las actividades que ofrecen los destinos de sol y playa. A diferencia de otros destinos playeros, Cabo San Lucas ofrece a los visitantes experiencias de aventura, cacería y circuitos a través del desierto, además de estar próxima a otros sitios turísticos atractivos como San José del Cabo (32.8 km), Todos Santos (76.1 km) y, la capital del estado, La Paz (156.7 kilómetros). Esta ciudad posee una importante infraestructura hotelera, restaurantera, de navegación deportiva, y un desarrollo inmobiliario enfocado principalmente a los turistas. Por lo anterior, los esfuerzos, programas y recursos de los tres niveles de gobierno se enfocan en preservar, promover e incrementar dicha oferta. Por el contrario, en la zona rural aledaña a la ciudad los programas gubernamentales son escasos, así como la atención a las demandas ciudadanas y la inversión en infraestructura, ya que no sólo es una zona desértica y pobre, poblacionalmente tampoco repre1 Escuela de Ciencias Antropológicas, Universidad Autónoma de Sinaloa. 167 omar mancera gonzález senta una densidad considerable porque son pocos habitantes y las viviendas se encuentran dispersas, aunado a una problemática en la tenencia de la tierra que se expondrá adelante. En el presente documento se discutirán los contrastes entre el desarrollo de la ciudad de Cabo San Lucas y la zona rural del municipio de Los Cabos, que actualmente se encuentra casi deshabitada, y donde el panorama a futuro parece indicar que continuará despoblándose, en perjuicio de las comunidades que la habitan y en beneficio de las familias adineradas que aprovechan la situación para adquirir propiedades a bajo costo donde construir ranchos o casas de descanso. Las condiciones de vulnerabilidad a las que están expuestos los habitantes de la zona rural se conjugan, por lo que no sólo se exponen al embate de los fenómenos meteorológicos, comunes en la región, sino que también deben lidiar con otras vulnerabilidades y carencias que están ocasionando la pérdida de patrimonio, migración a las ciudades, aumento de la morbilidad de los habitantes y una fuerte especulación de terrenos. La zona rural del municipio de Los Cabos es una región particularmente expuesta a los embates de la naturaleza, como ocurrió en septiembre de 2014 con el huracán Odile. Dicha particularidad radica en que la zona es estructuralmente vulnerable por su aislamiento geográfico, porque no cuenta con servicios públicos mínimos como electrificación, agua potable, vías de comunicación accesibles, entre otros elementos nodales a discutir adelante. El embate del huracán Odile acentuó las condiciones de vulnerabilidad de los pobladores de la región, incomunicándolos por días y dañando sus precarias propiedades; los esfuerzos de las agencias gubernamentales por restaurar la zona afectada no llegaron a la población rural y se concentraron en el destino turístico de Cabo San Lucas, y en las ciudades vecinas San José del Cabo y La Paz. El argumento a desarrollar en esta investigación es que a dos años de la catástrofe aún se observan los estragos en las viviendas y en la escasa infraestructura; las rancherías y poblados quedaron abandonados o con escasos habitantes debido a que todos migraron a Cabo San Lucas, pues sólo requerían un detonante para abandonar sus poblaciones e incorporarse a la dinámica de la ciudad turística, con los problemas de marginación y subempleo que genera vivir en un sitio nuevo bajo la condición de 168 “el huracán nos remató” desplazado. Dicho abandono no sólo tiene a la zona rural más desértica de lo ya considerada, sino que es una excusa para que los programas de electrificación, habilitación de caminos, así como de asistencia social no lleguen. Aunado a lo anterior, la construcción de un libramiento carretero (entre las ciudades de San José del Cabo y Cabo San Lucas) afecta los caminos rurales tradicionales, ya que se cortaron y se cercaron muchos de ellos, por lo que las nuevas rutas vecinales trazadas por la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (sct), así como por el gobierno estatal, son más largas y confusas, representando mayores tiempos de traslado y dificultades para atender emergencias médicas o de otra índole. Los datos e información a desarrollar son resultado de una investigación etnográfica y documental hecha en todas las poblaciones y rancherías de la zona durante mayo y junio de 2015, y junio, julio y agosto de 2016. Además de las reflexiones y la exposición de estudios de caso, de datos censales, georreferenciales y oficiales, se discutirá epistemológicamente el proceso de vulnerabilidad por el que atraviesa la región y sus oriundos. Si bien la vulnerabilidad está dividida conceptualmente en ambiental, social, económica, entre otras, se usará la categoría “vulnerabilidad estructural”,2 para cubrir todos los elementos sociales, de infraestructura, gubernamentales, económicos, ambientales y coyunturales, que unidos acentúan la exposición de las poblaciones en zonas como las de este estudio, y que durante los fenómenos naturales no sólo son las más golpeadas, sino también las más desatendidas. Debido a que el trabajo de campo se realizó en 2015 y 2016, los datos etnográficos son recientes, por lo que el estudio posee un carácter inédito y es importante para conocer la realidad social y ambiental de la zona tras el paso del huracán Odile, así como para demostrar que también los fenómenos hidrometeorológicos están generando población desplazada hacia las urbes más próximas; además del aporte teórico a la discusión sobre los procesos de vulnerabilidad. 2 Omar Mancera González, “La histórica vulnerabilidad socioambiental de Osumacinta, Chiapas. Legado de un proyecto hidráulico”, en Denise Soares, Gemma Millán e Isabel Gutiérrez (eds.), Reflexiones y expresiones de la vulnerabilidad social en el sureste de México, México-Costa Rica, imta, catie, 2014, pp. 265-286. 169 omar mancera gonzález Aproximación a la zona de estudio Los Cabos es uno de los de los cinco municipios del estado de Baja California Sur. Con una extensión territorial de 3 683 Km2, representa 5.0% de la superficie estatal. Se encuentra situado al sur de la península de Baja California, limitando al norte con el municipio de La Paz, al sur y al este con el Golfo de California, y al oeste con el océano Pacífico; su cabecera municipal se ubica dentro de los 23° 03’ latitud norte, y los 109° 42’ longitud oeste del meridiano de Greenwich, a una altura de 40 msnm. Mapa v.1. Área de estudio señalada Fuente: Google Earth. Los primeros habitantes de esta zona desértica datan de la época prehispánica. El grupo indígena pericúe se dedicaba a la caza y recolección en el desierto, así como a la pesca en la zona costera. Con la ocupación española, su población se redujo drásticamente debido a la mortandad por enfermedades y a que eran utilizados por los españoles como buzos que extraían perlas (joya abundante en la región). El misionero jesuita 170 “el huracán nos remató” Mapa v.2. Delegaciones municipales en Baja California Sur Fuente: Gobierno de Baja California Sur. Francisco Xavier Clavijero narra que debido a estas causas sólo quedó un indígena vivo, en 1767.3 Las misiones jesuitas, fundadas a inicios de 1700, fueron abandonadas durante las primeras dos décadas del siglo xix, convirtiéndolas en ranchos ganaderos y agrícolas de baja escala.4 Esta tendencia se mantuvo en la zona rural del municipio, lo que explica la población dispersa y que existan sólo tres poblados que además de aglutinar a la mayoría de los habitantes de la zona, también concentran las escuelas y la representa3 4 José Luis Lorenzo, “Los orígenes mexicanos”, en Daniel Cosío Villegas, Historia general de México, tomo i, México, El Colegio de México-Harla, 1987, pp. 93-128. Información disponible en <http://www.bcs.gob.mx/conoce-bcs/historia-de-baja-californiasur/> (consultada en mayo de 2017). 171 omar mancera gonzález ción local gubernamental, a través de comisarios. La región rural no se pobló más por personas externas, sus habitantes continuaron desarrollando la ganadería y la agricultura (maíz de temporal) de baja escala o de subsistencia, así como la recolección de frutos del desierto, como la pitahaya agria (Stenocereus gummosus), que comercializan en puestos improvisados en las calles de la ciudad de Cabo San Lucas. La población del municipio de Los Cabos es de 238 487 habitantes, en sus 552 localidades y rancherías. La ciudad de Cabo San Lucas cuenta con una población de 69 788 habitantes, según datos del Conteo de Población y Vivienda 2010 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (inegi). El municipio de Los Cabos se divide en cinco delegaciones municipales (que a su vez cuentan con varias subdelegaciones): Santiago, La Rivera, Miraflores, Cabo San Lucas y San José del Cabo, siendo esta última la cabecera municipal. Para la presente investigación se trabajó en las delegaciones Cabo San Lucas y San José del Cabo. Las subdelegaciones de ambos, insertas en el estudio y visitadas en su totalidad, son: • En Cabo San Lucas: Migriño, San Nicolás, El Sauzal, La Candelaria y Los Pozos. • En San José del Cabo: Toro Muerto. En cada subdelegación existen pequeños pueblos y ranchos aislados (también llamados rancherías); la población y las viviendas en el área de estudio se encuentran dispersas geográficamente, incluso a decenas de kilómetros de distancia entre unas y otras. Sin embargo, cuando los caminos de terracería se encuentran en buen estado, el traslado no lleva más de una hora. Aunque recientemente existen complicaciones derivadas de obras de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (sct), que están aletargando los tiempos e incrementando las distancias de traslado entre poblaciones, ranchos, y hacia las ciudades próximas de San José del Cabo y Cabo San Lucas. Los datos recabados en la investigación etnográfica, particularmente de un censo realizado casa por casa, determinan que la zona de estudio cuenta con una población de 91 personas, distribuidas en 56 rancherías pertenecientes a las cinco subdelegaciones. 172 “el huracán nos remató” Mapa v.3. Localización de las subdelegaciones estudiadas Fuente: Google Earth. Elaboración propia a partir de los datos etnográficos. El área de estudio se caracteriza por ser una región semiárida, con población dispersa principalmente en ranchos y en tres localidades de pequeña proporción: Migriño, El Sauzal y Los Pozos. La región carece de servicios públicos como energía eléctrica, drenaje, agua entubada, alumbrado, recolección de basura, seguridad y transporte público. El tipo de construcción de las viviendas es similar en todos los asentamientos (excepto en los ranchos de descanso de familias adineradas de San José del Cabo, Cabo San Lucas, La Paz o del extranjero): de dos o tres recámaras, construidas con block o ladrillo, piso firme, techo de concreto o de lámina. La mayoría de las casas cuentan con paneles solares y se provén de agua a través de pozos artesanales. En la región sólo se encontraron dos tiendas (en Los Pozos): en una venden exclusivamente refrescos y en la otra productos básicos para el hogar y algunos alimentos enlatados. La mayoría de los habitantes se dedican a la crianza de animales de granja (cerdos y gallinas) y a la ganadería de baja escala (vacas, ovejas y cabras), para la subsistencia; no existe agricultura extensiva debido a la 173 omar mancera gonzález aridez del terreno y a la insuficiencia de agua para el riego. Sólo en tres ranchos se detectaron pequeñas parcelas de maíz (de temporal) y árboles frutales de mango y papaya, de autoconsumo. Algunas personas se dedican a la venta de productos como leche, quesos o leña, pero no representa su principal ingreso económico ni lo consideran un empleo, sólo son una fuente de ingreso adicional. Las poblaciones pequeñas, ranchos dispersos y aislados, que conforman las cinco subdelegaciones de Cabo San Lucas se describen a continuación: — San Nicolás: San Nicolás, San Mateo, rancho de Retiro de Alcohólicos Anónimos, Hacienda Las Vistas, Vinatería, Rancho Guamuchilito, Corral Viejo, Los Gavilanes. — El Sauzal: El Sauzal, San Gerardo, Las Pilas, La Palma, Sal si puedes, rancho El Salto, La Cueva, El Anhelo, El Papache, El Rodeo y El Salto. — Los Pozos: Los Pozos, El Zorrillo, Los Morritos, El Saucito, La Dorada, rancho Los Cuatro Vientos y rancho El Pozo. — La Candelaria: La Candelaria (cabecera), El Zacatón, rancho La Ilusión, rancho Malquerido, rancho Las Hortensias, rancho Mi Princesita, rancho Carrizalito, Cabo Blanco, El Huizache, rancho San Ramón, Buena Vista, Las Presas, San Ramoncito, El Salto de Los González. — Migriño: Migriño, Punta de San Cristóbal, Salto Carrizo, La Joya 1, La Joya 2, Las Margaritas, Agua de Paloma 1, Agua de Paloma 2, Palo Escopeta, rancho Migriño Haciendas, El Saltito, rancho Nuevo La Palapa. Por su parte, los ranchos que integran la subdelegación de Toro Muerto en San José del Cabo son: — Toro Muerto: El Parralito, La Verdad, El Aguajito, El Encinal. En Migriño y La Candelaria el régimen de propiedad es ejidal, mientras que en el resto de las subdelegaciones se divide en tierras nacionales 174 “el huracán nos remató” Mapa v.4. Asentamientos humanos en la zona de estudio Fuente: Google Earth. Elaboración propia a partir de los datos etnográficos. y propiedad privada (en litigio, con títulos de posesión y las menos con título de propiedad). En la zona de estudio, por sus características áridas, no se encontraron canales de riego o drenes de la Comisión Nacional del Agua (Conagua). Tampoco existen vías de ferrocarril ni puertos. En cuanto a las vías de comunicación terrestre, la carretera federal México 19 es la única pavimentada y administrada por la sct, así como el libramiento carretero Cabo San Lucas-San José del Cabo, que aún se encuentra en construcción y por lo tanto no es transitable. El resto son caminos rurales habilitados por el ayuntamiento de Los Cabos, cuyo mantenimiento es anual, en el mejor de los casos. En cuanto a la exposición a los fenómenos hidrometeorológicos, en el sur de la península de Baja California el “grado de peligro por ciclones tropicales” (huracanes) es considerado “muy alto”, según la Conagua y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred). En el cuadro v.1 175 omar mancera gonzález Cuadro v.1. Relación de huracanes que impactaron la zona de estudio en los últimos 10 años Nombre Odile Categoría Lugar de entrada a tierra Huracán categoría 3 Este de Cabo San Lucas A 15 km de Cabo San Lucas Periodo 10-17, septiembre, 2014 Georgette Tormenta tropical 21-23, septiembre, 2010 Patricia Depresión tropical A 25 km al sur de San José del Cabo Olaf Depresión tropical A 55 km de Puerto Cortés 3, octubre, 2009 Jimena Huracán categoría 2 Puerto Cortés 28, agosto-4, septiembre, 2009 Norbert Huracán categoría 2 Puerto Cortés 3-12, octubre, 2008 Lowell Depresión tropical Cabo San Lucas 6-11, septiembre, 2008 Julio Tormenta tropical La Aguja 23-26, agosto, 2008 11-14, octubre, 2009 Henriette Huracán categoría 1 San José del Cabo 30, agosto-6, septiembre, 2007 John Huracán categoría 2 El Saucito 28, agosto-4, septiembre, 2006 Javier Depresión tropical Punta Abreojos 10-19, septiembre, 2004 Fuente: Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). Geointegrador, disponible en <http://gisviewer.semarnat.gob.mx/geointegrador/index.html?De=AEST&A=VGEO03#app=bdba&77c4-selectedIndex=0> (consultado el 24 de mayo de 2017). se ilustran los huracanes que impactaron el sur de la península de Baja California en el último decenio. El huracán Odile es, hasta ahora, uno de los huracanes más intensos que azotaron la región, ocasionando estragos significativos en la zona rural y urbana de Los Cabos. Este fenómeno meteorológico tocó tierra el 14 de septiembre de 2014 a las 23:45 horas (tiempo del centro de México), a 10 km al este de Cabo San Lucas, con vientos máximos sostenidos de 205 km/h, rachas de 250 km/h y desplazamiento hacia el nornoroeste a 28 km/h, según datos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat). 176 “el huracán nos remató” Complicaciones sociales Aunado a la exposición a los fenómenos hidrometeorológicos, en la zona de estudio se detectaron problemáticas sociales adicionales que, a decir de los pobladores entrevistados, no reciben atención por parte de las autoridades de los gobiernos municipal y estatal, a pesar de las reiteradas peticiones para atenderlas. Las más significativas son la carencia de red para telefonía móvil, los litigios entre familiares por tierras intestadas (que les generan incertidumbre en cuanto a la tenencia de la tierra), que los subdelegados —representantes oficiales de cada subdelegación— no radiquen en los ranchos o comunidades, sino en la zona urbana de Cabo San Lucas, lo que ocasiona dificultad para su localización, así como el desconocimiento de las necesidades reales de los pobladores, que desencadenan conflictos permanentes e inconformidades; cuando se entrevistaron a las partes por separado (subdelegados y población) se identificaron discrepancias sustanciales que distorsionan la percepción de las necesidades y los problemas de la localidad, además de añejas rencillas personales y entre familias. En la cabecera de La Candelaria —hace un par de años— la electrificación y la instalación de una red de drenaje sanitario no se realizaron por falta de acuerdos entre el gobierno estatal y los habitantes, en torno a los derechos de vía, según información proporcionada por Adrián González y Pascual Álvarez, subdelegado y comisario ejidal, respectivamente. Para el acceso a la zona rural de Cabo San Lucas y San José del Cabo no existe servicio de transporte público, por lo que debe usarse el privado. Durante la primera estancia del trabajo de campo, los recorridos fueron fáciles porque los caminos de terracería se repararon para el acceso a las caravanas de los partidos políticos durante la campaña electoral 2015 (cuyos comicios fueron el 7 de julio); sin embargo, los habitantes refieren que a partir de la temporada de lluvias y durante la mayoría del año hay localidades inaccesibles, que los caminos se dañan por los arroyos crecidos e incluso algunas comunidades o ranchos quedan aislados por el mal estado del camino o por la creciente de un arroyo o río. Como ya se mencionó, los servicios públicos en el área de estudio son inexistentes. La población carece de electrificación (las casas utilizan pa177 omar mancera gonzález neles solares para iluminación básica); el agua potable es escasa, se extrae de pozos artesanales y es distribuida con mangueras de plástico por gravedad; no se cuenta con drenaje, recolección de basura ni vigilancia policiaca. Los servicios de salud se limitan a una consulta quincenal que realiza un médico de Cabo San Lucas en un dispensario ubicado en la comunidad San Nicolás, a donde los enfermos de otras rancherías deben trasladarse. La migración registrada es la de tipo campo-ciudad, debido a la carencia de fuentes de trabajo, a la escasez de actividades productivas, así como al aislamiento y la falta de servicios públicos. Los habitantes de las comunidades y rancherías migran, principalmente, a la ciudad de Cabo San Lucas; la mayoría establece su residencia en esta urbe de forma permanente, mientras que otros regresan a sus localidades de origen los fines de semana y en vacaciones, por lo que es común encontrar ranchos abandonados, semidestruidos o sólo bajo el cuidado de algún familiar o “vaquero”. También existe migración estudiantil debido a que en la zona hay pocas escuelas. Durante la etnografía se detectó un kínder abandonado y una escuela multigrado del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe) que no funciona por carencia de estudiantes y profesores, ambas en El Sauzal. En Los Pozos opera una escuela primaria multigrado, y en la cabecera de La Candelaria hay una primaria-internado (a la que asisten niños de localidades vecinas) y una telesecundaria. Debido a la migración y al abandono de las propiedades, acentuados por el huracán Odile, durante el censo realizado en la investigación etnográfica se detectaron 36 viviendas habitadas (sin contar la cabecera de Migriño, donde el dato es impreciso), distribuidas según el cuadro v.2. Cuadro v.2. Viviendas habitadas en el área de estudio Total de viviendas particulares habitadas San Nicolás El Sauzal Los Pozos La Candelaria Migriño (11 rancherías) Toro Muerto 13 3 13 3 4 Fuente: Investigación etnográfica. 178 “el huracán nos remató” Finalmente, algunas rancherías de La Candelaria presentan condiciones particulares de exposición a contaminantes ambientales debido a que están próximas o colindan con el relleno sanitario de la ciudad de Cabo San Lucas. Muchos habitantes de esos ranchos se dedican a la pepena en el relleno o al acopio de materiales de reciclaje, por lo que es común observar en los patios la basura reciclada acumulada junto a las viviendas y a los animales de granja. Vulnerabilidades periféricas En términos epistémicos, las tipologías de vulnerabilidad detectadas en la zona son principalmente de tipo socioeconómico, caracterizadas por la incapacidad de las familias o grupos sociales para “acceder, conservar y acumular recursos, activos y capitales”, que permitan a las personas desarrollarse o acceder a oportunidades de desarrollo.5 En la zona rural estudiada no existen opciones de desarrollo para los pobladores, debido a que la aridez, la dispersión poblacional y la proximidad con un centro urbano turístico de importancia nacional genera que los programas gubernamentales prioricen que el destino vacacional de Cabo San Lucas cuente con la infraestructura, servicios públicos, vías de comunicación y oferta turística necesaria para albergar a los visitantes extranjeros y generar fuentes de empleo en una región donde las actividades primarias se encuentran afectadas por el clima y la orografía. La acumulación de recursos depende de factores exógenos que se suman a la vulnerabilidad financiera de los pobladores. Debido a que los regímenes de propiedad no se encuentran estandarizados, legalizados, o al hecho de que se carezca de programas de ordenamiento territorial en la región, se impide a las familias acumular bienes inmuebles y las somete a la incertidumbre patrimonial porque deben pagar abogados de la ciudad de La Paz o de la Ciudad de México para emprender largos y costo5 Andrea Lampis y Liliana Rubiano, “¡Y siguen culpando a la lluvia! Vulnerabilidad ambiental y social en el sector Altos de la Estancia, Bogotá, Colombia”, en Fernando Briones (coord.), Perspectivas de investigación y acción frente al cambio climático en Latinoamérica, Mérida (Venezuela), Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 2012, p. 190. 179 omar mancera gonzález sos litigios, que hasta la fecha han arrojado resultados escuetos en cuanto a la escrituración de terrenos. Si a lo anterior se suman los litigios familiares en las comunidades de San Nicolás y El Sauzal, la acumulación de bienes inmuebles está garantizada sólo en 10 ranchos, donde los dueños cuentan con título de propiedad y la tierra está legalmente reconocida como privada. Del resto de comunidades y rancherías, 16 propietarios tienen título de posesión, con trámites de titulación aplazados por décadas, dos propiedades (ranchos) se localizan en tierras nacionales, con títulos de posesión y en litigio para la titulación; 29 asentamientos están en tierras ejidales, la mayoría con título de posesión, y sólo nueve están debidamente parcelados y con título de propiedad.6 En uno de los ranchos la situación legal en torno a la tenencia de la tierra posee una certidumbre particular. El propietario, quien es el único ganadero a mediana escala en toda la región de estudio, posee sus tierras en la frontera de dos subdelegaciones: La Candelaria y Los Pozos. Al entrevistarlo comentó que al inicio tuvo problemas para escriturar debido a que los ejidatarios de La Candelaria reclamaban parte del terreno como ejidal, sin embargo, en una negociación se acordó proseguir con la escrituración siempre y cuando se reconociera que el predio pertenece a dos subdelegaciones, una de ellas ejido. Respecto a la acumulación de capital, la zona también impone condiciones que la dificultan, ya que existen distintos costes que los pobladores deben sortear de forma permanente, adicionales a los estrictamente necesarios para vivir (alimentación o vestido): el servicio de transporte privado entre localidades o a las urbes cercanas, la adquisición de paneles solares y baterías de almacenamiento (para abastecer cuatro focos de 100 watts), el uso de generadores de electricidad portátiles que operan con gasolina (para los electrodomésticos), bombas de agua, combustible para las generadoras de energía, así como los gastos de mantenimiento para los equipos. 6 Durante la investigación etnográfica se realizó un registro detallado del régimen de propiedad en cada comunidad y en todos los ranchos, elaborando una relación que permitió establecer el panorama numérico aquí descrito. Por cuestiones de seguridad, legalidad, y por respeto a la confianza de los propietarios al hablar de asuntos considerados por ellos como nodales, se omiten los nombres de los asentamientos. 180 “el huracán nos remató” En promedio cada batería cuesta entre 1 000 y 3 000 pesos, con una vida útil de tres años, mientras que los paneles solares tienen un valor promedio de 6 500 pesos y una duración, en las mejores condiciones, de 20 años. El noventa por ciento de los pobladores de la zona rural se abastecen pobremente de energía eléctrica con paneles, baterías y generadores pequeños. La Comisión Federal de Electricidad (cfe) cuenta con proyectos para atravesar la región con cableado de alto voltaje que conducirá la energía de un extremo de la península a otro, pero en esos proyectos no se incluye “bajar la luz” a las comunidades y ranchos, por lo que al término de los trabajos de tendido eléctrico, los habitantes de la zona tendrán líneas de transmisión que servirán para incrementar la cobertura en las ciudades de Cabo San Lucas y San José del Cabo. Otro factor que acentúa la diferencia en este sentido es el sofisticado y amplio equipo de abastecimiento de electricidad con que cuenta el rancho Hacienda Las Vistas, en la localidad de San Nicolás; en el predio se ubican cuatro residencias, propiedad de canadienses, cuya red local de energía eléctrica se conforma por 40 baterías y 32 paneles solares, según datos proporcionados por la servidumbre del lugar. Fotografía v.1. Generadores de electricidad que usan gasolina. Rancho Guamuchilito Fuente: Investigación etnográfica. 181 omar mancera gonzález Para Lampis y Rubiano, la resistencia de las personas expuestas a situaciones de vulnerabilidad socioeconómica se reduce, por lo que son susceptibles a los embates de fenómenos de origen social o ambiental.7 Los pobladores de la zona de estudio tienen poca capacidad de respuesta ante el embate de un fenómeno ambiental como los huracanes o las crecientes de los ríos, así como casi nulas posibilidades de permanecer en su lugar de origen si la devastación afecta sus viviendas, caminos o bombas de agua y paneles solares. La convivencia social en la zona de estudio es una condición de vulnerabilidad que si bien no pone en riesgo la integridad de las familias sí repercute en la vida comunal y en las relaciones entre los pobladores. Al carecer de espacios comunes para el esparcimiento, como canchas deportivas, kioscos o plazas, la interacción entre vecinos sólo ocurre algunas veces en la iglesia de San Nicolás, en el dispensario médico de la misma comunidad y en unas precarias instalaciones deportivas ubicadas en las comunidades El Sauzal y Los Pozos. En la cabecera de La Candelaria sí existe plaza pública e iglesia; sin embargo, esta localidad está alejada del resto y trasladarse ahí con fines recreativos representa un gasto adicional que las familias no realizan. Por esta limitación geográfica, los espacios recreativos se reducen a los ríos o arroyos que cruzan por muchos asentamientos; pero lo que un día puede ser un baño familiar en el río, durante la temporada de lluvias el mismo cuerpo de agua se torna violento, riesgoso, y se une a la cadena de elementos que vulneran la zona y a sus pobladores. El resumen de vulnerabilidades expuesto hasta aquí demuestra que en su mayoría son fenómenos de orden social, económico, político o legal, posiblemente mitigables; sin embargo, esta aparición voluntaria o involuntaria de situaciones de riesgo es la que determina la vulnerabilidad,8 o bien si existen situaciones potencialmente riesgosas que acentúen otros tipos de vulnerabilidad, impredecibles o incontrolables, como la ambien7 8 A. Lampis y L. Rubiano, “¡Y siguen culpando a la lluvia!…”, p. 190. María del Carmen Rojas, Norma Cristina Meichtry, Juan Carlos Vázquez y Julio Javier Castillo, “El riesgo de la vivienda urbana para la salud de la población. Un análisis desde la salud colectiva y la vulnerabilidad social”, en Fernando Briones (coord.), Perspectivas de investigación y acción frente al cambio climático en Latinoamérica, Mérida (Venezuela), Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 2012, p. 243. 182 “el huracán nos remató” tal. Estas vulnerabilidades periféricas contextualizan el impacto del huracán Odile en la zona rural estudiada, donde ocasionó devastación, pérdida de patrimonio, destrucción de caminos, aislamiento de comunidades y rancherías, escasez de alimentos y combustible, así como el consecuente abandono de las viviendas y poblados, y la migración hacia los centros urbanos próximos. Vulnerabilidad socioambiental La vulnerabilidad socioambiental representa el parteaguas del análisis en la presente investigación, pues fue a raíz de los estragos del huracán Odile cuando la población de los 56 asentamientos (entre poblaciones menores y ranchos) comenzó a abandonar sus hogares, a perder la fortaleza anímica para reconstruir sus propiedades y no guardar ninguna esperanza de que la zona algún día se pudiera dotar de servicios públicos y condiciones estructurales que permitan la vida en esa región árida y aislada. Como se ha mencionado, el huracán Odile impactó Cabo San Lucas la noche del 14 de septiembre, con vientos superiores a los 200 km/h y con un desplazamiento lento que atravesó la península de Baja California, afectando significativamente las ciudades de Cabo San Lucas, San José del Cabo y La Paz, así como las zonas rurales del sur de la península. Hacia el final de la investigación etnográfica, en 2016, aún eran visibles algunos estragos en la infraestructura urbana de Cabo San Lucas, al igual que daños y bardas caídas en la subestación eléctrica de la cfe y Cabo Bello. El destino turístico quedó sin energía eléctrica y alumbrado público, ya que las redes de distribución, subestaciones y otras instalaciones de la cfe fueron dañadas por el meteoro, recordó el residente de obra de la paraestatal en la ciudad, Rafael Martínez. El trabajador de la cfe narró que paulatinamente se fue restaurando la energía en la ciudad, priorizando la zona hotelera, comercial y residencial, y dejando al último las colonias populares. Incluso al momento de la investigación etnográfica aún había invasiones, en las periferias de la ciudad, que carecían del servicio porque no se había restaurado desde el paso del huracán. Este esfuerzo se sumó al de otras dependencias guber183 omar mancera gonzález namentales de los tres niveles (federal, estatal y municipal), quienes también centraron sus acciones y recursos en el mismo orden de prioridades, por lo que la zona rural quedó fuera de los programas de reconstrucción. “El huracán nos remató”, sentenció Linda Ceseña, habitante de San Nicolás. La señora narró que el fenómeno destruyó su vivienda, anegó los caminos y dejó incomunicada la zona. Después del meteoro, la reconstrucción de su casa fue imposible porque la necesidad se centró en sobrevivir, recuperar al ganado disperso, sustituir a los animales de granja muertos. Las condiciones de marginación y aislamiento de las localidades se acentuaron, la presencia de las instancias gubernamentales fue efímera: sólo para tender “puentes aéreos” y llevar víveres, pero una vez restaurada parte de la comunicación terrestre con la ciudad de Cabo San Lucas, los habitantes de la región se las arreglaron solos. El huracán destruyó muchas viviendas; en algunos casos, como en la familia Ceseña, de San Nicolás, se edificaron nuevas casas junto a las desFotografía v.2. Vivienda destruida. San Nicolás Fuente: Investigación etnográfica. 184 “el huracán nos remató” truidas, pero en otros predios la propiedad se abandonó por completo o los pobladores se marcharon a la ciudad dejando a un familiar a cargo de la vivienda, quien ocasionalmente la visita. Jenny González, habitante del rancho Guamuchilito, atribuyó este abandono al huracán, debido a que los habitantes de la zona quedaron con temor de vivir otra contingencia ambiental similar, y perder vidas además del patrimonio material. En El Sauzal, el kínder quedó abandonado, una cancha de basquetbol y una pequeña explanada resultaron dañados por el huracán, y hasta el momento de la etnografía no han sido restauradas; los habitantes refieren que el subdelegado no tiene interés en gestionar la reparación porque no vive en la comunidad. Los únicos espacios de convivencia pública en la zona fueron destruidos y no hay indicios de que se recuperen. La lección que el huracán Odile dejó en los pobladores de la zona rural no fue de incertidumbre, pues en la incertidumbre habitaban desde antes; la lección se centró en el miedo, debido a las condiciones de vulneFotografía v.3. Barda derrumbada. El Sauzal Fuente: Investigación etnográfica. 185 omar mancera gonzález rabilidad, en las que están inmersas las poblaciones y rancherías, así como la desatención de las agencias gubernamentales, porque en caso de repetirse la experiencia se priorizará a las zonas urbanas del sur de Baja California y, principalmente, al destino turístico de Cabo San Lucas. ¿En qué consiste el desastre, cuál es su dimensión? La destrucción de viviendas, caminos, vías de comunicación y otras afectaciones son las consecuencias legadas por el fenómeno hidrometeorológico, pero el desastre es un “producto social”,9 que consiste en la incapacidad de las comunidades para reaccionar, para adaptarse o redirigir sus procesos, ajustándose a las condiciones del medio ambiente.10 Wilches-Chaux establece un trinomio en el que relaciona al desastre con el riesgo y la vulnerabilidad: “La condición de vulnerabilidad de un grupo humano puede dar lugar a nuevos riesgos, los cuales, a su vez, generan nuevas vulnerabilidades y, en consecuencia, nuevas posibilidades de desastre”.11 Para Rogelio Altez, el riesgo es un proceso, no un ciclo, es una condición construida y reproducida históricamente, ilustrando las “condiciones estructurales de la sociedad”. Es bajo esas condiciones donde se construyen los riesgos y las vulnerabilidades.12 En la zona de estudio, las vulnerabilidades periféricas de la población la tornaron más susceptible al embate del fenómeno natural, añadiendo la vulnerabilidad socioambiental a su lista de elementos de riesgo; con ello, el escenario para el desastre estaba montado ante la incapacidad de adaptación por el contexto desfavorable o por la falta de apoyos externos, por eso el impacto del huracán Odile fue mayor aquí que en la zona urbana, además de permanente. 9 10 11 12 Alicia Cuevas, “Vulnerabilidad social vs. resiliencia: un acercamiento a partir de las ciencias sociales para el estudio de procesos de riesgo de desastres”, en Denise Soares, Gemma Millán e Isabel Gutiérrez (coords.), Reflexiones y expresiones de la vulnerabilidad social en el sureste de México, México-Costa Rica, imta, catie, 2014, p. 21. Gustavo Wilches-Chaux, “La vulnerabilidad global”, en Andrew Maskrey, Los desastres no son naturales, Bogotá, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 1993, pp. 16-17. G. Wilches-Chaux, “La vulnerabilidad global”, p. 18. Rogelio Altez, “Más allá del desastre. Reproducción de la vulnerabilidad en el estado Vargas (Venezuela)”, Cahiers des Amériques latines, 65, 2010, pp. 169 y 184. 186 “el huracán nos remató” Conjugando vulnerabilidades. Vulnerabilidad estructural La afectación sistemática y fundamental por la confluencia de amenazas de tipo social, ambiental, político, económico y coyuntural conforma la vulnerabilidad estructural.13 El aislamiento geográfico, la carencia de oportunidades de desarrollo, la falta de servicios públicos, los raquíticos programas de asistencia social, la incertidumbre en la tenencia de la tierra, la exposición y fragilidad ante los embates de la naturaleza, como las crecientes de los ríos, las sequías extremas y los huracanes, aunado a la imposibilidad de recuperarse (resiliencia) de sus estragos, se complementan con la indolencia y desinterés de los tres niveles de gobierno para desarrollar la zona o atender a sus habitantes. Casi en un acto de burla a la desigualdad y a la vulnerabilidad de los pobladores de la zona rural, los candidatos y sus campañas políticas recorren en cada periodo electoral las comunidades y rancherías incitando al voto y haciendo las clásicas promesas, reparando incluso los caminos para que las caravanas transiten sin problemas. El tejido de redes sociales, que en casos de comunidades marginales sirve para intercambiar bienes y servicios, para sobresalir ante un ambiente hostil o de incertidumbre en la propiedad de la tierra, así como para establecer lazos de reciprocidad, alianzas y capital social para exigir a los gobiernos mejoras en las condiciones de vida de las familias y en la infraestructura de las poblaciones,14 en la zona de estudio es imposible establecerlas. La principal desventaja de estos lugares es el aislamiento, ya que sólo Los Pozos, El Sauzal, San Nicolás y la cabecera de La Candelaria son comunidades (pequeñas), mientras que el resto de la población vive dispersa en ranchos de una o dos viviendas, a decenas de kilómetros de distancia, desvinculados de sus vecinos y ocupados en su sobrevivencia. 13 14 O. Mancera González, “La histórica vulnerabilidad socioambiental de Osumacinta, Chiapas…”, p. 276. Larissa Adler, Cómo sobreviven los marginados, México, Siglo XXI, 1991; Carlos Vélez-Ibáñez, La política de lucha y resistencia: Procesos y cambios culturales en el México central urbano, 1969-1974, México, fce, 1991. 187 omar mancera gonzález En algunas áreas, como en San Nicolás o El Guamuchilito, los habitantes pertenecen a la misma familia, pero con problemas legales o personales entre ellos. Por otra parte, en donde existe representación oficial, como en El Sauzal, el comisario está desvinculado de la zona porque no habita ahí, lo que genera problemas con sus representados.15 En términos de la tipología de vulnerabilidades, la comunidad carece de autonomía “para la toma de las decisiones que la afectan”,16 por lo que, bajo el análisis de Gustavo Wilches-Chaux, esta población posee una elevada vulnerabilidad política porque su autonomía es casi nula. El abandono de las viviendas y de los ranchos dañados, y la expulsión poblacional ocasionada por el huracán Odile, impide a las pocas familias que habitan la región conformar un frente de lucha o de gestión ante el gobierno. El huracán Odile es la coyuntura, el punto de inflexión, que los vino a rematar, como dicen los pobladores. La vulnerabilidad estructural, como categoría de análisis, sirve para explicar problemáticas sociales como las descritas en esta investigación, pues los cinco elementos que la componen, denominados por la literatura especializada como tipos de vulnerabilidad, son lo social, ambiental, político, económico y coyuntural. Si se los conjuga para el abordaje de fenómenos sociales específicos, se establece un panorama que toca las aristas fundamentales de una comunidad o grupo social, su basamento y esqueleto, que la mantiene dinámica, en autopoiesis. Wilches-Chaux propuso una tipología con 11 vulnerabilidades a la que denominó “vulnerabilidad global”. “Los ángulos de la vulnerabilidad” que desarrolla el autor, al interaccionar entre sí por agentes externos e internos, hacen que una comunidad pierda la capacidad de respuesta ante un riesgo y se genere un desastre.17 La vulnerabilidad global está compuesta por vulnerabilidad natural, física, económica, social, política, técnica, 15 16 17 Es necesario apuntar la incongruencia de que una persona que no habita en la comunidad sea su representante gubernamental, pero en el caso de la familia Ceseña es particular porque siempre ha conservado el cargo: Héctor Ceseña lo heredó a Leonel Ceseña (comisario al momento de la investigación), pero también a su otro hijo, Alejandro Ceseña. De los tres, el único que habita y cuida la propiedad familiar es el padre, Héctor Ceseña. G. Wilches-Chaux, “La vulnerabilidad global”, p. 30. Ibid., pp. 22 y 24. 188 “el huracán nos remató” ideológica, cultural, educativa, ecológica e institucional. Cada categoría aborda dinámicas distintas y entre todas tejen una red conectiva. Algunos tipos de vulnerabilidad del autor no aplican para el análisis de la problemática estudiada en la zona rural aledaña a las ciudades de San José del Cabo y Cabo San Lucas. Además, se hace pertinente añadir una categoría: la “vulnerabilidad coyuntural”, debido a que si en este caso la coyuntura fue representada por un evento meteorológico, para el análisis de otras vulnerabilidades estructurales, como las reubicaciones de comunidades por la construcción de presas u otras obras estatales axiles, también deben considerarse coyunturales, porque originan un punto de inflexión irreversible y ampliamente transformador. La vulnerabilidad estructural sirve a esta investigación para establecer y comprobar que las amenazas y las características de exposición a las que están sujetas las personas y sus comunidades impactan de forma sistemática en el tejido social, en la infraestructura de los poblados y en la estabilidad de las familias. Conclusiones El impacto del huracán Odile en la zona rural del municipio de Los Cabos, específicamente en la región estudiada próxima a las ciudades de Cabo San Lucas y San José del Cabo, trascendió más allá de lo material. Las viviendas colapsadas, el ganado y los animales de granja muertos, los caminos de terracería destruidos, los paneles solares y las baterías de almacenamiento dañados, las cercas y bardas derrumbadas, y la incomunicación por días que experimentó la población, son el pináculo de una serie de eventos catastróficos cuyas consecuencias eran predecibles. El fenómeno meteorológico causó estragos significativos en todo el sur de la península de Baja California; pérdidas y tragedias humanas que fueron expuestas por los medios de comunicación. Este estado, considerado como el más susceptible al embate de huracanes por su posición geográfica, ha experimentado antes —y lo seguirá haciendo— huracanes violentos; sin embargo, la reciente tragedia de Odile evidenció fallas en los sistemas de prevención y atención de contingencias, en la infraestruc189 omar mancera gonzález tura urbana, y en la coordinación de las agencias gubernamentales para cubrir todas las zonas afectadas y restaurarlas con el mismo nivel de prioridad. Odile mostró a los habitantes del sur de la entidad que la prioridad es la infraestructura turística, después la urbana, la industrial, la comercial y la residencial, y por último, si aún quedan recursos y voluntades, las colonias populares, las invasiones en la periferia de las ciudades y la extensa zona rural. En los sectores urbanos donde aún no se restauran los servicios y se reparan los daños materiales, a más de un año del huracán, la precariedad en la vida de las personas es relativamente manejable porque están más cerca de las áreas restauradas y las fuentes de empleo, que se mantienen también próximas y operando. En la zona rural no hubo restauración, sólo de los caminos, y eso obedeció más a cuestiones electorales que a programas de comunicación terrestre. Para algunos pobladores, la desatención gubernamental responde a la intención de despoblar la región para venderla a extranjeros o familias adineradas que finquen viviendas, ranchos de descanso o vacacionales. Esta idea parece tomar forma en las tierras ejidales de Migriño, particularmente en las aledañas a la playa, paralelas a la carretera Cabo San Lucas-Todos Santos; en Migriño Haciendas se están construyendo fraccionamientos de lujo con capital extranjero (canadiense), los lotes se venden en dólares, con una plusvalía diametralmente mayor que las mismas tierras ejidales en otras áreas (como en los límites con La Candelaria). La zona rural estudiada es visualmente atractiva, con un desierto semiárido lleno de intrincadas planicies, montañas, ríos, arroyos y barrancas, con rutas turísticas que promueven el senderismo, los deportes extremos, las carreras en vehículos todo terreno, el camping o el turismo de aventura. Por este atractivo y por el aislamiento de la vida urbana existen ranchos de lujo con sofisticados sistemas de abastecimiento de energía eléctrica que contrastan con el par de paneles solares que suelen tener el resto de las viviendas y que sólo alcanzan para la iluminación básica. La tendencia de migración campo-ciudad observada durante la investigación de campo se mantendrá, e incluso incrementará, debido a que no existen posibilidades de que la situación de vulnerabilidad estructural de la región sea atendida. Las condiciones de vulnerabilidad se conservarán 190 “el huracán nos remató” y con ello los pobladores continuarán siendo susceptibles al impacto de fenómenos naturales, incluso con un nivel de riesgo superior al que tenían antes del huracán Odile, porque las estructuras —sociales y materiales— quedaron dañadas, endebles. La experiencia de esta investigación demuestra que la vulnerabilidad estructural de las comunidades acentúa el impacto de los fenómenos naturales, de las políticas públicas o de los proyectos de desarrollo, daña de forma irreversible el tejido social y le impone pautas de continuidad distintas —y a veces opuestas— a las desarrolladas en la vida habitual de las poblaciones. Bibliografía Adler, Larissa, Cómo sobreviven los marginados, México, Siglo XXI, 1991. Altez, Rogelio, “Más allá del desastre. Reproducción de la vulnerabilidad en el estado Vargas (Venezuela)”, Cahiers des Amériques latines, 65, 2010, pp. 165-187. Cuevas, Alicia, “Vulnerabilidad social vs. resiliencia: un acercamiento a partir de las ciencias sociales para el estudio de procesos de riesgo de desastres”, en Denise Soares, Gemma Millán e Isabel Gutiérrez, Reflexiones y expresiones de la vulnerabilidad social en el sureste de México, México-Costa Rica, imta, catie, 2014, pp. 16-30. Lampis, Andrea y Liliana Rubiano, “¡Y siguen culpando a la lluvia! Vulnerabilidad ambiental y social en el sector Altos de la Estancia, Bogotá, Colombia”, en Fernando Briones (coord.), Perspectivas de investigación y acción frente al cambio climático en Latinoamérica, Mérida (Venezuela), Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 2012, pp. 177-219. Lorenzo, José Luis, “Los orígenes mexicanos”, en Daniel Cosío Villegas, Historia general de México, tomo I, México, El Colegio de México-Harla, 1987, pp. 93-128. Mancera González, Omar, “La histórica vulnerabilidad socioambiental de Osumacinta, Chiapas. Legado de un proyecto hidráulico”, en Denise Soares, Gemma Millán e Isabel Gutiérrez (coords.), Re191 omar mancera gonzález flexiones y expresiones de la vulnerabilidad social en el sureste de México, México-Costa Rica, imta, catie, 2014, pp. 265-286. Rojas, María del Carmen, Norma Cristina Meichtry, Juan Carlos Vázquez y Julio Javier Castillo, “El riesgo de la vivienda urbana para la salud de la población. Un análisis desde la salud colectiva y la vulnerabilidad social”, en Fernando Briones (coord.), Perspectivas de investigación y acción frente al cambio climático en Latinoamérica, Mérida (Venezuela), Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 2012, pp. 241-246. Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), Geointegrador, disponible en <http://gisviewer.semarnat.gob.mx/geointegrador/index.html?De=AEST&A=VGEO03#app=bdba& 77c4-selectedIndex=0> (consultado el 24 de mayo de 2017). Vélez-Ibáñez, Carlos, La política de lucha y resistencia: procesos y cambios culturales en el México central urbano, 1969-1974, México, fce, 1991. Wilches-Chaux, Gustavo, “La vulnerabilidad global”, en Andrew Maskrey, Los desastres no son naturales, Bogotá, Red de Estudios Sociales en Prevención de Desastres en América Latina, 1993, pp. 11-44. 192 VI. Vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en Venezuela, 1999-2012 Rogelio Altez y Diana Osuna1 La epidemia El 10 de marzo de 2017, el padre Pedro Trigo (s. j.) comenzaba su misa en la iglesia de La Candelaria de Caracas asegurando que “Venezuela se encuentra entre los tres países más violentos del mundo”. Su afirmación no tenía lugar en cualquier contexto. Aquella misa conmemoraba el vigésimo octavo aniversario del Caracazo, el estallido social que entre febrero y marzo de 1989 cobró centenares de víctimas en poco más de una semana bajo unos “cuatro millones y medio de balas”, añadía el sacerdote. El hecho, también conocido como “el sacudón”, ocupa un lugar en la memoria colectiva de los venezolanos y ha servido, desde luego, para ser reclamado como la base de la “revolución bolivariana”, el día que “despertó el pueblo”, según reza un mural a la entrada del Cementerio General del Sur en Caracas, pintado en 2009 cuando se cumplían 20 años del suceso. Allí, en ese cementerio, fueron a dar en una fosa común los muertos del Caracazo.2 Entre la confusión, los saqueos y las protestas de aquellos días de 1989, lo que se destruyó en Venezuela sobrepasa los daños materiales y 1 2 Escuela de Antropología, Universidad Central de Venezuela. A la misa del 10 de marzo de 2017 asistieron los autores de este trabajo. Como “revolución bolivariana” ha sido identificado el movimiento que acompañó a Hugo Chávez en las elecciones de 1998 y que, desde que tomó el poder en 1999 hasta el presente, ha gobernado a Venezuela de manera ininterrumpida, lo que suma 19 años de proceso político e ideológico en favor de esa tendencia. El gobierno de Chávez se extendió de ese año hasta su muerte, en los primeros meses de 2013. Como mandato efectivo, su periodo de gobierno se cuenta desde 1999 hasta 2012. 193 rogelio altez y diana osuna las pérdidas humanas. En medio de tal escenario de violencia y caos generalizado, el pacto social que soportaba la vida de los venezolanos se estaba resquebrajando. El Caracazo fue un indicador contundente y paroxístico de la decadencia de un modelo de poder al que le quedaban pocos años por delante. Esas dos últimas décadas del siglo xx, en coincidencia con esto, se destacaron por las masacres, los golpes de Estado, las crisis institucionales y el terrorismo financiero; y aunque nada de esto fuese una novedad en la historia moderna del país, su ocurrencia concatenada puede comprenderse como un ciclo de violencia.3 Fue un tiempo caracterizado por la tendencia en aumento de la violencia, precisamente, y representa el antecedente más conspicuo del periodo que enmarca nuestra investigación. Los hechos de febrero-marzo de 1989 sintetizan una de las escenas más violentas de la historia de Venezuela. Y en efecto así fue. No obstante, por entonces las páginas de sucesos de los periódicos capitalinos reseñaban con estupor que las muertes violentas por hechos delictivos en algún fin de semana cualquiera alcanzaban la escandalosa cifra de “seis”.4 En ese mismo año, la tasa de homicidios fue de 13/100 000 habitantes, relación incrementada, aunque en menor medida, por la cifra extraordinaria que se había producido con los sucesos del Caracazo.5 En la actualidad no hay acceso a estadísticas de fuentes gubernamentales sobre el número de muertes violentas por año. No está permitido a los medios de comunicación, y tampoco a las instancias oficiales, la divulgación de la información al respecto, pues el gobierno decidió desde 2003 que estas cifras no pueden trascender para no “generar una sensa3 4 5 “… ciclos, o si se quiere, de las olas de aumento o descenso de la violencia, debemos trabajarlas con dos circunstancias: por un lado, la direccionalidad del movimiento, que son las características de ascenso, estabilidad o descenso de los casos. Y, por el otro, los eventos específicos que se pueden identificar como los puntos de quiebre, los momentos donde se produce una inflexión de la tendencia y que representan algo más que la espuma de la historia, pues determinan lo que ocurrirá en los años posteriores”. Roberto Briceño-León, “Los ciclos de la violencia y la democracia en Venezuela”, Tribuna del Investigador, 2012, 13 (1-2), p. 4. “Seis muertes violentas en Caracas durante fin de semana”, Últimas Noticias, Caracas, 13 de marzo de 1989, p. 56. Según el Observatorio Venezolano de Violencia (ovv), dirigido por Roberto Briceño-León, y el Laboratorio de Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela (Lacso), disponible en <www.observatoriodeviolencia.org.ve>. 194 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela ción de inseguridad” y “evitar manejos políticos o electoreros”.6 Sin embargo, por diversas fuentes, formales e incluso institucionales, es posible saber que en los últimos años del actual ejercicio gubernamental (20132016), las muertes violentas superan fácilmente las dos decenas de miles por año.7 Con sólo aplicar una relación simple, y en el caso de que los fallecidos por estas causas llegasen al número redondo de 20 000 por año, las víctimas alcanzarían a ser 54 por día, por ejemplo. Tal número indica que el país, cuando menos, ha cambiado desde 1989 al presente, o supone la proyección coherente de aquella violencia en aumento. En el presente, qué duda cabe, Venezuela posee un alto riesgo de muertes violentas por hechos delictivos. Sin debatir ahora (lo que se hará más adelante) sobre la condición de las fuentes, las diferentes estimaciones sobre la “tasa de muertes violentas” oscilan entre 61.9/100 000 habitantes y 89.8/100 000 habitantes para el año 2014, por ejemplo.8 En cualquier caso, se trata de una cifra muy elevada. Una u otra tasa colocaría a Venezuela entre “los cinco países con más homicidios en el mundo”.9 Decenas de miles de muertes por año, cualquiera que sea su causa, ubican a 6 7 8 9 Palabras del ministro de Relaciones Interiores, Justicia y Paz hacia 2014, Miguel Rodríguez Torres, referidas en el artículo de Carlos F. Lusverti, “El manejo de cifras sobre inseguridad en Venezuela en 2014”, Revista SIC, 22 de abril de 2015, disponible en <www.revistasic.gumilla. org/2015/el-manejo-de-cifras-sobre-inseguridad-en-venezuela-en-2014/> (consultado el 20 de abril de 2017). “A principios de 2005, cuando el Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores y Justicia (mpprij) de Venezuela debía dar a conocer públicamente —a toda la nación y a través de una conferencia de prensa— las cifras de homicidios del año previo (2004), decidió callar. Más aún, los datos de homicidios que estaban publicados en los sitios web del gobierno fueron retirados, de manera que nadie pudiera acceder a dicha información”, Lacso y ovv, Informe Conjunto de Laboratorio de Ciencias Sociales y Observatorio Venezolano de Violencia al Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas con motivo del Examen del Cuarto Informe Periódico del Estado venezolano para el Periodo de Sesión 114, del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, Ginebra, Lacso-ovv, 2015, p. 5. Lacso y ovv, Informe Conjunto…; Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos (Provea), Situación de los derechos humanos en Venezuela, informe anual enero-diciembre 2012, Caracas, Provea, 2013. Dorothy Kronick, “How to Count our Dead”, Caracas Chronicles, 1° de julio de 2016, disponible en <www.caracaschronicles.com/2016/07/01/our-dead/> (consultado el 17 de marzo de 2017). British Boradcasting Corporation, “Los cinco países con más y menos homicidios en el mundo”, BBC Mundo, disponible en <www.bbc.com/mundo/noticias/2014/04/140408_onu_informe_homicidios_mundo_jgc> (consultado el 18 de marzo de 2017). 195 rogelio altez y diana osuna una sociedad ante un desastre, y no únicamente por atender a las muertes como un indicador al respecto, sino por tomar en cuenta que una elevada cifra de decesos en un lapso breve y en una misma sociedad representan la existencia de un contexto vulnerable y, desde luego, vulnerado. De acuerdo con Provea,10 “según la Organización Mundial de la Salud (oms), un país con más de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes sufre una epidemia”. Aun cuando una epidemia puede calificar como desastre, aquí el caso supone mayores complejidades, pues la amenaza no es un virus ni una enfermedad contagiosa; proviene de la propia sociedad. Vulnerabilidad y amenaza, en este caso, conforman dos caras de un mismo problema. El aumento de las cifras por muertes violentas que se ha manifestado en la sociedad venezolana se expresa de manera contundente a partir de 1999. Ya en ese año, la tasa se había incrementado en 30% con relación a los años anteriores, y en adelante continuaría creciendo de manera sostenida. Si 10/100 000 habitantes supone una epidemia, tal situación ya se padecía en el año 2000 cuando la tasa llegó a 33/100 000.11 Los años por venir darían cuenta de un incremento preocupante y van a confirmar el problema de las muertes violentas como una amenaza potenciada. Por ejemplo, el número de homicidios reportado oficialmente para el año 2012 llegó a los 16 072 casos; mientras que el Observatorio Venezolano de Violencia (ovv) señaló 21 692 en ese mismo año.12 Aunque las fuentes se hallan enfrentadas entre sí por diferencias de intereses, lo que queda claro con una u otra cifra es que las muertes violentas aumentaron: si en 1999 hubo 5 968 homicidios (en lo que ambas fuentes coinciden), y en 2012 llegaron a 16 072 casos, el aumento representa casi 300%; si tomamos la cifra del ovv, 21 692, el incremento supone más de 350 por ciento. Todo parece indicar que estamos frente a una epidemia. Una definición formal, en todo caso, permite comprender el acierto de la analogía utilizada por la oms: Provea, situación de los derechos humanos en Venezuela, informe anual enero-diciembre 2013, Caracas, 2014, p. 435. 11 Lacso y ovv, Informe Conjunto… 12 Provea, Situación de los derechos humanos en Venezuela, 2014, p. 439; Lacso y ovv, Informe Conjunto…, p. 5. 10 196 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela The occurrence in a community or region of cases of an illness, specific health-related behavior, or other health-related events clearly in excess of normal expectancy. The community or region and the period in which the cases occur must be specified precisely. The number of cases indicating the presence of an epidemic varies according to the agent, size, and type of population exposed; previous experience or lack of exposure to the disease; and time and place of occurrence. Epidemicity is thus relative to usual frequency of the disease in the same area, among the specified population, at the same season of the year.13 Tal “frecuencia habitual”, ubicada en “una misma área y población”, y distribuida por lapsos específicos (años, en este caso), en donde es posible observar “claramente un exceso” en relación con una “expectativa normal”, parece dejar claro que se trata de una epidemia. Sin embargo, la distribución en el tiempo de este evento alcanza un lapso extenso, y no sólo “una misma temporada” (same season). Si tomamos como punto de partida el año 1999, cuando comenzó a transformarse el Estado de manera radical y progresiva (lo que incluye a los cuerpos armados, las instituciones y las leyes), y extendemos el periodo hasta el año pasado de 2012 (último año del mandato de Hugo Chávez antes de su fallecimiento), tomando en cuenta que ese proceso político se sostuvo de manera ininterrumpida desde su inicio, el lapso observado alcanza a contar 14 años continuos.14 Una epidemia con esa duración y esos resultados representa un desastre en cualquier sociedad. En síntesis: en un periodo político de 14 años con un mismo gobierno (1999-2012), durante el cual la tasa de muertes violentas se vio incrementada con cifras exponenciales, la sociedad venezolana se ha transformado en un contexto vulnerable ante sí misma, convirtiendo su dinámica 13 14 Miquel Porta, Dictionary of Epidemiology, Oxford, Oxford University Press, 2014, p. 93. Con la proclamación de la “revolución bolivariana” se comenzó a transformar radicalmente al Estado, las instituciones públicas, las fuerzas armadas en su totalidad, y las formas de participación política e ideológica de la sociedad venezolana. Todo esto, de manera directa, ha incidido en las formas y los contenidos de las relaciones sociales en el país. Los hechos delictivos, todos ellos, son a su vez hechos sociales, por lo que su aumento o decrecimiento, en todo caso, no puede comprenderse de manera disociada de las relaciones de poder ni del poder formal-institucional. 197 rogelio altez y diana osuna histórica reciente en una amenaza manifiesta que se expresa de manera cotidiana. Cuadro vi.1. Número de muertes violentas en Venezuela 1999-2012 Provea* Serie del ovv Año Homicidios Resistencia En Averiguación 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Total 5 968 8 022 7 960 9 617 11 342 9 719 9 964 12 257 13 156 14 589 13 985 13 080 14 198 16 072 159 929 607 943 1 251 1 720 2 305 2 150 1 355 1 125 1 579 1 853 2 685 3 492 3 036 3 387 27 488 3 474 3 467 3 801 3 752 3 891 4 031 4 158 4 109 4 264 4 127 4 205 4 508 4 632 4 598 57 017 Total Año Muertes violentas 10 049 12 432 13 012 15 089 17 538 15 900 15 477 17 491 18 999 20 569 20 875 21 080 21 866 24 057 244 434 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 Total 5 968 8 022 7 960 9 617 11 342 9 719 9 964 12 257 13 156 14 589 16 047 17 600 19 336 21 962 177 539 * Estas cifras provienen del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas de Venezuela (cicpc), organismo policial del Estado, y sobre ellas Provea aplica un ejercicio estadístico en el caso de Resistencia a la Autoridad y Muertes en Averiguación (véase la nota 15 a pie). La Organización de Naciones Unidas (onu) toma las cifras aportadas por Provea como las que identifican el asunto en el caso de Venezuela. Algunas relaciones, de inmediato, saltan a la vista. Por un lado, como indicábamos antes, se observa la diferencia de resultados entre ambas fuentes. El cuadro vi.1. indica números oficiales revisados estadísticamente por Provea,15 por un lado, y las cifras que asume el ovv, donde 15 Provea aplica a las cifras obtenidas del cicpc un “ejercicio de proyección”, el cual, según explican, “dada la ausencia de datos oficiales en esta oportunidad”, supone el empleo de “la mejor técnica estadística que pudiera pronosticar la tasa de homicidios con el menor error posible”. 198 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela Gráfica vi.1. Número de muertes violentas 1999-2012 Fuente: Elaboración propia sobre los datos presentados en el cuadro vi.1. podemos observar que en el caso de los homicidios los números son los mismos hasta el año 2008 y luego se ofrecen estimaciones a partir de 2009.16 El ovv, ante las dificultades para el acceso a las estadísticas gubernamentales, comenzó a calcular el número de muertes violentas según sus propias apreciaciones, exhibiendo una clara discrepancia con los números oficiales. Con todo, en ambos casos, las cifras son muy elevadas. 16 Este ejercicio representa que “para el cálculo de las muertes violentas que aportan las categorías ra (Resistencia a la Autoridad) y ma (Muertes en Averiguación) consideramos que el 80% de los casos terminan en fallecimientos violentos”. En este sentido, las cifras aportadas por Provea indican el resultado de esta estimación, y no el total de casos en cada una de las categorías obtenidas del cicpc, Provea, Situación de los derechos humanos en Venezuela, 2014, p. 439. Es importante señalar que las instancias oficiales encargadas de realizar las estadísticas al respecto (en este caso, el Observatorio Venezolano de Seguridad, creado en 2012 por el Ministerio del Interior), “excluyen de la estadística los asesinatos caracterizados como ‘averiguación de muerte’ que, por supuesto, son muertes pero no aclaradas y que normalmente nunca se aclaran, los definidos como ‘resistencia a la autoridad’, simples ejecuciones la mayoría de las veces, los producidos por ‘enfrentamiento entre bandas’, entre otros”, Alejandro Moreno, “La violencia homicida en la Venezuela actual”, Revista SIC, 12 de marzo de 2016, disponible en <www.revistasic.gumilla.org/2016/la-violencia-homicida-en-la-venezuela-actual/> (consultado el 15 de abril de 2017). Tanto el ovv como Provea indican que buena parte de las estadísticas que utilizan para sus estimaciones provienen, en efecto, del cicpc; sin embargo, aseguran que la información la obtienen a través de fuentes confidenciales. El ovv, por lo visto, no ha podido contar con el acceso a estas fuentes a partir del año 2009. 199 rogelio altez y diana osuna Por otro lado, aunque el ovv sólo tomó en consideración a los homicidios como muertes violentas hasta 2008, el cicpc agrega dos variables más: “Resistencia a la Autoridad” y “Muertes en Averiguación”, que son las tomadas por Provea para la apreciación general del problema.17 El total de casos que ofrece Provea para el periodo observado es de 244 434; para el ovv son 177 539. Una primera aproximación nos ofrece una relación alarmante: el total de muertes violentas, según Provea, tomando en cuenta la sumatoria de todas las variables consideradas en las cifras oficiales, representa una cifra muy cercana a 1% de la población total de Venezuela para el año 2012. El cuadro vi.2 sistematiza lo afirmado y sugiere con contundencia que, desde luego, Venezuela padece una epidemia con resultados desastrosos. Cuadro vi.2. Porcentaje de muertes violentas 1999-2012, según la población total venezolana Fuente Muertes violentas 1999-2012 Porcentaje de la población ovv 177 539 0.605% Provea 244 434 0.819% Población total año 2012 29 854 238 hab. Fuente: Elaboración propia a partir de los datos presentados en el cuadro anterior. Información sobre población tomada del Banco Mundial, disponible en <http://datos.bancomundial.org/ indicador/SP.POP.TOTL?end=2015&locations=VE&start=1960&view=chart> (consultado el 20 de abril de 2017). Una etnografía inevitable Comprender esto como un desastre significa observar el problema como el indicador de un proceso histórico y social que ha cristalizado en tal 17 En el Informe Conjunto… de Lacso y ovv se hace mención indistinta a “muertes violentas” y “homicidios”. Hasta 2009, el ovv estimó como “muertes violentas” a los homicidios; a partir de ese año, de acuerdo con las explicaciones que publican en sus informes, las muertes violentas comenzaron a incorporar los casos de Resistencia a la Autoridad y Muertes en Averiguación. Provea lo precisa de la siguiente manera: “Como en ocasiones anteriores consideraremos además de los homicidios, una categoría conjunta que denominaremos Muertes Violentas en la que se incluye tanto a los homicidios como los casos de resistencia a la autoridad y de muertes en averiguación”, Provea, Situación de los derechos humanos en Venezuela, 2014, pp. 439-440. 200 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela adversidad. Al mismo tiempo, supone un problema metodológico, pues a menudo observamos a los desastres como eventos puntuales, generalmente asociados a destrucción o afectación específica en un área o región, o bien, por otro lado, desplegados en el tiempo por asociación con un fenómeno natural de presencia sostenida, como las sequías, las anomalías climáticas, o bien las epidemias. Para los antropólogos, la observación de los desastres viene a ser un problema reciente.18 Los razonamientos al respecto, en tanto que cuestión metodológica, han apuntado a considerarles como un “événement du temps court, de l’exceptionnel, de l’impensable”.19 Esto conduce a comprenderles directamente in situ, persiguiendo una etnografía que dé cuenta, por ejemplo, de las respuestas sociales ante el riesgo, las amenazas, la vulnerabilidad, el impacto y la recuperación ante el evento destructor,20 Esa observación sobre el hecho mismo, especialmente en el tiempo posterior al desastre, revela los procesos sociales aflorados o asociados con el caso y los vuelve traslúcidos ante los ojos del investigador, “by dint of observing it in action as a participant”.21 El estar ahí, propio de la etnografía y la investigación participante, se convierte en un problema cuando el antropólogo no tiene la posibilidad “d’ethnographier un événement auquel on n’a pas participé”.22 Sin embargo, en nuestro caso el evento, ya por su extensión en el tiempo, así como por conformar el propio contexto de vida del observador, no representa un hecho al que se acude como lo haría un investigador foráneo a la sociedad, ni se trata de un desastre que ya ha pasado: todo está teniendo lugar en la cotidianidad del antropólogo. Aquí la etnografía resulta de la 18 19 20 21 22 Esto se plantea en los trabajos de Anthony Oliver-Smith y Susanna M. Hoffman, “Introduction: Why Anthropologists should Study Disasters”, en Susanna M. Hoffman y Anthony Oliver-Smith, Catastrophe & Culture. The Anthropology of Disaster, Santa Fe, School of American Research, 2002, James Currey Ltd., pp. 3-22; y de Sandrine Revet, “L’ethnologue et la catastrophe”, Problèmes d’Amérique latine, 69, 2008, pp. 1-24. Julien Languimer y Sandrine Revet, “Une ethnographie des catastrophes est-elle posible? Coulées de boue et inondations au Venezuela et en France”, Cahiers d’anthropologie sociale, 7, 2011, pp. 77-90. A. Oliver-Smith y S. M. Hoffman, “Introduction”…, p. 12. Sandrine Revet, “ ‘A Small World’: Ethnography of a Natural Disaster Simulation in Lima, Peru”, Social Anthropology/Anthropologie Sociale, easa, 21 (1), 2013, p. 51. S. Revet, “L’ethnologue et la catastrophe”, p. 3. 201 rogelio altez y diana osuna confrontación diaria con el problema, se vuelve una observación participante por fuerza, por inevitabilidad; aquí el investigador observa su propia cotidianidad en medio del evento, y viceversa, pues la mirada de un antropólogo no tiene horarios de trabajo: opera en todo momento. La formación antropológica, en tanto que adquisición de una lectura particular de la realidad, no divide la acción de la mirada según las circunstancias. Somos antropólogos, no es posible mirar la realidad de otra manera. Mirar, en todo caso, es comprender, no sólo asistir a la vida conforme pasa ante los ojos. En este sentido, comprender la realidad como antropólogos, en efecto, es inevitable; no obstante, para que esa mirada tenga como destino un resultado interpretativo, debe sistematizarse y comenzar por convertir a la vida diaria en un objeto. A este ejercicio metodológico le llamamos etnografía inevitable,23 y en este trabajo, en el que los investigadores no se trasladan al contexto del desastre, sino que forman una parte constitutiva del mismo, el problema de las muertes violentas desplazado en el tiempo a través de 14 años en la sociedad venezolana se vuelve objeto de estudio, sin que por ello sea deducido de la realidad en la que tiene lugar. Las muertes violentas, en calidad de masivas, representan un desastre de largo impacto que manifiesta de forma dramática los procesos históricos y sociales que le subyacen. En esta investigación intentaremos comprender dichos procesos, observar la producción y reproducción de la vulnerabilidad que les conforma, y proponer una noción de “muertes masivas” que ofrezca utilidad metodológica al estudio de los desastres. Violencia y agresividad El incremento de las muertes violentas en la sociedad venezolana durante el periodo observado conduce, analíticamente, a precisar algunos aspec23 Rogelio Altez y Sandrine Revet, “Contar los muertos para contar la muerte: Discusión en torno al número de fallecidos en la tragedia de 1999 en el estado Vargas”, Revista Geográfica Venezolana, vol. especial, 2005, pp. 21-43; y Rogelio Altez, “Más allá del desastre. Reproducción de la vulnerabilidad en el estado Vargas (Venezuela)”, Cahiers des Amériques Latines, 65 (3), 2010, pp. 123-143. 202 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela tos en beneficio de su interpretación. Por un lado, tomamos como definición técnica de “muertes violentas” lo que indica Provea.24 Sin embargo, e independientemente de que con ello no se modifique lo que representa cuantitativamente dicha definición, conviene subrayar que, en todo caso, siempre estamos haciendo referencia a hechos delictivos y no a todas las formas de fallecimientos al respecto. Está claro que un deceso ocasionado por un accidente de tránsito, por ejemplo, puede coincidir con una noción genérica de muerte violenta; no obstante, al circunscribir el problema únicamente a los hechos delictivos, hacemos referencia a un hecho estrictamente social. Por otro lado, parece igualmente pertinente tomar en cuenta la propia noción de violencia. Su definición, incluso desde diferentes perspectivas, resulta usualmente confusa y carente de consenso.25 Parece inevitable preguntarse, ante el aumento de las muertes violentas en Venezuela, si nos encontramos frente a una sociedad violenta o se trata únicamente de una coyuntura histórica. Desde luego, la respuesta final a esta interrogante sólo podrá tener certeza dentro de muchos años, y no en medio de los acontecimientos. Con todo, este trabajo pretende ofrecer pistas en esa dirección. Para comprender la violencia también debemos hacer referencia a la agresividad, entendiéndola como un imperativo comportamental de los seres humanos (así como de la inmensa mayoría de especies animales) que funciona “como uno de los procesos de adaptación para contrarrestar las presiones selectivas de competencia”.26 Las conductas agresivas pueden registrarse como respuestas a diferentes estímulos que entran dentro de cierto número de categorías.27 Aun así, no todas ellas están presentes en 24 25 26 27 Provea, Situación de los derechos humanos en Venezuela, 2014, pp. 439-440. Véase la nota 17 a pie. Simon Springer y Philippe Le Billion, “Violence and Space: An Introduction to the Geographies of Violence”, Political Geography (52), 2016, p. 1. Agustín Axel Baños Nocedal, “Antropología de la violencia”, Estudios de Antropología Biológica, xii, 2005, p. 45. La agresividad, de esta forma, ha contribuido a la permanencia de las especies dentro del escenario de la vida a lo largo del tiempo, pudiendo afirmar que la conducta agresiva es innata tanto en los seres humanos como en otras especies que así lo manifiestan. “Defensa y conquista del territorio, la afirmación de dominio dentro de grupos bien organizados, la agresión sexual, los actos de hostilidad por medio de los cuales se pone fin a la lactancia, la agresión en contra de las presas, los contrataques defensivos a los predadores, y 203 rogelio altez y diana osuna cada una de las especies animales, así como tampoco lo están en todas las sociedades humanas. La presencia de estas respuestas se encuentra condicionada por el contexto en el que tienen lugar y por las relaciones sociales que intervienen en ello. Ante situaciones de escasez, hacinamiento u otras presiones exógenas al individuo, éste reaccionará a través de la agresividad; ésta es una predisposición biológica, como lo asegura Wilson.28 Sin embargo, entre los seres humanos la agresividad se convierte en violencia y se manifiesta de acuerdo con el contexto simbólico en el que tiene lugar y, por tanto, en correspondencia con su marco social e histórico.29 Las prácticas violentas que un sujeto pueda ejercer no sólo serán aprendidas y reproducidas a través de la sociedad y sus estructuras, sino que su percepción y valoración, así como su validación y legitimación desde las propias instituciones del Estado, dependerán y serán propias de cada cultura y cada sociedad. Por consiguiente, podemos afirmar que las prácticas violentas se encuentran contextualmente determinadas. La violencia también tiene connotaciones sexuales, territoriales, jerárquicas e incluso inquisitivas (no olvidemos los tan nombrados métodos de obtener la verdad de nuestros agentes judiciales), pero sobre todo está ligada a cuestiones políticas, económicas y de intereses individuales y sociales en la búsqueda del poder. Por lo tanto, a pesar de tener una base biológica, su real manifestación se debe a factores puramente culturales, y como tal se reproduce y expresa a través de las instituciones.30 La violencia en las sociedades humanas se encuentra articulada con intereses de poder, tal como lo ha explicado detenidamente Hannah Arendt;31 28 29 30 31 la agresión moralista y disciplinaria para hacer cumplir las reglas de la sociedad”, Edward O. Wilson, Sobre la naturaleza humana, México, fce, 1991, p. 148. E. O. Wilson, Sobre la naturaleza humana. Podemos considerar que se trata de “una expresión cultural, y como tal se presenta de diferentes formas y magnitudes en cada población humana, y su misma percepción y aceptación depende de las características propias de cada cultura”, A. Baños Nocedal, “Antropología de la violencia”, p. 42. A. Baños Nocedal, “Antropología de la violencia”, pp. 52-53. Sobre la violencia, Madrid, Alianza Editorial, 2006. 204 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela o bien, del otro lado, sintetiza un recurso de confrontación con el poder. En todo caso, poder y violencia van de la mano, y si atendemos a lo señalado por Poulantzas cuando precisó que las relaciones sociales son relaciones de poder, en la violencia manifiesta de las muertes masivas hallaremos una forma característica del poder.32 Las muertes violentas perpetradas por hechos delictivos desnudan problemas de poder sin solución dentro de una sociedad; cuando se manifiestan de forma masiva, alcanzan la condición de un desastre. Wilson hace mención a las tres determinantes de la agresión, las cuales podemos extrapolar a la violencia en el ser humano: la predisposición biológica al ejercicio de la agresión; las presiones que el medio ambiente ejerce sobre los individuos para asegurar la subsistencia; y las circunstancias que contribuyen con la deriva cultural. Esto último lo podríamos interpretar como aquellas coyunturas históricas, resultados de procesos, que conducen a ciclos de violencia de manera generalizada y por periodos considerables fuera de los acuerdos establecidos dentro del pacto social, y durante los cuales resulta afectada la misma sociedad. Por último, y de acuerdo con lo expuesto por Briceño-León,33 podemos definir los llamados ciclos de violencia como periodos en los que se observa una tendencia, ya sea de aumento o descenso de la misma, en contraposición con periodos previos. Una sociedad que manifiesta un crecimiento progresivo y sostenido de la violencia, como ocurre en nuestro caso (más de 14 años de aumento), abre la posibilidad de algo más que un “ciclo”. De allí que la pregunta sobre su condición (si es en sí misma una sociedad violenta, o sólo pasa por una coyuntura al respecto), parece hallar respuesta en el sostenimiento y proyección de ese incremento por encima de una noción restringida en torno a la idea del ciclo. Periodos como éstos, en los que el potencial violento de una sociedad es exacerbado y dirigido contra sus propios individuos (resultando en ho32 33 Nicos Poulantzas, Poder político y clases sociales en el estado capitalista, México, Siglo XXI Editores, 1969. R. Briceño-León, “Los ciclos de la violencia…” Roberto Briceño-León, “Violencia urbana, sistema normativo y democracia en Venezuela”, en Manuel A. Gómez y Rogelio Pérez Perdomo, Cultura jurídica y políticas en Venezuela revolucionaria (1999-2013), Caracas, Universidad Metropolitana, Academia de Ciencias Políticas y Sociales, 2015, pp. 205-236. 205 rogelio altez y diana osuna micidios y otras variables del caso), convierten a la propia sociedad en desencadenante de desastres, tal como lo comprendemos aquí. Estos 14 años observados, sin tomar en cuenta los años posteriores hasta el presente (cuando el aumento ha sido mayor, inclusive), nos permiten considerar la ocurrencia de un desastre de muertes masivas, donde la sociedad es, al mismo tiempo que un contexto vulnerable, su propia amenaza. Cuando 1 es igual a un ser humano Hasta 1989, la tasa de homicidios en Venezuela rondaba sobre 8/100 000 habitantes. En una década, esto es hacia 1998 llegó a 20/100 000, para alcanzar sólo un año después, cuando se inicia el periodo de observación, los 25/100 000.34 Esto significa que entre 1989 y 1998 la tasa subió 150%; luego, en apenas un año, se incrementó 25%. Si atendemos las cifras de Provea, hacia 2012 la tasa de homicidios aumentó algo más de 100% (53.7/100 000); si se sigue lo estimado por el ovv, el incremento se aproxima a 200% (73/100 000). El cuadro vi.3 compara ambas fuentes y expone lo indicado. En la gráfica vi.2 se aprecia la variación porcentual por año dentro del periodo observado según los datos del ovv y Provea, tomando en cuenta todas las muertes violentas y no sólo los homicidios. El cuadro vi.4 destaca la variación de las tasas de muertes violentas por año, tomando en cuenta el total de esos casos según las cifras de Provea, que habrían de representar, como se ha explicado antes, la sumatoria de los homicidios más el 80% que esta ong ha estimado sobre el total de casos de Resistencia a la Autoridad y Muertes en Averiguación. Como último punto de comparación y precisión cuantitativa del problema sobre el periodo de estudio, la gráfica vi.3 expone la variación de las tasas de muertes violentas entre las cifras totales de Provea y las del ovv, destacando que para esta última fuente las tasas son calculadas sobre los homicidios hasta 2008 y sobre los totales de casos a partir de 2009. Todas estas estimaciones y estadísticas, por otro lado, han sido cuestionadas específicamente por la investigadora de la Universidad de Pennsyl34 Lacso y ovv, Informe Conjunto…, p. 4. 206 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela Cuadro vi.3. Comparación de las tasas de homicidios entre diferentes fuentes Provea ovv Año Tasa Año Tasa 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 25 32.9 32.1 38 44.1 37.1 37.4 45.2 47.7 52 49 45.1 47.8 53.7 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 2011 2012 25 33 32 38 44 37 37 45 49 52 54 57 67 73 Fuente: Elaboración propia sobre datos de Provea y el ovv. Tómese en cuenta que se trata únicamente de la tasa de homicidios, y no de muertes violentas. Gráfica vi.2. Variación porcentual anual de muertes violentas 1999-2012 Fuente: Elaboración propia sobre los datos presentados en los cuadros anteriores. 207 rogelio altez y diana osuna Cuadro vi.4. Variación anual de la tasa de muertes violentas según datos de Provea Año Población Muertes violentas Tasa 1999 24 023 355 10 049 41.830 2000 24 481 477 12 432 50.781 2001 24 940 223 13 012 52.173 2002 25 399 143 15 089 59.408 2003 25 857 553 17 538 67.825 2004 26 314 483 15 900 60.423 2005 26 769 115 15 477 57.817 2006 27 221 228 17 491 64.255 2007 27 670 659 18 999 68.661 2008 28 116 716 20 569 73.156 2009 28 558 607 20 875 73.095 2010 28 995 745 21 080 72.700 2011 29 427 631 21 866 74.304 2012 29 854 238 24 057 80.582 Fuente: Elaboración propia sobre los datos publicados por Provea. Datos de población según Banco Mundial; disponible en <http://datos.bancomundial.org/indicador/SP.POP.TOTL?end=2012&locations=VE&start=1999&view=chart>. Gráfica vi.3. Tasa de muertes violentas por cada 100 000 habitantes 1999-2012 Fuente: Elaboración propia sobre los datos presentados en los cuadros anteriores. 208 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela vania, Dorothy Kronick, quien asegura que el ovv, en particular, sobreestima las cifras a partir de una mala interpretación de las fuentes. Podríamos tomar como válido este cuestionamiento en caso de ser acertado, pero no es objeto de este trabajo discutir la precisión de las fuentes, sino plantear el crecimiento sostenido de las muertes violentas en Venezuela durante el periodo observado, y sobre todo señalar su condición de masivas. No obstante, lo afirmado por la investigadora norteamericana apunta a precisar que esa estimación errada por parte del ovv olvida que el problema no permite errores de aproximación, pues se trata de personas. Y es cierto. Sin embargo, asegura igualmente que “to measure violence the dead must first become data”. Cuando Kronick realizó sus cálculos con relación al año 2013 y los contrastó con los del ovv, le sobraron 6 000 casos según los números del Observatorio. Por ello, acabó preguntándose “did ovv’s researchers create them?”35 En una intensa réplica al trabajo del Observatorio, Francisco Toro señaló que ese trabajo, “rather than helping understand the growing deadly violence that’s overwhelming the country, centers attention on the number for the sake of the number”.36 Compartimos la precisión que Kronick pretende en su trabajo, al considerar que “addressing this tragedy demands an understanding of its scale, which in turn requires an accurate tally of the dead”; no obstante, el problema trasciende la medida. Aquí los números son seres humanos, un valor que supera la estadística. Como lo señala el ovv: “Pues que sean 20 000 o 25 000 las muertes violentas, son siempre demasiadas muertes, sobre todo después de los más de 20 planes de seguridad con que el gobierno ha tratado de resolver el problema de la inseguridad en los últimos 17 años”.37 Nosotros pensamos que la cuantificación de los problemas sociales no representa una medida de la realidad ni tampoco su análisis absoluto. En ese sentido, creemos que el problema de las muertes masivas, enmar35 36 37 D. Kronick, “How to Count our Dead”, agrega la autora que: “That’s a difference of more than 6 000 victims, enough to fill every seat in the Ríos Reyna hall at the Teresa Carreño -twice over”. El Teatro Teresa Carreño de Caracas es el más importante del país. Francisco Toro, “ovv, You Had One Job”, Caracas Chronicles, 11 de julio de 2016, disponible en <www.caracaschronicles.com/2016/07/11/ovv-one-job/> (consultado el 20 de abril de 2017). “¿Descontando muertos? El ovv responde”, ovv, disponible en <www.observatoriodeviolencia.org.ve/descontando-muertos-el-ovv-responde/> (consultado el 20 de abril de 2017). 209 rogelio altez y diana osuna cado en contextos espaciales-temporales específicos y asociados con una misma causa, da cuenta de un desastre. Una sociedad que incrementa las muertes violentas de la forma en la que se observa en el periodo de estudio, evidencia su doble condición de contexto vulnerable y amenaza. Cuando ambas variables se cruzan en tiempo y espacio, tal como lo reconocemos, siempre ocurre un desastre. En nuestro caso, la posibilidad de realizar la analogía con la definición de epidemia utilizada por la oms nos permite concluir que durante el lapso 1999-2012 en la sociedad venezolana ha tenido lugar un desastre de muertes masivas.38 No se trata de la cantidad, sino de la calidad del problema; las cifras son elocuentes, pero no determinantes. Aun así, se trata de casi 1% de la población muriendo por hechos delictivos en apenas 14 años. La masividad del resultado es lo que da cuenta de la catástrofe. Sin embargo, y tal como lo hemos afirmado en otra oportunidad, “no debe utilizarse el número de muertes como una escala para medir los impactos de los desastres”.39 Son muertes y son masivas, y es una misma sociedad en un periodo específico. Aquí la relación cuantitativa, donde 1 es igual a un ser humano, conduce a una consideración interpretativa: estamos ante una epidemia, pero ante todo nos encontramos ante un contexto vulnerable cuya principal amenaza proviene de sus estructuras sociales. El contexto vulnerable Un contexto sólo puede ser vulnerable ante algo que lo amenaza. En este sentido, entre el contexto y la amenaza existe una relación que determina 38 39 Aunque nuestro estudio se detiene en el año 2012, las cifras no. Según el ovv, entre 2013 y 2016 ocurrieron 106 097 muertes violentas; si sumamos esta cifra a los números de Provea hasta 2012 (244 434 fallecidos por las mismas causas), el resultado sería de 350 531 muertes violentas, lo que representa, en relación con la población total de Venezuela para 2016, 31 028 637 habitantes, un porcentaje de 1 097%. Esto es, entre 1999 y 2016, más de 1% de la población total de Venezuela habría fallecido por algún hecho delictivo. Datos de población obtenidos del Instituto Nacional de Estadística de Venezuela, disponible en <www.ine.gov.ve/index.php?option=com_content&view=category&id=98&Itemid=51> (consultado el 21 de abril de 2017). R. Altez, “Más allá del desastre”…, p. 138. 210 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela esa condición. Dicha relación es el resultado de procesos históricos y sociales que producen tales efectos. Al respecto, hemos afirmado en otro momento que “un contexto vulnerable es la totalidad social, material, histórica y cultural expresada en la carencia de respuestas eficaces ante las amenazas y los riesgos que una sociedad ha producido a través del tiempo”.40 De esta manera, comprendemos que las amenazas, cualquiera que sea su origen, sólo pueden alcanzar tal potencialidad debido a la forma en que la sociedad ha transformado sus características en un peligro para su existencia. La relación entre la sociedad y esos peligros es, desde luego, una articulación socialmente producida. Esto significa que esa amenaza funciona como tal en ese contexto, pero no necesariamente ha de representar lo mismo en otra realidad. En el caso de los fenómenos naturales esto resulta claro: la potencialidad destructora de un sismo no causa los mismos efectos en todos los contextos materiales; es decir, la magnitud no determina las intensidades. No obstante, en este caso nos hallamos ante una amenaza de orden antrópico, y no asociada con un evento natural; se trata de hechos, y no de fenómenos, lo que significa que aquí los procesos sociales son, ante todo, determinantes. Estos procesos, indefectiblemente, son heterogéneos y dinámicos, y por eso es que las mismas variables no operan del mismo modo en todos los contextos. Las amenazas a las que nos referimos provienen de condiciones y procesos estrictamente humanos. Pero el asunto cuenta con una precisión más: no se trata de peligros de procedencia foránea, sino endógenos. No son naciones invadiendo territorios ni imperios aplastando poblaciones. Aquí la amenaza proviene de la propia sociedad. Por ello atendemos un objeto de doble articulación: por un lado es un contexto vulnerable, por el otro es su propia amenaza. Ha producido histórica y socialmente ambas condiciones. Sabemos que la confluencia en el tiempo y en el espacio de una o varias amenazas y un contexto vulnerable, siempre, acaba en un desastre. 40 Rogelio Altez, “Aportes para un entramado categorial en formación: vulnerabilidad, riesgo, amenaza, contextos vulnerables, coyunturas desastrosas”, en Luis Alberto Arrioja y Armando Alberola (eds.), Clima, desastres y convulsiones sociales en España e Hispanoamérica, siglos xvii-xx, Alicante, Universidad de Alicante-Michoacán, El Colegio de Michoacán, 2016, p. 36. 211 rogelio altez y diana osuna Sin embargo, en este caso ambas variables coexisten en los mismos planos, conforman una unidad que se complementa críticamente. Aquí no es una convergencia espacio-temporal lo que detona al desastre, sino la evolución crítica y conjunta de sus condiciones estructurales. Es decir, al autoproducirse como su propia amenaza, una sociedad es vulnerable ante sí misma, y la ocurrencia de desenlaces adversos por tal característica tiene lugar conforme se agudizan las variables que constituyen tales condiciones. Su dinámica en el tiempo y en el espacio evoluciona hacia circunstancias que se encuentran articuladas con la estructura de esas condiciones. Si tal estructura representa un peligro, por consiguiente, su evolución contará con mayores probabilidades de cristalizar en adversidades, en lugar de avanzar hacia resultados exitosos o hacia la desaparición de dichas condiciones. Por otro lado, la condición de amenaza no necesariamente evoluciona hacia un desastre de manera indefectible. Lo que propende a esa evolución es la reproducción de la vulnerabilidad en el tiempo. Si la vulnerabilidad se reproduce históricamente, en consecuencia, las amenazas le acompañarán en su existencia y la ocurrencia de desastres tornará en constante. En nuestro periodo de estudio, vulnerabilidad y amenaza han sostenido el efecto adverso de su coexistencia y han visto potenciadas sus características. La evolución de tales condiciones, siempre preexistentes,41 ha sido desarrollada por otras variables igualmente sociales e históricas que han favorecido su materialización en forma de desastre. Se trata de procesos políticos que, convulsos y violentos, siempre incrementan la intensidad de las adversidades hasta su transformación en catástrofes. Los cambios políticos que tuvieron lugar en Venezuela a partir de 1999 dan cuenta, sin duda, de convulsiones y violencia.42 La propuesta revolu41 42 Virginia García Acosta (coord.), Historia y desastres en América Latina, vol. I, Bogotá, ciesasla red, 1996. “Generalmente se admite que Venezuela inició en 1999 un nuevo periodo de su historia política que ha implicado cambios importantes en su sistema político, en la economía, el derecho y. en general, en la sociedad. El gobierno mismo dice que estamos viviendo una revolución socialista y que se han producido cambios capaces de producir una sociedad y un hombre nuevos”, Rogelio Pérez Perdomo y Manuel A. Gómez, “Estudio introductorio. Cultura jurídica y política en tiempos de Chávez”, en M. A. Gómez y R. Pérez Perdomo, Cultura jurídica y políticas en Venezuela revolucionaria (1999-2013), p. 15. 212 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela cionaria del movimiento bolivariano liderado por Hugo Chávez, como todas las revoluciones, se basó en la destrucción del modelo de poder anterior con el objeto de levantar un modelo nuevo que le permitiese satisfacer sus intereses. Este ejercicio, desplegado sobre casi dos décadas, representó (y representa) una intervención drástica en todas las estructuras organizativas de la sociedad venezolana. Asistimos a una transformación forzosa de las relaciones de poder en el país. Si bien el poder conforma las relaciones sociales, también las condiciona y penetra.43 Esto resulta más transparente cuando el poder actúa en forma de estrategia política. Una vez que la propuesta revolucionaria se volvió praxis, la destrucción del modelo anterior, ya en lo institucional como en lo relacional, cobró un sentido concreto: la violencia. Tanto en lo discursivo como en lo simbólico, esta violencia ha sido efectiva, y de estrategia política pasó a estremecimiento cotidiano. Algunos autores, al referirse a la violencia en Venezuela a partir de 1999, se refieren, por ejemplo, al debilitamiento del estado de derecho como un factor decisivo en el aumento de los homicidios, asunto que nos compete aquí.44 Otros indican el incremento de rasgos autoritarios,45 o bien la pérdida de autonomía, “el desarrollo de imaginarios, estrategias y prácticas de exclusión del otro” que, asociados con “una elevada polarización económica, política, social e ideológica”, sólo puede acentuar la conflictividad social.46 El problema de la polarización, además, redunda en conflictos sociales que no se resuelven con la profundización de las diferencias como estrategia política, lo que parece quedar claro en los resultados observados. Al respecto, Briceño-León realiza una importante precisión con relación al problema de la violencia en una sociedad: “Toda violencia inter43 44 45 46 N. Poulantzas, Poder político y clases sociales…; Michel Foucault, Microfísica del poder, Madrid, Ediciones La Piqueta, 1991. R. Briceño-León, “Violencia urbana, sistema normativo y democracia en Venezuela”; Rogelio Pérez Perdomo, “Cultura jurídica, violencia delictiva e instituciones”, en M. A. Gómez y R. Pérez Perdomo, Cultura jurídica y políticas en Venezuela revolucionaria (1999-2013), pp. 237-272. R. Pérez Perdomo y Manuel A. Gómez, “Estudio introductorio…”. María Pilar García-Guadilla, “Organizaciones sociales y conflictos sociopolíticos en una sociedad polarizada: las dos caras de la democracia participativa en Venezuela”, América Latina Hoy, Ediciones Universidad de Salamanca, 42, 2006, p. 38. 213 rogelio altez y diana osuna personal, toda lesión o muerte violenta causada en un contexto distinto de las guerras, es un acto individual”.47 No obstante, indica seguidamente que “la interpretación que puede hacerse del crimen individual o aislado es diferente de la que debe hacerse de una centena o un millar de asesinatos”. Para este autor, las causas de la violencia no residen en la pobreza o la desigualdad, como suele argumentarse tradicionalmente, sino en la “destrucción institucional”.48 No obstante, resulta pertinente subrayar que en el periodo de estudio y en medio de los cambios radicales que estaban teniendo lugar se produjo en Venezuela “la mayor bonanza petrolera de su historia”.49 Como ejemplo, podemos señalar que entre 1999 y 2006 el ingreso fiscal por este motivo fue 73% mayor que en el periodo 1994-1998. Con todo, tenemos por cierto que el dinero no genera desarrollo y que grandes masas de capital en manos del gobierno no suponen un reparto equitativo de la riqueza.50 Viene al caso precisar este detalle, pues a pesar de este periodo de incremento en los ingresos, la violencia manifiesta del proceso político resultó más eficaz sobre las relaciones sociales que el aumento fiscal.51 Al mismo tiempo, tal crecimiento no redundó en un equilibrio económico. Por ejemplo, “las importaciones de alimentos y rubros agrícolas del país se incrementaron en 366%”.52 También, entre 1999 y 2013 la in47 48 49 50 51 52 R. Briceño-León, “Violencia urbana, sistema normativo y democracia en Venezuela”, p. 205. Así lo asegura R. Briceño-León, “Violencia urbana, sistema normativo y democracia en Venezuela”, p. 207. Francisco José Virtuoso, “Prólogo”, en Ronald Balza Guanipa, Venezuela 2015. Economía política y sociedad, Caracas, Fundación Konrad Adenauer-Universidad Católica Andrés Bello, 2015, p. 7. Gilbert Ritz, El desarrollo, historia de una creencia occidental, Madrid, Universidad Complutense, 2002; Arturo Escobar, “Anthropology and Development”, International Social Science Journal, 154, 1997, pp. 497-515. “Discursivamente se ha querido presentar a los gobiernos que ha tenido Venezuela a partir de 1999 como los únicos que han dado respuesta a las necesidades de los sectores populares. Y si bien es cierto que diversos indicadores sociales mostraron mejorías significativas durante parte de este período, al considerar el acceso a servicios y condiciones de vida a través de métodos de medición de la pobreza que incluyan elementos adicionales al ingreso, podría encontrarse que las ganancias fueron modestas”, María Gabriela Ponce y Lissette González, Pobreza y gasto social en la Venezuela de la revolución bolivariana, Caracas, Observatorio de Gasto Público, Cedice, 2015, p. 18. Anabella Abadi, “15 años de revolución bolivariana en cifras”, PRODAVINCI, disponible en 214 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela flación acumulada fue de 2.264%. En ese último año, los niveles de escasez de alimentos básicos se estimaban en 70%. Entre 1999 y 2006, por otro lado, la deuda pública aumentó en casi 50%; el gasto público en 14%; y la depreciación acumulada en el tipo de cambio fue de 255%. Con relación al gasto público, hay que añadir que fue notorio el incremento en los años electorales dentro del periodo de estudio: 2006 y 2012, lo que indica un interés claramente clientelar, y no dedicado a los problemas de la desigualdad en los ingresos. Si los desequilibrios económicos contribuyesen con el estímulo de los conflictos sociales, las muertes violentas en Venezuela parecen dar cuenta del problema. De igual manera, algunos indicadores resultan más dicientes del efecto de los cambios políticos radicales sobre la sociedad venezolana. En este sentido, otros tipos de violencia que acompañan a los efectos de los cambios políticos concretos tienen lugar en los planos simbólicos. Sabemos que un Estado se reserva el monopolio de la violencia física al tiempo que detenta el uso de la violencia simbólica como una condición propia.53 Un Estado, de suyo, encarna toda forma objetiva de constricción social. Las leyes, por naturaleza, representan este tipo de violencia; no obstante, el uso de las mismas como instrumentos de agresión social, o bien violentar las estructuras jurídicas establecidas como parte de estrategias políticas, conduce igualmente a formas de violencia simbólica que afectan a la sociedad. En el periodo observado, este tipo de violencia fue constante. Como ilustración al respecto, podemos decir que a partir de 1999 se aprobó una nueva Constitución, hubo cuatro referendos, cinco leyes habilitantes, y se aprobaron igualmente más de 200 nuevas leyes.54 Se trata de un intenso estremecimiento que siempre estuvo acompañado de recursos políticos agresivos, como la búsqueda de la polarización.55 Asi- 53 54 55 <www.prodavinci.com/2013/12/16/actualidad/15-anos-de-revolucion-bolivariana-en-cifras-por-anabella-abadi-m/> (consultado el 21 de abril de 2017). Pierre Bourdieu, Razones prácticas. Sobre la teoría de la acción, Barcelona, Anagrama, 1999. A. Abadi, “15 años de revolución bolivariana en cifras”. El propio Chávez se propuso como objetivos de la campaña electoral de 2012 la “repolarización” como estrategia, acudiendo a los momentos más conspicuos de la misma, como los 215 rogelio altez y diana osuna mismo, y en una clara demostración de fuerza y arrogancia política, el gobierno también cambió los símbolos patrios, como la bandera, el escudo, y hasta el nombre del país. En planos que reflejan de una manera más específica el efecto social de estas transformaciones violentas, podemos indicar que en el periodo de estudio hubo hasta 19 Planes de Seguridad implementados por el gobierno central. No obstante, ello no impidió, como lo demuestran las cifras, que las muertes violentas se incrementaran, tal como lo hemos visto. Resulta contundente, además, el hecho de que en medio de lo que el presidente Chávez llamó “Primer Plan Socialista de la Nación, 2007-2013” hubo unas 3 355 violaciones a la propiedad privada que incluyeron expropiaciones, invasiones y “rescate de tierras”.56 Estos aspectos, desde luego, representan formas agresivas de transformación política, características de un proyecto como el que se instauró desde 1999. Como una proyección coherente con estas circunstancias, posteriormente a nuestro periodo de observación, 1999-2012, la Encuesta sobre Condiciones de Vida ha enseñado resultados contundentes sobre la sociedad venezolana.57 Conclusiones categóricas como haber asegurado en 2016 que se padecen “las peores condiciones de desprotección de salud desde principios de siglo xx”, con “tendencia a empeorar”,58 o bien señalar que en ese mismo año los hogares con pobreza extrema alcanzaron casi 52% en todo el país, y que los hogares con pobreza rebasaron el 80%, dan cuenta del proceso de deterioro generalizado que proviene, precisamente, del periodo observado.59 Queda claro que el dinero, como el que ingresó en tiempos de la mayor bonanza petrolera, no es garantía de desarrollo, ni de paz ni de estabili- 56 57 58 59 que tuvieron lugar en 2002 y 2006, Provea, Situación de los derechos humanos en Venezuela, 2013, p. 18. A. Abadi, “15 años de revolución bolivariana en cifras”, p. 4. La Encuesta sobre Condiciones de Vida es una iniciativa llevada a cabo por la Universidad Central de Venezuela, la Universidad Católica Andrés Bello, la Universidad Simón Bolívar, la Comisión para la Mitigación de Riesgos Socionaturales (Comir-ucv), la Fundación Red de Solidaridad Ciudadana, la Fundación Bengoa (Alimentación, Nutrición) y el Lacso. Marino González y Elena Rincón, “Salud”, Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela, Caracas, Unidad de Políticas Públicas-Universidad Simón Bolívar, 2016, p. 13. Luis Pedro España, “Pobreza”, Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela, 2016. 216 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela dad ni de progreso.60 También se entiende que las condiciones generales observadas en Venezuela durante el periodo de estudio no necesariamente representan un axioma universal. Estas condiciones, en esta sociedad, y con este proceso político en particular, han producido estos resultados; no obstante, tal cosa no significa que siempre haya de suceder así en toda sociedad y en todo momento. Lo que conduce a la cristalización de un contexto vulnerable en esta Venezuela del siglo xxi es un producto histórico y social de su propio proceso. La violencia observada en este contexto político, especialmente expresada en el aspecto discursivo y en el simbólico, parece ser el impulso más decisivo hacia los resultados sociales observados: esto es, hacia las muertes violentas que han tenido lugar en estos años. Tal violencia, además, se ha desplegado como una estrategia claramente definida, y en su búsqueda de capitalización política, el efecto más contundente parece ser el estímulo hacia un comportamiento igualmente violento. Probablemente, ésta no ha sido la meta planteada; sin embargo, el resultado es claro. Todos los objetivos iniciales del proceso revolucionario en Venezuela, compartidos o no, parecen haberse disuelto detrás de las propias estrategias políticas desplegadas por mantenerse en el poder. Una de ellas, el recurso de la polarización, especialmente, ha “socavado” la institucionalización de la democracia y ha servido de escudo al “proyecto hegemónico del Estado”. Por consiguiente, “se recrudecieron los conflictos antagónicos aumentando la violencia y reduciéndose la posibilidad de resolverlos vía arbitraje, se debilitó la democracia representativa venezolana y se desvirtuó la promesa de la democracia participativa”.61 A propósito del caso, Frédérique Langue ha indicado que la revolución bolivariana, tal como se dignifica el proceso político venezolano, produjo una “polarización de la opinión pública y de las opciones políticas”, en un contexto de “manipulación de los medios de comunicación”. 60 61 “Por ello, en períodos de bonanza económica que, como hemos visto, impactan principalmente el componente de ingresos, la contribución de este tipo de pobreza [estructural] se incrementa en términos relativos”, M. G. Ponce y L. González, Pobreza y gasto social en la Venezuela de la revolución bolivariana, p. 18. María Pilar García-Guadilla y Ana Mallen, “Venezuela: democracia participativa, socialismo del siglo xxi y polarización”, LASA Forum, Latin American Studies Association, XLIV (4), 2013, p. 12. 217 rogelio altez y diana osuna Para la historiadora francesa, ésta ha sido una revolución “radicalizada en el discurso y en los hechos”; un despliegue de “discursos movilizadores, pero también con declaraciones que desconciertan a buena parte del electorado, por la agresividad y los improperios manifestados en contra de opositores o de contradictores de donde vengan”.62 Pensamos que los contextos políticamente convulsos, además, incrementan los efectos de los desastres.63 Si las muertes masivas reflejan un desastre en sí mismo, la condición del contexto histórico y social en Venezuela ha sido el condimento necesario para que esto alcance niveles de paroxismo, como las cifras así lo expresan. Desastres de muertes masivas: propuesta para una definición Los desastres de muertes masivas no poseen, hasta el presente, una definición consensuada. Por lo general, todos los intentos apuntan a tomar en cuenta ciertas cantidades de fallecimientos como punto de partida. Incluso, en las precisiones alcanzadas por organismos supranacionales, como la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres (eird), se utiliza una escala basada en números probables de fallecimientos para estimar un “Índice de mortalidad del desastre”, donde un evento con una media mayor a 3 000 muertes anuales supone una condición “extrema”.64 Cientos o miles de fallecidos son la vívida referencia que acompaña a la mención de muertes en calidad de masivas. Tal referencia, además, va de la mano con imágenes de destrucción causada por aludes, tsunamis o te62 63 64 Frédérique Langue, “La Venezuela de Hugo Chávez, ¿De la ‘revolución pacífica y democrática’ a la ‘paz violenta’? Un ensayo de historia inmediata 1998-2004”, Boletín Americanista, año LVIII (58), 2008, p. 203. Lo hemos asegurado con anterioridad: Rogelio Altez, El desastre de 1812 en Venezuela: sismos, vulnerabilidades y una patria no tan boba, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello-Fundación Empresas Polar, 2006; Rogelio Altez, 1812: Documentos para el estudio de un desastre, Academia Nacional de la Historia, Colección Bicentenario de la Independencia, Caracas, 2009. Organización de Naciones Unidas (onu), Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres, Informe de evaluación global sobre la reducción del riesgo de desastres, Ginebra, 2009, p. 39. 218 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela rremotos. Numerosos eventos catastróficos han marcado la historia y han sido merecedores de este lúgubre calificativo. En los últimos años, y dentro de nuestro propio periodo de estudio, resaltan la tragedia de Vargas en 1999 (Venezuela), los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, el tsunami en el océano Índico del año 2004 y el sismo de Haití en 2010. Entre unos y otros la diferencia en el número víctimas es considerable, contando desde centenas hasta cientos de miles de fallecidos. Estas mismas diferencias, presentadas como titular de algún medio de comunicación o como cifras de informes institucionales, pueden ser apreciadas desde un punto de vista comparativo que, además, e inevitablemente, llevarán a una calificación que tenga como medida el número de muertes y lo asuma como la escala trágica por la cual se mide el impacto del desastre. El uso de cifras de fallecidos como una escala conduce a una distorsión en la apreciación de los hechos, olvidando en esa abstracción que cada uno de estos números representa un ser humano. De igual forma, debemos considerar el análisis de un desastre, ya fuese de muertes masivas o no, como un aspecto independiente de los números. Decenas de vidas perdidas durante un hecho catastrófico no deberían ser comparables cualitativamente con otras miles, pues la sumatoria de los cadáveres no da cuenta analíticamente de sus causalidades. Tal cosa, además, podría conducir a equívocos interpretativos, ya que la relevancia del evento no está en la cantidad de muertes, sino en el hecho mismo de que hayan ocurrido. Con todo, dentro de las definiciones al respecto, unas pocas son las que toman como criterio principal un número explícito de muertes. Jain y Rajoo, por ejemplo, aseguran que en un desastre “loss of life of ten or more may be considered as Mass Disaster”, lo cual no parece pertinente en el caso de desastres de impacto lento.65 Una epidemia que actúa por una década y que sólo cause 10 decesos difícilmente podría ser calificada como un desastre de muertes masivas. Desde un enfoque técnico, McEntire señala que habría de ser “a situation where there are more bodies than can be handled using existing 65 Rahul Jain y K. M. Rajoo, “Mass Disaster Management: Forensic Aspect”, Journal of Indian Academy of Forensic Medicine, 31(2), 2009, p. 160. 219 rogelio altez y diana osuna local resources”.66 Otro estudio al respecto refiere a Robert Jensen, quien señala que un incidente de muertes masivas es “any event that produces more fatalities than can be handled using local resources”.67 Peter Teahen indica que “a mass fatalities incident is an event that causes loss of life and human suffering, which cannot be met through usual individual and community resources”.68 Otros autores que han definido el término le han asignado una sigla, tal como lo expresan Stănescu, Boeriu y Copotoiu: “Mass casualty incidents (mci) and disasters are relatively rare events that by definition overwhelm the intervention capacity of the responding agencies”.69 De acuerdo con estas definiciones, el número de defunciones no es lo que caracteriza a un desastre de muertes masivas, sino las condiciones locales para atender la emergencia. Las organizaciones supranacionales también han desarrollado definiciones técnicas, dando prioridad a la asistencia de la emergencia y al manejo de cadáveres. La oms, por ejemplo, hace mención a un escenario en el que sus protocolos al respecto pudieran ser aplicados expresando que: … mass casualty incident is defined as an event which generates more patients at one time than locally available resources can manage using routine procedures. It requires exceptional emergency arrangements and additional or extraordinary assistance.70 Creemos que, aunque destinados únicamente al manejo de situaciones de emergencia, estos aportes ayudan a delimitar aquello que conside66 67 68 69 70 David A. McEntire, Disaster Response and Recovery: Strategies and Tactics for Resilience, Hoboken, Nueva Jersey, John Wiley & Sons, 2007, p. 159. David A. McEntire, Abdul-Akeem Sadiq y Kailash Gupta, “Unidentified Bodies and Mass Fatality Management in Haiti: A Case Study of the January 2010 Earthquake with a Cross-Cultural Comparison”, International Journal of Mass Emergencies and Disasters, 30 (3), 2012, p. 302. Peter R. Teahen, Mass Fatalities: Managing the Community Response, Boca Raton, crc Press, 2016, p. 16. Adrian Stănescu, Cristian Boeriu y Sanda-Maria Copotoiu, “Mass Casualty Incidents and Disaster Participation in Real versus Simulated Events in Romania”, Acta Medica Marisiensis, 62(1), 2016, p. 15. Organización Mundial de la Salud (oms), Mass Casualty Management Systems. Strategies and Guidelines for Building Health Sector Capacity, Ginebra, oms, 2007, p. 9. 220 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela ramos como un desastre de muertes masivas.71 No obstante, una noción analítica del problema debe estar desligada del uso de las cifras como una gradación progresiva, abriendo las puertas a criterios interpretativos para tal definición. Ciertamente, no todos los eventos donde mueren “muchas” personas deben ser considerados como desastres de muertes masivas; para un calificativo por el estilo debemos tomar en cuenta algunas variables que resultan decisivas al respecto. Tomamos como base para ello un principio interpretativo esencial: un desastre, ya sea de impacto súbito o lento, ha de ser definido por sus causalidades contextuales, y no por las vidas que tome con su irrupción. En este sentido, pensamos que un desastre de muertes masivas posee cuatro variables decisivas, a saber: contar con una alta densidad de fallecidos en relación con un espacio geográfico determinado y una población específica, y asociar esas muertes con un mismo evento. Por tanto, estaremos ante muertes masivas cuando un desastre produzca tal efecto dentro de un espacio geográficamente delimitado, generando una alta densidad de fallecimientos. La relación espacio-tiempo-población-causa es aquí decisiva. En nuestro caso de estudio se aprecia que, durante un periodo determinado (1999-2012), el aumento sostenido de la violencia, motivado por las condiciones antes analizadas, ha causado que dentro del territorio venezolano cerca de 1% de la población haya perdido la vida en hechos violentos.72 Si comparamos esto con periodos o situaciones similares (ya sea en números absolutos o tasas por cada 100 000 habitantes), donde la violencia ha jugado un papel decisivo en conflictos sociales, o con los propios indicadores de otros países, es evidente que la densidad de muertes en Venezuela en esos 14 años representa un resultado alarmante y digno de ser calificado como un desastre de muertes masivas. El factor de comparación, aunque útil para apreciar la densidad, debe ser manejado con criterios analíticos y no valorativos, evitando que pase de ser un punto de referencia a una forma de calificar el evento. De esta manera, se asegura que la abstracción que representa cierto número de 71 72 Desde luego, se dejan por fuera situaciones que sólo califican como “accidentes” o “emergencias” de alcance local o circunstancial, como los accidentes de tránsito, entre otros. Indicadores como el porcentaje de las muertes en función de la población total pueden también ser tomados en cuenta para apreciar la densidad. 221 rogelio altez y diana osuna víctimas en un desastre no sea determinante para su calificación, en beneficio de que cada desastre pueda ser apreciado de acuerdo con su contexto particular. Venezuela, una sociedad vulnerable “El desastre, antes que un hecho, es un concepto”.73 No lo es porque lo decrete alguna autoridad pública o porque lo mencione algún testimonio. Tampoco está determinado por la destrucción o las muertes. Si seguimos lo que se ha comprendido a partir del aserto “los desastres no son naturales”, ciertamente lo que corresponde es interpretar los procesos para analizar si es pertinente calificar de esa manera los hechos al respecto. En nuestro caso, desde luego, creemos que estamos ante un desastre de muertes masivas que ha trasegado más de una década en la sociedad venezolana, y que prosigue su paso incrementando los efectos regularmente. Lo hemos considerado de esta manera razonando sobre el problema y a la vuelta de esta investigación, pues no existe ninguna instancia o testimonio que le haya otorgado un calificativo por el estilo. Aunque hemos señalado la doble articulación analítica con la que comprendemos esta sociedad, en tanto que amenaza y contexto vulnerable al mismo tiempo, el aspecto más decisivo, sin duda, es la vulnerabilidad. Pensamos, precisamente, que la vulnerabilidad no es “algo” que se advierte en una sociedad, sino que se trata de una forma contextualmente determinada de su existencia que ha sido, como la existencia misma, histórica y socialmente producida.74 En este sentido, la entendemos como una condición subjetiva y objetiva que opera en todos los planos de las relaciones, y no únicamente en aspectos empíricos. La sociedad venezolana ha demostrado críticamente que es una sociedad vulnerable. Lo es ante sí misma, lo que nos queda claro; pero al ser esto así, es vulnerable en todos sus planos y ante todo aquello que ha construido como una amenaza. Su carencia de respuestas exitosas ante 73 74 R. Altez, El desastre de 1812 en Venezuela…, p. 61. R. Altez, “Aportes para un entramado categorial en formación…”. 222 vivir entre muertes masivas: sociedad y vulnerabilidad en venezuela los peligros que la envuelven a diario queda en evidencia cada vez que ocurre un homicidio, pues no se trata únicamente de un hecho delictivo, sino la prueba fehaciente de que se están produciendo muertes masivas desde hace más de una década, cuando menos. Las cifras exponenciales dan cuenta de ello. Decenas de miles de muertes anuales, que ya son cientos de miles en el periodo observado (y más en los años que siguen), son un indicador indefectible de un problema no resuelto. Es algo más que un conflicto para el Estado: es un problema social. Y si podemos afirmar que, políticamente, el Estado ha tenido una participación decisiva en ese resultado, conviene recordar que ese Estado no es ajeno ni foráneo a esta sociedad, sino la cristalización histórica de un proceso donde las relaciones de poder han materializado una institución con esas características. Resulta muy fácil olvidar que cuando se señala a un gobierno de turno como el responsable de los padecimientos en una sociedad, se está señalando igualmente a una parte de esa misma sociedad. Los gobiernos, los partidos y movimientos políticos, las decisiones, las instituciones, no son instancias implantadas en ese contexto: son un producto de dicho contexto. Todos los conflictos que identifican a una sociedad le pertenecen a sí misma; han sido producidos en el propio proceso que le define como tal. Si la vulnerabilidad opera subjetiva y objetivamente, entonces hallaremos sus funciones en las relaciones sociales, todas ellas, y en sus estructuras. No sólo asistimos al aspecto visible del problema, como lo vemos en la violencia y en la conflictividad social; todo cuanto subyace a cada muerte violenta, y sobre todo a su masividad, enseña el trasfondo del asunto, de lo que no se ve, de aquello que empíricamente no se registra. Lo que sucede en la sociedad venezolana no ha de resolverse simplemente cambiando los planes de seguridad o revirtiendo las decisiones tomadas; para que tenga lugar una transformación por el estilo debe operar una consciencia aplicada sobre el problema. Esto, paradójicamente, comienza por el mismo plano que disparó tales resultados: el político. En las relaciones de poder hallaremos la única vía hacia una transformación profunda de las condiciones observadas. El poder, como ya lo mencionamos, penetra y condiciona las relaciones sociales, las conforma. 223 rogelio altez y diana osuna Todo cuanto pueda ser profundamente transformado debe ocurrir allí en primera instancia. Mientras tanto, la vulnerabilidad será una condición reproducida por la sociedad, sostenida en el tiempo y potenciada regularmente, lo que permite que las amenazas sean siempre eficaces y que hagan de cada contexto vulnerable una oportunidad para demostrar dicha eficacia. En la Venezuela del siglo xxi, qué duda cabe, todo esto, además, es una realidad empíricamente plausible, cuantificable, padecida en lo cotidiano. En lo subjetivo y en lo objetivo, en lo material y en lo relacional, aquí se padece un desastre de largo impacto y profundo efecto, cuyos más claros indicadores se cuentan por cientos de miles y se llaman vidas humanas. Bibliografía Abadi, Anabella, “15 años de revolución bolivariana en cifras”, PRODAVINCI, disponible en <www.prodavinci.com/2013/12/16/actualidad/15-anos-de-revolucion-bolivariana-en-cifras-por-anabella-abadi-m/> (consultado el 21 de abril de 2017). Altez, Rogelio, El desastre de 1812 en Venezuela: sismos, vulnerabilidades y una patria no tan boba, Caracas, Universidad Católica Andrés Bello-Fundación Empresas Polar, 2006. ———— , 1812: Documentos para el estudio de un desastre, Academia Nacional de la Historia, Colección Bicentenario de la Independencia, Caracas, 2009. ———— , “Más allá del desastre. 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Treinta años después (por el mismo equipo de Alfonso Caso), se descubrió un conjunto de ruinas que determinaron al sitio arqueológico como contemporáneo de las fases IV y V de Monte Albán. En el municipio de Tilantongo existe efectivamente una gruta llamada por los habitantes “La casa del agua” (bée dahú),3 en donde los habi1 2 3 Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (esia), Unidad Tecamachalco del Instituto Politécnico Nacional, México. Doctor en etnología de la Universidad de París VII, Arquitecto DPLG. <takatitakite@gmail.com>. Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura, Unidad Tecamachalco del Instituto Politécnico Nacional, México. Doctorante en la esia Tecamachalco. M. C. en arquitectura y urbanismo. <edijo1303@hotmail.com>. Esther Katz, “Vapor, aves y serpientes. Meteorología en la ‘tierra de la lluvia’ (Mixteca Alta, Oaxaca)”, en Annamária Lammel, Marina Goloubinoff y Esther Katz (eds.), Aires y lluvias. 229 joel f. audefroy y edith montesinos pedro tantes presidían los rituales. Encontramos en esta cueva restos de velas y flores. Mitos y narraciones La relación con el agua y el medio ambiente pasa también por una especie de mezcla de mito y realidad. En relación con el mito, éste se relaciona con la zona arqueológica de Monte Negro, que de acuerdo con relatos de las personas, en la época de apogeo fue un lugar de dioses y de reyes en el que vivió la reina Ita Andehui, admirada por su juventud, belleza y representante del reinado de Tilantongo. De acuerdo con el mito fue fundadora del reinado de Tilantongo con ayuda de su esposo Anon Nau, también conocido por algunos como el “flechador del sol”. Mito 1. La reyna Ita Andehui. La reina Ita Andehui de 14 años de edad, en una época remota (se estima en la época de Monte Negro), bajaba desde Monte Negro a bañarse en uno de los tres pozos4 que están en Tilantongo. Se bañaba en el pozo de agua caliente y nadie la podía ver. Eran muchos quienes la pretendían, pero nadie se acercaba a ella. El rey Anon Nau también la pretendía pero no sabía cómo acercarse a ella. Un día, el rey se disfrazó con la piel de un jaguar para espiarla mientras se bañaba. Fue así que gracias a su astucia, pudo acercarse y hablar con ella y lograr conquistarla para casarse, y se casaron y es así que se formó el reino de Tilantongo.5 Es importante mencionar que cuando la reina Ita Andehui se casó con Anon Nau llevaba una canasta con ramos de flores (las flores son blancas, pequeñas, y se conocen como flor de novia) y una corona hecha con las mismas flores, que se encuentran en la región del Monte Negro. 4 5 Antropología del clima en México, México, Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, 2015, p. 314. Son tres pozos: uno de agua caliente, uno de agua salada y uno de agua dulce (potable). Este relato está escrito por Edith Montesinos, quien lo aprendió de su abuelo (comunicación oral). 230 la casa del agua y el control de la lluvia Las flores son parte importante del mito, ya que simbolizan la castidad y la pureza del alma. El que se llama el “flechador del sol” se refiere a otro mito de creación. De hecho, durante las fiestas patronales (fiesta de Santiago Tilantongo, 2526 de julio) se lleva a cabo una ceremonia en Monte Negro con una mujer que representa a la reina Ita Andehui. Lo más interesante de esta relación es que los tres pozos todavía existen y son en realidad tres manantiales de los cuales sale poca agua, pero uno de ellos, probablemente el de agua potable, sirve todavía para los vecinos que se abastecen de agua con cubetas. En este caso, el mito y la realidad coinciden. Existe otra versión de este mito: Mito 2. Ita Andehui, flor del cielo. En un risueño lugar de Tilantongo, entre árboles y flores, junto a un arroyo de cristalinas aguas, había una casita de madera y paja en la que vivía Ita Andehui, joven hermosa y pura, con espíritu noble y candoroso. Vestía traje indígena multicolor y sencillo que complementaba su singular belleza. En una tarde, mientras contemplaba la puesta del sol, vio venir a Anon Nau, joven apuesto y valeroso. Traía en los hombros un tigre acabado de cazar. Al ver a Ita Andehui bajó el tigre y lo puso a sus pies ofreciéndoselo como regalo. Ella, un poco turbada, agradeció el regalo y le pidió que se lo llevase para hacer, con su piel, un traje de Caballero Águila, que lo usaría cuando llegase el momento. Se contemplaron con ternura y de inmediato surgió en ellos una poderosa atracción. Conmovidos se retiraron repitiendo dulcemente las palabras que se habían cruzado. Fue esto el principio de un amor apasionado y lleno de ilusiones que culminó en matrimonio celebrado con todo el ritual acostumbrado. Pero el infortunio no tardó en llegar. Anon Nau tuvo que irse a la guerra. Los aztecas marchaban sobre Coixtlahuaca y el rey Atonalzin pidió ayuda militar a los reinos mixtecas. La ausencia fue prolongada, en ese tiempo nació Mallinali, el hijo esperado. Ita Andehui vivía en una angustia constante, a pesar de que sus familiares la acompañaban siempre. Una tarde, juntos subieron al Cahuatnó, Peña Gris, y hasta ese lugar les llegó la noticia que el ejército de Tilantongo había tenido varias bajas, y entre ellos habían muerto dos jóvenes distinguidos. Esa información fue para Ita Andehui como un rayo fulminante; cayó al suelo, arrojó sangre a borbotones por la boca y, en una reacción violenta, rodó al abismo 231 joel f. audefroy y edith montesinos pedro sin que nadie lo pudiera evitar. La tragedia se desencadenó por creer que Anon Nau era uno de los jóvenes muertos. Días después regresó Anon Nau lleno de ilusiones al encuentro de su amada Ita Andehui. Al recibir la noticia trágica, fue tan grande su dolor, que bañado en lágrimas lamentó no haber muerto en la guerra. Sin atender a nadie, rechazando todo auxilio, subió a la Roca Gris y desde su cima gritó: —¡Ita Andehui! —¡Estás en la eternidad! ¡Voy a juntarme contigo! y se lanzó al abismo. Desde entonces, al soplo del viento, en la Roca Gris, se oyen lamentos de profundo dolor.6 Esta segunda versión del mito es más dramática; es una verdadera tragedia. En el mito, 1 la joven Ita Andehui se baña en un manantial de agua caliente; en el mito 2, está cerca de un arroyo, se supone de agua fría. En el mito 1, el joven Anon Nau tiene una piel de jaguar; en el mito 2 es una piel de tigre. En los dos mitos la pareja se casa, pero en el mito 2 tienen el hijo Mallinali. Pareciera que la versión 1 es similar a la versión 2, pero es sólo el principio del mito. En la versión 2 se desarrolla el drama, Anon Nau tiene que ir a la guerra contra los Aztecas, nace el hijo Mallinali, Ita Andehui cree que Anon ha muerto, cae muerta, y a su regreso Anon se lanza al abismo. La estructura de las dos versiones del mito se puede presentar así: Mito 1 Mito 2 Ita Andehui se baña en un manantial de agua caliente Ita Andehui está junto a un arroyo Anon Nau tiene una piel de jaguar Anon Nau tiene una piel de tigre La pareja se casa La pareja se casa Anon Nau se va a la guerra Nace un hijo Ita Andehui cree que Anon ha muerto, y cae muerta Anon Nau se lanza al abismo Fuente: J. Audefroy, 2017. 6 Fuente: “Leyenda Calendario 2000”, Oaxaca. 232 la casa del agua y el control de la lluvia En las dos versiones, el principio del mito tiene la misma estructura. En la segunda versión, se hace referencia a un hecho histórico: aunque Tilantongo no pudiera reclutar un ejército numeroso, su tradicional importancia política lo colocaba en posición de suministrar caudillos militares a otros centros, quizás más poderosos. Se menciona que poco antes de la Conquista, Coixtlahuaca, posiblemente el pueblo más poderoso de la Mixteca a mediados del siglo xv, estaba gobernado por Atonaltzin, y Moctezuma I, movido por la fama de las riquezas del reino mixteco, lanzó un ejército contra Coixtlahuaca. Atonaltzin reunió tropas de todo el reino, incluyendo a Tilantongo, e infligió a los aztecas una sorprendente derrota. Torquemada (1943) relata el hecho: “… que aunque los mexicanos y tetzcucanos eran muchos, y mui aventajados en las armas, los hicieron retirar y aun huir, y apartarse de sus tierras algunas leguas”. Este hecho explica que Anon Nau del mito pudiera regresar a Tilantongo sano y salvo. De hecho, la victoria mixteca no duró mucho tiempo; Moctezuma reclutó un ejército entre los diversos pueblos del valle de México y lo lanzó contra Coixtlahuaca, pero esta vez Atonaltzin tuvo que rendirse a Moctezuma alrededor del año 1458.7 Abordamos ahora el estudio de los mitos y narraciones mixtecas y sus relaciones con el clima, la lluvia y el agua. Los mitos, en la tradición oral mixteca, estaban estrechamente ligados a la historia y a la concepción del mundo. Según Francisco López Bárcenas, investigaciones recientes han mostrado que en la Mixteca no existieron ciudades-Estado, ni señoríos, sino más bien el yuhuitayu, que fue la base de la organización política.8 La base de la sociedad era la familia extensa, no solamente los padres, sino madres, abuelos, bisabuelos, los parientes colaterales, y estas familias daban origen a varios linajes. Un linaje se integraba por el grupo de parientes descendientes en línea directa de antecesores míticos, por medio de los cuales se comunicaban con los dioses. De ahí se entiende el origen mítico de los mixtecos que podemos observar en el códice Vindobonense. 7 8 Douglas Butterworth, Tilantongo, comunidad mixteca en transición, México, ini, 1975, p. 45. Francisco López Bárcenas, Las rebeliones indígenas en la Mixteca, México, MC Editores, 2007. 233 joel f. audefroy y edith montesinos pedro Para entender la mitología mixteca contamos con una versión de los dioses creadores, la pareja primordial y sus dos hijos, pero poco se dice acerca de la creación del hombre, sino que hubo un diluvio en el cual perecieron muchos dioses y que fue después el dios “creador de todas las cosas” que creó el cielo, la tierra y el género humano.9 El hecho de que los mixtecos se llamaban ñuú savi en mixteco, cuya traducción es “pueblo de lluvia”, sugiere que entre ellos se veneraba al dios de la lluvia. En Yanhuitlán y Puctla, los labradores adoraban a Dzaui (Lluvia en mixteco), y varios datos indican que se trataba del mismo dios de la lluvia que los mexicanos llamaban Tláloc. Cada lugar tenía su dios de la lluvia y se llamaba de un nombre diferente. Por ejemplo, en Yanhuitlán se llamaba Çuagui o Zaguii. Estos dioses y en particular el dios de la lluvia tenían lugares de adoración. Estos lugares donde los mixtecas guardaban sus ídolos y hacían alguna ceremonia fueron templos, cerros y cuevas. Se puede suponer que los cerros donde hacían sus ceremonias son los mismos sitios ocupados hoy por las iglesias, como es el caso de Tilantongo, donde la iglesia está localizada sobre un pequeño cerro. Cerca de la iglesia se encontraron ruinas del periodo Posclásico.10 Así, la iglesia se construyó sobre ruinas prehispánicas. En Yanhuitlán, “al hacer sacrificios al dios del agua, el sacerdote llevaba el ídolo a un cerro al más alto que había y ponía el ídolo en una parte donde le parecía”.11 También se hacían ceremonias en cuevas para pedir al dios de la lluvia buenas cosechas. La importancia de las cuevas en el culto mixteco es fundamental. Dahlgren menciona que “en la cumbre de Cervatillos, junto a Chalcatongo, hay una cueva que era el panteón que generalmente veneraban todos los pueblos y señoríos de esta Mixteca […] una grandísima oquedad o cueva, con las momias pútridas y corruptas de sus reyes y señores”. Otra cueva se menciona por el mismo autor en la zona limítrofe entre la región triqui y mixteca: “A la mitad del camino entre Justlahuaca y San Miguel Chicahuastla donde se adoraba a los dioses que cuidaban de 9 10 11 Barbro Dahlgren de Jordan, La Mixteca, su cultura e historia prehispánicas, México, Imprenta Universitaria, 1954, p. 262. Alfonso Caso reveló que las ruinas correspondían a los periodos llamados Monte Albán IV y V, o sea, entre 900 y 1000 d.C. B. Dahlgren de Jordan, La Mixteca, su cultura e historia prehispánicas, p. 271. 234 la casa del agua y el control de la lluvia dar las aguas y sazonar las semillas y frutos de que se había de sustentar y los que lo habían de ayudar en su trabajo. A estos dioses de la lluvia, la gente del pueblo se autosacrificaba las orejas haciendo caer la sangre sobre unas pajas que llevaban prevenidas”.12 En total, se sabe de cinco cuevas en Yanhuitlán y otra que se encuentra entre Coixtlahuaca y Tequicistepec. Para llegar a ella se tenía que pasar por un largo y estrecho túnel, que luego se abría en forma de una sala casi cuadrada de más de 15 metros. Parece que el ídolo era una estalagmita que se había formado de un manantial que venía de lo alto de la cueva. En el medio había una fuente de agua que los indios antiguos “tenían opinión que era agua de los dioses y que morían los hombres que bebían de ella”.13 Existe una mención de sacrificio humano para pedir la lluvia en el Proceso de Yanhuitlán por Caxaa, un antiguo sacerdote, y se refiere a la época prehispánica: Especialmente tenía cuidado del diablo del agua, que se dice Zaguii… dijo: que cuando no llovía este testigo sacaba su ídolo y lo ponía delante de si con mucha reverencia, el cual ídolo era de piedra y le ofrecía copal, plumas, sangre, y decíale que se doliese, que los maceguales tenían hambre, que pues era dios del agua que lloviese, que él le prometía de sacrificarle palomas, codornices, perros, papagayos de los grandes y alguna persona conforme la intención que este testigo tenía y tomaba agua de una jícara y derramaba la hacia arriba encima de lo que tenía ofrecido al ídolo y tomaba una pelota de esta tierra que se llama vle que es de resina y goma de árboles y la echaba en el suelo que saltase y después quemaba la dicha pelota y con aquella resina untaba al demonio […] mandó matar y mató cuatro muchachos en veces porque se tardaban las aguas. Fuéle preguntado de qué manera lo hacían; dijo: que él se iba a un cerro el más alto que había y llevaba su ídolo y la persona que había de sacrificar y ponía el ídolo en una parte donde le parecía y delante le daba humo de copal y hablaba con el ídolo un rato y después po12 13 B. Dahlgren de Jordan, La Mixteca, su cultura e historia prehispánicas, p. 272. En el mismo trabajo de B. Dahlgren de Jordan, La Mixteca, su cultura e historia prehispánicas, p. 273. 235 joel f. audefroy y edith montesinos pedro nía el muchacho delante y lo sacrificaban, y que a este demonio del agua no se ofrecían personas grandes sino niños y que sacrificado el dicho niño le sacaba el corazón por el pecho y lo ponía delante del ídolo y así se estaba dos días o más tiempo, y después quemaba el corazón y la ceniza la tomaba y ponía con todo lo demás ofrecido al ídolo y lo hacía un envoltorio y o guardaba.14 Todo parece indicar que los sacrificios humanos en la mixteca se hacían en ocasiones excepcionales y como medida de emergencia: conmemoración de la muerte de un cacique, enfermedades y fallecimiento de los señores, así como en casos de sequías prolongadas, tal como se tienen registradas en la época prehispánica.15 El mito de origen de los mixtecos, según el cual los dioses y los reyes mixtecos de Apoala tuvieron su origen en las ramas de árboles majestuosos que crecían en un río sagrado, señala que los primeros padres nacieron de un árbol. Este mito se encuentra en varias fuentes: en los códices pictóricos Vindobonense y Selden y en las palabras de fray Antonio de los Reyes (1593). Fray Francisco de Burgoa (1674) también habla del nacimiento de los mixtecos por medio de los árboles (1934, 1: 274). En la tradición oral actual también encontramos este mito relatado por Francisca Ruiz de Pinotepa Nacional:16 Mito 3. El árbol que dio la vida a los primeros mixtecos. Los primeros padres de los mixtecos nacieron de un árbol espinoso llamado Ceiba Blanca. Es un árbol muy especial, algunos lo llaman Árbol Sagrado, otros le decían mágico. En donde estaba este árbol había mucha agua, arena muy blanca, había neblina, vapor de agua, aire, relámpagos. Se dice que el árbol estaba en medio de la tierra. La primera mujer mixteca nació del árbol, brotó de su centro en forma de capullo. Fue creciendo hasta ser un gusano grande y luego bajó del árbol; 14 15 16 Citado en B. Dahlgren de Jordan, La Mixteca, su cultura e historia prehispánicas, p. 278. Virginia García Acosta, Juan Manuel Pérez Zevallos y América Molina del Villar, Desastres agrícolas en México. Catálogo histórico, 2 tomos, México, fce-ciesas, 2003. Alejandra Cruz Ortiz, “Yakua Juia: El nudo del tiempo”, Mitos y leyendas de la tradición oral mixteca, México, ciesas, 1998, p. 31. 236 la casa del agua y el control de la lluvia cuando ya estaba en el suelo empezó un remolino y el gusano quedó a la mitad del remolino, dando vueltas. Conforme iba girando iba creciendo y, de repente, como por arte de magia, se transformó en una hermosa mujer. Siendo ya humana, el remolino desapareció. El hombre nació en las hojas del mismo árbol. El primer padre de los mixtecos nació de la hoja del árbol en forma de capullo. Fue creciendo el gusano y la hoja ya no aguantó el peso y se desprendió. El gusano cayó al suelo y, de repente, comenzó un remolino muy fuerte. Todas las hojas secas de los árboles que estaban cerca empezaron a girar junto con el gusanito que estaba en medio del remolino. El gusano iba creciendo muy rápido y de pronto se escuchó un trueno. En este momento el gusano se convirtió en hombre. En este nacimiento estuvieron cinco dioses presentes: el primer dios fue el Viento Negro, el segundo el de la Sabiduría, el tercero el Sol, el cuarto el del Rayo y el quinto el de la Lluvia. Cada uno de ellos le otorgó poder a la mujer y al hombre por partes iguales. El dios del Viento Negro les dio el poder de llevar las cosas arriba, viajar como el viento mismo. El segundo les dio sabiduría. El Sol les dio su calor. El del Rayo les dio fuerza y poder de romper las cosas que ellos quisieran, como el mismo rayo. El quinto les dio el poder de llevar agua, como los ojos de agua en las montañas, o cambiar el curso de un río y hacer llover donde ellos quisieran. Dicen los ancianos que debemos tener presente que los primeros padres de los mixtecos fueron muy especiales, y que hasta nuestros días hay todavía descendencia de ellos con el poder que les dieron los dioses. El mito de creación puede ser ordenado en la estructura siguiente: Hombre/Mujer La mujer nace del árbol El hombre nace de la hoja 5 dioses 5 poderes Dios del Viento Negro (AIRE, el Huracán) Llevar las cosas arriba, arrancar, viajar Dios de la Sabiduría La sabiduría Dios del Sol (TIERRA) El calor Dios del rayo (FUEGO) La fuerza Dios de la Lluvia (LLUVIA) Llevar agua, hacer llover 237 joel f. audefroy y edith montesinos pedro Los cinco dioses dieron al hombre y a la mujer cinco poderes en partes iguales: la movilidad, la sabiduría, el calor, la fuerza y la capacidad de hacer llover. La dualidad Hombre/Mujer se transforma en cinco poderes complementarios. Figura vii.1. Representación del árbol de la creación en el Códice Vindobonense La mujer que nace del árbol La hoja El hombre que sale de la hoja Sólo están representados dos dioses Fuente: Biblioteca Nacional de Viena, Austria (p. 50). Así, desde el mito de creación aparece el tema de la lluvia. El dios del viento fue una de las fuerzas de la naturaleza más deificada por los pueblos mesoamericanos. El aire, el fuego, la tierra y el agua son las cuatro fuerzas naturales que participan en la mitología mesoamericana. El dios del viento es el dios más relacionado con el clima, está vinculado con las nubes, la neblina y las lluvias, es el agente que transporta la humedad a la 238 la casa del agua y el control de la lluvia tierra y provoca la generación de las plantas.17 El viento negro es el huracán para la Mixteca Baja. Según este mismo autor, el dios del viento (Ehécatl) se expandió a partir del siglo ix d.C en varios centros políticos del Posclásico, principalmente Tilantongo y las tierras altas de la Mixteca oaxaqueña. La sequía se explica a partir de una narración que tiene sus fundamentos en el mito relatado por Francisca Ruiz, Pinotepa Nacional:18 Mito 4. Las ollas de nubes del Dios de la Lluvia. El Dios de la Lluvia guarda sus nubes en el cielo, en muchas ollas muy grandes y bien tapadas. Es un dios muy gordo, calvo y de ojos grandes, además tiene los dientes como maíz híbrido. Cuando saca sus nubes de la olla, llueve, si deja de llover es que ya escogió sus nubes y las guardó, y en el momento que se le olvida recogerlas llueve muchísimo, llenándose la tierra de agua. En el tiempo que hay sequía, es porque el Señor de la Lluvia abrió sólo una olla de nubes, quiere decir que está flojeando, por eso dios dice: “Hoy tengo que sacar las nubes y luego guardarlas y bajar a mi casa. ¡Qué flojera!” Aquí el mito 4 retoma el dios de la lluvia; es el que decide si llueve o no. El mito explica el origen de la lluvia, pero también explica por qué hay sequía: el dios de la lluvia sólo abrió una olla de nubes porque está flojeando. La olla es una metáfora de la lluvia, contiene nubes cargadas de agua que se salen de las ollas. El siguiente relato está relacionado con el ritual de la lluvia en una cueva, relatado por Cornelia Ortiz, Pinotepa Nacional:19 Mito 5. Cuando no llueve. Cuando no llueve la gente indígena va a traer la lluvia a la barra, a la casa de la esposa del Dios de la Lluvia. Esta casa se encuentra repartida la mitad en el mar y la otra en la orilla, dicen que la casa son varias cuevas. 17 18 19 Enrique Florescano, Quetzalcóatl y los mitos fundadores de Mesoamérica, México, Taurus, 2004, p. 213. A. Cruz Ortiz, “Yakua Juia: El nudo del tiempo”, p. 65. A. Cruz Ortiz, “Yakua Juia: El nudo del tiempo”, p. 161. 239 joel f. audefroy y edith montesinos pedro Cuando van a pedir la lluvia llevan a la virgen del Rosario, a la que le hacen un altar en la entrada de la cueva y allí hacen sus peticiones a la Gran Señora, esposa del Dios de la Lluvia. Le piden que llueva, porque si no llueve se va a secar la milpa, el frijol, la mata de sandía, los camotes, el jitomate, que ellos y los pajaritos van a pasar hambre. Esto lo dicen como siete veces durante dos horas. Se quema copal dentro y fuera de la cueva durante el tiempo que permanecen ahí. A veces reciben rápido la respuesta. Cuando la señora se encuentra en su casa, a dos horas de hacer la petición, se nubla el cielo, lo que indica que fueron escuchados. Cuando ya hay nubes en el cielo, se preparan para regresar porque llueve mucho y llegan a sus casas mojados, porque la señora los baña. A veces van entrando al pueblo y empieza a llover. A esa casa, nadie va de paseo, porque es un lugar muy peligroso. A un lado de la cueva hay un Cristo que apareció en el mar, en una roca que está a dos metros de profundidad. Cuando van a la casa de la señora, esposa del Dios de la Lluvia, aprovechan para bajar a observar cómo está el Cristo y su rosario, porque los ancianos cuentan que cuando se llegue a romper el rosario que el Cristo tiene en sus manos, ese día el mar va a salir de su lugar y va a cubrir todos los pueblos de agua y se van a morir todas las gentes y animales. Poca gente conoce ese Cristo, ya que el lugar donde se encuentra es muy peligroso. Al Cristo nadie lo molesta porque su casa es el mar; él es quien tiene en sujeción a la gran Señora Mar. Este relato explica cómo se desarrolla el ritual de petición de lluvia dentro de la cueva en la zona de Pinotepa Nacional. En el cuento se mezclan a la vez el mito y el ritual. El dios de la lluvia, como en los demás mitos tiene un papel central; en este caso, es la Gran Señora, esposa del dios de la lluvia quien tiene el poder de escuchar los reclamos. También el mito mezcla al dios de la lluvia mesoamericano, a la virgen del Rosario y a Cristo; el relato es el resultado de un sincretismo poscolonial. El relato indica, asimismo, un posible tsunami en la costa de Pinotepa Nacional. Si se rompe el rosario, el mar va a salir de su lugar y cubrir los pueblos de agua: es una descripción de un tsunami que posiblemente existe en la memoria histórica de los pueblos de la Mixteca Baja. La estructura formal del mito es la siguiente: 240 la casa del agua y el control de la lluvia Dios de la lluvia Esposa del dios de la lluvia Virgen del Rosario Cristo Existe una estructura binaria entre el dios de la lluvia y la esposa del dios de la lluvia de conformidad con la teología mesoamericana, y una estructura también binaria entre la virgen del Rosario y Cristo de acuerdo con la teología cristiana. Los cuatro personajes estructuran el mito de petición de lluvia. Existe un paralelismo entre los dioses mesoamericanos y los dioses cristianos que se mezclan en el mismo ritual. Rituales y clima Es interesante observar que la palabra mixteca ñuú savi quiere decir “pueblo de lluvia”, cuando la historia y la mitología de la Mixteca es la historia de la búsqueda del agua. El clima en la Mixteca Alta es esencialmente seco, aunque como hemos visto existen fuertes lluvias en verano sin gran cantidad de humedad y con poca o ninguna lluvia en otras épocas del año (75 mm de precipitaciones anuales promedio en el estado de Oaxaca entre 1961 y 1990).20 Es a través de los rituales agrícolas como podemos observar esta búsqueda del agua. Varios autores han mencionado los rituales agrícolas en la Mixteca Alta: los más importantes tienen lugar antes de la siembra y durante la cosecha.21 En estos periodos deben hacerse ofrendas a los espíritus de la tierra: 20 21 Polioptro F. Martínez-Austria y Carlos Patiño-Gómez (eds.), Atlas de vulnerabilidad hídrica en México ante el cambio climático. Efectos del cambio climático en el recurso hídrico de México, vol. III, Jiutepec, Morelos, imta, 2010, p. 49. S. Robert Ravicz, Organización social de los mixtecos, México, ini, 1965; Julián Caballero Juen, “Los mixtecos y el medio ambiente”, en Álvaro González y Marco Antonio Vásquez (coords.), Etnias, desarrollo, recursos y tecnologías en Oaxaca, ciesas, 1992, pp. 83-90; E. Katz, “Vapor, aves y serpientes…”; y “Yosotato. La definición de los espacios de lo natural a lo cultural”, en Álvaro González y Marco Antonio Vásquez (coords.), Etnias, desarrollo, recursos y tecnologías en Oaxaca, ciesas, 1992, pp. 91-116. 241 joel f. audefroy y edith montesinos pedro Tales ofrendas las hace el propietario o el usuario de la tierra o bien, si está ausente, la esposa de éste, de no hacerse las ofrendas, el espíritu se ofenderá y la cosecha se perderá por la carencia o la abundancia de lluvias. El ritual de la lluvia que precede a la siembra se realiza en cuevas en la mayor parte de las áreas montañosas de la Mixteca Alta y en algunas de la Mixteca Baja […] Los santuarios se localizan en formaciones rocosas naturales o bien son construidos por el hombre en los lugares en que los espíritus reciben las ofrendas, compuestas generalmente de copal, velas o sacrificios animales: estos últimos son característicos de los rituales que tienen lugar en los campos de cultivo; pero los que se realizan en las cuevas o en las colinas benefician a toda la comunidad y están presididos por especialistas, generalmente ancianos, y en ocasiones por los componentes de la autoridad.22 El patrimonio intangible, de acuerdo con la definición de la unesco, se recrea constantemente, se transmite de generación en generación y es un elemento de identidad. Dentro de este patrimonio se ubica la tradición oral, la música, los rituales, las danzas y la gastronomía, entre otros. En esta cueva los pobladores iban a pedir la lluvia por los meses de abril-mayo con una banda de música, comida, mezcal, aguardiente, pulque, flores blancas (era como una pequeña fiesta para los dioses, que se terminaba en una borrachera); de acuerdo con los informantes, se dejó de ir a pedir lluvia en los años 2001-2002, aproximadamente. Otra forma de ritual es la realización de festividades durante la primera limpia de la milpa: Se practican entonces ceremonias en las sementeras para pedir “permiso”. El dueño del cultivo suele acompañarse del sacerdote mixteco, quien con sus experiencias, sus profundos conocimientos sobre la naturaleza y su lenguaje especializado e ininteligible, invoca al “dueño del monte” para que la milpa crezca sin riesgos de ser perjudicada por animales del campo o por animales domésticos.23 22 23 S. Robert Ravicz, Organización social de los mixtecos, p. 54. J. Caballero Juen, “Los mixtecos y el medio ambiente”, p. 87. 242 la casa del agua y el control de la lluvia La ceremonia consiste en enterrar un pollo chico en el medio de la siembra, encima se depositan ofrendas de ramo de flores, cigarros, cacao o refrescos y se riega suficiente aguardiente; así, el brujo invoca a los espíritus del monte para que éstos cuiden la milpa. En Tilantongo, los dueños de la tierra son “Nana Juliana” y “Nana Isabel”. Así, las relaciones que se establecen entre los mixtecos y el medio ambiente se manifiestan por un profundo respeto hacia los elementos naturales: agua, cueva, cerros, arroyos, manantiales, árboles, etcétera. Los mixtecos, cuando necesitan cortar leña para el uso doméstico, lo hacen en su propio monte o en terrenos del pueblo. No cometen el error de escoger cualquier árbol, sino que eligen el más viejo, el más próximo a secarse, al cortarlo, tienen mucho cuidado de no lastimar a los árboles “tiernos” o chicos porque se tiene el concepto que éstos representan el futuro no sólo para el hombre mismo, sino para los animales que viven ahí y para asegurar la producción de una lluvia abundante.24 Los fenómenos climáticos en la Mixteca Alta son tan importantes para las cosechas que los mixtecos han desarrollado un sistema de previsión meteorológico y de control de la lluvia. Estos fenómenos han sido estudiados por E. Katz y nos referiremos tanto a sus hallazgos como a los nuestros.25 La previsión del clima se realiza de diferentes maneras y a partir de una larga serie de oposiciones que procede de la siguiente manera: —La temperatura: frío/caliente: en invierno hay heladas; en verano la temperatura puede llegar a 25-30 °C. —La humedad: seco/húmedo —Tierras frías/tierras caliente: en la Mixteca se distinguen las tierras calientes (850-1500msnm) de la Mixteca Baja (ñu’un í’ni) de las tierras frías (1500-2500msnm) de la Mixteca Alta (ñu bíxi). 24 25 J. Caballero Juen, “Los mixtecos y el medio ambiente”, p. 86. E. Katz, “Vapor, aves y serpientes…”; “Yosotato. La definición de los espacios de lo natural a lo cultural”, y Des racines dans la “Terre de la pluie”: identité, écologie et alimentation dans le Haut Pays Mixtèque, París, tesis de doctorado, Université Paris X, 1990. 243 joel f. audefroy y edith montesinos pedro —La época seca/la época húmeda: la época de lluvias es considerada húmeda; la época de escasez de lluvia es considerada seca. —La oposición día/calor y noche/frío en la Mixteca Alta. Esta serie de oposiciones es tan simbólica como real. Claude LéviStrauss habla de la “eficacia simbólica” en su Antropologie structurale.26 Esta construcción por medio de la oposición se encuentra en varias sociedades y C. Lévi-Strauss lo ha mostrado a partir de varios grupos (pawnee, zuni, y pueblo de América del Norte y cuna en Panamá). Estas oposiciones son retomadas a través de los mitos y relatos mixtecos. También estas oposiciones estructuran la visión del mundo mixteco y ayudan a la previsión del clima. La división del año entre una época seca y una época húmeda determina el sistema simbólico y ayuda a entender la alternancia de las diferentes oposiciones. El sistema de previsión del clima y en particular de las lluvias en la mixteca se divide de las siguientes formas: —El sistema de los primeros 12 días del año nuevo que corresponde a los 12 meses del año (las cabañuelas) y que se practicaba en la Mixteca desde el siglo xvii. —La observación de los animales: la lluvia se anuncia por las ranas que croan; las luciérnagas que vuelan hacia bajo; las hormigas arrieras se mueven en filas numerosas, y los pájaros cantan como el huichito (kuii). De hecho, en la época prehispánica los mixtecos sacrificaban pájaros al dios de la lluvia. Los grillos y el pájaro jilguero que cantan anuncian el agua. El vuelo de las mariposas blancas y amarillas anuncian el final de la época de lluvia. El caracol sube hasta que ve llegar el agua anunciando una inundación. —La observación del cielo: la observación de la Luna permite ver que el creciente inclinado anuncia lluvia. También la desaparición de las Pléyades al anochecer indica el principio de la época de lluvia y cuando Venus tiene una posición particular en el cielo. 26 Claude Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, París, Plon, 1958. 244 la casa del agua y el control de la lluvia —El calendario Galván fue y sigue siendo un instrumento valioso para la agricultura. La fiesta patronal Como se ha mencionado, la cultura forma parte de la identidad, y también del patrimonio intangible, por ello la importancia de rescatarla, conservarla y preservarla en algunos lugares donde se estaba perdiendo; tal es el caso del municipio de Santiago Tilantongo y municipios vecinos del distrito de Nochixtlán, Oaxaca. Gracias a la creación del área de turismo en el municipio de Tilantongo, así como la participación ciudadana y de los profesores, se ha logrado rescatar algunas de las tradiciones y mitos locales que se llevaban a cabo en el Preclásico mesoamericano en las ruinas arqueológicas de Monte Negro pertenecientes al municipio. El fomento de la cultura en las escuelas ayuda a preservar las tradiciones, así como a impulsar la participación de los jóvenes en eventos culturales para la conservación y difusión del patrimonio tangible e intangible de la región. El objetivo es mostrar cómo a través de la educación en las escuelas y la participación de las personas se ha podido revivir la cultura y los mitos locales a través de la buena planeación y participación comunitaria, que a su vez contribuye al rescate y preservación no sólo de la cultura sino del patrimonio tangible e intangible de la zona. Para lograr el objetivo mencionado, se aplica el método cualitativo consistente en la descripción del programa sociocultural desde el planteamiento hasta los resultados y, de esta manera, determinar si favorece la conservación de la cultura. Por tanto, se hace necesaria la participación de todos los involucrados (gobierno del estado, Secretaría de Turismo, presidente municipal, regidores de Educación, de Turismo y de Cultura, profesores, padres de familia, alumnos y municipios vecinos) con el propósito de conocer las opiniones en cuanto a la mejora de la cultura y las tradiciones de la región. Esto se logra a través de la intervención de la Secretaría de Turismo del estado y del municipio en cuestión. 245 joel f. audefroy y edith montesinos pedro Con ayuda de los profesores, se fomenta la cultura en las escuelas (enseñanza de mitos y leyendas del sitio, y enseñanza del idioma mixteco) y se induce los jóvenes a participar en las fiestas anuales y patronales del municipio. La participación de niños, jóvenes y adultos se hace a través de la representación de bailables tradicionales y representativos del lugar (la danza del venado, el jarabe mixteco, danza de los negritos, danza de los diablos, entre otros), así como por medio de la coronación de la reina Ita Andehui, que según los mitos vivió en Tilantongo. Para lograr el objetivo, primero se realiza una reunión comunal para planear el evento y conocer el punto de vista de la población sobre si están de acuerdo. Después se hace una reunión conjunta con las autoridades de los municipios vecinos para invitarlos a participar en la fiesta anual del pueblo con las respectivas representaciones tradicionales de cada pueblo y, así, lograr también la difusión de la identidad de cada municipio partícipe. Una vez definidos la fecha y el programa, se realiza la difusión de los mismos a través de pósteres, audios y redes sociales. En relación con el mito 1, ya que tanto las ruinas como los tres pozos de agua existen, a partir del año 2013 se ha promovido el turismo para la visita a dichos lugares. En la realización de este evento sociocultural se elige a la persona que representará a la reina Ita Andehui, la cual debe ser una joven adolescente y, sobre todo, que hable mixteco. También se organiza a las personas del pueblo para la preparación de platillos tradicionales de la región (mole amarillo, mole rojo, mole negro, caldo de res, caldo de pollo, frijoles negros, arroz, tortillas de maíz, tortillas de trigo, refresco y café); estos platillos serán para todos los invitados del programa sociocultural como una muestra de agradecimiento por la visita. Dos meses antes se hace la difusión del evento a nivel regional para que los municipios vecinos participen con sus bailables tradicionales. El programa sociocultural se lleva a cabo el día de la fiesta del pueblo (25 de julio), misma que comienza el 24 de julio por la tarde con la presentación de las madrinas de calenda, quienes representan a las madrinas del patrón del pueblo: “Santiago Apóstol”. 246 la casa del agua y el control de la lluvia Las madrinas portan una canasta adornada con flores, que simbolizan la canasta de la reina Ita Antehui en su boda, y que les dan a las niñas pequeñas (las niñas pueden ser del lugar o visitantes), las cuales bailan con la canasta en la cabeza, ya que como se mencionó las flores significan la pureza del alma y qué mejor que las niñas para portar la canasta. Este bailable se lleva a cabo con música de viento en vivo y en la plaza principal del municipio. El día del programa sociocultural se comienza con la presentación del cabildo del municipio y de los representantes de los pueblos invitados; posteriormente se realiza la coronación de la reina o transición de corona, según sea el caso; esta coronación se efectúa por el presidente municipal. Una vez realizada la coronación se procede con los bailables tradicionales del municipio principal y de los municipios invitados. Entre ellos se encuentran el baile del venado (el venado es un animal que habita en Monte Negro y la danza representa la cacería del venado) y el jarabe mixteco interpretado con música de viento, entre otros. Durante los días de fiesta también se promueve el conocimiento del patrimonio tangible del lugar: el comité de turismo ofrece visitas guiadas a la zona arqueológica de Monte Negro, recorridos a la iglesia de pueblo, la cual tiene incrustaciones de piedras arqueológicas en las paredes (algunas piedras fueron traídas de la zona arqueológica y otras encontradas en los terrenos donde ahora se localiza la iglesia, que de acuerdo con investigaciones está a su vez situada sobre ruinas arqueológicas), sin dejar de mencionar a las grutas de La Jícara como otra parte importante de su patrimonio tangible. Como ya mencionó, en el año 2013 puso en práctica con más fuerza el programa sociocultural en el municipio de Santiago Tilantongo. Este programa ha sido el resultado del trabajo de las comunidades para una conservación y difusión de la cultura mixteca. Actualmente, se cuenta con el apoyo de los municipios circunvecinos para el desarrollo del programa. Además, estas actividades han servido para fortalecer lazos de amistad y de apoyo en la región. Cabe decir que se ha incrementado la participación de las personas radicadas en la Ciudad de México en apoyo al programa y su asistencia al mismo, así como despertado cierto interés de grupos musicales para la composición de 247 joel f. audefroy y edith montesinos pedro canciones y corridos que describen los lugares majestuosos del municipio. La composición de estas canciones juegan un papel importante, ya que además de ser difundidas en la región tienen una amplia repercusión en las redes sociales. Conclusiones Algunos rituales, mitos y narraciones en la Mixteca giran en torno a la lluvia y a los fenómenos climáticos; lo que se quiere mostrar aquí es la estrecha relación que existe entre mitos, rituales y clima en la Mixteca. Lévi-Strauss ha mostrado que no hay necesariamente una homología entre el mito y el ritual.27 Efectivamente, encontramos aquí la aserción de Lévi-Strauss: los mitos mixtecos sobre el agua y la lluvia no coinciden con los rituales de la lluvia. Además, el mito puede perfectamente contradecir la realidad etnográfica a la cual pretende referirse, pero esta distorsión forma parte de su estructura.28 El mito puede preservar el recuerdo de usos desparecidos o todavía en uso en otra parte del territorio. También puede recordar hechos históricos, como el mito de Ita Andehui. A la luz del trabajo de René Girard, podemos entender ahora por qué los sacrificios de los antiguos mexicanos se han transformado en rituales y por qué los mitos conservan todavía esta violencia intrínseca a los sacrificios. Los rituales hasta hace algunos años próximos a nosotros eran la forma de canalizar la violencia, al igual que lo fueron en su tiempo los sacrificios. Las fuerzas naturales son violentas al igual que lo eran los sacrificios. La violencia humana es siempre exterior al hombre; es por esto que se funde en lo sagrado, con las fuerzas que pesan realmente sobre el hombre desde fuera: como la muerte, la enfermedad y los fenómenos naturales.29 El ritual viene del sacrificio; es una forma suave de la violencia sacrificial. 27 28 29 C. Lévi-Strauss, Anthropologie structurale, p. 257. Claude Lévi-Strauss, “Mythologiques I”, Le cru et le cuit, París, Plon, 1964, p. 53. René Girard, La violence et le sacré, París, Grasset, 1972, p. 122. 248 la casa del agua y el control de la lluvia Existe una continuidad entre los mitos, los sacrificios, los rituales y las fiestas patronales. La violencia es intrínseca a los mitos, como lo pudimos observar en el mito de Ita Andehui, pero también la violencia existía en los tiempos prehispánicos en los rituales (sacrificios humanos), luego esta violencia es canalizada a través de los rituales como los que invocan las lluvias en las grutas (casas de agua), y finalmente, al desaparecer los rituales en las grutas, las fiestas patronales basadas en los mitos ancestrales reinventan y recrean la historia mítica del pueblo, y esta vez la violencia desaparece totalmente. Lo sagrado incluye todas las fuerzas que pueden dañar al hombre y que amenazan su tranquilidad; las fuerzas naturales (sequías, huracanes) y las enfermedades no se distinguen nunca de la confusión violenta en el seno de la comunidad.30 Lo religioso tradicional domestica la violencia, la organiza, le da orden y la canaliza con el fin de utilizarla contra toda forma de violencia intolerable en un ámbito general de no-violencia. Así, la fiesta patronal en cierta medida domestica la violencia. J. Broda propone que los niños sacrificados eran el ritual propiciatorio de lluvia más antiguo de Mesoamérica y lo animaba la lógica de que los niños “eran la personificación de los tlaloque, los pequeños servidores del dios de la lluvia que vivían en los cerros, pero también tenían una relación mágica con las milpas, y según el crecimiento de éstas aumentaba la edad de los niños sacrificados”.31 D. Lorente y Fernández, quien cita a Broda, menciona que “estos sacrificios de niños se realizaban desde el mes de XVI Atemoztli hasta Huey tozoztli, en la estación seca… En el sacrificios de los niños, éstos actuaban como personificaciones vivas y a escala de los cerros, que albergaban ciertos templos”.32 El registro histórico de las sequías en Oaxaca nos muestra que hubo sequías muy largas e intensas. No justifica la violencia del Ibid., p. 89. Johanna Broda, “El culto mexica de los cerros de la Cuenca de México: apuntes para la discusión sobre graniceros”, en Beatriz Albores y Johanna Broda (coords.), Graniceros, cosmovisión y meteorología indígena de Mesoamérica, México, Colegio Mexiquense-unam, 2003, pp. 49-90. 32 David Lorente y Fernández, La razzia cósmica, una concepción nahua sobre el clima, deidades del agua y graniceros en la Sierra de Texcoco, México, ciesas, 2011, p. 38. 30 31 249 joel f. audefroy y edith montesinos pedro sacrificio, pero permite entender el fuerte nexo entre sacrificios, luego rituales, y la variabilidad climática. Después de tres años, en el municipio de Santiago Tilantongo sí se ha logrado revivir y conservar la cultura a través del mito. Además, los municipios vecinos también han logrado la conservación y difusión de la cultura mixteca. La implementación de la cultura en las escuelas es fundamental para la conservación de la misma, ya que nos enseña a valorar las tradiciones. Con la creación del programa y las redes de turismo también se ha logrado promover el patrimonio tangible del lugar. De repente, en la fiesta de Santiago Tilantongo aparece la reina Ita Andehui… Bibliografía Broda, Johanna, “El culto mexica de los cerros de la Cuenca de México: apuntes para la discusión sobre graniceros”, en Beatriz Albores y Johanna Broda (coords.), Graniceros, cosmovisión y meteorología indígena de Mesoamérica, México, Colegio Mexiquense-unam, 2003, pp. 49-90. Butterworth, Douglas, Tilantongo, comunidad mixteca en transición, México, ini, 1975, p. 45. Caballero Juen, Julián, “Los mixtecos y el medio ambiente”, en Álvaro González y Marco Antonio Vásquez (coords.), Etnias, desarrollo, recursos y tecnologías en Oaxaca, ciesas, 1992, pp. 83-90. Cruz Ortiz, Alejandra, “Yakua Juia: El nudo del tiempo”, Mitos y leyendas de la tradición oral mixteca, México, ciesas, 1998. 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