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TRACE 56 (Diciembre 2009): págs. 95-97 www.cemca.org.mx Anthropologie d’une catastrophe. Les coulées de boue de 1999 au Venezuela. 95 Rogelio Altez D.R. © 2009. Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos. México, D.F. ISSN: 0185-6286. compte rendu El desastre de diciembre de 1999 en Venezuela tuvo como región más afectada al estado Vargas. Fue, sin duda, un desastre para toda la sociedad venezolana; pero las comunidades del litoral central, y en especial las parroquias varguenses de Macuto, Caraballeda y Naiguatá, padecieron las consecuencias más graves y devastadoras de aquella coyuntura catastrófica. Luego de un año entero de lluvias irregulares, durante el miércoles 15 de diciembre se estacionaría una vaguada frente a las montañas de la región para descargar lluvias torrenciales e incesantes desde las 20:00 horas de ese día, hasta las 5:00 de la madrugada del viernes 17 de ese mismo mes. Fueron cerca de 34 horas de un mismo aguacero y en un mismo lugar. Los resultados de la combinación de este fenómeno natural con un contexto vulnerable, como lo representaba en aquel momento (y aún le representa) toda la región afectada, contribuyeron ineludiblemente a la cristalización de uno de los desastres más importantes de la historia de Venezuela. En efecto, un desastre es la materialización de una amenaza en un contexto vulnerable. No obstante, y si se observa con cuidado, cuando los desastres cristalizan, más de una amenaza se combina en torno a las diferentes expresiones de vulnerabilidad que conviven en un contexto dado. Es esto lo que permite decir, por un lado, que las amenazas no se manifiestan en soledad, sino articuladas, permitiendo que la de mayor despliegue en su momento se arrogue el protagonismo del caso; por otro lado, las vulnerabilidades coexisten en plural, y el desdoblamiento de todas ellas, o bien de las más significativas al momento de manifestarse las amenazas, ilustra trágicamente la fragilidad de quienes padecen la tragedia de vivir en tales condiciones. Comprender esto ha sido una ganancia reciente en el mundo de la investigación científica. Los estudios de los desastres han contado con un marcado crecimiento en los últimos 20 años, aproximadamente. Estimulados por el Decenio Internacional para la Reducción de los Desastres Naturales (DIRDN), que abarcó la pasada década de1990, muchos investigadores e instituciones a nivel mundial atendieron con profundidad la comprensión de las catástrofes que parecían incrementarse en todos los rincones del planeta. Asimismo, los espacios científicos también se vieron alimentados (y de manera determinante), por los aportes de quienes ya contaban con años de experticia en el tema, de manera que en esta relación bidireccional de diálogo y aplicabilidad, los discursos académicos, institucionales y políti- reseña Sandrine Revet Presses Sorbonne Nouvelle, Paris, 2007 366 págs. 96 TRACE 56 (Diciembre 2009) cos en general, “descubrieron” que los desastres no son naturales, sino el resultado de una construcción histórica, social, material y simbólica. La tragedia de Vargas en 1999 cerró el DIRDN con un broche de luto y destrucción, y acompañó, al mismo tiempo, la apertura de un nuevo proceso de transformaciones institucionales, políticas e ideológicas en Venezuela, donde la inversión del Estado en la temática del riesgo y las vulnerabilidades, contaría con una atención que nunca antes había logrado acaparar. En el comienzo de este proceso, Sandrine Revet, antropóloga e investigadora del GSPM (Groupe de sociologie politique et morale), profesora del IHEAL (Instituto de Altos Estudios de América Latina, Universidad de París III), y coordinadora en Francia de la ARCRA (Asociación para el Estudio de los Riesgos y de los Desastres en Antropología), llega a la región afectada e inicia un trabajo de campo con las comunidades desplazadas y retornadas a la zona de desastre, el cual tuvo unos cinco años de duración. Se trata de la única investigación de campo que realmente ha sido desplegada como tal en manos de las ciencias sociales, ya con investigadores venezolanos o extranjeros. Es ésta una afirmación significativa, pues decenas de investigaciones se llevaron a cabo desde los propios días de la catástrofe, contando la mayoría de ellas con financiamiento público, nacional o internacional (o bien financiamiento de instituciones supranacionales que han sido administradas por organismos públicos o instituciones venezolanas), y en ninguno de esos casos las aproximaciones de campo se desplegaron más allá de unos pocos meses. En este sentido, el trabajo de Revet es el único que logró una investigación consolidada como aproximación antropológica al problema. En dicha investigación, que cristalizó como tesis doctoral, atendió con claridad la necesidad metodológica de comprender estos problemas con herramientas transversales de conocimiento, y en ello volcó el manejo de los procesos históricos locales y regionales, la información técnica de las ciencias naturales, y la profundidad del análisis antropológico, todo esto de la mano de un trabajo penetrante en las comunidades de Macuto, especialmente las del sector La Veguita. Es a partir de esta experiencia que Sandrine Revet explica de qué se trata la “Etnografía de un desastre” (véase la segunda parte del libro), y también a la vuelta de ella y de la propia experiencia que le significó convivir con su objeto de estudio que culmina planteando la posibilidad de una “Antropología de las catástrofes” (véase la “Conclusión”). En el libro se puede apreciar (como un aporte al conocimiento general de la región actualmente conocida como estado Vargas), un ordenado acopio de información histórica sobre la relación de la zona con la regularidad de los fenómenos naturales, algo que no puede ser comprendido sin analizar el papel que contextualmente han desarrollado las diferentes comunidades que han habitado y construido ese medio ambiente. Se trata de una relación entramada históricamente, lo cual es indivisible de la propia comprensión de los resultados de esa relación, pues el comportamiento de las mismas variables que se materializan en un desastre (las amenazas y las vulnerabilidades), es tan heterogéneo como diferencial, en correspondencia relativa con el contexto histórico y simbólico en el cual se cruzan dichas variables. La investigadora advierte esto con cuidado y lo antepone, también, como una necesidad metodológica en el camino hacia el entendimiento del desastre de 1999. Ello puede observarse en la Primera parte de este libro, donde destaca igualmente una aproximación interesante al vínculo inextricable que supone el proceso de “memoria” y “olvido”, como un resultado dialéctico del propio proceso moderno de elaboración de la realidad. En esas aproximaciones desplegadas en torno a la reconstrucción histórica de los procesos desastrosos en el litoral central, Revet atiende con cuidado los casos más significativos, recorriendo los eventos del pasado con criterio acucioso y crítico. Se detiene analíticamente en la documentación y en la bibliografía sobre el asunto, detallando los casos de los sismos de 1641, 1812, 1900 y 1967, así como las lluvias de 1797, 1937, 1947 y 1951, como los antecedentes de mayor envergadura al respecto. Rearmar la historia de los desastres en Reseña / Compte rendu la región estudiada, lejos de representar un anexo cronológico en la investigación, significó la cristalización de un recorrido metodológico profundo que le condujo a resultados analíticos pertinentes y agudos. La reconstrucción del contexto en que se desplegó el desastre condujo a la autora a observar con acierto las características particulares de las comunidades afectadas, comprendiendo (y haciendo comprender al lector) que los roles sociales existentes antes del momento más paroxístico de la tragedia no desaparecen, sino que, antes bien, se manifiestan y recrean en medio de las condiciones más adversas a las que se vieron expuestos. Una sistematización de esos momentos permitió a Revet analizar esos roles y su papel en medio de la tragedia, algo que puede seguirse en los capítulos 4, 5 y 6, donde la “supervivencia”, los “auxilios” y la “asistencia”, ilustran las condiciones estructurales de las comunidades. Con ello también es posible observar ciertos perfiles de la sociedad venezolana en general. Finalmente, la mayor profundidad en la investigación se encuentra en el análisis de las “Prácticas simbólicas de la reconstrucción” (tercera parte). Allí es posible aproximarse a las significaciones del proceso de retorno a la zona destruida, comprendiendo con ello que se trata de una situación compleja y llena de contradicciones, a partir de la cual se culmina entendiendo que la reconstrucción material de la comunidad es también y al mismo tiempo la reconstrucción simbólica del escenario de vida. Este proceso convive, dialoga y negocia con las relaciones de poder, y en ello expresa la dinámica de las representaciones sociales en el juego de la participación política y la supervivencia comunitaria. El trabajo de la autora es, sin lugar a dudas, el que mejor comprende estas circunstancias, observadas desde la mirada antropológica y desde una plataforma ciertamente transdisciplinaria. Este libro urge su traducción al español, pues se trata de un aporte al conocimiento sociológico, antropológico e histórico de la región litoralense venezolana y, en especial, de la parroquia Macuto, siendo al mismo tiempo una de las pocas obras en antropología en tratar a profundidad y en extensión el estudio de los desastres. Rogelio Altez 97