Academia.eduAcademia.edu
EMBAJADA DE ESPAÑA EN VENEZUELA Jesús Silva Fernández EMBAJADOR Bernabé Aguilar Arigo CONSEJERO DE ASUNTOS CULTURALES Melba Rodríguez Páez Raquel Aznar Rodríguez Patricia Hambrona García GESTORAS CULTURALES En la década del treinta y en los años siguientes llegaron a Venezuela numerosos exiliados y emigrados provenientes de distintas regiones de España. Muchos de ellos se establecieron en nuestro país, construyeron una nueva vida entre nosotros, se integraron a una realidad distinta a la de sus lugares de origen y, como miembros de esta sociedad, formaron parte del intenso y acelerado proceso de modernización que tuvo lugar durante esos años. Cada uno de los ensayos que componen Un lugar donde vivir y crear. Españoles en la Venezuela contemporánea, escritos por destacados profesionales venezolanos, nos ofrece una interesante aproximación a la diversidad, magnitud y perdurabilidad del impacto que tuvo en nuestra sociedad la presencia y actuación de este variado y calificado grupo de españoles quienes, con su trabajo, formación y experiencia, se involucraron en la edificación de la Venezuela contemporánea y contribuyeron a construir el país que somos. Oficina Cultural de la Embajada de España en Venezuela Avenida Mohedano, entre 1 y 2 transv., Quinta Embajada de España. La Castellana, Caracas 1060. www.culturaesve.org.ve Rogelio Altez Catalina Banko Alejandro E. Cáceres Ocarina Castillo D’Imperio Pedro David Correa Hannia Gómez Miguel González Guerra Edgardo Mondolfi Gudat Inés Quintero Carlos Sandoval Tomás Straka FACEBOOK: Oficina Cultural Embajada España en Venezuela TWITTER: @CulturaES_VE INSTAGRAM: @CulturaES_VE UN LUGAR DONDE VIVIR Y CREAR Españoles en la Venezuela contemporánea Inés Quintero (coordinadora) Ael EMBAJADA DE ESPAÑA EN VENEZUELA Un lugar donde vivir y crear. Españoles en la Venezuela contemporánea Inés Quintero (Coordinadora) Varios autores Primera edición: noviembre de 2017 EMBAJADOR ©Tomás Straka: Agentes de modernidad: los maestros españoles en Venezuela Bernabé Aguilar Arigo CONSEJERO DE ASUNTOS CULTURALES © Rogelio Altez: Migrar y refundar. Vida y obra de los científicos españoles en la modernización de Venezuela Jesús Silva Fernández Melba Rodríguez Páez Raquel Aznar Rodríguez Patricia Hambrona García GESTORAS CULTURALES Oficina Cultural de la Embajada de España en Venezuela Avenida Mohedano, entre 1 y 2 transv., Quinta Embajada de España. La Castellana, Caracas 1060. www.culturaesve.org.ve FACEBOOK: Oficina Cultural Embajada España en Venezuela TWITTER: @CulturaES_VE INSTAGRAM: @CulturaES_VE © Inés Quintero: Bondades del intelecto. Presencia española en la vida intelectual de Venezuela © Carlos Sandoval: Saberes literarios © Miguel González Guerra: Impacto del exilio español en la salud y la medicina © Hannia Gómez: Arquitectura de inluencia española en la Venezuela moderna © Edgardo Mondolfi Gudat: La actividad artística y editorial © Pedro David Correa: La segunda casa. Asociaciones españolas en Venezuela © Ocarina Castillo D’Imperio: Sabores abrazados © Catalina Banko: La inmigración española y sus aportes a la economía venezolana © Alejandro Cáceres: Las grandes empresas españolas en la Venezuela del siglo XXI Depósito legal: MI2017000840 ISBN: 978-980-271-820-7 Diseño de cubierta y de interiores: Camoba Taller Gráfico Editorial Corrección: Carlos González Nieto Impreso en Gráficas Acea c.a. Impreso en Venezuela - Printed in Venezuela Este libro no podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin el permiso escrito del editor. Todos los derechos reservados. Índice Presentación Jesús Silva Fernández, embajador de España en Venezuela 9 Venezuela: un lugar donde vivir y crear Inés Quintero 11 Agentes de modernidad: los maestros españoles en Venezuela Tomás Straka 29 Migrar y refundar. Vida y obra de los científicos españoles en la modernización de Venezuela Rogelio Altez 51 Bondades del intelecto. Presencia española en la vida intelectual de Venezuela Inés Quintero 77 Saberes literarios Carlos Sandoval 99 Impacto del exilio español en la salud y la medicina Miguel González Guerra 119 Arquitectura de influencia española en la Venezuela moderna Hannia Gómez 145 La actividad artística y editorial Edgardo Mondoli Gudat 177 La segunda casa. Asociaciones españolas en Venezuela Pedro David Correa 203 Sabores abrazados Ocarina Castillo D’Imperio 225 La inmigración española y sus aportes a la economía venezolana Catalina Banko 247 Las grandes empresas españolas en la Venezuela del siglo XXI Alejandro Cáceres 269 Autores 286 Bibliografía 291 Migrar y refundar. Vida y obra de los científicos españoles en la modernización de Venezuela Rogelio Altez La destrucción accidental o la destrucción premeditada, el rencor, las más bajas pasiones de venganza y hasta la incompetencia y la estupidez, han acabado con una buena parte de nuestros centros universitarios españoles y con la casi totalidad de nuestras bibliotecas particulares. Al problema general de reconstruir en el destierro nuestra vida privada, tuvimos que añadir una imperiosa necesidad que fue, para nosotros, sagrado deber: el de rehacer nuestra vida intelectual. Ignacio Bolívar Urrutia, entomólogo (Madrid, 1850 - México, 1944) Un lugar donde pensar y vivir En el curso de su existencia, la especie humana, como tantas otras, se ha movilizado geográficamente conforme las presiones ambientales y sociales la empujan a ello. Debido a las migraciones, los humanos han ocupado el planeta más allá de sus orígenes territorialmente puntuales. Sin embargo, esta generalidad no resuelve las causalidades y los efectos de la movilización de las poblaciones a través del tiempo. A diferencia de otras especies, los humanos no migramos por instinto; las causas que subyacen a nuestras migraciones son históricas y sociales, ancladas a problemas que impulsan a las sociedades y a los individuos hacia nuevas y mejores oportunidades de supervivencia. Durante milenios, esto se expresó en ocupaciones y refundaciones de sociedades, pero también en expansiones, conquistas, colonizaciones, implantaciones, sometimientos e incluso exterminios. Asimismo, tales movilizaciones condujeron a mestizajes, transformaciones genotípicas y fenotípicas, lorecimientos e intercambios culturales, y al crecimiento demográfico planetario. Con 52 • Un lugar donde vivir y crear todo, será en el siglo XX cuando las migraciones se conviertan en un problema a atender de forma sistemática y organizada, apareciendo en escena como un asunto que ameritó la creación de instituciones de alcance global para su asistencia, y como un objeto de preocupación internacional. Fue en ese siglo cuando unos setenta millones de personas, por lo menos, murieron en las guerras mundiales, y unos once millones más, al finalizar la segunda de esas guerras, se vieron obligadas a desplazarse fuera de Europa en busca de mejores destinos. La condición de emigrado durante la primera mitad del siglo XX no solo estuvo determinada por las guerras mundiales. También los conlictos internos de cada nación empujaron a sus poblaciones más allá de las fronteras, así como las persecuciones basadas en la intolerancia ideológica, étnica o confesional. En el marco de este tipo de conlictos, España dejó una impronta característica y contribuyó cuantitativa y cualitativamente a reconstituir su presencia y su herencia en América Latina, especialmente, pero también en Estados Unidos y otros destinos en el mundo. En un enfrentamiento que identificó para siempre dos tendencias que aún marcan los referentes ideológicos del país, republicanos y falangistas zanjaron un antagonismo que llevó a cientos de miles de españoles a abandonar su tierra. Casi todos ellos eran republicanos por convicción. Cuando la Guerra Civil había concluido, en las cárceles franquistas yacían encerradas unas 700.000 personas y más de medio millón se habían ido al exterior1. Como si las presiones fueran pocas, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, entre el empobrecimiento y la prolongación de la dictadura, las migraciones continuaron. Decenas de miles de españoles que por aquellas condiciones huyeron de su país hallaron asiento en Venezuela. Entre ellos, una buena cantidad, más relevante por su obra que por su número, representaron a esa generación de científicos e investigadores que se habían formado antes de 1939 en España, «una comunidad científica joven, dinámica, bien articulada, con participación activa en el contexto internacional (…) portadora de valores positivos hacia la investigación como factor de progreso y modernización social»2. Esta generación, fuente de los profesionales que llegaron a nuestro país, es conocida como los cientíicos republicanos en el exilio. Protagonistas del proyecto modernizador iniciado con la II República, estos científicos representaban al republicanismo en esencia, una posición que por entonces no resultaba indiferente. «El republicanismo español era fundamentalmente antifascista y, en buena medida, anticlerical y revolucionario; el nacionalismo español era antidemocrático, Un lugar donde vivir y crear • 53 tradicionalista y confesional»3. El resultado de este antagonismo no fue únicamente una diferencia ideológica. La Guerra Civil y, sobre todo, el triunfo del franquismo condujeron a la represión y al sometimiento de los republicanos, con resultados amargos. Terminada la guerra, con la derrota militar republicana, se produjo la más grande emigración española de su historia. Entre los seiscientos mil exiliados, salieron de España buena parte de los científicos, que con tanto esfuerzo habían ido formándose en los decenios que precedieron a la sublevación militar del 36. Los profesores universitarios, investigadores, profesionales que pudieron cruzar la frontera con Francia se vieron internados en campos de concentración, en donde los recluyeron inicialmente las autoridades francesas; luego con dificultad pudieron cruzar la línea que les impedía su acceso a las ciudades más populosas del norte de Francia. Otros embarcaron en los puertos de Valencia o Alicante con dirección a países de América, especialmente a México. Otros aun salieron por procedimientos menos convencionales (peligroso paso por Portugal, pequeñas embarcaciones conducidas a Argel, etc…) o padecieron los campos de concentración o las prisiones españolas antes de poder trasladarse al exilio4. La alternativa a la huida era quedarse, eco de un destino oscuro. «Los que quedaron en España fueron destituidos o sujetos a proceso. Ocho fueron fusilados, dos de ellos ejerciendo las funciones rectorales»5. El caso de los médicos resulta estremecedor. Según explica Barona, solo en Andalucía fueron asesinados más de sesenta, unos cuarenta en Aragón, treinta en Galicia y también en Castilla, más de veinte en León, otros tantos en Navarra, cinco en Extremadura y muchos casos aislados6. Los científicos en general se vieron abrumados por «razones dramáticas para el exilio, razones impuestas por una represión personal y por una represión sobre sus obras». El triunfalismo dio como resultado el exterminio de los elementos más valiosos de la universidad española. Después continuó por muchos años la más sañuda persecución prohibiendo la publicación de nuestros escritos, obligando a los editores de obras originales, aun de traducciones de obras extranjeras, a dejar innominados nuestros trabajos7. Como dicen Barona y Lloret Pastor, «se trata, posiblemente, del suceso más importante de la historia de la España del siglo XX», lo que 54 • Un lugar donde vivir y crear argumentan por algo más que «su significación meramente demográfica —muertos durante la guerra, procesados y represaliados tras el fin del conlicto y amplios sectores de la población exiliados—»; para estos autores, uno de los efectos más destacados del problema lo representa la «incalculable dimensión intelectual» de los emigrados. Afectó sensiblemente al proceso de modernización española iniciado con la II República, produciendo un «descalabro intelectual y científico». Todo esto, qué duda cabe, benefició directamente a los países que los acogieron8. Por otro lado, los intelectuales y universitarios migrados hallaron apoyo en recursos conformados en el propio proceso migratorio. En 1939 se creó en París la Junta de Cultura Española, cuya misión era la de amparar a científicos, investigadores y escritores huidos, procurándoles un destino seguro y estable9. Ese mismo año se constituyó, también en París, la Unión de Profesores Universitarios Españoles en el Exilio (Upuee), trasladada a México en 1943; para entonces ya contaba entre sus afiliados a 21 profesores universitarios, 43 profesores de Derecho y 44 médicos10. La Junta de Cultura se mudaría igualmente a México, receptor por excelencia de los republicanos. Allí se creó, además, el Comité Técnico de Ayuda a los Españoles, indicador de que ese país norteamericano se constituía en el horizonte preferido de los peninsulares escapados11. La diáspora, sin embargo, encontró destinos diversos. Las razones por las cuales fueron escogidos los países receptores resultaron variadas. Para los científicos, no obstante, esas causas descansaban en aspectos propios de la proyección universitaria y la vida intelectual. Ya por prestigio, relaciones académicas, vínculos familiares, o bien por el apoyo de esas instancias creadas en el exilio, este tipo de inmigrantes contó con recursos de reubicación que no todos los emigrados disfrutaron12. También jugó un papel decisivo la política migratoria de los países latinoamericanos. El caso venezolano resulta singular. En 1936, Venezuela se desprendía de la dictadura de Juan Vicente Gómez, en el poder desde 1908. Se abrían caminos que representaban novedosos umbrales hacia proyectos de país que perseguían una modernización urgente. Entre los diagnósticos más conspicuos que perfilaban esos cambios se hallaba la vieja idea de una migración controlada que favoreciese el desarrollo económico y cultural. Tal convicción, vigente desde los inicios de la vida republicana, redundaría en una apertura a la inmigración que, en este caso, ampararía a muchos universitarios españoles. Eventualmente contradictoria y equívoca, la política migratoria venezolana posgomecista benefició claramente a los republicanos13. Un lugar donde vivir y crear • 55 Incluso hubo diligencias específicas para la contratación de investigadores de envergadura, como fue el caso de Augusto Pi Suñer. El brillante fisiólogo catalán, creador de un centro de investigación biológica en el Laboratorio Municipal de Barcelona hacia 1919, se hallaba trabajando en Francia para el Comité de la Recherche Scientifique en 1939, cuando el ministro de Educación en Venezuela, Enrique Tejera, «hizo valer sus inluencias» ante el Gobierno para contratar los servicios del científico. Tejera consiguió de las cámaras legislativas una importante asignación para material científico con destino a la Universidad Central (…), cuyos laboratorios carecían de una dotación cónsona con el adelanto de la ciencia. Gracias a los créditos votados por el Congreso, pudo destinarse una cantidad apreciable a la creación del Instituto de Medicina Experimental y otra a la adquisición de instrumentos y aparatos que podrían adjuntarse a los que existían ya en el Gabinete de Fisiología de la Escuela de Medicina14. Como Pi Suñer vinieron muchos, especialmente médicos, pero no todos contaron con estos merecidos privilegios. Hubo quienes llegaron a los puertos venezolanos con lo que traían puesto y poco más, tal como arribaban las oleadas de campesinos empobrecidos, o bien las propias migraciones masivas planificadas oficialmente15. Se levantaron gracias a sus capacidades académicas y forjaron una vida profesional o universitaria que sembró frutos a mediano y largo plazo. También hubo quienes llegaron con contratos profesionales que garantizaban una estabilidad material muy distante a sus condiciones de origen. La migración española de entonces no fue homogénea, sino compleja y muy diversa, como todo proceso histórico y social. Los diagnósticos sobre la Venezuela de la época indicaban necesidades imperiosas en favor de su modernización. Entre las prioridades se hallaba la traslación de mano de obra para el campo. Fue por ello que, por ejemplo, en 1939 se acordó con el Gobierno vasco una migración masiva, apoyada en la convicción de que los vascos poseen un «alto grado de catolicismo»16. Hasta cinco embarcaciones especialmente letadas para su traslado llegaron a Venezuela en el propio 193917. Equívocas o contradictorias, las políticas de Venezuela hicieron del país un destino para los españoles que huyeron de la Guerra Civil o de un destino peor. Contribuyó con ello la simpatía por los republicanos, aunque entremezclada con el temor al fascismo y el recelo ante los 56 • Un lugar donde vivir y crear comunistas. En el mundo académico, el republicanismo representaba aquel espíritu progresista y modernizador que ahora se antojaba febril en Venezuela, y todo esto lorecía libremente en las universidades, especialmente en la Universidad Central de Venezuela (UCV). Por ello fue que invitaron a Luis Jiménez de Asúa, jurista y militante del Partido Socialista Obrero Español, relejo de una convocatoria mayor dirigida a profesores dispuestos a impulsar la universidad hacia su modernización definitiva. Jiménez estuvo cinco meses en Caracas entre 1944 y 1945. Para entonces ya existía en Venezuela la Junta de Amigos de los Republicanos Españoles, en funciones desde 1943, el mismo año que tuvo lugar la traslación de la Upuee de París a México, luego de una conferencia celebrada en Cuba, a la que asistió desde Caracas Pi Suñer18. Nada de esto era casualidad. Venezuela no solo se disponía a modernizar todos sus ámbitos, sino que además enseñaba, en forma contradictoria y luctuante, aquella clara simpatía por los republicanos españoles que fungió de invitación abierta a los exiliados19. Ya por haberse desprendido de una larga dictadura, o bien por contar con partidos políticos declarados como antifascistas, Venezuela resultó un polo de atracción. En medio de las oleadas migratorias posteriores a la Segunda Guerra Mundial, fue el único país que sostuvo una política abierta al respecto. En 1947, cuando la ONU creó el Comité Internacional de Refugiados, el Gobierno venezolano firmó un acuerdo en Londres que aseguraba la recepción de 17.000 refugiados a llegar en los dos años siguientes20. Durante la dictadura de Pérez Jiménez continuó el favorecimiento de la inmigración. Entre 1948 y 1958 ingresaron al país más de 100.000 españoles21. Eran tiempos de grandes inversiones: «Había dinero para comprar, dinero para construir, dinero para contratar»22. Hacia 1952, por ejemplo, la conocida revista internacional Mecánica Popular titulaba una nota muy sugerente de esta manera: «Venezuela construye la autopista más costosa del mundo», refiriéndose a la autopista Caracas-La Guaira, y añadía datos que hacían ver al país como pujante y atractivo: su «importante aeródromo de Maiquetía» cuenta con «unos 200 vuelos diarios nacionales e internacionales»; su «próspero puerto de La Guaira» mueve el 50% de las importaciones del país, y con la construcción de aquella «supercarretera» se esperaba «un gran impulso a la propiedad costera»23. A ese ambiente de crecimiento, eventualmente contradictorio pero materialmente próspero, llegaban los inmigrantes europeos. Fue una oportunidad para refundar sus vidas, pero también para cristalizar Un lugar donde vivir y crear • 57 sus sueños de progreso y sus ambiciones personales. Para los investigadores españoles, sorprendidos quizás con la violencia de la represión y los fusilamientos del ejército franquista, estas tierras también estremecidas representaron un lugar donde vivir y pensar, un suelo fértil para sus ideas, solidario con sus sueños. Los diferentes recursos de arribo, más tarde, habrían de signar el destino de esos «transterrados»24. Si Pi Suñer llegó por recomendación de un ministro, José María Cruxent, arqueólogo catalán, «llega al puerto de La Guaira solo con lo que lleva puesto, diez dólares en el bolsillo, y supongo que ambición», dice Cabrero25. «Nosotros somos un tipo de inmigrantes que no llegó a buscar petróleo, sino a sacrificarse por las ideas que tenemos»26. Otros inmigrantes de la II República habían llegado incluso antes de 1939 y no precisamente huyendo. Ese fue el caso del ingeniero castellano Clemente González de Juana, quien arriba a Venezuela en 1931 contratado por la Compañía Española de Petróleos para trabajar en las exploraciones de la Standard Oil. Ya estaba en el país cuando la Guerra Civil, y al finalizar su contrato no regresa a España sino que se establece en Caracas27. No obstante, viajó a visitar a su familia varias veces, lo que nunca hicieron otros exiliados, como Cruxent, quien juró no regresar hasta que Franco estuviese «muerto y enterrado»28. Cuando en 1962 se honró a González de Juana colocando su nombre a la promoción de geólogos de la UCV, en su discurso no mencionó haber sido inmigrante y se refirió a «nuestra escuela» con palabras de estímulo para los recién graduados, indicando «la lucha profesional que les espera»: En esta lucha no se puede decaer y el que no avanza ya está derrotado; es necesario estudiar más, observar más, pensar más, y mantenerse a la par del avance de la ciencia y la tecnología, ahora fuera de las aulas, pero con el mismo tesón, el mismo interés y la misma voluntad que han distinguido a esta promoción en los años pasados en nuestra escuela29. De otras luchas hablaban otros exiliados. En 1958, también en la UCV, el filósofo español Juan David García Bacca alcanzaba un mensaje a los estudiantes parafraseando a Antonio Machado: «Estar por encima de la lucha es estar por debajo de las circunstancias»30. El exilio no significó un mismo compromiso ideológico entre los transterrados. Para muchos, bastó con sobrevivir y refundar sus vidas en tierras más prometedoras. Para otros, con la sangre marcada por las 58 • Un lugar donde vivir y crear pérdidas, emigrar debió tener un sentido asociado a la continuidad de la lucha. Su espíritu republicano los llevó a elegir una tierra diferente a aquella que entonces yacía bajo la opresión franquista. Un pasaje del inacabable pensamiento de García Bacca parece subrayar este asunto: Cada uno debe inventar su propia forma de pensar, querer o actuar y, en ese aspecto, donde he encontrado menos muros, murallas y cárceles provisorias ha sido en América. En Europa todo está tan perfectamente encerrado en sus límites que solo queda salir de la cárcel saltando la muralla31. Emigrar no pudo ser igual para todos, desde luego; las condiciones de salida tampoco fueron idénticas y las formas de pensar no eran necesariamente coincidentes. Con todo, el exilio republicano español representado en sus científicos e investigadores legó a Venezuela su contribución, decisiva sin dudas, para la modernización del país y de sus universidades. Hubo también quienes migraron años después del conlicto, lo que debe tomarse en cuenta, asimismo, como parte de ese proceso de aportes al desarrollo de la ciencia en nuestro país. Este recorrido heterogéneo pero esencialmente fecundo lo resumiremos en las páginas siguientes. No obstante, el asunto apenas será sintético, cabe decir, pues en la mayoría de los casos, cada uno de estos personajes, por sí mismo y por sus innumerables méritos, conduciría a una monografía exclusivamente dedicada. Tal es el tamaño de sus obras. Especialistas, especialidades y obras A partir de la década del 30 en el siglo XX, en Venezuela «se viabiliza la posibilidad de un proyecto cientificista»32. Después de 1939, la política de migración aplicada por el Gobierno venezolano dará sus frutos con la llegada de científicos, investigadores y catedráticos fundamentalmente europeos, «emigrados políticos del fascismo y el nazismo en su gran mayoría». En este contexto llegan los científicos españoles, entre los cuales uno de los más descollantes, por el alcance internacional de su nombre y por su obra ya consolidada, sin lugar a dudas, fue Augusto Pi Suñer (1879-1965). Pi Suñer era un científico afianzado antes de huir de España y un republicano con experiencia política. Fue diputado en las Cortes en 1916, 1918 y 1920 y catedrático de Fisiología en la Universidad de Sevilla en 191133. Sus actividades como investigador le permitieron impartir conferencias a ambos lados del Atlántico mucho antes de migrar. Valorando su amplia actividad, Francisco Giral señala: «Es difícil Un lugar donde vivir y crear • 59 evaluar relativamente qué fue más importante, si la escuela fisiológica catalana o la escuela médica experimental venezolana», y afirma de inmediato: «Lo que sí es seguro es que ambas creaciones son de equivalente significación superior»34. En la UCV, donde recaló contratado en 1939, creó al año siguiente el Instituto de Medicina Experimental y las cátedras de Bioquímica, Fisiopatología y Farmacología. Tenía ya 60 años, y aun así tuvo fuerzas para refundar su vida como científico en un continente distinto. «Sin dudarlo ni un momento, aceptó la oferta y se trasladó con toda su familia a Caracas»35; esta es una decisión que, a esa altura, debió ser honda y dura. Fue dar un salto, pero también hacer un corte, una escisión que operó por su convicción y por las condiciones que lo empujaron a ello. Atrás dejaba su obra en Barcelona, que poco después caía en manos enemigas. «El Instituto de Fisiología fue abandonado, sus locales divididos y la biblioteca desmantelada y en parte destruida»36. En 1955 la Unesco le otorgó el Premio Kalinga para la Divulgación de la Ciencia, galardón que obtuvo propuesto por su país de acogida. Lo recibió como español en el exilio, pero la distinción representó a Venezuela y no a España. En nuestro país publicó «diez libros, dos novelas y multitud de ensayos y monografías»37. Inquieto por naturaleza, Pi Suñer llevó su huella más allá de la universidad. Además de haber representado activamente a los exiliados republicanos en Venezuela, fundó el Centro Catalán de Caracas en 1945 y fue su primer presidente. Se había nacionalizado venezolano en 1952; diez años después se marchó a México, donde falleció en 196538. Migrar es cuestión de enterezas, tanto como de inexorabilidad. Aquello que fue un corte también fue continuidad, como todo drama de inmigrante. Quienes sin más remedio tuvieron que salir de su país, hubieron de reconstruirse a sí mismos y seguir activos. En el caso de Pi Suñer, como muchos otros, esto operó en la recta final de su vida. Tal fortaleza no es propiedad común; el compromiso demostrado en esas trayectorias da cuenta, también, de una profunda calidad humana. Hallamos perfiles similares en dos figuras de envergadura en la investigación geográfica de Venezuela: Pablo Vila Dinarés (1881-1980) y Marco Aurelio Vila Comaposada (1908-2001), padre e hijo, ambos catalanes. Pablo fue, como su hijo lo describió, un «obrero tejedor y autodidacta», con «inquietudes de carácter social» que lo condujeron a convertirse en maestro39. Ejerció en los primeros años del siglo XX en Barcelona, donde fundó la Escola Horaciana, lo que le valió para becar sus estudios en el Instituto Rousseau de Ginebra. De allí fue a 60 • Un lugar donde vivir y crear dar a Bogotá, al frente del Gimnasio Moderno entre 1914 y 1918. A su regreso a Barcelona continuó la docencia y luego se recibió de geógrafo en el Instituto Grenoble de Francia. Geógrafo y pedagogo, alcanzó su vocación y profesión a su hijo. «Enseñaba deleitando», pues Pablo era un innovador, además, por haber estimulado la educación mixta y la participación de los niños en el aula40. Su relación con Bogotá le ofreció un destino donde refugiarse en 1939. De inmediato se dedicó a su pasión de enseñar. Fue profesor en la Escuela Normal Superior de Bogotá, y en esas funciones lo llamaron desde el Ministerio de Educación de Venezuela para ofrecerle la dirección del departamento de Geografía e Historia del Instituto Pedagógico Nacional en 1946. Ya tenía 65 años, pero su vitalidad y sus convicciones de educador lo condujeron a aceptar el reto. Su obra posterior da cuenta de ello. Sin tomar en cuenta la envergadura de su libro la Nueva Geografía de Colombia (1945), valorado como pionero sobre el tema en ese país, y sus publicaciones anteriores, Pablo Vila le regaló a Venezuela una larga lista de trabajos que representan, sin lugar a dudas, la fundación de la geografía moderna venezolana. A pesar de su edad, dato nada menor, basó sus investigaciones en el trabajo de campo y en el conocimiento directo del entorno; una «geografía que entra por los pies», decía. Sus apreciaciones del río Orinoco y sus aluentes le permitieron alcanzar precisiones que, muchos años después, servirían para denotar las fallas de información geográfica en el Atlas de Pdvsa (1992), básicamente elaborado a partir de información satelital41. Pablo Vila prosiguió trabajando y produciendo por varias décadas más, hasta pocos años antes de fallecer en su Cataluña natal42. Marco Aurelio llegó a Caracas en 1943. Su vida anterior enseña un alto compromiso militante. Con 18 años se suma al movimiento independentista Estat Catalá; dos años después trabajó en la Secretaría de Cultura de la República Catalana; en 1931 conforma el grupo que fundó el partido Esquerra Catalana, aún vigente en la vida política; cuando estalla la Guerra Civil se alista en el regimiento Pirenaico Nº 1 como teniente; es sentenciado a muerte pero acaba exiliado en Francia, donde lo recluyen en un campo de concentración; en 1941 huye a Bogotá, finalmente, iniciando una vida más estable43. Formado en Barcelona, era abogado, con posgrado en Medicina Legal y Psiquiatría, y también profesor de Geografía. En el breve tiempo que estuvo en Bogotá se doctoró en Derecho, y cuando arriba a Caracas comienza a ejercer la docencia con una interminable lista de Un lugar donde vivir y crear_Migrar y refundar_Rogelio Altez_B.pdf 1 18/1/18 Un lugar donde vivir y crear_Migrar y refundar_Rogelio Altez.pdf 1 12:54 p.m. 18/1/18 12:12 p.m. Un lugar donde vivir y crear • 61 instituciones y cargos a la que habría que dedicar páginas enteras para poder dar cuenta de cada detalle44. Fue docente en educación media y en las facultades de Humanidades y Ciencias Económicas y Sociales de la UCV, así como en la de Economía de la Universidad Católica Andrés Bello. Como dato paralelo, entre 1944 y 1945 fue profesor de Psicología Criminal y Delincuencia Infantil en la Sociedad Bolivariana de Venezuela. En 1958 alcanzó la categoría de titular en la UCV, equivalente a catedrático en el escalafón español45. Desde 1947 y hasta 1968 fue jefe de la División de Geoeconomía de la Corporación Venezolana de Fomento. Aquí desarrolló «su obra más exhaustiva y sistemática»46. En ese período Marco Aurelio Vila publicó 29 trabajos sobre ciudades distintas y un total de 24 obras más, una por cada entidad federal de Venezuela. Esto significa que en veintiún años publicó, solo en este aspecto, 53 libros, todos de consulta obligada (aún hoy) para cualquier trabajo geográfico sobre esos lugares. En ese mismo lapso, además, alcanzó a publicar otras 7 obras47. El tamaño monumental de «su obra consta de 83 libros, 23 opúsculos y numerosos artículos de prensa»48. Regresó a Barcelona en 1978, donde siguió publicando hasta su fallecimiento en 200149. Amigo de su padre, Pablo, era José Royo Gómez (1895-1961), geólogo y paleontólogo nacido en Castellón de la Plana. El vínculo afectivo e ideológico que se había fundado desde la vida republicana y el exilio entre Vila, Royo y otros será la base de muchas de las decisiones que tomaron estos personajes. Gracias a ello lograron apoyarse más allá de las fronteras, en medio de los momentos más álgidos, cuando la mano de un compañero y un consejo a tiempo pueden hacer la diferencia. Llegar a Venezuela, en algunos casos, fue el resultado de esos vínculos. Royo Gómez huyó a Francia en 1939 como mejor pudo. Junto a otros intelectuales, llegó a la frontera disfrazado de enfermo y trasladado en ambulancia. Atascados en el lugar entre vehículos y personas, esperaban por una visa o colarse por los montes al país vecino. Allí estaba también Antonio Machado con su hermano y su madre. Royo fue una de las últimas personas en verlo con vida; cuando notaron que él y su familia no tenían arrestos para trepar las estribaciones fronterizas, los acomodaron en un vagón de tren para que hallaran cobijo. De allí, los Machado llegaron vía ferrocarril hasta Collioure. A poco de refugiado en el lugar, el poeta falleció, quizás vencido por las circunstancias50. «Le cubrió el polvo de un país vecino…». Royo sí alcanzó a llegar a Toulouse. Allí inicia gestiones para exiliarse en América, aunque su deseo era permanecer en Europa con sus Un lugar donde vivir y crear_Migrar y refundar_Rogelio Altez.pdf 62 • 1 18/1/18 12:18 p.m. Un lugar donde vivir y crear compañeros. Pablo Vila, que había viajado a Toulouse a ofrecerle vivir en Colombia, lo alcanza en París en marzo de 1939. Poco después, con ayuda de sus amigos, Royo se embarca rumbo a Bogotá51. Así llega el eminente geólogo a este lado del mundo52. Arriba a Caracas en 1951, luego de un gran trabajo en el Servicio Geológico Nacional de Colombia, donde crea el Museo Geológico y es el más importante colaborador en el Mapa Geológico de Colombia. En Bogotá hace una vida políticamente discreta. Sufre los embates del agrio dirigente conservador Laureano Gómez y prefiere un rol más neutro. Padece de la nostalgia tanto como de la altura, y entre las incomodidades ideológicas y los quebrantos de salud de su mujer, accede a venir a Venezuela, convocado por Vila y alentado por el reconocimiento del Gobierno republicano español en el exilio»53. Replica su labor bogotana en Caracas fundando el Museo Geológico, en paralelo con su profunda vocación de maestro formador en el área. Además de haber sido profesor en la Escuela de Geografía de la Facultad de Humanidades de la UCV, fue docente de Mineralogía y Geología en el Instituto Pedagógico54. Royo también se nacionalizó venezolano y murió en Caracas en 1961. Cuando tuvo lugar la Feria de los Minerales de Santa Clara en el año 2008, un escritor castellonense diría con profundo sentimiento que «entre sus visitantes, nadie me impedirá que yo busque a José Royo Gómez, entre las múltiples especies minerales, cerca de alguna hermosa esmeralda, que brille con fulgores de perdón y de paz en la eternidad»55. Integrante del grupo de científicos amparados por Colombia con la misma estrategia que ayudó a Royo Gómez, fue el químico catalán Antonio García Banús (1888-1955). Ya «había sido catedrático en La Sorbona, donde lo reclamó el presidente Santos», como hizo con Pablo Vila. En la historia de la química en Colombia, su llegada «representa un antes y un después» en la enseñanza de la disciplina56. Siendo director del Departamento de Química de la Universidad Nacional, es García Banús quien propone a Royo como profesor de Geología y Minería. En 1946, año en que Vila viene a dar a Caracas, Antonio García Banús también se traslada a Venezuela. Mucho tuvieron que ver él y Vila en la decisión de Royo para venir desde Bogotá. El hecho de que sus compañeros de exilio se hallasen radicados aquí pesó en su disposición de migrar una vez más. El connotado químico, al igual que Royo (y seguramente Vila), abandona Bogotá por el clima político de antipatías que los conservadores crearon en torno a los republicanos57. Su reputación académica Un lugar donde vivir y crear • 63 lo precedía. Había sido vicerrector de la Universidad de Barcelona en los años de la Guerra Civil y traductor al castellano de unas quince obras de química escritas en alemán y francés58. Decide instalarse en Mérida, donde es profesor de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas de la Universidad de los Andes entre 1947 y 1951. Luego va a Caracas y se incorpora a la Facultad de Medicina de la UCV como profesor de Química Biológica. Allí muere en 1955. Su obituario lo redactó Royo Gómez: «Sus dotes personales eran tan buenas como las científicas», dijo su amigo con emoción. «Aunque se dio cuenta de su próximo fin, conservó su entereza hasta el último momento, desapareciendo de esta manera el que fue un científico conspicuo y un hombre de bien»59. Como paleontólogo, Royo Gómez impulsó el desarrollo de esta línea de investigación en Venezuela. Entre sus expediciones importantes se encuentra la de Muaco, llevada a cabo en 1952 y con una segunda vuelta en 1959. Halló fósiles de envergadura que de inmediato asocia con otro estudio, realizado ese mismo año por José María Cruxent (1911-2005), arqueólogo catalán con quien también establece amistad ya estando en Caracas. Cruxent, como lo vimos, no recorrió los mismos caminos que otros científicos para su exilio60. Partidario de la república, tomó las armas en el sitio de Teruel, pero acaba marchándose a Francia en 1938, antes de culminar la guerra61. Estudió Arqueología y Artes Plásticas en la Universidad de Barcelona. De Francia va a Bélgica, donde inició diligencias para pasar a América. Consigue el visado venezolano con el embajador en Bruselas, Honorio Sigala. «Él se había prometido a sí mismo dejar obra y huella en el país que lo acogiera»62. Así acabó llegando, por sus propios medios y sin apoyo de intelectuales, a la Caracas de 1939, la misma ciudad que ese año recibía a Pi Suñer, quien llegó con un contrato en la mano. Vivió en una pensión «para caballeros de orden», vendió frutas para sobrevivir y fue operador de cine en Antímano. Logra ser profesor de secundaria en algunos colegios: San José de Tarbes, La Salle y Santa María de la Victoria, donde fue director. Conoce a Antonio Requena y Walter Dupouy (director del Museo de Ciencias Naturales), a quienes les alcanza las piezas arqueológicas que hallaba en sus (por entonces) exploraciones personales. En 1944 Dupouy lo nombra coleccionista-viajero del museo y le asigna un sueldo, y desde 1948, recomendado por este gentil mentor, se convierte en director63. Así se inició la carrera académica de Cruxent, fuente inagotable de la arqueología venezolana. 64 • Un lugar donde vivir y crear Aunque no poseía las credenciales de otros exiliados (desde luego, era más joven), lo vemos ya en 1950 firmando el acta que funda la Asociación Venezolana para el Avance de la Ciencia, Asovac, junto a Enrique Tejera, el ministro que trajera a Pi Suñer, y el famoso médico64. Es fundador del Departamento de Sociología y Antropología en 1953 (luego escuela desde 1957), donde crea las cátedras de Introducción a la Arqueología y Arqueología Venezolana, aunque su labor más constante y sólida la desarrolla en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, IVIC, fundado en 1959, al que es llevado desde sus orígenes por el propio creador del instituto, Marcel Roche65. El aporte de Cruxent a la arqueología y a la ciencia venezolana es imponente. Más allá de sus trabajos y publicaciones, y de la impronta heredada a sus discípulos, es uno de los autores de las teorías más relevantes sobre el poblamiento de América. «El hallazgo que hizo en 1976 en el yacimiento de Taima-Taima liquidó las teorías de la escuela norteamericana ortodoxa»66. Fue el primero en asignar al caso una profundidad temporal significativa; su hipótesis situó los orígenes en unos 13.000-15.000 años antes del presente, con ingreso por Norteamérica. Todavía hoy la controversia persiste, pero a partir de sus teorías, la ciencia tiene un punto más sólido por donde comenzar a comprender ese proceso. Cruxent «agotó parte de su juventud en las trincheras de Teruel» y se «exiló a Venezuela para darle la prehistoria que no tenía»67. Murió en su casa de Coro en 2005. Entre sus primeras publicaciones se encuentra una sobre la forma de los cráneos en grupos indígenas venezolanos68. Este trabajo, junto a los de sus amigos Dupouy y Requena sobre estudios craneales, representa un paso significativo para el desarrollo de la serología, aporte inicial hacia el surgimiento de la antropología física en Venezuela69. Esto lo señala Adelaida González Almejun de Díaz Ungría (1913-2003), llamada sintéticamente «Dra. Díaz Ungría» desde siempre. Madrileña, doctorada en Biología Humana en 1945, había sido docente de secundaria en El Ferrol, Galicia, donde fue enviada en 1939, concluida la Guerra Civil. Luego de desempeñarse como catedrática de Antropología Física para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y el Museo de Antropología entre 1948 y 1952, se traslada a Caracas70. Apenas llega es contratada como docente en la Sección Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la UCV. Junto a Cruxent y Requena, entre otros, la Dra. Díaz Ungría es también fundadora del Departamento de Sociología y Antropología en 1953, donde ingresa como profesora titular. Allí crea, con Requena, la cátedra de Antropología Física ese mismo Un lugar donde vivir y crear • 65 año. Entre 1958 y 1966 fue conservadora de paleontología en el Museo de Ciencias Naturales de Caracas, donde debió cruzarse con Cruxent en el primer año de su trabajo, cuando menos, antes de que el arqueólogo fuese trasladado al IVIC71. De todos los investigadores y científicos mencionados, la Dra. Díaz Ungría es la única mujer que registramos en esta diáspora. Destaca, además, por haber obtenido el doctorado en un mundo dominado casi exclusivamente por los hombres. Quizás no por casualidad, la antropología física en Venezuela, fundada indiscutiblemente con su presencia, tendrá como mayores exponentes a lo largo de su historia a mujeres que, discípulas directas o formadas en generaciones sucesivas, continuarán y prolongarán el área, especialmente en la UCV y en las ramas propias de la disciplina, ya en ámbitos aplicados como en la investigación. Si bien la calidad indiscutible y la probada experiencia de aquella mujer antropóloga debieron pesar decididamente en su contratación como profesional, esto también prueba la peculiar disposición del país hacia la llegada de expertos y especialistas en ciertas áreas decisivas para su desarrollo. Fruto de esto, ciertamente, hay que ubicar el arribo de José María Bengoa Lecanda (1913-2010), médico y nutrólogo vasco, llegado al país en 1938 luego de ser declarado «inútil total» en la Guerra Civil72. Su frágil salud, afectado por una tuberculosis que lo alejó de las aulas de estudio por un año, condujo a que su papel en la lucha armada lo ubicara eventualmente en la retaguardia, organizando la atención hospitalaria en su tierra vasca. Ocupada Bilbao, migró a Francia, donde tuvo dificultades para mantenerse. Allí, «por consejo de un jesuita amigo», viaja a Venezuela73. Intentó hallar trabajo de inmediato, pero no tuvo suerte. Tres meses después de arribar consigue audiencia con el ministro Honorio Sigala, el mismo que había gestionado la llegada de Cruxent. Tras varios días sin ser atendido, el portero del ministerio le aconsejó: «A la salida del despacho, en el mismo patio, acérquese al ministro, dígale lo que quiere». Así lo hizo, y cuando por fin lo atendieron, Sigala le indicó: «Venga mañana a las cuatro de la tarde». Fue asignado a Sanare, en el estado Lara74. Bengoa no fue un médico rural más; su sensibilidad ante la pobreza generalizada y la desnutrición lo llevó a desarrollar una medicina social, basada en la investigación y la acción efectiva, con el objeto de combatir el hambre, como lo hizo toda su vida. Debido a las condiciones de la zona y la falta de carreteras apropiadas, atendía a los enfermos trasladándose a caballo. «Cuando 66 • Un lugar donde vivir y crear en Nueva Delhi me preguntaron en qué universidad había adquirido yo los conocimientos sociales de la medicina, contesté con un dejo de nostalgia que en la Universidad de Sanare»75. Vuelve a Caracas en 1941. Al año siguiente será fundamental en la creación de la División de Nutrición del Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, convertida en el Instituto Nacional de Nutrición en 1949, del cual Bengoa va a ser director. Continuó recorriendo Venezuela y conociendo de cerca el problema de la desnutrición y el hambre, comprendiendo que no siempre las causas podrían ser las mismas; por eso dijo alguna vez que «todas las pobrezas son diferentes»76. En 1950, también, lo hallamos firmando el acta de fundación de Asovac, junto a Pi Suñer y Cruxent77. Como todos, Bengoa va a ser profesor en la universidad y a su impulso se debe, entre otras cosas, la creación de la Escuela de Nutrición y Dietética de la UCV, ese mismo año de 1950. La comprensión del problema de la nutrición en Venezuela y las políticas (cuando fueron acertadas) para su atención provienen del trabajo de José María Bengoa. Su obra le daría la vuelta al mundo y todavía hoy sus aportes resultan esenciales. La calidad de Bengoa vino a probarse con su experiencia venezolana. Quizás su designación a Sanare fue una decisión más, como sucedió con tantos otros médicos exiliados, pero en esta oportunidad ese nombramiento fue el umbral histórico de la nutrición pública del país. Murió en su Bilbao natal en 2010, y para muchos, «el Dr. Bengoa puede considerarse como la conciencia global de la nutrición comunitaria por más de 60 años»78. Más temprano y en condiciones completamente diferentes a todos los científicos mencionados, como ya se comentó, llegaría Clemente González de Juana (1906-1982). Nacido en Villadiego, Castilla y León, el geólogo se instala en Maturín en 1931. Allí comienza las labores para la Standard Oil, que tendrá como punto de mayor profundidad su trabajo de campo en Monagas entre 1933 y 1935. Se traslada a Caracas en 1937, vinculándose como asesor del Ministerio de Obras Públicas y del Instituto Nacional de Obras Sanitarias. En 1945 ingresa como profesor en la Escuela de Geología de la UCV. A partir de entonces será maestro de muchos de los geólogos venezolanos, especialmente los vinculados al petróleo79. Sus aportes a la lexicografía estratigráfica del país resultan significativos, así como su conocimiento sobre las aguas subterráneas. Debido a ello participa en la puesta en servicio del acueducto de Siburúa (hoy en desuso), en el estado Falcón, entre 1948 y 1950, que le llevaría agua a Paraguaná, tanto a las refinerías como a las comunidades que Un lugar donde vivir y crear • 67 ya se asentaban en torno a la actividad de estas plantas industriales80. En 1964 González de Juana fue coautor, por el capítulo Venezuela, del «Mapa geológico del mundo»81. Sin embargo, su aporte más significativo fue la obra Geología de Venezuela y de sus cuencas petrolíferas82. Este trabajo representa una contribución fundamental a la geología venezolana y recoge sus años de experiencia y conocimiento de las condiciones geológicas del país. La descripción que Aníbal Martínez hace de este trabajo es elocuente: «Se trata de dos volúmenes de 1.031 páginas, más de 72 páginas introductorias; 349 figuras y 57 cuadros; un sobre anexo con dos hojas que contienen cuatro láminas y 14 figuras; 9 capítulos, 19 subcapítulos, 79 secciones y 526 subsecciones; 891 referencias bibliográficas…»83. Tal como lo indica Martín Frechilla, bien podría objetarse la condición de «exiliado» en el caso de González de Juana, pues ya estaba en Venezuela desde 1931 y con un contrato en la empresa privada. No obstante, el autor de tantos trabajos sobre el tema concede al geólogo castellano esa condición, independientemente de su situación previa: «Luego del descalabro de la ofensiva republicana en Teruel, casado en 1937 con una venezolana, decidió quedarse en el país»84. Hoy poco importan sus razones; Clemente González de Juana consolidó en Venezuela un legado que camina junto a la geología del país, que no es poca cosa en tierra de grandes geólogos y de industria petrolera. El propio Martín Frechilla demuestra, asimismo, que González de Juana fue fundamental, estando en Caracas, para gestionar la llegada de otros colegas exiliados, «sobre todo al final de la Guerra Civil, para que ayudase a promover que desde el sector público se tendiesen los puentes necesarios con los profesionales de su área exiliados en Francia»85. Por ello fue que el Ministerio de Fomento envió pasajes a Federico Luchsinger, Eduardo Zabala y Enrique Rubio Sandoval para que viniesen a Venezuela; sin embargo, esos ingenieros acabaron trabajando, básicamente, para la empresa privada en el país. Una prueba clara de que en estos horizontes el exilio se abrió con aroma a paraíso. En aquellos años de captación de profesionales como parte de los impulsos de modernización en el país, fue contratado para el desarrollo de la estadística en Venezuela el catalán Josep Antoni Vandellós (18991950). Poseía amplia experiencia en Barcelona, donde desempeñó cargos públicos de relevancia, incluyendo el Censo de la Población de Cataluña en 1936. Llegó para reorganizar las estadísticas nacionales, dirigió el Primer Censo Agropecuario, Industrial y Comercial de Venezuela, elaboró el Proyecto de Ley de Estadística y Censos Nacionales de 1938, 68 • Un lugar donde vivir y crear fue consultor de varios ministerios y asesor del Banco Central de Venezuela, y uno de los impulsores de la Escuela de Estadística y Ciencias Actuariales de la UCV, creada luego de su fallecimiento en 195286. La oportunidad que se abrió con las ofertas venezolanas no fue únicamente para la huida. Los exiliados, también, intentaron proseguir, prolongar, consolidar y, en algunos casos, comenzar sus vidas académicas y profesionales en sus países de acogida, y Venezuela no fue la excepción. Es justo decir que los mencionados hasta aquí son, con diferencia, los investigadores de mayor impacto en esta sociedad. Cabe señalar, desde luego, que no fueron los únicos. Otros también aportaron con relevancia desde sus especialidades. El espacio impide dedicar más profundidad a la descripción de sus obras, aunque los estudios de mayor amplitud sobre el tema ahondan en detalles y características de todos ellos87. La lista de profesionales e investigadores es larga. La diáspora que produjo la Guerra Civil es tan estremecedora como intensa. No obstante, hubo otros que migraron más tarde, quizás por razones académicas o intereses de expansión para sus campos de trabajo; como quiera que fuese, ha habido científicos españoles que también sumaron aportes fundamentales a Venezuela y que no necesariamente provinieron de la II República. Un ejemplo significativo lo representa el ictiólogo valenciano Fernando Cervigón Marcos (1930-2017), llegado al país con 30 años, en 1960. Cervigón estudió en el Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía, en Cádiz. Allí se especializa en el plancton, realizando campañas en el mar, entre 1958 y 1959, a bordo de barcos pesqueros que navegaban hasta las costas africanas y las Islas Canarias88. A Venezuela llega contratado por la Fundación La Salle para dirigir la Estación de Investigaciones Marinas de Punta de Piedras, en Margarita, lo que hizo hasta 1971. Desde su arribo surgió la idea de elaborar un museo, concretado más de treinta años después, en 1994. «A partir de 1960-1965 comencé a recolectar todo tipo de material que pudiera servir para un museo y ocurrió lo que tenía que ocurrir: cuando los pescadores se dieron cuenta de que me interesaban los caracoles, los peces, los fósiles, empezaron a traerme ejemplares de todas partes»89. El Museo Marino de Margarita se construyó con apoyo de Lagoven, la antigua filial de Petróleos de Venezuela. Fue profesor en la Universidad de Oriente, director del Instituto Oceanográfico de Cumaná y del Centro de Investigaciones Científicas del Núcleo Nueva Esparta. También es cofundador de la Universidad Monteávila, donde fue vicerrector. «La ictiología marina en Venezuela y gran parte del continente se divide en un antes y un después del trabajo Un lugar donde vivir y crear • 69 de Fernando Cervigón». Se le atribuye el descubrimiento y descripción de un gran número de nuevas especies marinas. Fue comisionado por la Unesco para dictar cursos sobre su especialidad y consultor de la FAO entre 1977-7890. Cervigón es el ejemplo de que los científicos españoles continuaron migrando y extendiendo sus obras mucho después de la Guerra Civil. También es un relejo de que la calidad científica continuó luego de aquella desbandada de profesionales. Venezuela, la tierra de la que nadie se iba hasta llegado el siglo XXI, fue horizonte para grandes investigadores que colaboraron con la modernización del país, con el desarrollo de la ciencia y con la formación de generaciones de importantes discípulos que proyectaron y enriquecieron aquellos conocimientos esenciales. Una parte del país y de esta sociedad adquirió perfiles académicos de calidad gracias a esos maestros que nos formaron, directa o indirectamente, presentes o a través de su memoria, desde que la nación comenzó a pensarse a sí misma como parte de un proyecto científico probable. La obra que heredamos Para que un país logre modernizarse de manera concreta debe incorporar a la ciencia como un aspecto formal e institucional en sus proyectos y planificaciones. Este papel lo jugaron, en ese momento de la historia de Venezuela, los científicos españoles junto a otros destacados investigadores extranjeros y los más connotados entre los venezolanos. Todo lo que describimos anteriormente apenas enseña la importancia de sus trabajos; ahora intentaremos destacar las obras más relevantes y los legados de mayor significancia, todo cuanto puede dar cuenta, en su conjunto, del papel histórico del proceso advertido. Con Pi Suñer, qué duda cabe, se produjo una transformación estructural en la Facultad de Medicina. Contratado para desarrollar la fisiología en el país, su colaboración penetró la enseñanza de la disciplina, especialmente en la UCV. «Lo más significativo fue convertir la fisiología, la fisiopatología y la farmacología en ciencias experimentales»91. No estuvo solo en esto; Antonio García Banús también contribuyó a la consolidación de ese proceso de modernización en el área. En la Universidad de los Andes, el químico español funda en 1947 el Laboratorio de Investigación de Química Orgánica y lo dirige hasta 1951. A su lado, también en el área de la medicina, brilla la obra de José María Bengoa. Fue miembro del Comité de Expertos de la OMS, 19531996; adjunto al Departamento de Nutrición de la OMS en Ginebra, 1955-1960; asesor de nutrición de la OPS en Washington, 1960-1962; 70 • Un lugar donde vivir y crear jefe del Departamento de Nutrición de la OMS (Ginebra), 1962-1974. El manual Nutrition in Preventive Medicine, publicado con George Beaton en 1976, da cuenta de sus años de experiencia en la OMS. Parte de su legado se contempla en la Fundación José María Bengoa para la Alimentación y Nutrición, creada en el año 2000 por investigadores y científicos venezolanos con el objeto de desarrollar estrategias y acciones para mejorar la alimentación y nutrición, especialmente de niños y mujeres. En el caso de la Dra. Díaz Ungría, siempre significativo por su condición de mujer en un contexto esencialmente masculino, además de haber fundado el área de la antropología física en Venezuela, destaca su participación en la comisión de expertos que redacta en Moscú el famoso documento Los aspectos biológicos de la cuestión racial, elaborado para la Unesco en 1964. La antropología física, además, tendrá un peso decisivo en la escisión de las escuelas fundadas en conjunto, Sociología y Antropología, cuando se separen definitivamente a partir de 1986. Cruxent la acompaña en la fundación de la antropología como área académica. El arqueólogo catalán cuenta con una enorme cantidad de créditos en su espacio de investigación que lo destacan a nivel mundial, además. Es el responsable de enlazar el trabajo del Museo de Ciencias Naturales con los proyectos regionales de la arqueología norteamericana, lo que representó el desarrollo profesional del área en Venezuela. En este contexto publicará, junto a Irving Rouse, «dos de las monografías más importantes que se hayan generado en el país, y que sirvieron de guía para buena parte de la investigación futura: Arqueología cronológica de Venezuela (1958-1959) y Arqueología venezolana (1963)»92. Rouse dirá años después que todo esto había sido idea de Cruxent y que acudió a él para que lo ayudara con el proyecto. También se debe a Cruxent que el museo posea la colección de piezas africanas más grande de Latinoamérica, pues por su amistad con el rey Leopoldo III de Bélgica recibió una donación de sus propias manos que resguardó apropiadamente donde correspondía93. Pablo Vila fue el fundador de la geografía moderna en Venezuela. Sumó aspectos esenciales al ensanchamiento de la disciplina e impulsó, en ese sentido, el desarrollo de la climatología y la meteorología como ciencias ambientales, promoviendo su uso en la planificación del espacio. Su obra más importante, Geografía de Venezuela, de dos tomos, representa la actualización del trabajo pionero de Agustín Codazzi. Un liceo de Caracas lo honra hoy con su nombre. Marco Aurelio Vila también suma a esos aportes y materializa el perfil integrador de conocimientos de su padre. Al lado de su larga lista Un lugar donde vivir y crear • 71 de publicaciones destaca, por lo temprano y lo significativo, su primer libro en Venezuela, Geografía y planiicación (1947), que lo sitúa como «un pionero de la planificación regional del país»94. Cabe destacar que la primera política al respecto en Venezuela fue promulgada en 1969. Sus trabajos sobre las regiones y las entidades federales lo ubican como «el geógrafo con mayor enraizamiento en la memoria que las localidades requieren para mantener su identidad, su lugar en la región, la nación y el mundo»95. José Royo Gómez, aunque presente en menor lapso por haber fallecido a los diez años de llegar, deja su nombre y su obra en muchos aspectos. Destaca, gracias a sus excavaciones como paleontólogo en Muaco, Guaibacoa y Taima-Taima, vinculadas también con el trabajo de Cruxent, el hallazgo de unas 1.500 piezas de fósiles vertebrados que son la base del museo que fundó en 1956. Hoy, el Museo Dr. José Royo Gómez cuenta con más de 47.000 piezas, fruto del trabajo de estudiantes y profesores que heredaron las iniciativas del geólogo castellonense96. El papel de Clemente González de Juana en el desarrollo de las geociencias en Venezuela también fue decisivo. Es uno de los creadores de la Escuela de Ingeniería Metalúrgica de la UCV (1956), designado por el Ministerio de Fomento para el caso por sus conocimientos de los yacimientos de carbón de Naricual, al oriente del país. Esto sería solo concomitante si no estuviese relacionado con el desarrollo de la siderúrgica nacional, industria fundamental en la plataforma de explotación minera, esencial en la economía de Venezuela y su modernización. Como lo indicamos antes, todo esto ha sido una síntesis del aporte fundamental de estos emigrados españoles al proceso histórico y social de la Venezuela contemporánea. En buena medida, la conformación de ese proceso, moldeado en un exilio forzoso y en la convicción de un futuro más prometedor allende sus fronteras, fue también el resultado de una articulación de afectos, amistades, compañerismo y, desde luego, una profunda certeza republicana y una sólida confianza en el progreso de las sociedades basado en el esfuerzo profesional y académico. También, qué duda cabe, estas tierras jugaron un rol decisivo en beneficio de esas convicciones. Aquello que eventualmente expresó Fernando Cervigón, quizás, viene a resumir lo que muchos de ellos sintieron, tarde o temprano: Me contrataron por dos años y resulta que llevo cincuenta y cinco. Pueden imaginarse que quedé atrapado, no por lo económico, ni por la naturaleza, quedé atrapado por esa calidad afectiva humana. 72 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 17 18 • Un lugar donde vivir y crear Josep L. Barona (Editor), El exilio cientíico republicano, Valencia, Universitat de València, 2010, p. 10. Ídem. Josep L. Barona y Joan Lloret Pastor, «La historiografía sobre el exilio científico tras la II República», Cronos, vol. 3, Nº 2, 2000, p. 393. Ernesto García Camarero, «La ciencia española en el exilio de 1939», José Luis Abellán (Editor), El exilio español de 1939, Barcelona, Taurus, 1978, p. 203. Ídem, p. 199. Josep L. Barona, El exilio cientíico, p. 10. Ernesto García Camarero, «La ciencia española…», p. 199. Josep L. Barona y Joan Lloret Pastor, «La historiografía…», pp. 393-394. Ernesto García Camarero, «La ciencia española…», p. 203. Josep L. Barona y Joan Lloret Pastor, «La historiografía…», p. 397. Solo los médicos migrados a México llegaron a 500, representando, según cálculos de Barona y Lloret Pastor, el 10% de estos profesionales en ese país entre 1939 y 1940. En México, además, los científicos españoles crearon en 1940 la revista Ciencia, Revista Hispano-Americana de Ciencias Puras y Aplicadas, que reunía a investigadores de todas las ramas ya radicados en los países a donde habían emigrado. En su primer número, Ignacio Bolívar decía que la revista «tiene por finalidad primordial difundir el conocimiento de las ciencias físico-naturales y exactas y sus múltiples aplicaciones, por considerarlas como una de las principales bases de la cultura pública, para lo que procurará, por todos los medios a su alcance, aumentar el interés hacia su estudio en los países hispanoamericanos». Nada más elocuente con relación a aquel compromiso que identificaba a los investigadores republicanos. Sobre la revista: Leoncio López-Ocón, «Ciencia. Los significados de una revista hispanoamericana de ciencias puras y aplicadas en su arranque de 1940», http://www.unesco.org.ve/ index.php?option=com_content&view=article&id=3506:ciencia-los-significados-deuna-revista-hispano-americana-de-ciencias-puras-y-aplicadas-en-su-arranque-de1940&catid=200&Itemid=749&lang=es. Juan José Martín Frechilla (Forja y crisol. La Universidad Central, Venezuela y los exiliados de la Guerra Civil española. 1936-1958, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2006, p. 430 y ss.) describe una gran cantidad de casos diversos al respecto, en donde se puede apreciar con detalle los diferentes tipos de caminos recorridos por muchos profesores universitarios, emigrados españoles, llegados a la Universidad Central de Venezuela. Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, p. 170 y ss. Ernesto García Camarero, «La ciencia española…», p. 205. Información, descripción y datos sobre esto en: Juan Carlos Rey González, Huellas de la inmigración en Venezuela. Entre la historia general y las historias particulares, Caracas, Fundación Empresas Polar, 2011. Juan Carlos Rey González, Huellas de la inmigración…, p. 96. Las naves: Cuba, Flandre, Bretagne, Donibane y Bigarrena. Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, p. 173. Véase: Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, y Francisco Giral, Ciencia española en el exilio (1939-1989): el exilio de los cientíicos españoles, Barcelona, Anthropos, 1994. Un lugar donde vivir y crear 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 34 35 • 73 «Muy lejos de la amplia apertura mexicana a los exiliados republicanos españoles, Venezuela limitó inicialmente el ensayo, por recelos ideológicos, a los nacionalistas vascos, ampliándose progresivamente el ingreso, regional y políticamente, sobre todo durante los años de inmediata posguerra europea, en tiempos de la Junta Revolucionaria de Gobierno 1945-1948, que reconoció el reconstituido Gobierno de la República Española en el exilio». Juan José Martín Frechilla, «El difícil camino de la salud pública. Los médicos españoles exiliados en Venezuela, 1936-1950», Montalbán, 2003, Nº 36, p. 227. Juan Carlos Rey González, Huellas de la inmigración…, p. 105. Martín Frechilla asegura que fueron 150.000. Véase: Forja y crisol, p. 317. Juan José Martín Frechilla, «El difícil camino de la salud pública…», p. 227. Edición de noviembre de 1952, pp. 22-24 y 144-145. Así llamó el filósofo español José Gaos, migrado a México, a los republicanos que huyeron luego de la derrota de la Guerra Civil. «La experiencia de la emigración, del destierro es, sin duda, una de las más importantes, de las más decisivas». José Gaos, «Confesiones de un transterrado», Universidad de México, Nº 521, 1994, pp. 3-9, original de 1963. Ferrán Cabrero, El espíritu de la materia. José María Cruxent, Caracas, Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, 2009, p. 55. Cruxent, citado por Cabrero. Ídem, p. 56. La presencia norteamericana en Venezuela, consolidada desde comienzos del siglo XX de la mano del petróleo, condujo también al desarrollo científico y especialmente técnico con el objeto de estimular el crecimiento de la industria petrolera, básicamente en sus manos hasta la nacionalización. La «cooperación norteamericana» apuntó a la contratación de «científicos para desarrollar actividades de formación docente y de investigación en el medio local». Hebbe Vessuri, Conocimiento, desarrollo y ambiente, Caracas, Ministerio para la Ciencia y la Tecnología, 2008, p. 165. Citado en Ferrán Cabrero, El espíritu de la materia, p. 183. Sobre González de Juana: Aníbal Martínez, Imagen y huella de Clemente González de Juana, Caracas, Intevep, 1990; también en Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, pp. 323-326. Geos, Revista Venezolana de Ciencias de la Tierra, Nº 9, 1963, pp. 45-46. Francisco Giral, Ciencia española, p. 79. Tomado de Cristina García Palacios y José Rafael Revenga (compiladores), Ensayos y estudios de Juan David García Bacca, III, Caracas, Fundación para la Cultura Urbana, 2002, p. 252. Elena Díaz, «Aspectos sociopolíticos de la formación de la élite científica en Venezuela», Elena Díaz, Yolanda Texera y Hebe Vessuri, La ciencia periférica, Caracas, Monte Ávila Editores, 1983, p. 75. Juan José Martín Frechilla, «August Pi i Sunyer y José Royo Gómez. Balance de sus aportes a la investigación científica en Venezuela», Josep L. Barona, El exilio cientíico, p. 112. Francisco Giral, Ciencia española, p. 210. M. Isabel Díaz Moreno y Milagros Sáiz Roca, «August Pi i Sunyer (1879-1965): una figura a recuperar para la historia de la escuela psicológica de Barcelona», Revista de Historia de la Psicología, vol. 34 (2), junio, 2013, p. 17. 74 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 51 52 • Un lugar donde vivir y crear Josep Carreras i Barnés, August Pi i Sunyer, semblança biogràica, Barcelona, Institut d’Estudis Catalans, 1998, p. 11. Traducción nuestra. Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, p. 439. Pedro Grases, «Pi Suñer, Augusto», Diccionario de Historia de Venezuela, Caracas, Fundación Empresas Polar, tomo 3, p. 625. Marco Aurelio Vila, «Vila, Pablo», Diccionario de Historia de Venezuela, tomo 4, p. 263. Sergio Foghin-Pillin, Hubo una vez un geógrafo… Pablo Vila, pedagogo de la geografía de Venezuela, Caracas, Universidad Pedagógica Experimental Libertador, 2004. Francisco Escamilla Vera, «Pablo Vila y el exilio español en Venezuela», Biblio 3W, Universidad de Barcelona, vol. VII, Nº 409, 2002. Su último libro fue publicado en 1974: Barcelona i la seva rodalia al llarg dels temps, Barcelona, Editorial Aedos. Antonio De Lisio, «Marco Aurelio Vila: La geografía plantada en la memoria de las localidades venezolanas», en Tulio Hernández (compilador), Humanistas españoles en Venezuela. El aporte intelectual de la migración española del siglo XX, Caracas, Embajada de España en Venezuela, Librería Lugar Común, 2015, p. 178. En Bogotá fue director del Asilo de Niños Desamparados, del Internado Nacional de San Bartolomé y profesor en la Escuela Social del Colegio Mayor Rosario (1939-1943). Antonio De Lisio, «Marco Aurelio Vila», p. 179. Ídem. Ibidem, ver cuadros en páginas 181-183. Ángel García, «Vila, Marco Aurelio», http://www.ivic.gob.ve/memoria/bios/ vila_marco_aurelio.htm. Al regresar a su ciudad se incorpora al directorio de Esquerra Republicana y crea la Sociedad Catalana de Geografía; elegido diputado al Parlamento de Cataluña (1984-1988). Ángel García, «Vila, Marco Aurelio». Véase: Carlos Alberto Acosta Rizo, La herencia cientíica del exilio español en América. José Royo y Gómez en el Servicio Geológico Nacional de Colombia, Barcelona, Centre d’Historia de la Ciència, Universitat Autònoma de Barcelona, 2009, tesis doctoral, pp. 96-101. Ídem. Uno de los amigos que colabora económicamente con Royo es José Cuatrecasas Arumí, ya residenciado en Colombia, como Pablo Vila. Según Acosta Rizo, Cuatrecasas fue quien le pagó su pasaje: «Cuatrecasas ya era conocido en Colombia, donde había acudido en 1932 como representante del Estado español en la efeméride del centenario de José Celestino Mutis, por lo que la concesión de su visa se dio sin problemas»; véase: José Ángel Hernández García, «La inluencia pedagógica del exilio republicano español: la edad de oro de la enseñanza en Colombia», Latinoamérica. Revista de Estudios Latinoamericanos, Nº 54, México, enero-junio, 2012, pp. 135-153, p. 149. Royo Gómez había sido elegido para las Cortes Constitucionales de la República en 1931 y fue director general de Minas y Combustibles durante la Guerra Civil. Para más detalles de su vida, véase: Vicente Sos Baynat, «José Royo y Gómez: un geólogo castellonense de renombre mundial», Boletín de la Sociedad Castellonense de Cultura, vol. 38, 1962, pp. 278-289; homas F. Glick, «Royo Gómez, José», Diccionario Histórico de la Ciencia Moderna en España, Barcelona, Ediciones 62, 1983, vol. 2 (M-Z), pp. 267-268. Un lugar donde vivir y crear 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 68 69 70 71 • 75 Así lo explica Juan José Martín Frechilla; véase: «August Pi i Sunyer…». Más detalles de su mudanza a Caracas en Juan José Martín Frechilla, «August Pi i Sunyer…», p. 122 y ss. Salvador Belles Sabater, «José Royo Gómez. Científico y figura señera de la geología», Hombres y mujeres de Castellón, Ayuntamiento de Castellón de la Plana, 2008, p. 240. José Ángel Hernández García, «La inluencia pedagógica…», p. 149. Agrega el autor: «Su gran contribución a la química estuvo a punto de ser reconocida en un nivel mundial con su candidatura al Premio Nobel». Juan José Martín Frechilla, «August Pi i Sunyer…», p. 122. Francisco Giral, Ciencia española, p. 128. Dice Royo sobre García Banús: «En esta universidad [de Barcelona] desarrolló todas sus actividades científicas y pedagógicas; becado por ella en 1928 efectúa investigaciones en el Instituto Químico de la Universidad de Múnich (Alemania); vuelto a Barcelona se le encarga de la cátedra de Química General para Ciencias, Medicina y Farmacia, cátedra que desempeñó hasta 1930. En este tiempo actuó también como director de la Sección Química del Laboratorio General de Ensayos de Barcelona (Escuela Industrial) y del Instituto Químico de la Universidad, fue vicerrector de la misma de 1931 a 1933 y representante del Gobierno en ella cuando fue declarada autónoma por la República». José Royo Gómez, «El Prof. Antonio García Banús (1888-1955)», Ciencia, vol. XVI, Nº 9-10, pp. 236-238. Ídem. La referencia al hallazgo de Royo y su vínculo con la excavación de Cruxent, en Juan José Martín Frechilla, «August Pi i Sunyer…», p. 132, y en Ferrán Cabrero, El espíritu de la materia, p. 93. Ferrán Cabrero, El espíritu de la materia, p. 36. Ídem, p. 38. Ibidem, pp. 56-58. Juan José Martín Frechilla, «August Pi i Sunyer…», p. 128. Ferrán Cabrero, El espíritu de la materia, p. 69. Cruxent también fue uno de los fundadores del Colegio de Sociólogos y Antropólogos de Venezuela, del que poseía el carnet Nº 1. Ídem, p. 87. Ibidem, p. 189. José María Cruxent, «Los cráneos tubulares erectos de Venezuela», Acta Venezolana, Nº 2, 1945, pp. 71-90. Adelaida G. de Díaz Ungría, «Historia de la antropología física en Venezuela», Lourdes Arizpe y Carlos Serrano (editores), Balance de la antropología en América Latina y el Caribe, México, Universidad Autónoma de México, 1993, pp. 141-146. Gentzane de Arechabaleta y Helia Lagrange de Castillo, «Biografía. Adelaida González Almejún de Díaz Ungría», Adelaida Struck, Ángel Reyes y Pedro García, Un encuentro con la antropología física venezolana: Adelaida de Díaz Ungría, Caracas, Facultad de Ciencias Económicas y Sociales, 2004, p. 17. Ídem. La suposición del cruce con Curxent es nuestra; en ningún caso ni en ninguna biografía de ambos personajes es mencionada relación alguna entre ambos. 76 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 • Un lugar donde vivir y crear Martha Kaufer, «Vidas que nutren. José María Bengoa Lecanda», Cuadernos de Nutrición, vol. 32, Nº 1, enero-febrero, 2009, pp. 3-6. Juan Gondra, «El médico de Sanare. José María Bengoa Lecanda. In memoriam», Osasun zerbitzuak-Servicios de Sanidad, Bilbao, 2010, p. 42. Nora Bustamante Luciani, «Dr. José María Bengoa: breve esbozo de una parte de su vida ejemplar y de su fructífera obra», Revista de la Sociedad Venezolana de Historia de la Medicina, vol. 56, Nº 1-2, 2007, pp. 1-2. José Félix Chávez Pérez, «José María Bengoa Lecanda (1913-2010)», Archivos Latinoamericanos de Nutrición, vol. 60, Nº 1, 2010. Bengoa fue el fundador de esta revista. Martha Kaufer, «Vidas que nutren». Juan José Martín Frechilla, «August Pi i Sunyer…», p. 128. Martha Kaufer, «Vidas que nutren». Aníbal Martínez, Imagen y huella. Ídem, p. 123. Fue encargado por la Dirección de Geología del Ministerio de Minas e Hidrocarburos. Ibidem, p. 63. Se trata del «Explanatory Text on the Contribution of Venezuela to the Edition of the World Geological Map, scale 1:5.000.000». Caracas, Foninves, 1980. En coautoría con Juana María Iturralde de Arocena y Xavier Picard Cadillat. Aníbal Martínez, Imagen y huella, p. 111. Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, p. 455. Ídem, p. 324. Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, pp. 476-477; Juan Carlos Rey González, Huellas de la inmigración…, p. 251; también en Salomò Marquès Sureda y Juan José Martín Frechilla, La labor educativa de los exiliados españoles en Venezuela, Caracas, Universidad Central de Venezuela, 2002, p. 154. Como las amplias investigaciones de Martín Frechilla, por ejemplo. Alberto M. Arias García, El Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía: 50 años de investigación en biología marina, acuicultura y oceanografía en Cádiz. 19552005, Madrid, CSIC, 2006, pp. 101-105. Nany Goncalves y Rebeca Guerra, «Entrevista a Fernando Cervigón», Museos. ve, Nº 16, 2012, pp. 10-20. José Antonio Gámez, «Fernando Cervigón Marcos», El Universal, 24 de mayo de 2017. Juan José Martín Frechilla, Forja y crisol, p. 438. Rafael Gassón, «Cien años de arqueología venezolana a través de sus textos fundamentales», Arqueología en América Latina. Historia, formación académica y perspectivas temáticas, Mérida, Universidad de los Andes, 2008, p. 115. Ferrán Cabrero, El espíritu de la materia, p. 64. Antonino De Lisio, «Marco Aurelio Vila», p. 183. Ídem, p. 193. En Bogotá, el Museo Geológico Nacional también lleva su nombre.