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COLUMNA

Televisión carroñera

El lunes, 'Sálvame' cambió sus contenidos para poner a Paz Padilla al frente de una mesa de análisis del caso Gabriel. ¿Era necesario?

"Me gusta el olor del napalm por la mañana". Igual que el personaje de Robert Duvall en Apocalypse Now se venía arriba en las situaciones más terroríficas, lo mismo les ocurre a algunos programas de televisión cuando un cruento suceso llega a sus manos. El hallazgo el domingo del cuerpo del pequeño Gabriel y las circunstancias que han rodeado su muerte han sido el motor de la programación tanto del domingo como del lunes, sacando todo el jugo posible a un caso del que, en muchos frentes, aún solo se pueden hacer conjeturas. 

El domingo por la tarde, Viva la vida, presentado por Toñi Moreno en Telecinco, se volcaba con este suceso. El programa amplió su horario para arrancar justo después del informativo y estar así cinco horas en directo. El resultado fue récord de audiencia para el formato (3.227.000 espectadores, 20,8% de cuota de pantalla), que en su franja final aparcó el tema para entrevistar a Amaia y Alfred, como estaba previsto previamente.

El lunes, como era de esperar, los magacines matinales se volcaron también con el seguimiento de la última hora sobre el caso y los análisis desde todos los puntos de vista posibles. De nuevo, la maniobra les llevó a grandes datos de audiencia: Ana Rosa Quintana en Telecinco logró un 26,9% de cuota. Susanna Griso, en Antena 3, un 26,2% y La mañana de La 1 también ascendió al 15,4%. Todos los informativos y los espacios que se centraron en el suceso a lo largo del día se beneficiaron del interés de la audiencia por lo ocurrido.

Todo esto, siempre que la información se trate con respeto y rigurosidad, es entendible. El interés que despiertan los sucesos entre los espectadores es evidente. Pero lo más llamativo del día ocurrió en la tarde de Telecinco, con un Sálvame reconvertido en mesa redonda de análisis, con conexiones en directo con los lugares de interés y con diferentes entrevistas con expertos. Una mesa que estaba conducida por la humorista Paz Padilla, claramente incómoda en esta inesperada situación. Un programa en el que son maestros en el entretenimiento insustancial se reconvirtió por una tarde en espacio de análisis con invitados periodistas, abogados, policías... pero también con opinadores y analistas claramente expertos en el caso como Mila Ximénez, Terelu Campos o Lydia Lozano. Antes, el programa arrancó homenajeando al pequeño fallecido con todo el equipo de colaboradores y parte del público en pie en el centro del plató. 

Sálvame dejó a un lado el entretenimiento puro y duro, las historias de sus colaboradores convertidos en personajes y en alimento de los contenidos del espacio, para abordar un tema tan serio como el asesinato de un niño de ocho años. El esperpéntico resultado fue criticado, lógicamente, en redes sociales. Es evidente el interés de la audiencia por el suceso, eso ha quedado claro. Pero no todo vale por la audiencia. Y si la función de Sálvame es entretener, mejor que se centren en eso y dejen la información y análisis a los expertos en eso.

Pero el olor del napalm es lo que tiene.

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