Las últimas palabras a favor de la vida y contra la legalización del aborto que resonaron en el Congreso argentino fueron del sacerdote José María di Paola, más conocido como padre Pepe, el principal referente de los curas villeros de Buenos Aires. Las primeras palabras fueron, el 10 de abril, de otro cura villero, Gustavo Carrara, elevado al rango de obispo por Bergoglio hace pocos meses. Dos curas de las periferias pobres que tanto recomienda a la atención de la Iglesia el Papa Francisco enarbolaron la bandera de la lucha a favor de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, sobre la cual tendrán que pronunciarse dentro de pocos días los parlamentarios argentinos para decidir si el proyecto que liberaliza el aborto se convierte en ley del estado.

 

En su momento, Carrara hizo notar que el proyecto de ley que se discutía no formaba parte de la plataforma electoral del gobierno del presidente Mauricio Macri y que “algunos planteos de otros sectores sociales — dijo en referencia al aborto— toman a los pobres como justificativo para sus argumentos”. Y lo dijo con el propósito de dejar en claro que la propuesta del proyecto de liberalización no era una exigencia que se advirtiera en sus ambientes, marcados más por la marginación que por el desprecio por la vida. Ahora, Di Paola fue un poco más lejos y lanzó una verdadera bomba apologética en los siete minutos que tenía a disposición, estableciendo una relación directa entre la trayectoria legislativa que cumplen los proyectos de ley que suponen distintos grados de liberalización de la práctica abortiva con el beneplácito del presidente Macri y las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, que comenzaron apenas dos meses después para obtener una significativa disponibilidad de fondos que le permitiera frenar el deterioro económico y el peligro de crisis social que los mismos negociadores argentinos definieron como dramáticos durante las tratativas en Estados Unidos.

 

“No es inocente que este año se instale el aborto desde la política para acercarse a aquel que lo promueve en todo el mundo: el Fondo Monetario Internacional”, afirmó di Paola señalando la contradicción de aquellos diputados a quienes “los veo preocupados y manifestándose contra el FMI y al mismo tiempo inclinándose a aprobar una de sus mayores exigencias, el aborto, para controlar quién nace y quién no en los países que deben acatar sus normativas.”, aludiendo de manera directa a los representantes de la izquierda peronista y radical que definieron su apoyo a la ley o todavía no se pronunciaron a favor o en contra. En pocas palabras, Di Paola considera que la idea de modernización de la Argentina que promueve Macri está coherentemente sintonizada con la visión del FMI, que plantea el aborto casi como un derecho humano. “Aborto es sinónimo de FMI, le guste o no al mundo conservador que no ve con malos ojos que los pobres tengan la menor cantidad de hijos o que no los tengan, y también al mundo pseudo progresista que levanta las banderas de una presunta libertad de las mujeres para disponer de su cuerpo aunque sabe que este genocidio es inspirado y promovido por el FMI”. Una acusación grave, destinada a provocar polémica y con la cual, haciéndola a cara descubierta, espera sacudir algunas conciencias que todavía no han declarado de qué parte estarán en el momento de la votación. “¿Será que muchos legisladores y funcionarios preocupados por el tema social ya se han resignado y dejaron de buscar soluciones reales para las mujeres pobres en la dura vida que llevan, para los pequeños niños abandonados o subsumidos por el narcotráfico?”, se preguntó el sacerdote, quien actualmente ejerce su ministerio en un conjunto de villas miseria de la periferia de Buenos Aires.

 

Otro punto que sin duda alimentará la discusión fue su referencia al próximo santo salvadoreño Óscar Arnulfo Romero, para mostrar que la presión que ejercen los poderes supranacionales en los gobiernos nacionales al imponer debates como el argentino también ha sido muy fuerte en otros momentos y en otras latitudes de América Latina. Mons. Romero decía en su diario que no estaba dispuesto a aceptar las imposiciones de los poderes imperantes de la economía mundial que promovían el control de la natalidad y el aborto en su país. En su vida sacerdotal Romero mantuvo una línea coherente de oposición al aborto. Sesenta años antes de la elección del Papa Francisco, el futuro santo de El Salvador atacaba lo que el actual Pontífice llama “colonización ideológica” con la que los países ricos imponen el aborto legal en los países pobres. 

 

«En América Latina resuena el famoso grito de "No Matarás" de monseñor Romero, Obispo Mártir de El Salvador, cuando exhortaba a los militares a no reprimir a su propio pueblo » - recordó di Paola y - «lo dirigía también contra “ese inmenso mar de ignominia que mata en las entrañas de la madre”. Con el mismo fervor, en una homilía del 18 de marzo de 1979, un año antes de ser asesinado, Romero agregaba: “Si sentimos la represión porque nos matan a jóvenes y gente que ya es grande, lo mismo es quitar la vida en las entrañas de la mujer. También el niño en las entrañas es un hombre que con el aborto es asesinado”». Los planes del FMI y sus imposiciones – afirmó de Paola – “terminaron con la vida de monseñor Romero y de muchos niños en nuestra América. Especialmente nuestra América más profunda, la silenciada”.

 

Por último, el sacerdote villero afirmó, ante el asombro de quienes lo escuchaban, que ya hay un punto en Argentina donde el acceso al aborto es lícito: “Fondo Monetario Internacional es aborto y hay diputados que quieren lo que ya se da en nuestras Islas Malvinas usurpadas por el Imperio británico, donde se estableció una base de la OTAN y donde el aborto es libre, seguro y gratuito”.

 

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