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      El street art de Buenos Aires seduce al mundo

      Es por su variedad y calidad. Y aumentan los artistas locales y extranjeros que usan los muros para pintar.

      Redacción Clarín

      La Ciudad seduce al mundo por su variedad y calidad de arte callejero. El que se hizo visible en los 90 cuando llegó el grafiti hip hop en aerosol y se enriqueció con métodos y temáticas variadas. Luego, la crisis de 2001 masificó el esténcil con fines políticos y hacia 2004 se instaló el uso de personajes y caracteres –muchos sin carga ideológica–, el pincel y el rodillo, en obras de gran tamaño. Así aumentaron los artistas locales y extranjeros, consagrados o con formación académica, que tomaron los muros.

      Juan Abba, artista plástico y referente, apunta que ahora “los grandes muralistas son grafiteros”. “Se busca embellecer la Ciudad y que la mirada reaccione”, explica. Esto inició un círculo virtuoso. “Hay un mensaje de entrega y la respuesta del vecino cambió –dice– y es el gran canalizador del arte urbano, porque le agradece al artista mientras pinta, le comunica emociones que su obra provoca, se detiene a observarla”.

      El street art se está legitimando, agrega Abba, convocado por una galería de Puerto Madero y por marcas que usan el arte urbano. En mayo, la sexta edición del Puma Urban Art, atrajo a 30 mil personas en el Centro Cultural Recoleta. Allí, Tristan Eaton de Los Angeles, coloso del street art que exhibe en el MoMa, elogió que “al revés de países donde es perseguido, aquí alcance con el permiso del propietario” de la pared. Y sus relieves centenarios junto a otros modernos, dijo Jimbo Phillips, otro referente de California, las hacen inspiradoras.

      Además, crecen los tours para ver grafiti por Palermo, Belgrano, Barracas, Colegiales, San Telmo, los barrios más intervenidos. GG, quien trabaja hace una década el esténcil con dos colectivos de artistas, destaca la creación conjunta, superpuesta. “Lo que está en la calle no espera ser respetado, lo feo es el regreso al muro gris”, dice. “Arte vivo”, según Lelia Gándara, autora del libro Graffiti, “que refleja tensiones de lo social”.