Crítica de «El origen»: obra maestra cerebral de Christopher Nolan

Origen



Recuerdo como hoy el verano en el que se estrenó por primera vez El origen, de Christoper Nolan. La gente seguidora del cine Nolan esperaba ver un ejercicio retador de ciencia-ficción, y al final obtuvieron lo que pedían. Antes de filmarla, Nolan se tomó diez largos años de escudriñando la biblioteca de su cerebro para escribir el guion, posponiéndola en varias ocasiones porque sentía que no estaba listo para un proyecto de esta envergadura. Pero por suerte ya lo otro es historia.
 
Con esta película, el ingenio de Nolan rediseña los códigos del blockbuster de ciencia-ficción, adentrándose en los terrenos genéricos con una puesta en escena inteligible, trazada para poner a pensar a cualquier espectador que no tenga el cerebro de vacaciones, para soñadores que piensan que el cine es lo más cercano a soñar despierto. Este modelo de originalidad no se había concebido en el cine de ciencia-ficción desde que los hermanos Wachowski sacudieron al mundo con el estreno de Matrix (1999).
 
El prólogo presenta un laberinto metafísico de lo que conocemos como realidad. Su mundo se sitúa en un futuro donde existe una tecnología que permite tener acceso a los sueños de las personas para modificar los pensamientos dentro del subconsciente e insertarle una idea nueva. Es así como Dom Cobb (Leonardo DiCaprio) explica el concepto. Él es un experto en extracción, es decir, el hombre que se apropia de los secretos del subconsciente justo en el momento en que la mente de la víctima es más vulnerable: durante el sueño. Hablando claro, es un ladrón que se roba los sueños y los pensamientos. Cobb se encuentra atrapado por su pasado, pues se ha convertido en un hombre muy codiciado en el mundo del espionaje corporativo, pero también en uno condenado a ser un fugitivo perseguido por agentes de todo el mundo, costándole separarse de sus dos hijos. A pesar de todo, a Cobb se le presenta una oportunidad para redimirse cuando, Saito (Ken Watanabe), el jefe de una corporación, le propone reunir un equipo de ladrones mentales para orquestar una “inception” —la cual consiste en implantar una idea en el subconsciente en lugar de sustraerla— en la mente de Robert Fischer (Cillian Murphy), el regente de una importante corporación rival.
 
La única motivación de Cobb es la de reunirse con sus dos hijos, a causa de que su esposa, Mal (Marion Cotillard), falleció probando el aparato de los sueños de Cobb, del cual desconocemos el origen, pero sabemos que se usa para fines militares; es por eso que la trama sirve, mayormente, de exposición en lugar de desarrollar a los secundarios más de lo que están. Las acciones de estos están equilibradas porque habitan el punto de vista de Cobb y funcionan para movilizar la exposición narrativa de la travesía del personaje, la superposición entre la realidad y lo onírico es la esencia de su mundo.
 
El rompecabezas de la trama siempre nos mantiene pensando en los acertijos que realizan Cobb y sus secuaces dentro de la ficción (metanarrativa) en la que se hallan, la cual recurre a un montaje invertido, es decir, la organización de las escenas parte del orden cronológico de una estructura clásica de tres actos, pero que luego se vuelve minimalista por los paralelismos en los que transcurre la acción. De esa forma Nolan reta al espectador y lo fuerza a construir lo que sucede cada vez que las escenas paralelas saltan en el espacio y el tiempo. ¿Por qué? Pues porque todo es un sueño. La interpretación lógica que le damos a todo el barullo de insertar ideas en el inconsciente es la de que Cobb, como un samaritano sacado de un cuento de Borges, se halla soñando lo que sucede, es un soñador perpetuo que ha soñado lo suficiente para satisfacer el deseo de estar con sus hijos. Despertar nunca es una opción para él, aunque Nolan nos muestre lo contrario en la escena final.
 
La película, consciente de su mismo efectismo y del mundo irracional que erige, nos parece ingeniosa por la forma en la que explora la naturaleza de la mente humana dentro del espacio subconsciente en el que se gestan los sueños, una vez que son compartidos y manipulados entre soñadores. Lo que vivimos y lo que soñamos son semblantes de una misma carga semántica. Aquí los sueños convergen paralelamente con la realidad y hacen que las acciones de un soñador repercutan en otro, como le sucede al protagonista de Brazil (Gilliam, 1985). Los personajes se hallan navegando a través de distintos niveles de sueño dentro del sueño de otra persona y dicha interacción —de deseos subjetivos— detona la causa y los efectos de la sofisticada maquinaria de acción.
 
La película es una miscelánea de varios subgéneros cinematográficos y de numerosísimas referencias sobre el cine y las películas de Nolan como Memento y El caballero oscuro. Nolan aplica su meticulosa atención a los detalles para crear un universo coherente, de gran complejidad visual, que no deja escapar nada. La abarrota de secuencias de antología, como la de una pelea en un corredor que desafía las leyes de la gravedad, de una música prodigiosa de Zimmer, de una mezcolanza de film-noir (las escenas de Mal son las más cercanas a una femme fatale de cine negro y me obliga a razonar en la tesis de que Cobb está soñando), de temas trágicos del drama familiar (el anhelo de Cobb de reunirse con sus hijos junto a los recuerdos fragmentados que tiene de ellos y de su esposa), y hasta de películas de espionaje como las de James Bond. Vista desde la superficie es una película que subvierte los mecanismos internos del cine de atracos, en el que se sustituye el banco por las complejidades de la mente humana y la bóveda es el cerebro donde ocurre la escena del crimen. Los subtextos ofrecen lecturas sobre el riesgo, la intuición, los recuerdos, la culpa, la redención. Sobre estos elementos se edifica una de las mejores películas del género de la ciencia-ficción, una que ha plantado una idea que perdurará por años en la mentalidad de todos nosotros. Es, en pocas palabras, una obra maestra cerebral de Christopher Nolan. 

Ficha técnica
Título original: Inception
Año: 2010
Duración: 2 hr. 28 min.
País: Estados Unidos
Director: Christopher Nolan
Guion: Christopher Nolan
Música: Hans Zimmer
Fotografía: Wally Pfister
Reparto: Leonardo DiCaprio, Joseph Gordon-Levitt, Ellen Page, Ken Watanabe, Marion Cotillard, Cillian Murphy, Tom Hardy
Calificación: 10/10

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