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Arte oculto en el cementerio

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M.B.

Como en Buenos Aires, París o Nueva York, en Montevideo los cementerios estarán también abiertos al turismo. El 26 de febrero, la comuna organiza la primera visita guiada por el Cementerio Central, el más antiguo, y para el que ya se anotaron más de 90 personas. La idea: un recorrido por la evolución del arte funerario desde la época colonial hasta hoy y también por los sepulcros de referentes nacionales como José Batlle y Ordoñez, Luis Alberto de Herrera, Zelmar Michelini, Gerardo Mattos Rodríguez y Marta Gularte, entre otros. El entorno ayudará porque la visita empieza a las 21 horas, a media luz, lo que le dará una sal de misterio nocturno.

María Postiglioni, guía turística de la Intendencia, se encarga del paseo, que empieza con referencias a la muerte en la era colonial. "Los primeros cementerios estaban en las Iglesias, tanto la Matriz como la San Francisco, pero luego la ciudad fue creciendo y se necesitaban de otros lugares", comienza la guía su relato. Fue así, en 1808, que Montevideo tuvo su primer campo santo fuera de la ciudadela amurallada: se instaló en la esquina que hoy forman Durazno y Andes, pero no se conserva nada de él. Casi 30 años después, 1835, se diseña la nueva ciudad y con ella el Cementerio Central.

"El campo cuenta con tres cuerpos, el primero data de 1835, el segundo de 1860 y el tercero de 1868. Así que a medida que nos adentramos en el cementerio va pasando el tiempo y vemos cómo cambia el arte funerario", comenta Postiglioni.

Efectivamente, en el primer cuerpo se encuentra la mayor cantidad de sepulcros antiguos. Algunos nichos, por ejemplo, son de 1835, cuando se empleaba fundamentalmente el mármol blanco para tapas y marcos. También era común el epitafio: "¡Yertos despojos! / ya nuestros ojos / no les verán / hijos y esposa / sobre su loza/ suspirarán", se lee sobre un nicho de 1837. Y otro de 1844 reza "¡Hija, querida!" encima del busto de una mujer joven. Lo extraño de esta tumba es que hasta hoy, 165 años después, alguien todavía le deja flores.

"Avanzando están las parcelas", dice la guía. En total, el Cementerio Central tiene 750 monumentos funerarios, muchos más que en Buceo y Norte. Un recurso común del arte funerario del siglo XIX era el templete. En su mayoría de mármol, son pequeños templos que flanquean la entrada a los panteones. En el Cementerio Central hay varios, con simbología recurrente: ángeles, el busto del difunto o alegorías a lo que fue su vida.

Un simbolismo común es la imagen de un reloj de arena con un par de alas de ángel, signo de que el tiempo se ha llevado esa alma. Los ángeles de la muerte también aparecen con mucha frecuencia. Incluso, los hay encima de un panteón de autor anónimo que aparece encapuchado, con la clásica guadaña. Y otro dato: cuando vea el símbolo de columnas griegas partidas, significa que quien yace allí ha muerto muy joven.

"Muchas son anónimas, pero hay esculturas de varios artistas renombrados. José Livi, un italiano que se instaló en Uruguay, hizo varias. Otros extranjeros son los italianos Juan Azzarini, Enrique Lussich y el español Eduardo Díaz Yepes. También se encuentran nacionales: José Belloni y Juan Zorrilla de San Martín realizaron obras de arte funerario", asegura Postiglioni. Del primero, destaca la escultura de un ángel que acompaña el ascenso de una mujer.

La de José Pedro Varela, en el primer cuerpo, es obra del italiano Juan Ferrari. Es una pirámide, sin simbología católica, que muestra el busto del padre de la escuela.

PANTEÓN NACIONAL. En el centro del primer cuerpo del cementerio, se ubica una construcción llamada La Rotonda. Fue pensada como capilla, pero luego se integró al cementerio y en sus paredes se encuentran varios nichos. Debajo, en lo que iba a ser la cripta de la Iglesia, se formó el Panteón Nacional. Como depende de la Comisión de Patrimonio, está cerrado y su recorrido no entra en esta visita. Allí yacen varios ilustres: Francisco Acuña de Figueroa, Juan Manuel Blanes, José E. Rodó, Delmira Agustini (la única mujer) y la última incorporación: Vaimaca Perú.

En el segundo cuerpo, ya aparece el granito, negro o rojo, como el material principal de las obras funerarias. En el tercero, el más reciente y que da a la rambla, se encuentran algunas sepulturas de figuras clave en la historia. En una tumba bastante sobria y blanca, están los restos de José Batlle y Ordoñez. Cerca, un gran placa de granito negro dice: "Luis Batlle Berres". Por allí termina el recorrido y habrá llegado la noche.

Viaje por 200 años en la historia

El Cementerio Central ha sido declarado patrimonio histórico y es uno de los principales testimonios de la historia del país. Allí, yacen los restos de decenas de personajes influyentes de los últimos 200 años de vida del país.

Por ejemplo, en el primer cuerpo se encuentra la tumba de Bernabé Rivera, cuyo epitafio advierte: "Asesinado por los salvajes". En efecto, el hermano de Fructuoso Rivera fue muerto por indios charrúas. El monumento en su honor fue obra del escultor italiano José Livi, que se instaló en Uruguay.

Más contemporáneo, en el primer cuerpo también se encuentra la sepultura de Luis Alberto de Herrera. Es sobria, de granito rojo. Cerca, una pirámide flanquea el nicho de José Pedro Varela.

En el segundo cuerpo, en la mitad del Cementerio, se halla el nicho del autor de La Cumparsita, Gerardo Mattos Rodríguez. A pocos metros, yace Benito Nardone, un ex líder del Partido Nacional, en una tumba repleta de placas de deudos. También están Zelmar Michelini, Enrique Estrázulas, Rodolfo Tálice y Juan Spikerman, uno de los integrantes de la cruzada de los 33 Orientales.

En el tercer cuerpo, en el centro precisamente, se encuentra el panteón de Luis Batlle Berres, ex presidente. A unos 20 metros se encuentra el panteón de su tío, José Batlle y Ordóñez. Del otro lado del tercer cuerpo, hay un nicho que recuerda a Marta Gularte.

Una curiosidad: en el primer cuerpo se encuentran los restos del francés Francois Ducasse, que falleció en Uruguay en 1850. Es el padre de Isodore Ducasse, más conocido como el Conde de Lautremont, padre del surrealismo.

El arte funerario fue muy común hasta el siglo XX. Hoy, se estila el cementerio parque.

Cruceiro Gallego. Primera obra que lució el cementerio. Fue donada por un vecino que yace junto a su regalo.

Tranquilidad y catacumbas

El Cementerio Central fue diseñado en 1835 también como paseo familiar. Con amplios espacios verdes y jardines, los deudos no sólo podían recordar y ofrendar a sus muertos, sino que se lo tomaban como una salida a un parque frente al mar.

Hasta hoy, varios montevideanos eligen el Cementerio para leer o pensar, según la guía de la comuna María Postiglioni. "Se ven personas que se traen un libro o diarios y se sientan en los bancos", continúa.

Además del arte funerario, este Cementerio conserva una gran curiosidad: un túnel subterráneo antiguo lo atraviesa y se desconoce su final. La entrada está debajo de una escalera del tercer cuerpo y si bien no está habilitado el ingreso, la intendencia planea restaurarlo y crear un circuito de catacumbas coloniales. "La ciudad está llena de estos túneles que dan siempre al mar. Se supone que son vías de escape construidas en la era colonial", añade la guía.

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