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Seg�n un dibujo de Catlin: un jefe indio del litorial argentino con su mujer.

 

 
ABORIGENES DE ARGENTINA

PRIMITIVOS GRUPOS �TNICOS
    Cuando los navegantes y conquistadores europeos llegaron a las costas americanas llamaron a sus habitantes (indios), porque estaban convencidos de haber llegado a la Indias, en las costas asi�ticas. Los indios o abor�genes americanos llegaron desde Asia hasta el continente en diversas �pocas, atravesaron el estrecho de Bering y pasaron de Siberia a Alaska. En el transcurso de unos 18 mil a�os llegaron hasta el sur del continente. Durante esa lenta expansi�n, que a lo largo de seiscientas generaciones les llev� hasta la actual Tierra del Fuego, sufrieron considerables cambios. A �stos se sumaron los aportes de los nuevos elementos llegados por mar a la costa del Pac�fico.
    Estos primitivos habitantes ten�an caracter�sticas mongoloides, propias de un tipo especial de poblaci�n que fue com�n a Asia y Europa, de la que quedan a�n substratos en zonas marginales del Viejo Mundo, as� como entre los abor�genes australianos y entre los ainos del Jap�n. As�, el probable homo tipo indoamericano fuese de piel cobriza, m�s que amarilla, y quiz�s fuera producto de un cruce entre amurios (o habitantes de la regi�n asi�tica del r�o Amur) y mongoloides.
    Resultado de sucesivos cruces y aportes inmigratorios fueron las tribus que habitaban el suelo argentino, a la llegada de los espa�oles, en los primeros a�os del siglo XVI. Estas tribus y grupos ind�genas, que en su mayor�a a�n se hallaban en estado n�mada, no lograron alcanzar el gran desarrollo y la civilizaci�n que s� hab�an alcanzado los mayas, aztecas e incas, en otras zonas del continente.

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INDIOS DE LA LLANURA
Fueguinos y patagones
    Los indios que poblaron el actual territorio argentino se pueden dividir en cuatro grandes grupos, por su situaci�n geogr�fica y por sus caracter�sticas: los pueblos de las llanuras, los pueblos andinos, los del litoral y los de los montes. Los fueguinos habitaban las islas y Tierra del Fuego y eran pueblos canoeros, cuyas familias principales eran los y�manas y alakalufes. Los alakalufes estaban relacionados con los chonos chilenos. Estos pueblos se hab�an adaptado a las posibilidades del medio. Eran pescadores y cazadores de ballenas, focas y ping�inos. Constru�an botes con cortezas de �rboles cosidas con tiras de barbas de ballena y fibras vegetales, y provistos de un ligero armaz�n de madera. Desde las playas del golfo de San Juli�n divis� Magallanes unos indios de gran



altura, cubiertos con pieles y con el rostro pintado, y los llam� patagones. Se cree que los llam� as� por el tama�o de sus pies, muy agrandados por estar envueltos con pieles de guanaco. Sin embargo, en las pinturas de la �poca no se les dibujaba con los pies grandes. Esto hace pensar en una novela muy famosa le�da entonces cuyo personaje principal era un gigante llamado Patag�n. Se puede suponer que Magallanes pensaba en �l cuando dio ese nombre a los gigantescos indios. Entre los situados en el sur, ch�nki, las familias principales eran los tehuelches, teuesch y onas, mientras que los del norte, eran los puelche-gu�naken. Los del sur no eran gigantes, como dec�an los espa�oles, pero s� eran m�s altos que sus vecinos; su econom�a se basaba en la caza, a pie, del guanaco y el

avestruz, con arco y flecha, boleadoras o lazo, y en la recolecci�n de productos silvestres tales como semillas, frutas y ra�ces. Eran n�madas y en todas las excursiones que realizaban llevaban la casa a cuestas. Empezaron a usar el caballo alrededor de 1750. Los del norte se cobijaban bajo el toldo pampeano, hecho de cueros de guanaco cosidos y sostenidos por varios palos. Al principio, los del sur usaban un simple paraviento, pero luego adoptaron el toldo de sus vecinos, f�cil de armar en cualquier lugar.     Las familias se reun�an en grupos mayores, llamados parcialidades, de unas cuatrocientas personas, gobernadas por un cacique que eleg�an por su valor y ascendiente. El patag�n, cuando quer�a casarse, deb�a comprar a su esposa; por eso los indios ricos y los caciques pod�an tener varias. En la familia las tareas estaban divididas de la siguiente forma: las mujeres preparaban la comida y sobaban pieles para los toldos y mantos, mientras el hombre cazaba o fabricaba arcos y flechas. Tanto las mujeres como los hombres se pintaban el rostro de diversos colores, distintos en tiempo de paz y de guerra. Tambi�n se adornaban la cabeza con zarcillos y plumas. Hace m�s de un siglo estas tribus se mezclaron con los indios pampas y araucanos, por eso es raro encontrar alg�n descendiente.

Los Onas
    Los onas eran racial, ling��stica y culturalmente parte de los ch�nik o patagones. La isla Grande y las islas menores de Tierra del Fuego, estuvieron pobladas por abor�genes a los que se les llam� fueguinos. En la isla Grande, los onas integraban dos grupos de costumbres y dialectos distintos: los seIknam y los haush o m�nchek.
    Estos �ltimos ten�a su h�bitat en el extremo sudoriental, en la bah�a Tehtys y Fathey, y se extinguieron completamente; los �ltimos seiknam fueron los de las secciones del norte y del sur. Los onas sumaban, aproximadamente, diez mil individuos hacia 1860; a comienzos del siglo eran mil y en 1925 su n�mero se reduc�a a 285. Existe en la actualidad una peque�a reducci�n cerca del lago Fagnano donde sobreviven las �ltimas familias de este tipo racial. Los onas eran de talla alta, mientras que los haus eran algo menores, ten�an la piel cobriza, los ojos peque�os y oblicuos, el pelo abundante y negro. Tanto los hombres como las mujeres se pintaban seg�n las circunstancias: para la guerra, de rojo; para cazar, de colorado oscuro o amarillo, si buscaban novia se pintaban puntitos blancos, que eran sustituidos por puntos negros, despu�s de haberse casado. Su vivienda era un simple cuero levantado a manera de mampara, en semic�rculos, o una choza c�nica de palos.
    Se cubr�an con piel de guanaco o de otros animales, con el pelo hacia fuera; las mujeres y los ni�os se cubr�an con un simple taparrabo triangular de cuero y calzaban una especie de sandalia, tambi�n de cuero, sobre todo en el invierno. Sus armas eran la honda y el arco y flechas, las cuales llevaban en carcaj. Tambi�n usaron piedras, boleadoras y para la pesca utilizaban lanzas y arpones.
    Pose�an un idioma pobre, pues el n�mero de palabras que empleaban era muy reducido, tanto en las formas dialectales de los selknam, como en las de los haus. Su alimento principal eran los guanacos, tucu-tucus y lobos marinos. Recolectaban mariscos, ra�ces alimenticias y hongos, y de la semilla de una cruc�fera, el tai, obten�an una harina con la que hac�an una pasta que era parte de su nutrición.


Entre las tribus que poblaban la patagonia, los caciques y chamanes eran el eje de la vida social y religiosa. En la foto, el cacique tehuelche Capacho, uno de los �ltimos representantes de esta tribu.

Conocieron el arte de la cestería con técnica propia; fabricaban baldes de corteza de haya y las grandes valvas marinas les serv�an de recipientes para beber y depositar sus alimentos. Carec�an de instrumentos musicales, pero cantaban y celebraban ceremonias. Seg�n la tradici�n, hubo una �poca en que gobernaban las mujeres (matriarcado) y atemorizaban a los hombres con apariciones fingidas; pero cuando los varones descubrieron el secreto mataron a las mujeres mayores y desde entonces gobernaron vali�ndose tambi�n del temor. Este secreto, que era revelado a los j�venes al llegar a la pubertad en una ceremonia llamada kloketen, no pod�a ser conocido por las mujeres.
    La familia, en principio era mon�gama, pero tambi�n exist�a la poligamia. No hab�a caciques, pero se respetaba la opini�n de los ancianos, sobre todo de los hechiceros: los j�n. En la base de su religi�n, los onas reconoc�an la existencia de un ser supremo llamado Temaukel. Su mensajero o int�rprete, llamado Ken�s, era creador de las cosas del mundo, y, finalmente, se convirti� en la estrella Alfa. Tambi�n figura en su mitolog�a un h�roe severo y generoso, Kuanip.
    Cuando un ona mor�a, su cuerpo era envuelto en su manto de pieles y atado con tientos; luego se le depositaba en una profunda zanja y, finalmente se quemaba y destru�a todo lo que le hab�a pertenecido.

Los y�manas, el pueblo de las canoas
    Los y�manas o yaghanes eran canoeros vivieron durante largo tiempo en los innumerables canales del archipi�lago fueguino, desde el Beagle hasta el cabo de Hornos. A mediados del siglo XIX todav�a sumaban unos tres mil individuos, en 1866 quedaban solamente cuatrocientos y en 1914 no pasaban de cien. Su idioma presentaba cinco formas dialectales, que correspond�an a los grupos, no tribus, que se divid�an el territorio ocupado. Su vivienda consist�a en una choza de ramas encorvadas formando una b�veda, que se cubr�an de pastos y hojas secas. En invierno, las ramas se tapaban con cueros y el fuego ard�a permanentemente en su interior. Eran individuos de baja estatura, de piernas encorvadas, posiblemente a causa de la Posici�n en cuclillas, de la que se val�an, permanentemente, en las canoas. Ten�an la cara redonda, la nariz chata, los ojos peque�os y oblicuos, y los p�mulos salientes.

    Generalmente iban desnudos, aunque algunas veces se cubr�an con un manto rectangular de pieles de lobo marino. Los n�cleos orientales usaban manto de guanaco y las mujeres, la tanga o cubresexo triangular de cuero. Calzaban mocasines, como los onas; se adornaban con collares de conchillas y rodajas de f�mures de aves, y se pintaban el rostro de rojo, negro y blanco. Utilizaban la honda y los cuchillos formados con las valvas de ciertos moluscos; tambi�n eran comunes el arco y la flecha, siendo el arco m�s corto que el de los onas, y fabricaban lanzas y arpones para la pesca. Su idioma era rico en voces y expresiones, d� sonidos suaves. La alimentaci�n era exclusivamente marina. En grupos de dos o tres familias recorr�an los canales con sus canoas.
    Puede decirse que la canoa era su verdadero hogar: ten�an un tama�o de tres a cuatro metros de largo, por ochenta cent�metros de ancho, y estaban hechas con cortezas de hayas, cosidas con barbas de ballenas. la pesca y la recolecci�n de moluscos era tarea de las mujeres; la caza de lobos marinos y de aves estaba a cargo de los hombres. Recolectaban tambi�n los hongos y las semillas de calafate para su alimentaci�n. Con corteza de haya constru�an baldes parecidos a los de los onas, sin embargo, dispon�an de una t�cnica propia para la fabricaci�n de los cestos.
    No se les conocen instrumentos musicales, pero realizaban danzas y entonaban cantos, y para sus ceremonias se pintaban con rayas r�tmicas, puntos, c�rculos y cruces. La familia era mon�gama, si bien existi� tambi�n la poligamia, en el matrimonio, el hombre ejerc�a la m�xima autoridad. Los reci�n nacidos defectuosos eran eliminados. No ten�an caciques, pero se escuchaba la opini�n de los ancianos y de los hechiceros llamados v�ccmusch. Cre�an en un ser supremo invisible, Watauinewa, due�o de todo lo creado y rector de la vida de los y�manas. Figuran en su mitolog�a numerosos esp�ritus. Entre ellos, uno de los m�s importantes es T�nowa, ente femenino, habitante del interior de la Tierra. Practicaban ceremonias de iniciaci�n para ambos sexos; la de los hombres se llamaba Kina.

Los alakalufes
    Al igual que los y�manas, los alakalufes eran tambi�n canoeros de los estrechos fueguinos. Formaban dos grupos distintos, el septentrional y el meridional.
    Viv�an en estado n�mada y pose�an un aspecto f�sico similar al de los y�manas, pero de estatura algo mayor. En tiempos lejanos hab�an ocupado toda la Patagonia occidental o chilena y las islas situadas entre el golfo de las Penas, en el norte, y la pen�nsula de Brencknock, al sur; tambi�n el estrecho de Magallanes, llegando, incluso al archipi�lago de Chilo�. Llegaron a la regi�n entre los a�os 2000 y 1500 a.C. y, adaptados al clima por su larga permanencia, llevaban la vida de los antepasados mesol�ticos.
    Los elementos incorporados a lo largo de su existencia eran muy escasos. Viv�an en el mar; no conoc�an la cer�mica y usaban como recipientes valvas de moluscos, o los confeccionaban con corteza de haya o cuero. Con la llegada de los blancos, comenz� su extinci�n.


Una imagen de los indios de la patagonia.


Grabado de una t�pica tolder�a de la provincia de Buenos Aires, del pintor norteamericano George Catlin.


Los indios y�manas o yaghanes
eran principalmente pescadores
y la canoa constitu�a su verdadero hogar.
Arriba una vista de la isla de Wollaston,
en el cabo de Hornos.

Los pampas y querand�es
    Los pampas primitivos existieron mucho tiempo antes de la llegada de los espa�oles, dispersos en la regi�n pampeana, el h�bitat sirvi� para su denominaci�n. A principios del siglo XVIII, comenz� su extinci�n, cuando fueron reemplazados por conglomerados de araucanos procedentes de Chile, a los que tambi�n se les llam� pampas. La suplantaci�n fue gradual y m�s o menos lenta, hasta la extinci�n. Hacia finales del siglo XVIII el cambio era un hecho consumado y en la pampa no quedaban m�s que araucanos. Los blancos que visitaron sus tierras, aproximadamente desde 1668, encontraron cada vez m�s indios extra�os a la zona, a los que se les calific� de aucas o indios alzados. Gracias al testimonio de jesuitas que estuvieron en la zona, como el padre Faulkner, se obtuvo un conocimiento relativo de los antiguos pampas, aunque a mediados del siglo XVIII estaba en pleno desarrollo el proceso de suplantaci�n de los moradores primitivos por los llegados del otro lado de la cordillera.
    Lehmann-Nitsche fue el primero que advirti� la presencia en la pampa de una lengua que no era araucana, ni tampoco la de otras tribus vecinas y la llam� het, pero seguramente era la lengua de los antiguos pampas. Los indios querand�es, a quienes conocieron los primeros descubridores y colonizadores, habitaban en la zona que ten�a por centro el territorio de la actual ciudad de Buenos Aires, llegando por el norte al r�o Carcara��, por el este al mar y al R�o de Plata, por el sur hasta m�s all� del Salado bonaerense, y por el oeste hacia el pie de la Sierra Grande, en C�rdoba. Por consiguiente, los querand�es formaban el sector oriental de los pampas primitivos. Fueron subdivididos en dos grandes grupos: los taluhet que ocupaban la pampa h�meda; y los diuihet en la parte occidental y meridional, que habitaban la pampa seca.

Modo de vida
    Los pampas eran de talla alta, cabeza alargada, y presentaban cierta semejanza con los patagones, aunque eran de estatura algo menor. El esqueleto hallado en Fontezuelas se cree que ser�a anterior aun a los pampas hist�ricos; lo mismo se ha dicho de los cr�neos f�siles de Arrecifes. Se serv�an del arco y la flecha, cazaban venados a pie y los rend�an por cansancio. Eran n�madas, su vivienda consist�a en un simple paravientos, con cueros de venados pintados y adobados, despu�s usaron los cueros de bovinos y equinos. Seguramente el toldo pampeano fue un perfeccionamiento ulterior. Su alimento era la carne; recolectaban productos silvestres de origen vegetal o animal y, como todos los pueblos patag�nicos, se vest�an con una pampanilla y un pell�n, el quillango que les serv�a de capa. Trabajaban la piedra y pose�an grandes morteros l�ticos, utilizaban las boleadoras de dos bolas y tambi�n las de una. En el �rea que ocupaban los querand�es se ha encontrado una cer�mica con decoraci�n simple, grabada y geom�trica, que posiblemente era propia de ellos.
    Al adoptar el caballo abandonaron la que hab�a sido, en un principio, su actividad de alfareros, aument� el nomadismo y entonces practicaron, con intensidad el arte de la cester�a. Conservaban la tradici�n de un dios llamado Soychu, con el cual se reun�an al morir. Cre�an en un esp�ritu del mal - Gualichu, creencia com�n a otros pueblos australes. Sus hechiceros practicaban los ritos; al hechicero se le llamaba macchi. Como en otros pueblos


Acuarela de 1818.
Indios pampas en la puerta
de un negocio de Buenos Aires.
Por el marino ingl�s Emeric Essex Vid�l.



Fotograf�a de indios pampas


meridionales, las novias se compraban, y el divorcio era frecuente, al menos en el sector occidental. Es probable que la lengua de los querand�es fuera la de casi todas las parcialidades pampas, aunque hubiese diversos dialectos de ella. Sebasti�n Caboto, cuando se estableci� en la desembocadura del Carcara��, se encontr� con los pampas a los que bautiz� con el nombre de querand�es, palabra que significa �gente de grasa�, tal vez por la costumbre de comer carne y grasas de animales.
    Fueron �stos los indios con los cuales Mendoza estableci� contacto y los que le brindaron alimentos en las primeras semanas; pero tambi�n fueron ellos los que incendiaron con sus flechas la reci�n fundada Buenos Aires. Como no era un pueblo sedentario, sino siempre n�mada, Buenos Aires careci� de mano de obra para el trabajo, hasta la introducci�n de los negros africanos.
    Algunos peque�os grupos pampas fueron absorbidos sobre la margen derecha del r�o Salado de Buenos Aires, no lejos de la desembocadura, al ser incorporados por los jesuitas, en 1740, a la reducci�n de Concepci�n de los Pampas, aunque en 1873 esa reducci�n qued� vac�a. Al sur de C�rdoba hubo algunas reducciones, como la de San Esteban de Bol�n, San Antonio, sobre el r�o Tercero; Yucat, que todav�a persiste como poblaci�n, Las Pe�as, etc�tera. En 1794 se mencionaba la existencia de pampas reducidos en esa zona, pero en general se diluyeron con los araucanos.

Los puelches
    El grupo que habit� la zona comprendida entre el sur de la provincia de La Pampa, el extremo sur de la provincia de Buenos Aires y R�o Negro fue llamado por los araucanos, puelches, que significa �pueblos del este�. Se habla as�, de puelche-gu�naken, para designar al grupo de pobladores primitivos. El padre Faulkner conoci� a estos indios mientras se hallaba en las misiones del sur de Buenos Aires, entre 1740 y 1750, y en 1830 Alcide D�Orbigny los encontr� en Carmen de Patagones. Faulkner los subdividi� en dos grupos. A uno lo llam� chechehet, hibridismo por het una voz pampa que significa �gente� y se extend�a desde lo que es hoy Bah�a Blanca, hasta la desembocadura del r�o Negro. Al otro grupo lo llam� levuche, voz mapuche que significa �gente de r�o�. Hab�a otros grupos n�madas que llegaban hasta las sierras de Tandil y de la Ventana, por lo cual se les llam� serranos. Los chechehet ten�an como vecinos a los querand�es, en el norte, y en el sur a los gu�naken. Desde el punto de vista racial y lingu�stico, los chechehet estaban m�s cerca de los gu�naken que de los pampas primitivos. En la expedici�n exploradora que realiz� Juan de Garay en 1582, despu�s de la fundaci�n de Buenos Aires, se encontr� con estos indios cerca de Mar del Plata. Su piel presentaba un color moreno-oliva; eran corpulentos, anchos de espalda, con miembros vigorosos, rostro ancho y serio, boca saliente y labios gruesos. Ten�an los ojos peque�os, horizontales, pelos largos y lacios, p�mulos salientes, cr�neos dolicoc�falos, rasgos todos del tipo racial patag�nico. Su alimento principal se lo proporcionaban los guanacos y �and�es; a los que a partir del siglo XVIII se sumaron los caballos.

Vida social
    Las armas de los puelches eran el arco y la flecha, las bolas y el lazo. Llevaban las flechas en el carcaj. Eran muy diestros con la honda y cuando comenzaron a utilizar el caballo emplearon tambi�n la lanza larga. Su indumentaria consist�a en un manto m�s o menos cuadrangular, compuesto de varias pieles cosidas con tendones, el quillango. Usaron primero las pieles de guanaco; luego las de felinos, zorros, etc�tera, y despu�s las de equinos. En la parte opuesta al pelo, los mantos ostentaban pinturas geom�tricas. Debajo del manto los hombres llevaban un cubresexo y las mujeres un peque�o delantal de piel. Ambos se pintaban el cuerpo con varios colores y se sujetaban el pelo con una vincha. Carec�an de vivienda fija. No se tienen noticias de que los antiguos puelche-gu�naken practicasen la cester�a o alfarer�a, pero m�s

Mucho tiempo antes de la llegada de los espa�oles, los pampas viv�an dispersos en la regi�n pampeana. A principios del s. XVII fueron desplazados por los araucanos, hacia el norte y comenz� su r�pida extinci�n. Este grabado corresponde a una pintura de pampas en Buenos Aires, por Emeric Vessex Vid�l.

tarde tuvieron una cer�mica con decoraci�n incisa; tampoco conocieron el tejido, ten�an cuchillos y raspadores de piedra. La familia era mon�gama, pero los caciques pod�an tener varias esposas, en el siglo XVIII, el cacique Bravo 0 Cangapol hac�a ostentaci�n de siete mujeres. El matrimonio se efectuaba por compra de la mujer a cambio de mantas, caballos, etc�tera. Por encima de la familia estaba la parcialidad, agrupaci�n de aproximadamente cien personas, de las cuales se conoc�an cinco, o m�s, cada una de las cuales llevaba el nombre de un animal como distintivo, resto de un antiguo totemismo. Al frente de cada parcialidad hab�a un cacique, pero su autoridad era muy limitada. Eran elegidos para ese cargo individuos valientes y aptos para la oratoria en los parlamentos.

Creencias y lenguaje
    Los puelches cre�an en una alta divinidad que llamaban Tukutzual, pero no se sabe que fuese objeto de un culto particular. Tambi�n cre�an en el genio del mal: Arraken, causante de las desgracias, las enfermedades y la muerte. Su representante era Elel, y ambos interven�an en momentos importantes de la vida: nacimiento, entrada en la pubertad, casamiento, etc�tera. Cuando alguien mor�a se le envolv�a en su manto y era enterrado con sus armas y ornamentos al lado; se practicaba luego el sacrificio de sus animales y su toldo era reducido a cenizas.
    Su lenguaje es distinto del tehuelche meridional, pero tiene muchas caracter�sticas comunes, sobre todo en lo gutural, en diversos vocabularios adoptaron la lengua puelche-gu�naken. Se ignora la �poca en que se produjo la diferenciaci�n de los patag�nicos primitivos en los patagones del norte y los patagones del sur. En el per�odo en que esto sucedi�, los puelche-gu�naken realizaron aquellos implementos de piedras decorados con incisiones, que fueron llamados placas grabadas por los arque�logos que los descubrieron, y cuyo significado es a�n desconocido. Los araucanos chilenos influyeron m�s tarde en la arqueolog�a de la regi�n. Representativas de esa influencia son unas hachas de tipo neol�tico con largo mango de madera, y jarras de barro cocido con una sola asa.
    Con la introducci�n del caballo se alteraron las costumbres primitivas; los puelches se dedicaron al saqueo de la poblaci�n blanca y los araucanos acabaron por absorber o extinguir a los puelche-gu�naken.





Los araucanos
    Encarnizados defensores de su tierra frente a los conquistadores, los valientes araucanos se extend�an a lo largo del territorio chileno. Su peligrosidad aument� al adoptar el caballo, que obtuvieron primero cambi�ndolo por mantas y tejidos a los pampas, y luego, atravesando la cordillera para conseguirlo. As� ocuparon las llanuras argentinas e impusieron su lengua y costumbres a pampas y patagones. Esto ocurri� durante el siglo XVIII, siendo los araucanos los �ltimos indios que se establecieron en la Argentina.
    Al hacerlo, abandonaron la vida sedentaria y el papel de agricultores, que llevaban en Chile, y basaron la b�squeda de alimento y vestido en el caballo. Aprovecharon la gran movilidad que �ste les brindaba para dedicarse a la caza y al saqueo, arrastrando a los pampas en sus malones.
    Su vivienda era el toldo pampeano, que a veces divid�an con cueros de caballo o vaca y donde, con frecuencia, se reun�an alrededor de un fog�n. Se cubr�an con dos mantas: una de ellas, el chamal, la envolv�an en la cintura y la sujetaban con una faja, la segunda era un poncho que se pon�an especialmente las mujeres. Ambas mantas se colocaban de distinta manera: la primera cubr�a todo el cuerpo, desde los hombros, donde la prend�an con alfileres, ci��ndola adem�s en la cintura; la segunda ca�a desde los hombros a la manera de una capa. Los hombres usaban chirip�, que les envolv�a las piernas.

Vida Tribal
    Los araucanos se agrupaban en tribus numerosas, a menudo rivales, cuyo poder se fue consolidando a medida que absorb�an a pampas y patagones. Aunque nunca llegaron a formar verdaderos estados, tuvieron una cohesi�n y una organizaci�n pol�tica que s�lo se puede comparar con la de los andinos del noroeste. Estaban gobernados por estirpes, dirigidas por un cacique (toqui). El gran cacique (guImen) elegido por una asamblea de guerreros, ejerc�a su poder sobre un territorio m�s extenso. En la historia nacional argentina tuvieron gran importancia estas tribus, y muchos escritores y viajeros han dejado interesantes testimonios sobre ellas. La tribu de los pehuelches, que ocupaba la zona cordillerana y la comprendida entre los r�os Diamante por el norte y Limay por el sur, fue una de las m�s importantes. Los aucas eran araucanos que viv�an en la zona de las sierras de la Ventana y Tandil. Al este del Salado estaban los ranqueles. Al este y al sur de los ranqueles se hallaba el grupo de las Salinas Grandes, cuyos jefes Calfucur� y Namuncur� organizaron terribles malones contra estancias y pueblos de la provincia de Buenos Aires. Otros grupos, como mapuches y tehuelches, eran ramas del tronco araucano original.


Un indio araucano en un cementerio, seg�n una fotograf�a tomada por Heffer hacia 1880.
Los araucanos se extendieron por el Sur Argentino.

Creencias
    Reconoc�an un ser supremo creador, aunque no protector: Chachao (padre de la gente); no ten�a representaci�n personal y viv�a en el cielo lejos de los hombres y sus conflictos. En cambio cerca de ellos, pero perdido en la noche y la naturaleza hostil, estaba el esp�ritu del mal, Gualicho, al que deb�an ofrendar alimentos y tornarlo propicio con ceremonias m�gicas. Los araucanos tem�an a los muertos y los enterraban lejos de la tolder�a, con sus armas y alimentos. Si se trataba de un cacique,un gulmen o un toqui, se hac�an sacrificios de animales. M�s tarde se inmolaba su caballo de guerra para que pudiera escapar de Gualicho e irse al cielo con Chachao.


Una familia de araucanos. Estas tribus opusieron una gran resistencia a los conquistadores obligando en muchas veces a los espa�oles a hacer pactos de paz.

INDIOS DEL LITORAL
    Habitaron lo que puede llamarse �zona de expansi�n guaran�, aunque no todos pertenec�an a esta etnia ni usaban su lenguaje.
    Las poblaciones del litoral primitivas fueron canoeros de origen mesol�tico, procedentes de la Patagonia. Su migraci�n tuvo lugar hacia el �ltimo milenio antes de Cristo. De esta etapa mesol�tica hay rastros en el sector sur del Litoral, en los conchales del Delta, compuestos por valvas de moluscos bivalvos y restos antropol�gicos de b�veda craneana baja, leznas, puntas de arp�n, etc�tera. Por el r�o Paran� penetraban tambi�n lobos marinos, marsopas y delfines, que constitu�an un alimento bienvenido para esos grupos. A la primera migraci�n patag�nica se agregaron otras de cultura superior, que trajeron la cer�mica. Los arawak o arahuacos corresponden a la cultura neol�tica y es posible que recibieran influencias andinas; en el Litoral tambi�n se establecieron grupos guaranfes, en el Delta y en la desembocadura del Carcara��, y desde all� irradiaron su influencia poco tiempo antes de la llegada de los espa�oles.

Las reducciones. En la segunda fundaci�n de Buenos Aires, Juan de Garay dio en encomienda indios mbeguaes a vecinos de Buenos Ares. Se mencionan as� veinte encomiendas de ese origen, que se agregaron a la poblaci�n mestiza y acabaron por extinguirse. La parte de los mbeguaes que

que permaneci� en las tierras anegadizas de Entre R�os, subsisti�, con el nombre de machados, hasta el siglo XVIII. La parcialidad del cacique Quendiopen, a quien los guaran�es apodaron Tubichamini, se mantuvo por alg�n tiempo en el sudeste de la provincia de Buenos Aires, en una reducci�n que llev� su apodo como nombre. Otra reducci�n de indios mbeguaes, sobre el r�o Arrecifes, al norte de Buenos Aires, desapareci� muy pronto.
    En la repartici�n hecha por Garay en 1582 figuran tambi�n indios chanaes con doce caciques, y sus respectivos grupos; en 1673
todav�a exist�an siete encomiendas de ese origen. Con los chanaes se formaron en 1616 las reducciones de Santiago de Baradero, pero en 1776 ya no exist�an. En 1624 se cre� la de Santo Domingo Soriano, en la Banda Oriental con indios llevados de Baradero, a la cual se le agregaron grupos charr�as cuando fue trasladada.
    De principios del siglo XVIII es la reducci�n de San Bartolom� de los Chanaes, en la desembocadura del Carcara��; en 1621 contaba con 321 individuos, pero a mediados del siglo XVIII hab�a desaparecido. Hernandarias fund�, en 1616, San Miguel de Calchines, pueblo que subsiste en el noroeste de la actual Santa Fe. En esa misma �poca se fund� San Lorenzo de los Mocoretas, pero en 1631 hab�an muerto o desaparecido todos sus componentes. Los mepenes se fusionaron con los guaycur�es y es posible que constituyeran una de sus fracciones.

Los charr�as
    Estos ind�genas constitu�an tres grupos �tnicos de una misma familia ling��stica: los charr�as propiamente dichos, los g�enoas, los minuanes, los bohanes y los yaros. Los chanaes y mbeguaes integraban otra formaci�n �tnica, la del litoral paranaense, aunque se les puede incluir entre los charr�as. Los g�enoas y minuanes no eran entidades distintas, sino un solo grupo. As�, pues, los charr�as se reduc�an a tres grupos: charr�as, minuanes y bohanes. Los otros gentilicios era subdividiones de estos tres n�cleos.
    El territorio de los charr�as coincide, en l�neas generales, con la Banda Oriental, la actual Rep�blica del Uruguay, prolong�ndose por el norte hasta aproximadamente el r�o Ibicuy, por lo menos hasta la llegada de los espa�oles, pues ese �rea se ensanch�, a partir de la segunda mitad del siglo XVII, a la mayor parte de la provincia de Entre R�os.

Caracter�sticas. Integraban estos indios el tipo racial patag�nico, de alta estatura, vigorosos, de fuerte complexi�n y escasa pilosidad. En el transcurso del tiempo se mezclaron con los guaran�es, los blancos y los negros.
    La primera menci�n de la existencia de los charr�as se debe al navegante Diego Garcia de Moguer, en 1526; tambi�n el navegante portugu�s Lopes de Souza, en 1531, en un viaje furtivo al R�o de la Plata, entr� en contacto con ellos, entre Maldonado y Colonia.     En 1732 el municipio de Buenos Aires resolvi� establecer un convenio de paz con los charr�as de la Banda Oriental para faenar all�, ya que los aucas pampeanos obstaculizaban esa tarea en la zona de sus irrupciones, de este lado del Plata.
    En 1833 uno de los �ltimos grupos charr�as fue llevado a Par�s para ser exhibido y todos sus componentes murieron por efecto del cambio de clima y de ambiente. El grupo estaba formado por tres hombres y una mujer. Un franc�s llamado Francois Curel se embarc� con ellos en el bergant�n Phaet�n, que sali� de Montevideo el 25 de febrero de 1833, y lleg� a Saint-Malo el 7 de mayo del mismo a�o. Los indios, que murieron en Francia v�ctimas de tuberculosis, se llamaban Vaimaca, Senaca, Tacuab� y su mujer Guyumusa. Los charr�as que no se diluyeron en el resto de la poblaci�n por cruzamiento, fueron extingui�ndose en la lucha y en la resistencia contra el dominio de los blancos. En el el siglo XIX terminaron por desaparecer totalmente.

Organizaci�n. Los charr�as del primer per�odo se dedicaban a la caza de venados y �and�es, a pie, si se trataba de los primeros, y mediante redes que instalaban en algunos puntos, hacia donde obligaban a correr a los animales perseguidos, si se trataba de los segundos. En el litoral dispon�an de canoas y practicaban la pesca. Recolectaban tambi�n frutos silvestres, huevos de �and� y cogollos de ceibo.
    Utilizaban como armas las boleadoras, el arco, la flecha y la honda. El arco era corto y guardaban las flechas en carcajes de cuero. Cuando dispusieron del caballo, agregaron a sus armas la lanza de varios metros de largo; antes hab�an usado lanzas cortas y una especie de jabalina con puntas de piedra o de madera endurecida al fuego.

    Se cubr�an con el manto de pieles de los patagones, pero solamente lo llevaban en ciertas oportunidades o cuando hac�a fr�o; eran los quiyapi o quillangos, con el pelo del manto hacia adentro y la superficie externa ornamentada con figuras geom�tricas. Cuando hac�a calor dejaban el manto, su �nica prenda era un delantal de piel o de algod�n.
    Cada tolder�a o parcialidad ten�a un cacique, aunque �ste no era sumisamente obedecido; en caso de guerra constitu�an una especie de consejo, que decid�a lo que hab�a que hacer.
    Conoc�an una alfarer�a semicruda, de formas simples, sin asas, lisa o decorada �nicamente con l�neas punteadas. Los jesuitas mantuvieron varias reducciones charr�as, entre otras la de Santo Domingo Soriano, que perdur� dos siglos. En 1746 fundaron la de San Andr�s, sobre el r�o Negro, para reducir a los guinuanes, pero result� un fracaso en poco tiempo. En 1750 los vecinos de Santa Fe organizaron una batida contra los charr�as invasores de Entre R�os y los dispersaron. Los que cayeron prisioneros fueron llevados a la otra banda del r�o Paran� y asentados sobre el arroyo Cayast�, un afluente del Salado; all� formaron los franciscanos la misi�n Concepci�n de los Charr�as, que poco despu�s fue trasladada cerca del lugar en que estuvo situada la primera ciudad de Santa Fe.     De la lengua charr�a se sabe poco, a pesar de que se conocen algunas voces. Racialmente eran patag�nicos y ten�an parentesco con los indios chaquenses y con los pampas primitivos. La mayor parte de los investigadores coinciden en se�alar una vinculaci�n �tnica charr�a-patag�nica.
    Los charr�as sufrieron la influencia de los pueblos del litoral y, cuando adoptaron el caballo, sobre todo al penetrar en la Mesopotamia, intensificaron su dedicaci�n al pillaje.
    Debido precisamente a ese motivo, los blancos se defendieron, formando expediciones que partieron de Buenos Aires, Santa Fe y Montevideo, hasta la extinci�n total de este pueblo.
    Varios pueblos viv�an a ambas m�rgenes del Paran� a la llegada de los descubridores espa�oles. Los primeros que entraron en contacto con ellos fueron Diego Garc�a y Sebasti�n Caboto, en 1527 y 1528, respectivamente. En 1536 supo de ellos Pedro de Mendoza y en la segunda mitad del siglo XVI otros adelantados, especialmente Ortiz de Z�rate. Los descubridores y conquistadores remontaban el curso del Paran� seducidos por leyendas fant�sticas, primero, y luego para llegar hasta Asunci�n del Paraguay, fundada por los hombres de la expedici�n de Mendoza.     Los grupos ind�genas hallados en el curso de esos viajes y contactos fueron los mepenes, mocoretaes, calchines, quiloazas, corondas, timb�es y carcaraes, chanaes y mbeguaes, querand�es y guaran�es.
    Los querand�es, como se ha dicho, eran indios pampas, y ocupaban en sus correr�as otros territorios; los guaran�es, el grupo m�s numeroso e importante, son adem�s distintos �tnica y ling��sticamente.

LOS GUARANIES
    Los guaran�es, rama meridional de la familia tup�-guaran�, se extend�an desde el Amazonas hasta el R�o de la Plata. En el momento de la conquista habitaban parte de las islas del Paran�, el norte de Corrientes, el litoral de Misiones y parte de Salta. La regi�n que dominaban no era muy extensa; sin embargo, tuvieron mucha importancia porque, al ser utilizados por los colonizadores y misioneros como gu�as e int�rpretes ante los dem�s indios, difundieron sus costumbres entre los ind�genas, como as� tambi�n entre los espa�oles. La lengua guaran� es hablada, en la actualidad, en la Mesopotamia argentina y, sobre todo, en el Paraguay, por amplios sectores de poblaci�n.

Un pueblo laborioso. Su caracter�stica nacional era el uso del tembet�, guijarro que pon�an a los ni�os en el labio inferior al llegar a la pubertad.
    Sus aldeas, levantadas a orillas de los r�os, estaban protegidas con empalizadas de troncos de palmera. Eran muy laboriosos: cazaban, pescaban, recolectaban y criaban animales dom�sticos; durante la noche, o en las horas m�s calurosas, descansaban tranquilos en sus hamacas, que colgaban de dos estacas salientes de sus viviendas.
    El cultivo del suelo que habitaban no resultaba sencillo. Para poder sembrar ten�an que cortar �rboles y malezas; esto lo hac�an quemando unos y otras, en �poca de sequ�a, y con la ceniza abonaban la tierra. Cultivaban mandioca, batata y ma�z. Eran sedentarios, constru�an casas comunales, donde viv�an familias emparentadas; hilaban el algod�n y dominaban la alfarer�a. La labor de las mujeres consist�a en sembrar zapallos, o ma�z y, cuando era tiempo, tambi�n ellas levantaban la cosecha. La yerba mate, a la cual eran muy afectos, no hab�a necesidad de sembrarla, pues crec�a en abundancia en los bosques.
    Como en casi todos los pueblos ind�genas, las mujeres tambi�n trabajaban el barro con cierta habilidad, como lo prueban las piezas de cer�mica guaran� que han llegado hasta nosotros. Un taparrabo de plumas, la tanga, era la �nica prenda que usaban las mujeres guaran�es; m�s tarde la reemplazaron por una camisa de algod�n: el tipoy. Los hombres andaban desnudos y se adornaban con plumas los brazos, los tobillos y la cabeza; todos se pintaban la cara. Solamente los jefes ten�an varias mujeres ya que, como en los otros grupos, era necesario poder mantenerlas. El tubich� era el cacique que gobernaba las parcialidades; su cargo era hereditario y muy respetado. Cre�an en un dios, Tub�, que maduraba los frutos y provocaba la lluvia, pero no le rend�an culto. Practicaban la antropofagia, esto es la costumbre de comer seres humanos, no como alimento, sino con un sentido ritual, y s�lo la llevaban a cabo con sus enemigos m�s valientes.

Grupos guaran�es
    Se rese�an, a continuaci�n, los grupos de guaran�es que poblaban diferentes zonas del territorio argentino, en tiempos del descubrimiento y la conquista.
   Los guaran�es de las islas o chandules, que fueron dados en encomienda por Juan de Garay, en 1582, a algunos vecinos de Buenos Aires, viv�an en las islas m�s orientales y meridionales del delta del Paran�.
   Los guaran�es del Carcara�� habitaban las islas que forma el Paran� en su desembocadura, al norte y al sur de la misma.
    Los guaran�es del norte de la provincia de Corrientes viv�an en torno al lugar que los

conquistadores llamaron Santa Ana; ellos desalojaron a los c�ingangs de su antiguo territorio y los hicieron alejarse de las riberas del r�o y refugiarse tierra adentro. Al fundarse la ciudad de Corrientes, la importancia de este n�cleo guaran� creci� por el agregado de otros n�cleos, llevados por los espa�oles desde Paraguay.
    Los guaran�es del litoral de Misiones quiz� fueron c�ingangs, grupo que todav�a hoy ocupa la parte meridional de la Rep�blica Federativa de Brasil los jesuitas tuvieron un estrecho contacto con ellos, y J. B. Ambrosetti les dedic� una monograf�a.
    Los chiriguanos llegaron hasta Bolivia, procedentes de Paraguay. En tierra argentina ocupaban una peque�a parte del Chaco salte�o, en la zona de Or�n; all� se superpusieron a los chanaes, pueblo arawak al que sojuzgaron y guaranizaron. Por hallarse al pie de los Andes y por la convivencia con los arawak, que hab�an ocupado antes el territorio, se distinguieron culturalmente m�s que los otros guaran�es; la cer�mica chiriguana muestra la influencia ejercida por las culturas andinas. Los chiriguanos se llamaban a s� mismos av�, o sea, hombres; pero sus vecinos y enemigos los llamaban chiriguanos, que significa �sucios de esti�rcol�.

Migraciones. El historiador Enrique de Gand�a menciona varias migraciones guaran�es a trav�s del Chaco, hasta la cordillera altoperuana que dio origen al pueblo chiriguano; la primera tuvo forzosamente que ser anterior a 1471, a�o en que comenz� a reinar el inca T�pac Yupanqui; la segunda tuvo efecto entre 1513 y 1518, y origin� la poblaci�n quaray�, que se estableci� en las proximidades de Santa Cruz de la Sierra; la tercera se llev� a cabo entre 1518 y 1521; y la cuarta tuvo lugar entre 1521 y 1526, por sugerencia de los n�ufragos de D�az de Sol�s, y fue su jefe Alejo Garc�a. Estos abor�genes tuvieron gran influencia sobre los otros pueblos nativos y sobre la poblaci�n blanca, durante todo el per�odo hisp�nico e incluso en la actualidad; la lengua guaran� se ha conservado viva en parte de Corrientes, en Misiones, en Chaco y, especialmente en el Paraguay pa�s donde, junto con el castellano, es lengua oficial y donde la toponimia y numerosos nombres de la flora y la fauna tienen origen guaran�. Int�rpretes tomados por los espa�oles en el sur de Brasil y otros de toda la faja de tierra a ambos m�rgenes del litoral, hicieron que se interesasen especialmente por esa lengua, a eso se agreg� la acci�n catequ�stica de los jesuitas durante todo el siglo XVII y la primera mitad del XVIII, en lengua guaran�.


INDIOS DE LOS MONTES
    En el territorio que ocupa la parte oriental y meridional del Chaco, en Formosa, norte de Santa Fe, nordeste de Santiago del Estero, y parte oriental de Salta, habitaron pueblos de origen patag�nico. A estos grupos pertenecieron los abipones, los mbayaes, los payaguaes, los mocovies, los tobas y los pilagaes. Los mbayaes y payaguaes desaparecieron hace tiempo; los �ltimos eran canoeros y habitaban m�s al norte del actual territorio argentino. Los abipones, que dieron tanto quehacer a los colonizadores espa�oles, tambi�n se extinguieron, en sus antiguos dominios s�lo se encuentran unos pocos mocov�es y un n�mero algo mayor de tobas y pilagaes.

Abipones
    Los abipones habr�an tenido su h�bitat en las riberas norte�as del Bermejo inferior; a comienzos del siglo XVIII, adoptaron el uso del caballo y se dedicaron a vivir de la depredaci�n, atacando las estancias y ciudades de los espa�oles. En ese per�odo los conoci� Mart�n Dobrizhoffer, jesuita austr�aco (1718-1791), que vivi� entre ellos en 1750-1762 y en su obra De Abiponibus, publicada en 1784 en tres vol�menes, ofreci� abundante informaci�n. Los abipones se subdivid�an en tres ramas: gente del campo, gente del bosque y gente del agua; es probable que estos �ltimos fuesen restos de los mepenes. Los abipones fueron as� descritos por Dobrizhoffer: �Est�n fisicamente bien formados y tienen rostros agraciados, muy parecidos en esto a los europeos ( ... ). Son altos de talla, de suerte que podr�an alistarse entre los mosqueteros austr�acos. Tienen los ojos m�s bien peque�os y negros, pelo liso, la nariz en general aguile�a�. Dobrizhoffer no encontr� entre ellos deformaciones, jorobas, piernas torcidas o vientres enormes, labios peludos o pies deformes; ten�an adem�s una dentadura blanca que conservaban hasta su muerte.

Mocovies
    Aliados de los abipones en sus depredac�ones y pillajes fueron los mocov�es, que originariamente viv�an en las fronteras del antiguo Tucum�n y, cuando adoptaron el caballo para su mayor movilidad, contribuyeron activamente a la destrucci�n de Concepci�n del Bermejo, y participaron en otros ataques a las ciudades de Salta, Tucum�n, Santiago del Estero y C�rdoba. Alejados de esos centros de poblaci�n por la expedici�n de Esteban de Ur�zar y Arespacochaga, en 1770, se dedicaron entonces a hostilizar a Santa Fe y las estancias de su jurisdicci�n. Con los mocov�es convivi� a mediados del siglo XVIII, el jesuita alem�n Flori�n Paucke o Baucke (1719-1780), cuyo relato, traducido con el t�tulo de Hac�a all� y hacia ac�, refiere sus experiencias enriquecidas con apuntes pl�sticos sobre la vida y las costumbres de ese n�cleo aborigen.

Tobas
    Los tobas ocupaban originariamente el territorio de Formosa; despu�s se replegaron a la parte oriental, pero extendi�ndose simult�neamente hacia el norte y hacia el sur. Adoptaron el uso del caballo en el siglo XVII y fueron en lo sucesivo n�madas montados, siempre dispuestos a atacar las poblaciones espa�olas y saquear sus establecimientos ganaderos. Pero como su n�mero era escaso y su importancia relativa, los da�os ocasionados no fueron de tanta magnitud como los de otros grupos guaycur�es que operaban en zonas m�s pobladas. Actualmente los tobas viven en el Chaco paraguayo y se les llama peque�os tobas, los del Chaco argentino son los grandes tobas, denominaciones guaran�ticas. Subdivisiones de los tobas habr�an sido los cocolotes y los aguilotes, grupos ya desaparecidos, a los que se refieren algunos documentos.


La cer�mica de las tribus del noroeste acusa una fuerte influencia del arte de los incas. Esta vasija proviene de Pozo del Medio, en la actual provincia de Santiago del Estero.

Los Matacos
    Los matacos viv�an al oeste del Chaco y Formosa, y al este de Salta. Practicaban una agricultura muy primitiva, empleaban lanzas y macanas para la caza, constru�an viviendas circulares de ramas y paja, y tej�an la lana y el algod�n. A partir de la llegada de los espa�oles, su gran ocupaci�n fue la guerra contra las poblaciones de colonos.

Pilagaes
    Los pilagaes son los �nicos guaycur�es que conservan todav�a en gran parte una cultura aut�ctona; habitan en la parte central de Formosa, sobre la margen derecha del Pilcomayo, en la zona anegadiza del estero Pati�o.
    Los espa�oles llamaron a estos abor�genes, en los primeros tiempos, frentones, por la costumbre que ten�an muchos de ellos de raparse la parte anterior de la cabeza, dando as� la impresi�n de tener una frente ancha. El nombre guaycur� es, en realidad, el de una subdivisi�n de los mbayaes, que viv�an desde el siglo XVI frente a lo que es hoy Asunci�n del Paraguay. M�s tarde se aplic� esta denominaci�n a todos los grupos de esa familia.
    Eran de estatura alta y complexi�n fuerte, un hermoso tipo humano, esbelto. Los frentones occidentales, que eran vecinos de los omaguacas, fueron descritos ya en 1583 por Pedro Sotelo Narv�ez, gobernador de Tucum�n, como �gente m�s alta y desproporcionada� que los omaguacas, que eran andinos de talla m�s bien baja.

Modo de vida
    Estos pueblos fueron cazadores y recolectores y finalmente practicaron de modo restringido el cultivo del suelo. La econom�a ind�gena se orient� hacia la recolecci�n de los frutos silvestres que abundaban en el bosque chaquense. Los pilagaes recolectaban los frutos del algarrobo, el cha�ar, el mistol, la tusca y el molle; higos de tuna, peque�os ananaes silvestres, porotos de monte, ra�ces, cogollos de palmera, etc�tera. La indumentaria antigua era el manto de pieles de los patag�nidos; en tiempos de Dobrizhoffer lo usaban todav�a hombres y mujeres abipones; las pieles eran cosidas unas con otras y pintadas con l�neas rojas en la superficie exterior. Pero ya entonces llevaban vestimenta tejida de lana, cortada seg�n el modelo de la indumentaria antigua; vinchas para sujetar el pelo, mocasines de cuero para los pies, etc�tera.

INDIOS DE LA ZONA ANDINA
Los pehuenches y los puelches de Cuyo
    En la zona de Neuqu�n y el sur mendocino viv�an abor�genes que se diferenciaban de los araucanos que invadieron la regi�n a mediados del siglo XVII. Eran los pehuenches antiguos y los puelches algarroberos y puelches de Cuyo. Pehuenche es una voz araucana que significa �gente de los pinares�.     Estos monta�eses pehuenches eran cazadores de guanacos y recolectores de semillas y frutas silvestres, de algarroba, molle, pi�ones de araucaria. Con �stos hac�an una especie de pan y una bebida parecida a la chicha; los pi�ones reunidos en una �poca del a�o se conservaban en silos subterr�neos para el consumo en todo tiempo. Cuando lleg� el caballo, se aficionaron a su carne. Para los puelches, el alimento principal era la algarroba; por eso se les llam� algarroberos. La fruta del molle era recolectada y consumida tanto por pehuenches, como por puelches.
    Las pinturas rupestres en la Patagonia han sido frecuentemente estudiadas. Menghin se refiri� a culturas protopehuelches del 2000 al 3000 a.C., y a otras de hasta once mil a�os de antig�edad. Por su parte, Asbojorn Pedersen estudi� en varias ocasiones las pinturas rupestres de la regi�n del Parque Nacional Nahuel Huapi y sus posibles proyecciones prehist�ricas; hall� llamas montadas y con carga, indicio de vinculaci�n con el Altiplano. Pero lo m�s notable y sugestivo fue el hallazgo de jinetes a caballo; �ste habr�a podido ser el caballo americano f�sil (Equus rectidens), conclusi�n a que se refiri� tambi�n Birci en 1938. En excavaciones patag�nicas se hallaron huesos del caballo americano f�sil y objetos de piedra correspondientes a la industria humana primitiva. Las armas de los pehuenches eran el arco y la flecha, las boleadoras de dos bolas y, al comenzar la araucanizaci�n, usaron tambi�n la lanza de varios metros de largo; las flechas llevaban una punta triangular, sin ped�nculo. Trabajaban el cuero para confeccionar prendas de vestir y cubiertas para los toldos y recipientes; usaban unos odres de piel de guanaco para el transporte de agua. Los que viv�an cerca de los lagos habr�an fabricado balsas, probablemente de juncos o de totora. Los trabajos de plumas eran una de las ocupaciones principales de los hombres, pero en lo que m�s se distinguieron los pehuenches fue en el arte de la cester�a, que aprendieron de los huarpes, sus vecinos.


Se pueden seguir las huellas de tribus en la Rep�blica Argentina mediante el estudio de pinturas rupestres halladas en la patagonia, las cuales acusan hasta 3.000 a�os de antiguedad.

Los huarpes
    Esta antigua raza ind�gena, ya extinguida, ocupaba la parte norte de Mendoza, el sur de San Juan y una extensi�n importante en el noroeste de San Luis. Esta �ltima proyecci�n ha sido puesta en litigio por Antonin Serrano, quien argumenta que la arqueolog�a de esa regi�n no parece mostrar vinculaciones culturales huarpes. Su territorio habr�a estado delimitado por el r�o J�chal-Zanj�n al norte, el r�o Diamante al sur, el valle de Conlara al este, y la cordillera andina al oeste. Seg�n los cronistas y testigos, eran fisicamente de alta talla, de complexi�n fuerte, delgados y enjutos.
    Los hallazgos arqueol�gicos confirman las descripciones de los cronistas. Cuando llegaron los conquistadores, los huarpes cuyanos se encontraban en un proceso de transculturaci�n de origen andino; ya hac�an vida sedentaria, cultivaban el suelo, vest�an camiseta andina y conoc�an la cer�mica rayada, grabada y en bajo relieve, as� como la cer�mica policromada. Uno de los cultivos m�s importantes era el de ma�z, probablemente tambi�n el de qu�noa. Adem�s, entraban en su alimentaci�n productos agrestes de la zona, en especial la algarroba, que entonces abundaba. Con este vegetal preparaban el patay y la chicha o aloja. Cazaban patos y venados. Practicaban tambi�n la pesca en las lagunas; en la de Guanacache, hoy casi desecada, pescaban en balsas de antigua factura, formadas con la reuni�n de varios haces de tallos de juncos o totora, fuertemente ligados; el conjunto ten�a una forma alargada, con rebordes, y era impulsado por una larga p�rtiga; todav�a se hallaban muestras de esas balsas hasta hace pocos a�os.

Los tonocot�s de Santiago del Estero
    Los indios tonocot�s ocupaban la regi�n de los r�os Dulce y el Salado, donde fue fundada la ciudad de Santiago del Estero. Pedro Sotelo de Narv�ez, en su Relaci�n de 1583, dice que la mayor�a de los indios asentados en la zona hablaba tonocot�.
    Estos indios eran de ascendencia bras�lida, y practicaban la agricultura; pero influyeron sobre ellos las culturas andinas. Sol�an fijar su asentamiento all� donde las condiciones del terreno les permit�an desarrollar su modo peculiar de vida. En la regi�n que habitaron los hermanos Duncan y Emilio Wagner descubrieron un nutrido material arqueol�gico, compuesto sobre todo de cer�mica policroma; estos hallazgos les llevaron a calificarlos como fruto de una civilizaci�n chacosantiague�a.
    Al respecto escribi� Canals Frau: �Desgraciadamente, los mencionados arque�logos que por la �poca se iniciaban en el estudio de estas cosas, llevados sin duda por s�lo su enorme entusiasmo, exageraron y sublimaron en tal forma el sentido de estos hallazgos, que parec�a como si la cer�mica de Santiago del Estero estuviese exenta de todo condicionismo de tiempo y lugar ... �.
    Hablaron los hermanos Wagner de un �imperio teocr�tico de las llanuras�, con asiento en el lugar, y buscaron correlaciones m�s bien con los lugares cl�sicos del Viejo Mundo que con las dem�s regiones del propio continente, lo cual llev� a muchas confusiones. Los especialistas argentinos examinaron la situaci�n planteada y concluyeron que la civilizaci�n chacosantiague�a era propia de su tiempo y de su ambiente.

    En el fondo, no era m�s que una cultura amaz�nica andinizada, o bien una cultura andina amazonizada. Esa cultura persisti� hasta la llegada de los espa�oles.
    Aparte de los tonocot�s en el Chaco, hubo otro grupo aborigen del mismo tipo �tnico y la misma lengua, los mataraes, que ocupaban numerosos poblados situados sobre las m�rgenes del r�o Bermejo medio, no lejos del lugar donde se instal�, en 1585, la ciudad de Concepci�n. Dos de esos poblados se conocen por haber sido de indios que se entregaron en encomienda a vecinos de aquella ciudad y que, posteriormente, fueron llevados a la jurisdicci�n de Santiago del Estero. Se trata de los mataraes y de los guacaraes, que viv�an a una distancia de unas siete leguas al oeste de Concepci�n.
    Por el aspecto f�sico no se habr�an diferenciado mayormente de los pueblos del noroeste y de las regiones colindantes, pues de otro modo habr�an sido se�aladas caracter�sticas externas, tales como la talla alta y la flacura. La arqueolog�a moderna permiti� examinar una serie de cr�neos y esqueletos hallados por los hermanos Wagner, en la regi�n del Salado.
    Los ologastas eran un n�cleo �tnico que habitaba los llanos riojanos y las zonas contiguas de San Juan, San Luis y C�rdoba. Se supone que fueron un grupo hu�rpido. Utilizaban el arco y la flecha con punta l�tica, la boleadora y las hachas de piedra. Eran sedentarios y viv�an en poblados. Cuando llegaron los espa�oles en 1591, fueron repartidos en poblados vecinos, en C�rdoba y La Rioja. En 1632 se rebelaron junto con otros indios y mataron a un misionero. En 1782 ya se hab�an extinguido.

Comechingones y sanavirones
    Estos pueblos habitaban en la regi�n serrana de C�rdoba, extendi�ndose por el sur de Santiago del Estero y parte de San Luis. Las informaciones que se tienen sobre ellos son sumamente escasas, ya que desaparecieron tempranamente, sin que nadie se preocupase de estudiarlos, ni de recopilar materiales de sus lenguas.
    Se trata de dos pueblos que, aunque a menudo son presentados juntos por los investigadores, evidentemente difer�an entre s�. Hablaban lenguas distintas, de las que no quedan sino unas pocas palabras sueltas. Los comechingones, que habitaban las sierras cordobesas, hablaban dos lenguas: los de la regi�n septentrional, la lengua henia, y los del sur, la camiare. El nombre de comechingones, con que se les conoce, no es el que ellos se daban, sino el que les daban los sanavirones, y al parecer se refiere al hecho de que viv�an con frecuencia en cuevas. De los sanavirones se sabe a�n mucho menos. Respecto de esta regi�n, los conquistadores espa�oles hablan con frecuencia de ind�genas barbudos, merced a lo cual Canals Frau los coloca en su tipo racial australoide de los hu�rpidos. Otros autores los consideran �ndidos o p�mpidos.     La barba que cubr�a su rostro los distingu�a de los dem�s indios. Habitaban el oeste de las sierras de C�rdoba; all� constru�an sus viviendas, cavando la tierra hasta que quedaban s�lo dos paredes, que armaban con madera y cubr�an con paja. Cazaban guanacos, ciervos y liebres; recolectaban frutos de algarrobo y cha�ar, y cultivaban el ma�z y la quinua. Mediante estas tareas consegu�an su sustento, los peque�os criaderos de llamas que hab�an domesticado les daban la lana para tejer el delantal, la camiseta y las mantas con que se vest�an.
    Del nivel cultural de estos ind�genas ofrecen excelentes testimonios las pinturas rupestres de la sierra de Comechingones, las de la zona de Cerro Colorado y las de las Sierras del Norte. Se han estudiado unos treinta mil dibujos en doscientas cuevas o abrigos. Cuando llegaron los espa�oles, en 1573, comenz� la extinci�n de estos ind�genas, que se diluyeron en la masa amestizada de la antigua gobernac��n del Tucum�n.

Diaguitas y calchaqu�es
    La geograf�a del noroeste influy� para diferenciar a los pueblos ind�genas que all� habitaban del resto de los grupos que habitaban el territorio argentino. las cadenas monta�osas, con altos picos y valles que dificultaban las comunicaciones, contribuyeron a la formaci�n de culturas muy distintas de la de las llanuras. Entre las numerosas tribus de la zona sobresal�an los diaguitas y los calchaqu�es, que habitaban en los valles de Salta, Catamarca y La Rioja. Conoc�an las t�cnicas agr�colas y cultivaban el ma�z en terrazas o andenes de la monta�a. Se prove�an de lana de llama, guanaco y vicu�a, realizando tejidos de variados dibujos. Fabricaban vasijas, jarros y platos, pues eran excelentes ceramistas y decoraban h�bilmente estos objetos. Trabajaban el oro, la plata y el cobre. Los incas extendieron sus dominios por estas regiones a mediados del siglo XV, es decir, cien a�os antes de la llegada de los espa�oles. Dominaron a los diaguitas y los valles calchaquies e incorporaron la regi�n al Tahuantinsuyo.
    Esta influencia incaica se extendi� hasta la zona de Cuyo, donde los huarpes adoptaron las t�cnicas agr�colas y los sistemas de riego incaicos.
    Los diaguitas y los calchaqu�es o cacanas, que habitaron el noroeste argentino, fueron, sin duda, los de cultura m�s elevada en el pa�s. Defendieron tenazmente su identidad frente a los conquistadores espa�oles, quienes s�lo pudieron someterlos mediante la guerra o el traslado en masa de sus poblaciones. Esta capacidad para enfrentarse al espa�ol, as� como las numerosas fortificaciones halladas en la regi�n, los revelan como pueblos muy bien preparados para la guerra. Siempre combatieron a pie, ya que los diaguitas, como los restantes grupos andinos, no incorporaron el caballo; la llama fue su permanente medio de transporte. El ma�z era su alimento preferido, aunque tambi�n cultivaban zapallos, porotos y quinua.     Sembrar en una regi�n de suelo monta�oso, a menudo �rido y casi sin lluvias, no es tarea f�cil, y en verdad no lo fue para los ind�genas andinos. Sin embargo, lo consiguieron con su tenacidad e ingenio: es justamente su habilidad para desarrollarse como agricultores uno de los elementos que nos permite comprobar el grado de adelanto que hab�an alcanzado. No ten�an tierra llana; hicieron entonces andenes en las laderas de las monta�as, y, como casi no llov�a, construyeron canales y acequias para el riego, tan eficaces que a�n hoy se utilizan. Los calchaqu�es, como todos los indios de Am�rica, no conocieron el arado; por ello sembraban haciendo peque�os hoyos. Casas cuadradas, de piedra, sin puerta y con techos de paja o sin �l, fueron las viviendas t�picas de los pueblos andinos.

Los omaguacas
    Tambi�n los omaguacas disputaron sin cuartel el dominio de su tierra a los espa�oles. �stos, sin embargo, se esforzaron mucho en conseguirla porque la zona de mayor concentraci�n de estos indios, la Quebrada de Humahuaca, constitu�a el camino obligado hacia el rico imperio incaico, ya bajo el poder de Espa�a. Como sus vecinos, los omaguacas hicieron de las laderas de los cerros sus campos de cultivo all� sembraban la papa y el ma�z, y los regaban tambi�n por medio de canales.
    La carne de guanaco y avestruz completaba su comida. Eran sedentarios, conocedores de la cer�mica, de rudimentos de la metalurgia y de las artesan�as del tejido y la cester�a.
    Esta zona del noroeste argentino fue conquistada entre los a�os 1460 y 1493 por el soberano T�pac Yupanqui. Este inca guerrero anex� a su imperio todo el altiplano boliviano y luego Chile, hasta el B�o-B�o. De paso para esa campa�a someti� al noroeste casi sin esfuerzos ni contratiempos especiales, hasta el sur de Mendoza. La influencia que dejaron los incas en esas zonas est� documentada en un auto que expidi� el obispo de Santiago de Chile, fray Diego de Humanzoro, al visitar Mendoza, en 1666. En el mismo el obispo anatematiza a los indios cuyanos, los huarpes, por ciertas ceremonias y ritos que practicaban, y especialmente por la ejecuci�n de �sus danzas y otros taquies prohibidos�. La palabra taquies significa, en lengua incaica, �cantos bailados� y los huarpes los asimilaron durante los a�os de dominio incaico, entre 1460 y 1520. De estos taqu�es derivaron el takirare, el yarav�, el triste y la tonada cuyana. Los indios que practicaban esas danzas y cantos prohibidos por los frailes, eran azotados por los conquistadores, quienes les cortaban el cabello y los expon�an en la picota.