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La Reconquista

Batalla de Palo Hincado


Monumento en Palo Hincado
Monumento a la batalla de Palo Hincado
(El Seibo, República Dominicana)

Antecedentes (Tratado de Basilea)

Al tiempo que en la colonia francesa de Saint Domingue ocurrían cambios provocados por la rebelión de los esclavos, en Francia sucedían cambios políticos de primera importancia. El gobierno burgués de los girondinos fue derrocado por los radicales jacobinos quienes inmediatamente declararon la guerra a Inglaterra, Holanda y España, potencias enemigas de la Revolución Francesa.

España fue a la guerra por defenderse contra el republicanismo francés, pero la perdió y a mediados de 1795 se vio obligada a poner fin a la lucha firmando un tratado de paz en la ciudad de Basilea, el 22 de julio de ese año. Con este tratado España logró recuperar sus posiciones perdidas en manos de los franceses, a cambio de entregarles a éstos la parte oriental de la isla de Santo Domingo.

Sin embargo, los españoles continuaron ocupando y gobernando Santo Domingo hasta el 1801, cuando Toussaint L'Ouverture, erigido por sí mismo en ejecutor del Tratado de Basilea, ocupó todo el territorio oriental, hasta que fue desalojado en 1802 por los franceses comandados por el general Leclerc, cuñado de Napoleón Bonaparte.

Gobierno francés

Durante la era francesa en Santo Domingo, a partir de 1802 y sobre todo desde 1804, hubo sin duda convencidos francófilos entre los dominicanos. El brillo de la Francia napoleónica se percibió y surtió sus efectos en el país. Una vez rechazada la invasión de los vecinos haitianos, se advirtió que se iniciaba una administración competente y progresista; se advirtió que el gobernador francés, general Louis Marie Ferrand, era hombre capacitado y bien intencionado.

Durante su gobierno, los franceses se ocuparon de las labores de reconstrucción y consolidación de la Colonia. Ferrand lanzó proclamas en el extranjero llamando a los franceses a vivir en Santo Domingo; muchos acudieron al llamado lo mismo que algunas familias españolas, y así continuaron las cosas mejorando increíblemente después de tantas vicisitudes. En Samaná, por ejemplo, que hasta entonces había sido una aldea pobre y olvidada, el Gobierno fomentó la plantación de cafetales que ya en 1808 prometían dar nueva vida a esta región, cuya población francesa creció tanto que Ferrand llegó incluso a hacer preparar los planos de una moderna ciudad que llevaría como nombre “Puerto Napoleón”. Los bosques de madera, que hasta entonces habían sido explotados muy esporádicamente, fueron objeto de una explotación regular, pues la caoba de la Isla por su belleza tenía gran demanda en Estados Unidos y en Europa. Los impuestos fueron rebajados hasta el mínimo a fin de ayudar a los habitantes de la Colonia a recuperar sus fortunas.

Ferrand estableció un gobierno paternal, amparado en un decreto de Napoleón del año 1803 por medio del cual ordenaba respetar los usos y costumbres españolas, especialmente en lo que a la organización jurídica tocaba. Lo cierto fue que hubo colaboración entre la población y las autoridades, aunque Ferrand, convencido de que los sentimientos hispánicos seguían vivos entre la gran mayoría de la población, evitaba tanto como era posible, las ocasiones de hacerles sentir su poder.

Toda esta tranquilidad vino a quebrarse con motivo de dos acontecimientos que tuvieron lugar, uno en la Colonia y el otro en Europa. El primero fue la orden de Ferrand a los habitantes de la Colonia para que suspendieran todo trato comercial, en especial las ventas de ganado, a la parte occidental de la Isla gobernada por los haitianos.

El otro acontecimiento que vino a turbar la existente armonía entre franceses y dominicanos fue la invasión de España por parte de Napoleón Bonaparte a principios de 1808. Este hecho, y otros relacionados, se conocieron en detalle en las posesiones españolas casi inmediatamente y ya en principios de mayo se sabía que Napoleón tenía la intención de nombrar como Rey de España a su hermano José Bonaparte.

En Santo Domingo, particularmente, en donde los franceses gobernaban a una población que todavía seguía considerándose española, la traición de Napoleón contra los monarcas de España provocó la indignación de los propietarios más importantes que ahora se consideraban doblemente humillados al saber que también la Madre Patria había caído bajo el dominio francés y al ver sus negocios lesionados por la prohibición de vender sus ganados a los haitianos.

Juan Sánchez Ramírez

Algunos de ellos, como fue el caso de don Juan Sánchez Ramírez, rico propietario de hatos y cortes de caoba en los alrededores de Cotuí e Higüey, se indignaron en grado extremo y pensaron en obtener la colaboración del Gobernador de Puerto Rico, y de la población dominicana que había emigrado a esa isla, para luchar contra los franceses de Santo Domingo de la misma manera que lucharían los españoles para expulsar a los invasores de la Península.

Sánchez Ramírez había nacido en 1762 en la región del Cotuí, y en su juventud, al frente de una compañía de lanceros formada por él con compueblanos, había combatido en los tiempos del gobernador Joaquín García contra la República Francesa. Emigró a Puerto Rico en diciembre de 1803, pero se vio en la necesidad de volver a su tierra natal en 1807, cuando comenzó su labor de ganar adeptos para la Reconquista, al tiempo que se dedicaba a la explotación de cortes de maderas en unas posesiones suyas situadas en las costas del Este entre Higüey y el Jobero (el actual Miches, también conocido como Jovero), desde donde las comunicaciones con Puerto Rico eran más fáciles.

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