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/Ellitoral.com.ar/ Opinión

Una piedra en el camino que llevará a la presidenta Cristina Kirchner a China

El viaje que Cristina Kirchner emprenderá al país más poblado del mundo fue pensado para acentuar el doble objetivo político y comercial.

Por Gabriel Profiti, de NA

El inédito pedido de captura internacional del ex presidente chino Jiang Zemin trastocó la preparación del viaje de Cristina Kirchner a Beijing, pensado como la vidriera de una nueva política exterior orientada hacia los mercados emergentes.

La captura a Interpol fue pedida por un juez enemistado con el kirchnerismo Octavio Aráoz de Lamadrid, quien acaba de presentar su renuncia al cargo, pero antes de que sea aceptada provocó un fuerte dolor de cabeza a la diplomacia argentina.

La irrupción de Aráoz se da justo cuando la Casa Rosada decidió apuntar los cañones hacia los grandes países en desarrollo -destinados a ganar peso en la balanza del poder mundial- en medio de los renovados cortocircuitos con Estados Unidos y de los vaivenes en la relación con el mundo desarrollado.

“Estados Unidos ya no tiene el rol central que tenía antes. Nuestra mirada hacia el Asia está creciendo día a día. Tenemos una materia pendiente de insertarnos en África”, blanqueó hace unos días el vicecanciller Antonio Taccetti.

Esa estrategia busca profundizar la Cooperación Sur-Sur y aparece clara en los viajes presidenciales de Cristina Kirchner quien visitó la India, Rusia y la zona del Magreb africano, entre otros destinos “no centrales” o periféricos, según las categorías acuñadas a mediados del siglo pasado por economistas de la Cepal como el argentino Raúl Prebisch.

En ese diseño, China es inevitable. Lo más impactante del fenómeno chino no es lo que creció en los últimos años sino lo que va a crecer -y lo que va a precisar para lograrlo-, por lo que para cualquier país que pretende un mejor porvenir es indispensable orientar su brújula hacia el Este.

La Argentina viene rezagada en ese acercamiento si se la compara con Brasil y con Chile. Una breve estadía en Beijing o Shanghai es suficiente para darse cuenta de que la penetración de esos países es superior a la nuestra en el Dragón asiático.

Por eso, el viaje de Cristina Kirchner al país más poblado del mundo fue pensado para acentuar ese doble objetivo político y comercial.

Además, la travesía es la primera del año y comenzará en Bolivia para la reasunción de Evo Morales, lo que -en sentido semiológico- traza un eje medular (Latinoamérica-Asia) para la política exterior argentina.

Juez en la mira

Pero al Gobierno le surgen escollos impensados. El juez Aráoz de Lamadrid tiene hace cuatro años una causa contra el régimen chino por las denuncias mundiales sobre violaciones a los derechos humanos que realiza la organización Falung Gong.

Según sus seguidores, se trata de una disciplina tradicional de meditación y ejercicios que incluye enseñanzas basadas en los principios de Verdad-Benevolencia-Tolerancia, pero para Beijing es una “secta perversa” y por eso prohibió su práctica en 1999.

El magistrado, que subroga el Juzgado Federal Número 9 desde el apartamiento de Juan José Galeano, firmó la resolución hace unos días antes de presentar su renuncia al cargo.

Al anunciar su dimisión argumentó que recibió presiones para direccionar a favor del Gobierno las causas de Papel Prensa; la que investiga el operativo de la Afip en Clarín y una de las que involucra a Ricardo Jaime, ex secretario de Transporte.

Horas después, el diputado K Carlos Kunkel lo denunció por la prensa por haber hecho la acusación a través de los medios sin haber presentado esos cargos a la Justicia.

Paralelamente, el juez fue citado para este miércoles por el Consejo de la Magistratura para que declare en una causa por presunto mal desempeño en sus funciones.

En medio de esa pelea, Aráoz libró la inédita orden de captura internacional contra Jiang Zemin (presidente entre 1993 y 2003) y Luo Gan, secretario general del PCCh y director de una oficina acusada de ejercer la represión contra Falung Gong.

Rápidamente, funcionarios argentinos vincularon ambas cuestiones: “Está claro que fue hecho para empiojar el viaje”, metaforizaron.

Pero la Cancillería china pidió a Buenos Aires que “maneje correctamente” la cuestión y en el Gobierno comenzaron a moverse para evitar nuevos contratiempos.

El dilema

Los denunciantes de Falung reclaman el mismo tratamiento que la Argentina da a la causa Amia, por la que solicitó reiteradamente la detención de acusados iraníes, entre ellos el ex presidente Alí Hashemi Rafsanjani.

Otros casos que encierran similitudes son los de gobiernos europeos que solicitaron la captura y extradición de represores argentinos que asesinaron a ciudadanos de esos países.

Pero esas situaciones no pueden compararse con la de Falun Dafa -denominación formal- debido a que los presuntos delitos cometidos fueron en China y contra chinos.

El dilema que plantea el caso para el Gobierno es que se trata de una denuncia por violaciones a los derechos humanos, ámbito en el que la Argentina buscó destacarse internacionalmente.

Todavía se recuerda en los despachos oficiales cuando en 2008 llegó a Buenos Aires el dictador de Guinea Ecuatorial Teodoro Obiang, a quien Cristina -que no estaba enterada de su currículum- debió manifestarle en público su “honda preocupación” por la situación de los derechos humanos en su país.

Hace unas semanas viajó Barack Obama a China. Las relaciones sino estadounidenses estuvieron marcadas históricamente por las denuncias de Washington sobre la situación de las libertades en Beijing, pero ahora transitan una etapa de afinidades sin precedentes. En ese marco, Obama hizo el planteo a su par Hu Jintao, pero evitó los gestos ampulosos.

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