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Diamantes manchados de sangre: la historia de Sierra Leona

La guerra civil de Sierra Leona fueron diez años de codicia, sangre y violencia. Su origen y su final fueron marcados por la intervención extranjera. El país ahora enfrenta el doble reto de desarrollarse mientras supera su pasado.
Diamantes manchados de sangre: la historia de Sierra Leona
Bandera de Sierra Leona. Fuente: Public Domain Pictures

Sierra Leona es uno de los países más ricos y pobres de África occidental. Más del 70% de su población vive en situación de pobreza en un país lleno de recursos naturales, sobre todo diamantes. Esta riqueza, sin embargo, ha lastrado su desarrollo. La extracción codiciosa y violenta fue una causa del conflicto armado en los años noventa. Aquella guerra civil perdura en la memoria de la población y ha tenido consecuencias en el país y en la región. En marzo de 1991, Foday Sankoh dirigió al Frente Revolucionario Unido (FRU) hacia un enfrentamiento para derrocar al Gobierno. Comenzó entonces una lucha que se cobró 50.000 vidas hasta 2002, cuando la intervención internacional dirigida por el Reino Unido terminó la insurrección armada.

Las dimensiones del conflicto pronto trascendieron las fronteras de Sierra Leona. Dentro, fue un enfrentamiento étnico y una lucha de poder que se remontaba a la independencia del país. Al mismo tiempo, la inestabilidad interna fue una oportunidad para agentes extranjeros interesados en sus minerales. Desde la vecina Liberia hasta la antigua metrópoli, la intervención extranjera determinó el desenlace del conflicto.

El camino hacia la guerra

Las potencias europeas abandonaron África de forma apresurada y en ocasiones abrupta. En la mayoría de los casos, ello reconfiguró las estructuras de poder en medio de la incertidumbre y la fragilidad institucional. El dominio británico en la actual Sierra Leona había empezado en el siglo XVIII. El lugar fue escogido como destino para los esclavos liberados tras la abolición de la esclavitud en 1807. Freetown, la capital actual, fue el asentamiento que más población recibió. La colonia se consolidó como destino de esclavos liberados y vio crecer su población. Los descendientes de los antiguos esclavos, conocidos como criollos, fueron clave para consolidar la administración colonial. Recibieron una educación occidental y se convirtieron en la élite del país.

La población de Sierra Leona ha estado formada desde entonces por diferentes etnias. Los grupos principales son los mendes, que ocupan la zona meridional del país, y los temnes, en el norte. Ambos representan hoy en día el 60% de la población, aunque los primeros son algo más numerosos. Su rivalidad histórica ha estado detrás de los estallidos de violencia que han asolado al país desde su independencia. Otros colectivos minoritarios pero relevantes son los limbas, un 8%, y los criollos, un 2%.

Sierra Leona se independizó en 1961. La emancipación comenzó con unas elecciones libres que ganó Milton Margai, de origen mende. Los mendes controlaron el Estado en los años sesenta y se favorecieron sobre los demás colectivos. Frente a ese dominio, los criollos apoyaron a Siaka Stevens, de origen limba, dirigente del Congreso de Todo el Pueblo (APC, por sus siglas en inglés). El APC alcanzó el poder en 1968, pero no pudo ejercerlo hasta 1971 por los sucesivos golpes de Estado. Una vez se hizo con el control, lo mantuvo durante casi quince años. Sin embargo, los años ochenta darían paso a crisis económicas y autoritarismo como gérmenes de más inestabilidad.

Durante el gobierno del APC las divisiones étnicas se hicieron insalvables. Una hipotética alianza entre mendes y temnes frente a la minoría limba pronto se frustró por las desigualdades y la rivalidad entre ambos grupos. Aunque los mendes ya no tenían poder, seguían siendo mayoría en las fuerzas armadas. Los temnes eran un tercio de la población, no tenían peso en la agenda pública y tenían peor acceso a los servicios, ya que el norte había sido menospreciado durante los diferentes gobiernos mendes.

El régimen limba tornó al unipartidismo en 1978, alimentando las suspicacias entre los otros grupos. Joseph Momoh sucedió a Stevens en 1985, pero tuvo que lidiar con el estallido de la guerra civil en la vecina Liberia. Sierra Leona fue fundamental para la formación de un destacamento militar bajo el mando de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (Cedeao). Esas tropas impidieron al líder rebelde Charles Taylor tomar Monrovia, la capital liberiana. Como consecuencia, Taylor planeó derrocar a Momoh para forzar la retirada de las tropas internacionales e incentivó el nacimiento del FRU de Foday Sankoh, un antiguo conocido suyo de origen temne.

La guerra civil de Sierra Leona comenzó en el sur, pero pronto se extendió por todo el territorio. Durante casi diez años, la violencia asoló el país en un contexto de profunda inestabilidad. Se sucedieron diferentes Gobiernos y golpes de Estado mientras la lucha contra los insurrectos se recrudecía y la injerencia extranjera se convertía en un factor determinante. Primero con Liberia y luego con una misión internacional de la ONU.

Los fantasmas de la guerra: diamantes y niños soldado

La guerra civil de Sierra Leona sigue en el imaginario colectivo como un periodo de violencia con todo tipo de prácticas. Las mujeres y niños, más vulnerables, se llevaron la peor parte. El reclutamiento masivo de niños soldado se convirtió en una dura realidad con consecuencias hasta la actualidad. Por otro lado, los recursos naturales se convirtieron en el principal motor de la guerra, sobre todo la venta de diamantes.

El verdadero interés de Taylor en expandir el conflicto a Sierra Leona no era solo derrocar a Momoh por haber impedido su avance y ampliar el campo de movimiento de sus tropas. Las grandes cantidades de diamantes añadieron valor a la cuestión y Sierra Leona se convirtió en un campo de batalla con repercusiones regionales. La llegada al poder de Taylor en Liberia en 1997 fortaleció al FRU, pues su principal fuente de armas y suministros era la venta de diamantes a su principal valedor, convertido en presidente.

Aquellos diamantes extraídos y vendidos para financiar los bandos de un conflicto se conocieron como “diamantes de sangre”. Su precio es inferior al que podrían alcanzar los extraídos de forma legal. Durante la guerra civil y como las fuerzas del FRU controlaban el 80% de los yacimientos, comenzó un movimiento internacional para prohibir el comercio internacional de diamantes manchados para financiar la guerra.

El tráfico de diamantes se prohibió a principios de los años noventa para evitar este tipo de financiación. No obstante, su procedencia era blanqueada en todo el mundo, con caros certificados de origen diferentes. Las medidas contra los diamantes de sangre de Sierra Leona se endurecieron a principios de los 2000 con el proceso de Kimberley, un sistema de certificaciones destinado a evitar la financiación de grupos armados.

Entretanto, se calcula que más de 12.000 niños fueron armados y preparados para el combate. Las niñas, además, eran usadas como esclavas sexuales. Despojados de su infancia y de un entorno estable y familiar, aquellos que escaparon o sobrevivieron al conflicto enfrentaron las secuelas psicológicas y la estigmatización social.

La reacción internacional se endureció a la par del conflicto, pero todo intento de acuerdo de paz quedaba en papel mojado. Naciones Unidas lanzó en 1999 la misión Unamsil y ese mismo año se firmó la paz en Lomé, que parecía reconducir al país hacia una resolución ordenada y pacífica. El Gobierno y el FRU acordaron una hoja de ruta que incluía el cese de las hostilidades y el reparto del poder. Sin embargo, los rebeldes incumplieron lo acordado y retomaron la lucha armada. Como los insurrectos podían tomar Freetown, el Reino Unido lanzó una operación a gran escala que impidió la caída del Gobierno de Ahmed Kabbah y asestó un golpe definitivo al FRU en el 2000.

Construir la paz como camino hacia el desarrollo

Con la derrota del FRU, el fin de la guerra en Sierra Leona dio paso a una lenta reconciliación nacional con vistas a forjar una democracia con cabida para los rebeldes. Durante los primeros años de posguerra, las tropas de la Unamsil se mantuvieron en el terreno como garantes de la paz. En 2005 la presencia de la ONU se redujo a una oficina de representación, mientras que la salvaguarda de la estabilidad pasó a manos de las Fuerzas Armadas de Sierra Leona, que se estaban profesionalizando. En 2014 la misión se retiró de un país que había cambiado.

En la Sierra Leona actual, los recuerdos de la guerra se mezclan con los desafíos del nuevo milenio. El país enfrenta un reto doble: desarrollarse mientras cierra el capítulo más oscuro de su pasado. En ese sentido, la justicia internacional ha logrado hacer memoria honrando a las víctimas y condenando a los verdugos. El tribunal especial de La Haya para Sierra Leona juzgó entre 2002 y 2013 a varios protagonistas del conflicto por crímenes de guerra y de lesa humanidad, incluido el expresidente liberiano. Taylor se exilió a Nigeria tras haber sido derrocado en 2003 y tras años en busca y captura fue detenido y extraditado en 2006. Su juicio fue mediático, además, por la testificación de la celebridad británica Naomi Campbell, a quien había regalado un gran diamante.

En los últimos años, antiguos yacimientos y poblaciones mineras de Sierra Leona se han convertido en focos de desarrollo. Su propiedad está sobre todo en manos de inversores extranjeros, pero parte de los beneficios revierten en el desarrollo de las infraestructuras del país. Por otro lado, varias organizaciones trabajan para reinsertar a los niños soldado. Sus testimonios han sido clave en el relato de la guerra y de la historia del país.

Durante la última etapa bélica, el país estaba al borde del colapso económico. La deuda externa equivalía al 130% del PIB. Tras superar las incertidumbres de posguerra, se abrieron nuevas oportunidades. El Gobierno del actual presidente Ernest Bai Koroma trabaja en la Agenda para la Prosperidad (2013-2018). Este plan apuesta por diversificar el modelo económico para no depender de los recursos minerales y las tierras fértiles, e invertir en capital humano para avanzar a la primera línea del comercio regional.

El ambicioso proyecto busca dar paso a la Sierra Leona del siglo XXI. No obstante, las instituciones frágiles y la falta de tradición democrática amenazan al país. De hecho, el propio Koroma está intentando reformar la Constitución para seguir en el poder. En cualquier caso, la cohesión social y el fortalecimiento institucional son imprescindibles no solo para el desarrollo económico. También para enfrentar nuevas epidemias y enfermedades, como el brote de ébola en 2013 que dejó casi 15.000 enfermos, la mitad de toda la región. La ayuda internacional fue clave frente a la inestabilidad social.

Una esperanza de futuro

La historia reciente de Sierra Leona es similar a otras en África. El camino hacia la guerra comenzó a fraguarse en la propia independencia del país. Un territorio con potencial económico se adentró en una senda de rivalidad étnica y transfronteriza que terminó por estallar. El conflicto no se explica sin la intervención extranjera en favor de los dos bandos, remarcando el importante papel geopolítico del país.

Es usual que la paz no se consolide durante un posconflicto y que los países caigan en espirales de violencia. En Sierra Leona, en cambio, los señores de la guerra fueron juzgados y el esclarecimiento de lo ocurrido apunta a cohesionar a la población. Sin embargo, el país aún se plantea su modelo. Si su potencial económico se revirtiera en su propio desarrollo, el progreso del país sería imparable. No obstante, el riesgo de expolio sin beneficio para la sociedad local sigue existiendo y adoptando nuevas formas.

El fantasma del ébola sigue reciente y amenaza con rebrotar. Sierra Leona contuvo la amenaza con un alto coste y gracias a la ayuda internacional. La epidemia se llevó varios miles de vidas e hipotecó el futuro de gran parte de la población. Pero esta amenaza, como las anteriores, puede volverse un punto de encuentro para la cohesión nacional. El país se juega su futuro en varios frentes. Su respuesta será decisiva.

Fernando Rey

Madrid, 1994. Graduado en Relaciones Internacionales por la UCM. Máster MBA in International Management en ICEX-CECO. Interesado en comercio internacional y desarrollo, apasionado por la geopolítica y la gestión del poder.

4 comentarios

  1. Expandir comentario

    Muchas gracias por la información!!!…

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