40 años de los primeros casos de sida en el mundo

El 5 de junio de 1981 el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC) alertaba por primera vez de cinco casos de una extraña neumonía en hombres homosexuales previamente sanos tratados en Los Ángeles.

 

Meses después de esta alerta, otros casos de sarcoma de Kaposi (SK) e infecciones oportunistas en hombres sanos que practicaban sexo con otros hombres aparecerían en California y Nueva York. Esta patología, de evolución rápida y mortal, empezaría pronto a detectarse también en otros países.

En España, el primer caso detectado fue el de un hombre de 35 años que ingresó en octubre de 1981 en el Hospital Vall d’Hebrón y al que se le diagnosticó de SK y de una infección intracerebral. Enseguida se concluyó que se trataba de un cuadro completo de ‘homosexual-SK-infección oportunista’ y se relacionó con los casos detectados en EE.UU.

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«Cáncer rosa»: el inicio del estigma

La detección de nuevos casos fue creciendo rápidamente y, con ella, el miedo y el rechazo a esta nueva infección desconocida. Los medios de comunicación empezaron a hablar de un “cáncer gay” o “cáncer rosa”, relacionándolo directamente con los homosexuales. Poco después, los diagnósticos comenzarían a darse también entre personas que se inyectaban drogas y pacientes hemofílicos. Comenzaba, así, la que se convertiría en la peor epidemia social y sanitaria de la segunda mitad del siglo XX.

Identificación del nuevo Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH)

 

En 1982, con evidencias científicas claras, se consiguió demostrar que la transmisión de lo que se creía que era un agente infeccioso se producía a través de la sangre y del intercambio de fluidos sexuales. El acrónimo inglés AIDS fue acuñado para denominar a la nueva patología, que en español se llamaría SIDA (Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida)Por fin, en 1983, los Laboratorios del Instituto Pasteur en París lograban aislar e identificar al agente infeccioso responsable de esta nueva enfermedad: el Virus de la Inmunodeficiencia Humana (VIH).

Durante los primeros años de la pandemia la transmisión del VIH fue muy alta debido al desconocimiento y a que no se hacían las pruebas de despistaje en todo producto hemoderivado (transfusiones, etc.). A principios de los años noventa, la infección por VIH llegó a ser la primera causa de muerte en nuestro entorno en personas de entre 20 y 40 años. Mientras que en otros países la principal causa de transmisión del virus eran las prácticas sexuales sin protección, en España, esta se producía, principalmente, por el intercambio de jeringuillas entre usuarios de heroínaAsimismo, hasta 1985 muchos pacientes con hemofilia fueron contagiados debido a la contaminación en los hemoderivados que recibían. 

El SIDA y la estigmatización de los pacientes

Los personas que desarrollaron el sida en los primeros años de la pandemia sufrieron muchas complicaciones causadas por la debilidad de su sistema inmunitario. El sida era entonces una condena a muerte segura al cabo de un año.

El desconocimiento inicial sobre la transmisión del VIH y el sida causó la estigmatización de los pacientes, a los que se les catalogaba en el propio entorno hospitalario como “altamente contagiosos” y se les trataba como “peligrosos”. Esta estigmatización de la enfermedad se extenderían al ámbito social global, causando miedo y rechazo a las personas con el VIH y el sida. A pesar de los avances médicos y las campañas de información y concienciación implementadas desde entonces, este estigma aún persiste en la sociedad actual.

Primeros tratamientos

En 1987, la FDA aprobó el primer medicamento TAR frente al VIH: la Zidovudina, más conocido como AZT. Fue un primer paso, pero las dosis altísimas que se administraron al principio generaban mucha toxicidad y, con el paso del tiempo, perdían eficacia.

La situación mejoró radicalmente tras el Congreso Internacional de sida de 1996 en Vancouver (Canadá). Nuevos estudios demostraron que el virus se podía controlar y volverse indetectable mediante la combinación de tres fármacos que incluyeran un inhibidor de la proteasa (IP). Esta nueva estrategia terapéutica de antirretrovirales muy potentes, capaz de inhibir la replicación del VIH casi al 100 %, permitió disminuir la mortalidad significativamente. A pesar de esto, los efectos adversos de la medicación y las múltiples pastillas diarias que debían ingerir los pacientes eran un gran obstáculo que dificultaba la adherencia y limitaba su calidad de vida.

La verdadera mejora llegó durante la tercera década de la pandemia, con la aparición de fármacos más potentes que los anteriores, prácticamente sin efectos adversos, de múltiples familias y reunidos en una sola pastilla al día. Desde entonces, los avances han estado orientados a encontrar nuevos tratamientos con un perfil de eficacia, tolerancia y conveniencia excelentes. Además, se han establecido otras medidas de control, como la detección y tratamiento precoz de los infectados o la profilaxis pre-exposición (PrEP), consistente en administrar medicamentos antirretrovirales a personas con alta probabilidad de infectarse, para evitar dicha infección.

Indetectable = Intransmisible

Hoy, gracias a las nuevas terapias y a las estrategias de prevención implementadas, las personas con VIH que toman su medicación de manera regular, pueden llevar una vida prácticamente normal y su esperanza de vida es muy similar a la de las personas seronegativas. Además, la toma de antirretrovirales con una adecuada adherencia en el paciente reducen la carga viral en sangre hasta niveles de indetectabilidad, es decir, por debajo 50 copias/ ml, lo que impide la transmisión del VIH.

La esperada vacuna

La investigación sobre el VIH se centra ahora en dos objetivos: alcanzar su curación mediante nuevos tratamientos que permitan eliminar el virus en el paciente infectado y conseguir una vacuna frente al VIH. En el Hospital Clinic se está desarrollando un prototipo de vacuna preventiva que iniciará su desarrollo clínico a lo largo de 2021. Además, existen al menos otros dos proyectos de vacunas preventivas: Scripps-IAVI (en fase I) y Janssen (en fase III de pruebas en el estudio Mosaico).

Durante estos 40 años de pandemia, se calcula han fallecido cerca de 40 millones de personas por sida en todo el mundo. Además, en la actualidad, unos 38 millones de personas tienen VIH. Anualmente adquieren la infección cerca de un millón de personas y fallecen unas 700.000. En España, el número de personas con el VIH asciende a más de 150.000, y se producen en torno a 4.000 nuevos diagnósticos al año.

Los esfuerzos comunitarios se centran hoy en conseguir el objetivo de Onusida 95-95-95 para 2030: 95 % de las personas con VIH diagnosticadas, de las que el 95 % estén en tratamiento y al menos el 95 % con carga viral indetectable, a los que se ha añadido un cuarto 95; que el 95 % de las personas con VIH tenga una buena calidad de vida libre de estigma y discriminación. Desde CESIDA y sus entidades miembro seguimos trabajando para lograr alcanzar estos objetivos. Solo mediante el esfuerzo y compromiso de todas conseguiremos eliminar esta epidemia social y sanitaria.

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