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Jueves, 28 de enero de 2016

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Historia

Conflictos (1)

Por África Vidal

Cristóbal se perdió. Sí, sí. Se perdió. Es lo que pasa por no tener instalada en el iPhone 6S la última versión de Google Maps. Que te puedes armar un lío y salir en dirección contraria. Y así, por pura chiripa, llegó a las Américas. (Eso sí, nada o casi nada en la historia oficial sobre el pequeño despiste). Este tipo de descubrimientos lo define la ciencia con una palabra que siempre me ha parecido muy graciosa: serendipia (Umberto Eco dedica al fenómeno un libro entero cargado de ejemplos, entre los que menciona el caso de nuestro querido Almirante y otros como el cambio del modelo ptolemeico al copernicano).

Y es curioso recordar, como hace Todorov, que una de las razones de su serendipia, de haber descubierto América por error, es un malentendido lingüístico, debido al escaso interés que le suscitaban las lenguas extranjeras. A pesar de ser políglota (hablaba genovés, latín, portugués y español), para él la diversidad de las lenguas no existe, y por eso, por un malentendido lingüístico-cultural, acomete su serendipia:

Su misma convicción de que Asia está cerca, que le da el valor de partir, descansa en un malentendido lingüístico caracterizado. La opinión común de su tiempo quiere que la tierra sea redonda, pero se piensa, y con razón, que la distancia entre Europa y Asia por la vía occidental es muy grande, incluso insalvable. Colón toma por autoridad al astrónomo árabe Alfragano, que indica con bastante exactitud la circunferencia de la tierra, pero que se expresa en millas árabes, superiores en un tercio a las millas italianas familiares a Colón. Ahora bien, éste no puede imaginar que las medidas sean convencionales, que el mismo término tenga significados diferentes según las diferentes tradiciones (o lenguas, o contextos); traduce entonces en millas italianas, y la distancia le parece a la medida de sus fuerzas.

(Todorov 1982/2009: 38).1

Según Todorov, la negativa de Colón a reconocer la diversidad sólo le deja dos posibilidades: reconocer que la del otro es una lengua pero negarse a creer que sea diferente o reconocer dicha diferencia pero negarse a admitir que se trata de una lengua. Esta última reacción es la que aparece el mismo 12 de octubre de 1492 al encontrarse con los indios, a quienes quiere enseñar a hablar, una reacción que llamó tanto la atención de los traductores franceses de Colón que pensaron que tenía que tratarse de un error y le corrigen:

«Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a V. A. para que deprendan fablar» (estos términos chocaron tanto a los diferentes traductores franceses de Colón que todos ellos corrigieron: «que aprendan nuestra lengua»).

(Todorov 1982/2009: 38).2

En el polo opuesto encontramos la descripción de la llegada de Colón que propone Howard Zinn en su A People’s History of the United States,3 donde el punto de vista que prevalece es el del Otro:

Arawak men and women, naked, tawny, and full of wonder, emerged from their villages onto the island’s beaches and swam out to get a closer look at the strange big boat. When Columbus and his sailors came ashore, carrying swords, speaking oddly, the Arawaks ran to greet them, brought them food, water, gifts.

(Zinn 2005 [1999]: 1).

Al narrar la historia desde la perspectiva de los indios, Zinn destaca que los que no saben hablar, quienes hablan raro, son esas gentes extrañas que acaban de llegar a su tierra.

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  • (1) Todorov, Tzvetan (1982/2009) La conquista de América. El problema del otro (México: Siglo XXI). Trad. Flora Botton. volver
  • (2) Ibidem. volver
  • (3) Zinn, Howard (1999/2005) A People’s History of the United States (New York: Harper). volver
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