Paga quien contamina



Por Gro Harlem Brundtland

Somos miembros de la primera generaci�n que enfrenta el desaf�o de satisfacer las necesidades de un infinito n�mero de futuras generaciones. Por ello, debemos dejar suficiente "espacio ambiental" a los que vienen, y reconocer que nuestro planeta tiene una limitada capacidad para absorber los subproductos de la industria.

A nivel nacional, los cambios tendr�n que basarse en el principio de que "quien contamina paga" y en el uso de productos que duran "desde la cuna hasta la tumba".

Es preciso superar la mentalidad del "usa y desecha", es decir, la del empleo de productos y materiales ef�meros y descartables.

En los precios deber�n reflejarse los beneficios ambientales que arroja la elaboraci�n y el uso de determinados productos, as� como la calidad y la duraci�n de los mismos.

Para ello, habr�a que fabricar cosas de m�s larga duraci�n, que en caso de da�o puedan ser f�cilmente reparadas a fin de utilizarlas de nuevo.

Debemos evitar el uso de productos poco comunes y peligrosos, y tender m�s bien a "eco-etiquetar" los envases para indicar tanto el contenido como su duraci�n .

En modo paralelo, la elevaci�n del costo del consumo insostenible es uno de los caminos para aplicar el principio de que el contaminador paga.

Si tales incrementos de costos son predecibles, el sector privado con visi�n de futuro desarrollar� estrategias comerciales y procesos productivos acordes con aquel principio.

Algunos nuevos productos desarrollados de esa manera encontraron una significativa aceptaci�n en los mercados, al tiempo que beneficiaron a los consumidores y al ambiente.

Es necesario que la industria incluya objetivos ambientales en sus planes, y que se someta a sistemas de verificaci�n y control de calidad.

Los desechos de la industria y del consumo familiar deben ser reducidos al m�nimo. Deber�a ser posible que en el 2010 se pudiera reciclar toda la basura producida en el planeta.

Para el manejo de los desechos peligrosos deber�amos contar con m�todos seguros antes del a�o 2000. Es preciso asegurar que no sean exportados a los pa�ses en v�as de desarrollo. Se trata, as�, de promover comunidades locales "libres de producci�n de desechos".

Transitamos ahora hacia una sociedad postindustrial, un proceso que no debe ser visto con temor y ansiedad, sino con esperanza y optimismo. Debemos impulsar una imprescindible transici�n de la cantidad a la calidad.

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