Rest en su laberinto. Diálogo sobre Jaime Rest
Invitados: Jorge Lafforgue, Jorge Monteleone, Maximiliano Crespi
Ciclo: Los martes de Eterna Cadencia
Fecha: 12 de mayo de 2009
Desgrabación: P.Z.
[Primera parte]
Leonora Djament: Buenas tardes a todos, gracias por acompañarnos en esta tarde. Estamos en esta mesa de homenaje a Jaime Rest en los 30 años de su muerte, a propósito de la salida del libro El laberinto del universo, uno de los libros más importantes de Rest, que estamos editando bajo el sello Eterna Cadencia Editora. Este libro de Rest sale dentro de una subserie, dentro de la colección de ensayos que llamamos internamente “Rescate”, donde lo que hacemos es volver a publicar libros que hace 20, 30 años no circulan por diferentes motivos.
Era importante para nosotros sumar en esta colección el libro de Rest. Ya habíamos publicado dos libros de Masotta, publicaremos en breve un libro de Enrique Pezzoni, y era interesante, decía, sumar el libro de Rest, no sólo por el gesto de rescate en sí –por el gesto nostálgico del rescate–, si no por lo que de nuevo se puede leer en este libro, en este nuevo contexto. Por lo que este libro puede decir de este presente y no solamente del presente en el que fue escrito. Por eso estamos muy contentos de que este libro pueda volver a circular y pueda volver a ser leído, por las viejas generaciones y también por las nuevas.
Nos acompañan Jorge Lafforgue, Jorge Monteleone y Maximiliano Crespi, que hizo el prólogo a esta nueva edición. Los tres son grandes conocedores de la obra de Jaime Rest. Los dejo con ellos. Muchas gracias.
Jorge Lafforgue: Bueno, a mí me habían convocado, y me dijeron que era una cosa totalmente informal, y que íbamos a conversar entre nosotros, pero ya Monteleone me ha mostrado un folio bastante grande… Estamos hablando en este homenaje a Jaime Rest de un libro, quizá el más importante de Jaime, el más pensado como libro, y estamos convocando o estamos mentando a tres personas: al autor del libro –Jaime–, a su prologuista Maximiliano, que está sentado a mi derecha, y al convocado asediado estudiado –Jorge Luis Borges–.
Lo que a mí me impactó, me parece que es interesante como tema para que conversemos, como tema fundamental, es un hilo que une a estos tres personajes o a los textos de estos tres personajes. Digo: Borges, Rest y Maximiliano. Que es una misma concepción –Maximiliano me podrá, en todo caso, rebatir–, que arranca en Rest: Rest la toma de Borges, la enaltece y, de alguna manera, la hace suya. Y a su vez en el prólogo Maximiliano también la corrobora y parece asumir. Este es uno de los hilos que me pareció importante: la concepción de la literatura, del lenguaje, etc., que recorre el texto de Rest, que recorre –según Rest– los textos de Borges, y que Maximiliano corrobora en su prólogo.
Pero para no entrar en esto en seguida, yo arrancaría con una cosa, si se quiere circunstancial pero que me tocó de cerca, que es casi la afirmación con la que se inicia el prólogo de Maximiliano y donde arranca para ubicar, contextualizar, a Rest como crítico. Maximiliano hace referencia a un texto de Horacio González pronunciado en París sobre la generación del ’55 y poco después habla del libro de Luis Rodríguez Monegal sobre Contorno y los parricidas. Toma a varios de los autores. Cita, mejor dicho, a varios de los autores, que a su vez ha citado González: son Viñas, Alcalde, Halperín, Bayer, Masotta, si mal no recuerdo. Sebrelli también. Y dice que, evidentemente, por más que sea contemporáneo cronológicamente Rest de estos autores, no forma parte de este núcleo. No puede decirse que forme parte de esa generación y de ese núcleo.
Efectivamente, si tomamos el núcleo duro –para así llamarlo– de los contornistas. Es decir: Viñas, Sebrelli, Jitrik, Prieto, Rozitchner, posiblemente esta afirmación sea cierta. Si tomamos en cuenta a todos los autores que ahí cita, ya empezamos a dudar. Por ejemplo, dice: Halperín. Halperín muy circunstancialmente escribió un artículo que se publicó en un número sobre peronismo de Contorno, pero no formó parte. Más aún: Maximiliano dice que Rest de alguna manera estaba en las cercanías de Sur y cita un número especial que salió de Sur cuando la Revolución Libertadora, así autodenominada. En ese número, justamente, Halperín tiene un artículo y Rest no colabora. Es decir que no era tan clara la separación de aguas.
Por otro lado, y esto es lo que más quería referir: tampoco es cierto. Estoy hablando de los años 53, 53-54, que fue cuando yo había llegado aquí a estudiar y lo conocí a Rest y lo conocí a Alcalde, porque empecé a trabajar en una revista que se llamaba Imago Mundi. Este es un dato que me parece importante para referirse a Rest, allí en Imago Mundi fue cuando Rest –que había estudiado en la facultad, que había estudiado con Guerrero y con otras personas–,en Imago Mundi y luego el Instituto de Estudios de Historia Social con Romero, fue, creo, el lugar donde más fuertemente tocó a Rest. Recuerdo muy bien largas conversaciones de Alcalde. Alcalde que había escrito y publicado un libro en ese momento sobre Hermann Hesse. Se llamaba Hermann Hesse, justamente. Es decir: no era un argentinista. Era un latinista dedicado a las lenguas clásicas. Esto como otro dato para que las cosas se vean que no eran tan claras.
Rest, a mi juicio, no fue un hombre notoriamente excéntrico como lo afirma Maximiliano y de alguna manera estuvo integrado a la Academia o a la Universidad, no por su cercanías ideológicas presuntas al grupo de Sur, si no por formar parte de este núcleo de la gente de Imago Mundi y la gente de Romero, donde sí estaba Halperín y había gente de Contorno. Esta es una puntualización que hubiese preferido y quizá era el lugar para hacerlo en privado con Maximiliano, pero de todas maneras es como un arranque que me parece que aclara un poco la situación de Rest en sus inicios.
Rest colaboraba en Imago Mundi, me acuerdo también de un artículo de él que era un análisis de The waste land de Eliot, extraordinario. Fue la primera vez que tuve contacto –yo estudiaba Filosofía y Derecho, otras cosas–, la primera vez que escuché a alguien hacer un análisis, puesto que cuando lo leí dije qué escribí sobre esto y realmente me convenció de la necesidad y, más allá de lo extraordinario y de lo pertinente de su análisis, de este poema fundamental y que por otro lado él consideraba una de las obras más importantes de la literatura occidental del siglo XX. Cómo rastreaba, era extraordinario. Sin embargo, Rest, repito, tenía largas conversaciones con Alcalde donde se hablaba también de otras cuestiones, se hablaba de la situación política nacional, etc.
Bueno, yo soy un poco larguero y parece que me he extendido demasiado. De todas maneras dejo esto como un tema posible.
Maximiliano Crespi: Hola. Ante todo quiero agradecer a la gente de Eterna Cadencia que me haya otorgado el honor de estar rodeado por estos Jorges, de los cuales aprendí tanto, de los cuales aprendió tanto mi generación.
Sobre el punto que señalaba Jorge –Jorge a mi izquierda–, es cierto, cuando se trabaja alrededor del tiempo pasado sobre todo con la figura de un intelectual, para mi generación que es todo tan distante, si no se hace un trabajo que tenga que ver con entrevistas, y conocer otras cosas que no están en los textos pero que viven todavía, es difícil determinar las posiciones. Sin embargo, el planteo que yo abría en el inicio del prólogo y creo que la idea es que se continuara hasta el final, era mostrar esa excentricidad en torno al modo de lectura. Es decir: separar bien, por lo menos como beggining, como comienzo, el proyecto de Rest y el proyecto de los contornistas.
Me parece que la clave de lectura es absolutamente otra para la época en que se plantean esos trabajos. Y sobre todo llegar al ’76 –año que coincide con mi nacimiento–, que es la edición del libro. Quiero decir: pensar que Rest estaba trabajando casi siempre a contrapelo de lo que hacía este grupo que, con diferencias y con transformaciones y con pérdidas siguió o llevó adelante, mejor o peor, las líneas de trabajo que estaban planteadas en Contorno. Digo: yo empecé el trabajo sobre Rest, descubrí a Rest, después de haber escrito una tesis sobre Viñas. Después de haber escrito una tesis sobre Literatura argentina y realidad política en primera edición. Entonces el contraste me parecía muy fuerte.
Había algo que me fascinó tanto en Rest, y es la idea de trabajar con autores o con textos que comportan una incomodidad para la crítica. Yo creo que en el ’76 escribir sobre Borges, escribir ese libro no era sencillo en términos de recepción. Pienso la incomodidad que Borges planteó a la crítica siempre; desde el primer libro de Prieto con el cual tendríamos que plantearnos la gran diferencia, hasta los modos de resolver su relación con Borges en Viñas. Esos trabajos e introducir la idea de cuerpo para ver la sustracción en Borges. Incluso los trabajos de Noe Jitrik, habría que pensar cómo piensan todos esos trabajos que pasa la política por la literatura y cómo piensa Rest que pasa la política por la literatura. En ese sentido me parecía que había que levantar eso y me siento consustanciado con ese tema de ver cómo sucede la política en términos de política de lenguaje adentro de la obra de Borges. Bueno, sí, es cierto, realmente eso está en Rest y me gustaría retomarlo como proyecto de mi propio trabajo. Nada más.
Jorge Lafforgue: ¿Me permitís? Un minuto.
No voy a hacer una polémica con vos, ni muchísimo menos, simplemente era una puntualización para iniciar, porque connotarlo mucho a Rest como gente de Sur me parecía que no correspondía a lo que era. Y para matizar y ver que tampoco el grupo de Contorno, del que se habla tanto así como “grupo”, es un solo cuerpo. Por ejemplo, vos ahí señalás núcleos importantes en la obra de Rest: hay cuatro núcleos. El segundo dice cómo Rest prestó atención a las literaturas marginales, así mal llamadas. Es cierto, en el ’67 publica esos pequeños libros en el Centro Editor, Rest está en esa onda. Pero un tipo de Contorno, un poco del núcleo duro, como Masotta, no hace exactamente lo mismo pero en el mismo ’67 publica el libro Happenings. Masotta, lo mismo que Rest, pueden ser tomados como dos de los primeros personajes que prestaron atención a estas literaturas o a estas expresiones culturales no toleradas o no aceptadas plenamente por la Academia.
Por otro lado es cierto, y me llamó la atención que Rest en ningún momento, me parece, que ni siquiera haga una alusión al libro de Prieto. Porque este libro puede ser tomado y debe ser tomado como una respuesta total, como la contracara del libro de Prieto. Está bien: 20 o 30 años. Pero creo que es una lectura posible y en ese sentido sí estaría de acuerdo que no es un contornista.
Jorge Monteleone: Bueno, yo vine con un texto escrito para seguir algunas ideas. También agradezco esta invitación porque esta figura es muy entrañable para mí. Creo que acá hay tres generaciones que tuvo distinto contacto con Rest. El de Jorge, directo; el mío a pesar de que pude haberlo conocido siendo un estudiante nunca pude hacerlo; y Maximiliano ya desde una textualidad lejana, donde hay una reconstrucción histórica.
En mi caso, Rest fue una formación directa a partir de lo que Rest se proponía, que era una especie de didactismo centrada en los espacios donde esto era posible y que yo como estudiante de clase media baja que vivía en el suburbio, el único acceso que tenía era a textos como los de Rest. Es decir, lo leía en el diario La Opinión, lo leía en los fascículos del Centro Editor, lo leía en algunos libros que me compraba de las Ediciones Fausto. De esa forma Rest fue importantísimo para mí, para mi formación. A través de un conjunto de textos.
En el momento de la dictadura varios estudiantes que en ese momento estábamos en Historia, en Letras nos reunimos por afinidades a escribir y publicar las pocas revistas de literatura que podía publicarse. Yo me uní al grupo de Horacio Tarcus por el cual sacábamos Ulises que luego se fusionó con Arte Nova o Nova Arte de [¿Zatara?]. En el número 3, yo iba a sacar un largo ensayo sobre Jaime Rest, que se llamaba “Ese librito tan divertido”, que aludía a una frase sobre el libro Fanny Hill de Cleland, también el libro trataba sobre Sade y sobre Laurence, y había también un texto sobre emotividad y totalitarismo. Era un libro político. Y en el año ’80 –creo que fue el año ’80–, el intendente Cacciatore, firmó una disposición donde se prohibía una serie de libros, y uno de los libros prohibidos fue Tres actores prohibidos, de Rest. Entonces, a raíz de esa prohibición yo elaboré un texto donde hablaba de la paradoja del libro prohibido que hablaba sobre la prohibición de los autoritarismos. –No para hacerme el valiente, si no porque estábamos en un estado deliberativo constante. Tal vez, desde el lugar de la no militancia, del lugar de ser estudiantes de humanidades, había una especie de arrojo inconsciente de publicar ciertas cosas. Como un texto contra Mujica Láinez que era en ese momento para nosotros un escritor del régimen, en fin–. Cuando estábamos armando el texto –esto lo conté muy pocas veces–, se presentó alguien en mi casa, yo no estaba, diciendo que era militar y le preguntó a mi mamá si yo publicaba en unas revistas, etc., que tenía los datos de todos y que “avísele a su hijo, señora, que con las botas no se juega”. Creo que también visitaron la casa de otro colaborador de la revista más lejano. Nos reunimos y decidimos suspender la publicación de ese número. Entonces el ensayo sobre Rest no salió nunca, hubo una presión previa. Luego pasó un tiempo y publicamos con seudónimos otro número cuando nos fusionamos con [¿Zátara?]. Se hizo otro índice y quedó en el olvido. La figura de Rest está muy vinculada a esos años de formación de lectura y a este episodio que para mí fue muy traumático, y precisamente está unido para siempre a este texto sobre Rest que nunca pude publicar.
A partir de entonces, yo siempre sentí una especie de deuda personal sobre este hombre del cual sólo conocía la figura del hombre feo acariciando un gato que aparecía en Capítulo, que es la foto que todos conocemos. Era esa efigie, esa posición. Luego en algunos testimonios fui reencontrando esta figura, en los testimonios de Beatriz Sarlo, de Gregorich, personas que lo conocieron, y que me contaron la escasa cantidad de gente que fue a su entierro.
Era una figura muy entrañable para mí, por eso siempre quise armar una compilación con esos textos que para mí resultaron fundamentales. Entre ellos, ese extraordinario texto sobre The waste land. Escribió varios sobre The waste land pero el más largo es uno que incluye también un análisis de Cementerio marino de Valèry que salió en Imago Mundi. Yo accedí a ese texto de Eliot por primera vez gracias a Rest. Es decir: seguí las lecciones de Rest para poder entender The waste land. Y Rest creía, también, que leyendo The waste land y siguiendo la trama de relaciones uno puede conocer toda la literatura europea. Llegó a decir esto en una clase. Este es el contexto generacional de lo que significó para nosotros Rest.
Quería ahora leer un breve texto sobre ciertas constantes que veo en Rest, a propósito también del brillante prólogo que hizo Maximiliano, que me gustó muchísimo. De algún modo Maximiliano retoma allí esta definición de los excéntricos de la crítica argentina que había hecho otro excéntrico como Nicolás Rosa. Decía allí y creo que es cierto: El lugar de Rest es de alguna manera homólogo o cercano al de Enrique Pezzoni, No sólo por cierta vinculación de origen –que a lo largo del tiempo queda en el caso de Rest bastante desdibujada, no tanto en el caso de Enrique Pezzoni, esa vinculación de origen que mezcla el homme de letres vinculado al ensayo y reunidos en Sur a través de un vértice que no estaría tanto en Victoria Ocampo como en Pepe Bianco o bien por esta fuerte impronta borgiana en ambos, el diálogo personal directo que ellos tienen con Borges y su presencia en sus ensayos críticos como objeto de estudio, pero también en el caso de ambos con ciertas concepciones de la literatura que se filtran constantemente–, sino también por la superación de estos modelos, su formación universitaria, su asunción franca y casi militante de la pedagogía, ciertos rasgos ideológicos que se hallan en cierto liberalismo de izquierda aunque no en la izquierda de algunos integrantes de Contorno, y lo que podríamos denominar una cierta actitud que une un saber móvil y abierto, nunca cristalizado, a una enunciación que en el caso de Pezzoni en un texto yo lo llamé “sigilosa” y en el caso de Rest yo llamaría “lateral”. Siempre situándose en un lugar lateral respecto del texto y respecto de su propia enunciación, donde la figura de la primera persona siempre aparece diluida. Esta idea de lo lateral está en la misma concepción de Rest cuando habla del “cuarto en el recoveco”, con la metáfora de que la literatura es una mansión y en el recoveco hay un cuarto muy antiguo en el que sin cesar se amontonan nuevos materiales de la especie más dispar. En ese lugar se sitúa Rest. Y en el del crítico, dice, que mantendría la pulcritud y organización de la casa. Yo creo que ahí Rest cruza irónicamente esos espacios, pero siempre desde un lugar lateral.
Lo que decía Rosa, y que retoma Maximiliano, es que, en ese sentido, Rest es un ex-céntrico. Ese lugar fuera del centro lo sitúa como un crítico que es un exceso, dice Rosa, respecto de la crítica argentina. Excéntrico, dice Rosa, con respecto a su formación original, un exceso en relación a la literatura argentina, un exceso con respecto a la crítica erudita de la que proviene, un exceso instalado entre el ensayo y la crítica. Un exceso entre literatura argentina y literaturas europeas, un exceso entre crítica y ficción. La crítica hace un relato donde el rastreo de fuentes es una tarea de pasión detectivesca y la metafórica constante de perpetrar, tramar un texto, para llegar a reconstruir la obra en su experiencia humana traspuesta estéticamente.
La personalidad crítica de Rest es compleja por esto mismo: por elusiva, por no situarse en primer plano. Pero ¿desde dónde habla el yo del crítico? Voy a tomar unos ejemplos laterales, deliberadamente, acerca de este lugar desde donde habla. Y en tres nociones: Una, la noción de lector común a la que Rest toda la vida adhirió a pesar de que parece contradictorio con su despliegue, con su extraordinario despliegue erudito y crítico. Otra la idea de la concepción, lo que él llamaba la concepción liberal de la tolerancia, que tiene que ver con su posición de nominalista. Y otra con la concepción de texto único, que para mí esta noción de texto único que él mismo expresa explicaría este precisamente este despliegue erudito.
El primero, el lector común, es una idea que, por supuesto, toma de Virginia Woolf a quien le dedicó su tesis de licenciatura, ese fue su objeto de estudio. Uno de los primeros textos que publicó Rest fue sobre Virginia Woolf, llamado “Notas a Virginia Woolf”, en el Boletín 10 de Estudios Germánico en el año ’53. El lector común alude, como lo indica Virginia Woolf a una frase de Samuel Johnson hallada en Lives of the poets, donde dice que “la crítica es una disciplina con la cual los hombres se tornan importantes y formidables con muy poca pérdida. El poder de invención ha sido conferido por la naturaleza a unos pocos, y el trabajo que da aprender aquellas ramas del conocimiento que sólo pueden obtenerse por el mero trabajo es demasiado grande para ser soportado de buen grado. Pero cualquier hombre puede ejercer la opinión que tiene sobre las obras de otros, y aquel al que la naturaleza hizo débil y el ocio conserva ignorante puede sin embargo sobrellevar su vanidad con el nombre de crítico.” [Risas]
Esto decía Samuel Johnson y esto retomaba, de alguna manera, Virginia Woolf, porque en el fondo de esta diatriba se halla el ideal de la crítica de Johnson que Woolf rescata y que Rest vindica. La articulada, fundamentada representación del sentido común en la lectura, enriquecida con la experiencia vital. Esto no significa que el lector común sea un lector ingenuo o antojadizo ni que lo que prevalezca en su lectura es la opinión o el gusto reformado con la tradición y los modelos. Su naturaleza es más compleja: esta concepción supone a la vez ironía y modestia, una modalidad de lectura cuyo ejercicio comparte la crítica literaria y la literatura misma. El uso libre de la imaginación formadora que se halla en el origen también de la actividad artística.
Estos rasgos determinantes de este nada común common reader para Rest era el carácter inusual de la genuina lectura común que no apela cínicamente a una aristocracia del espíritu –y aquí estaría el origen también del elemento pedagógico, didáctico de Rest–, sino acaso el reconocimiento de que toda lectura común, ejercida en la honestidad de la imaginación no cautiva accede a un orden epifánico donde el texto reaparece.
Woolf, dice Rest, viene a recordarnos un hecho sencillo y extraordinario: que la belleza es accesible en el común transcurso de nuestra vida, en la común experiencia, en la hora común del tránsito ordinario. Algo de esto comunicaba en sus novelas, la contingencia de los hechos exteriores por mínimos que sean convocan una sucesión de impresiones que fluyen en la conciencia con una libertad y una soltura que trascienden el tiempo vivido del presente y a la vez lo enriquecen.
Esta idea no es una idea solipsista porque la propia Virginia Woolf también pensaba un correlato social de la literatura, hablaba en un texto que a Rest le gustaba mucho, The patron and the crocus, hablaba de la pregunta que se hacía todo escritor: ¿para quién se escribe? Y esto, de alguna manera, Rest siempre trataba de responderlo en su crítica. Cuando Rest se hace cargo de esta cuestión piensa la respuesta al texto literario como una relación dinámica entre un autor significativo y un receptor lúcido y al mismo tiempo como una relación dialéctica entre texto, autor y contexto histórico. Pero nunca reflexiona sobre generalidades sino mediante una actitud de simpatía, decía él, para captar la singularidad. “Porque como nominalista que soy, prefiero hablar de textos individuales y de individuos. Creo que son los hombres individuales y las obras individuales los que tienen una capacidad orientadora decisiva”, decía Rest. Pero aunque las obras no pueden examinarse desde una moral, el crítico –según Rest– tiene una autoridad moral, y correlativamente social. “La de utilizar sus ideas para examinar y comunicar su entendimiento a los lectores, ya que la literatura funciona como una fe compartida. Esta fe trasciende la historia o se encarna en ella para declarar su malestar y su ansiedad.” Es decir que, a partir de la reconstrucción histórica, Rest pasaba a otro plano.
què suerte que desgraben, era una charla interesantìsima y me quedè con las ganas de ir. gracias!
mis respeto a «los jorges»
Luis
Estimados amigos:
Desde el momento en que me enteré de la mesa para honrar a Jaime Rest me sumí en la tristeza. Tristeza por no poder concurrir. Maldita sea, uno trabaja como un burro y se pierde esas cosas de la vida realmente estimulantes. Pero bueno, gracias a vuestro blog me siento ahora como si hubiera estado en la primera fila con la copa de vino en la mano.
Quisiera dejar testimonio, con nombre y apellido, de la excelencia del ensayo de Rest. Aquel lector hedonista que ame a Borges, a la interpretación o la filosofía en general no debería pasarlo por alto. «El laberinto del universo» es la viva confirmación (sí, aún palpita) de que la critica literaria, servida con fina erudición, tiene un valor estético, comparable a la escritura que desmenuza. No hay subordinación, sino un acto de amor entre dos creaturas. Y el amor siempre complementa y enriquece. Mis cófrades, es decir, quienes amen a los libros, entenderán de lo que hablo. Tres hurras por ensanchar nuestro acervo cultural.
Mis respetos
G.B.
[…] [Segunda parte; leer la primera] […]