EL MISTERIO DE LA SANTISIMA TRINIDAD

1. La Santísima Trinidad es un misterio de fe

La Revelación sobrenatural de la existencia de la Trinidad de Personas en la unidad de la esencia de Dios es la mayor revelación que Dios ha hecho de sí mismo.

1.1. Magisterio de la Iglesia acerca de la Santísima Trinidad

En todos los Credos hay una definición precisa de la fe en la Trinidad. La fol111a más antigua que conocemos del Símbolo Apostólico (I) dice: «Creo en el Padre omnipotente, y en Jesucristo, salvador nuestro, y en el Espíritu Santo» (DS 1). Esta profesión sacada de la fórmula del bautismo atestigua la fe de la Iglesia antigua. Se conocen otras muchas formulaciones del Credo de la Iglesia, como la llamada Símbolo Apostólico del siglo V (2), que profesa: «Creo en Dios Padre omnipotente, creador del cielo y de la tierra; y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor..., creo en el Espíritu Santo». Junto a estos Credos conviene recordar el Símbolo de Nicea (3), año 325, que recoge la divinidad del Hijo y su consustancialidad con el Padre; y el Credo Niceno-constantinopolitano, del Concilio de Constantinopla del año 381 (4), que enseña al mismo tiempo la divinidad del Hijo y del Espíritu Santo.

Finalmente, en el Símbolo de fe, conocido como Quicumque, (5), del siglo IV-V, se contiene ya de una fol111a clara y estructurada la doctrina de la Iglesia sobre la Trinidad.

1.2. Testimonio de la Sagrada Escritura sobre la Trinidad de Dios

1.  En el Antiguo Testamento no hay una revelación explícita de la Trinidad; pero sí hay insinuaciones, vestigios, alusiones sobre la Trinidad de Personas en Dios, que nosotros ahora podemos descubrir gracias a la luz de la Revelación Trinitaria del Nuevo Testamento. Las más importantes son:

«Hagamos al hombre a imagen y semejante nuestra» (Gén 1, 26).

Los Santos Padres, a la luz del Nuevo Testamento, han interpretado que la primera persona habla con las otras dos.

En las manifestaciones o teofanías de Dios aparece el «ángel de Yahvé» o el «enviado de Dios», esto es lo que significa ángel, que se comporta como el mismo Dios. Este hecho puede interpretarse como una distinción entre dos personas divinas; la de Dios que envía y la de Dios enviado. Además, en algunas ocasiones, estos ángeles hablan y actúan no como enviados, sino como el mismo Dios.

También a lo largo de las profecías mesiánicas se observa que el Mesías, enviado de Dios, es llamado y será el Hijo de Dios. Así, por ejemplo, en «Tú eres mi hijo, hoy te he engendrado» (Sal 2, 7); «La Virgen da a luz y le llama Emmanuel, Dios con nosotros» (Is 7, 14). Todo ello supone una distinción entre la persona del Padre y la del Hijo. Aunque los judíos no podían interpretarlo de esa manera y entendían la filiación divina del Mesías como algo figurado, en el sentido de que todos somos hijos de Dios.

Finalmente, en los libros Sapienciales (6) se habla de la Sabiduría divina que existe desde toda la eternidad, que colaboró en la creación del mundo, etc. Esta Sabiduría divina no puede ser más que otra alusión a la Persona divina del Verbo (7). Pero, aún así, insistimos, en el Antiguo Testamento, sin la luz que nos da el Nuevo, no podía el pueblo judío conocer el misterio de la Trinidad.

2. En el Nuevo Testamento es desarrollado y elevado a un nuevo grado la Revelación divina comenzada y aludida en el Antiguo Testamento. Pueden distinguirse dos formas de revelación sobre la Trinidad: la de Jesús mismo y la interpretación dada por los Apóstoles a la persona y palabras de Jesús.

La Revelación hecha por Jesús mismo. El Señor con su vida y su doctrina fue revelando poco a poco a sus discípulos la verdad de la Trinidad de Dios. La existencia de las tres Personas divinas se manifiesta por primera vez en el anuncio del Arcángel Gabriel (8) a la Virgen María (9): «El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, por cuya causa, el fruto santo que de ti nacerá será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35).

Más tarde la Trinidad se mostró visiblemente en el bautismo de Jesús: «Al instante que salió del agua se abrieron los cielos sobre El y vio bajar al Espíritu Santo en forma de paloma. Y se oyó una voz del cielo que decía: Este es mi hijo querido, en quien tengo puesta toda complacencia» (Mt 3, 16-17). En esta teofanía, el Padre se manifiesta en voz, el Hijo en persona y el Espíritu Santo en paloma. Teofanía significa manifestación de Dios (en griego, Theos-Dios; phanos -manifestación).

Luego, a lo largo de su predicación, el Señor instruyó a sus discípulos en la fe de su filiación divina y en la existencia del Espíritu Santo: «decía a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios» (Ju 5, 18); «Cuando venga el Abogado que yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí» (Ju 15,26). Y sus últimas palabras antes de su Ascensión a los cielos son una afirmación definitiva de la Trinidad: «ld y enseñad a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19).

Los Apóstoles predicaron esta verdad por todo el mundo. Entre otros muchos textos que manifiestan la predicación de los Apóstoles, San Pedro (10) escribió: «A los elegidos extranjeros de la dispersión del Ponto, Galacia. Capadocia, Asia y Bitinia según la presencia de Dios Padre, en la Santificación del Espíritu, para la obediencia y la aspersión de la sangre de Jesucristo» (1 Ped 1, 1), donde proclama la existencia del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

1.3. Herejías antitrinitarias

Frente a la fe verdadera de la Iglesia se produjeron varias herejías que negaban que el Hijo fuera Dios y afirmaban que era un modo de manifestarse del Padre (monarquianismo) (11); o que era una simple criatura humana elevada a la condición de Hijo de Dios (arrianismo) (12). También se negó que el Espíritu Santo fuera una persona divina (macedonismo, derivado de Macedonio (13), el autor de esta herejía).

Otros, por el contrario, afirmaron que había tres dioses (triteísmo) u otros errores como el dualismo, el monofisismo y el monotelismo (14). Finalmente, en la época moderna, algunos protestantes, aunque utilizan la terminología trinitaria, piensan que las Personas divinas son meras personificaciones de los atributos divinos como el poder, la sabiduría y la bondad. El Padre es el poder, el Hijo la sabiduría y el Espíritu Santo la bondad o amor.

2. Exposición del Misterio de la Santísima Trinidad

2.1. El conocimiento del Misterio de la Santísima Trinidad

El Misterio de la Santísima Trinidad lo ha revelado Dios en el Nuevo Testamento y es una verdad sobrenatural que sólo conocemos por la fe.

Tres son las cuestiones que plantea la doctrina de la Iglesia acerca del conocimiento de la Trinidad. Primera: La razón humana no puede conocer la Trinidad de Personas partiendo de principios naturales. Segunda: Aún supuesta la Revelación, con las solas fuerzas naturales no podemos demostrar positivamente la existencia del Misterio de la Santísima Trinidad. Tercera: Supuesta la Revelación, se puede probar que el Misterio de la Santísima Trinidad no es contradictorio con la razón.

1. La razón natural no puede conocer ni demostrar fa Trinidad (sentencia próxima a la fe).

El Concilio Vaticano I declaró que la razón humana no puede conocer ni

demostrar la existencia de la Trinidad puesto que «se nos proponen para creer misterios escondidos en Dios, de los que, de no haber sido divinamente revelados, no se pudiera tener noticia» (DS 3015) y «porque los misterios divinos, por su propia naturaleza, de tal manera sobrepasan el entendimiento creado que, aun enseñados por la revelación y aceptados por la fe, siguen, no obstante, encubiertos por el velo de la misma fe y envueltos de cierta oscuridad, mientras en esta vida mortal, peregrinamos lejos del Señor» (DS 3016).

La enseñanza de Jesús sobre la imposibilidad de conocer naturalmente el Misterio Trinitario es muy clara; «nadie conoce al Hijo sino el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo quisiera revelárselo» (Ju 1, 18).

Especulativamente es fácil comprender por qué no podemos conocer la existencia de la Trinidad con la razón natural que conoce siempre a través de las cosas creadas. La creación es el efecto de las operaciones ad extra, hacia afuera, de Dios y es propia de Dios Uno; y sólo por las operaciones ad intra, hacia adentro, del conocimiento y la voluntad de Dios se originan las Tres Personas divinas; como enseguida explicaremos. Luego el conocimiento que tenemos de Dios por las cosas creadas sólo nos permite conocer a Dios Uno, como causa o creador de ellas. y si no es posible conocer naturalmente la Trinidad, lógicamente menos aún podemos demostrar su existencia.

2. El Misterio de la Trinidad no es contradictorio con la razón humana (sentencia común).

Parece claro que la razón humana puede ilustrar por medio del conocimiento analógico el Misterio Trinitario. Así, los conceptos naturales de Padre, Hijo, Espíritu, esencia, persona, etc., sirven para exponer el Misterio de la Trinidad... y si es posible iluminar este Misterio con la razón, podemos concluir que no es contradictorio con ella.

2.2  La Iglesia expone su fe en la Trinidad divina utilizando analógicamente conceptos filosóficos

1. Noción de los conceptos filosóficos de esencia, naturaleza, sustancia, accidente, persona, procesión y relación.

Esencia es aquello por lo cual una cosa es lo que es. Así la esencia del hombre es «ser racional».

Naturaleza es el principio de operaciones de un ser. Cuando el ser se considera desde el punto de vista de las operaciones que realiza, se habla de naturaleza y no de esencia (aunque son prácticamente sinónimos). Por ejemplo, es más propio decir que la risa es una operación de la naturaleza humana que de la esencia humana.

Sustancia es lo que es en sí mismo y no es en otro. Por ejemplo, la naturaleza humana de cada persona es su sustancia.

Los accidentes, por el contrario, son siempre en otro. Por ejemplo, la sustancia de un cuerpo sustenta los accidentes de cantidad, calidad, etc. En el ejemplo anterior, la mayor o menor estatura, el color de los ojos, etc.

El accidente relación es el que utiliza la teología para acercarse al conocimiento de la Trinidad. Enseguida lo explicaremos.

Persona es un distinto subsistente de naturaleza racional. Subsistir es la existencia de una sustancia con todas las condiciones propias de su ser y de su naturaleza. Insistimos, la persona es un ser subsistente racional. Todos los seres racionales son personas. Son personas Dios, los ángeles buenos y caídos, y el hombre. Si en el Universo existieran otros seres inteligentes, distintos a los hombres, también serían personas. A los seres no racionales les llamamos individuos; por eso es peyorativo llamar individuo a una persona.

Procesión. A las operaciones de Dios las llamamos también procesiones. Toda operación conduce a algo, por ello de toda procesión se origina una realidad. Cuando la realidad que se origina, que es término de la operación, permanece dentro de su principio de origen, como, por ejemplo, los propios pensamientos, se llaman operaciones o procesiones ad intra (hacia adentro).

Cuando el término de la operación se sitúa fuera de sujeto, como coger un objeto, se llaman operaciones o procesiones ad extra (hacia afuera).

2. Noción de relación.

Por relación entendemos la referencia de una cosa a otra. Así, decimos que una cosa A está junto a otra cosa B, o sea que está relacionada. Pero, si nos fijamos bien, también es cierto que B está junto a A; es decir, también se relacionan. Por ello, hay que concluir que entre dos realidades A y B siempre hay dos relaciones, la que va de A a B y, viceversa, la que une B con A.

Para que exista una relación son necesarias tres cosas. 1° Que haya un sujeto, en nuestro ejemplo A. 2° Un término absolutamente opuesto al sujeto; en nuestro ejemplo, B. Deben estar absolutamente opuestos A y B, porque si no fuera así de algún modo -en lo que no fuera opuesto o distinto-. B sería A y al revés, y no podría establecerse una relación en el aspecto en que fueran iguales. 3° Un fundamento para la relación entre A y B, por ejemplo, la cercanía, sino es imposible la relación.

3.  Realidad de las procesiones inmanentes divinas. La existencia de procesiones inmanentes en Dios es una verdad de fe católica, revelada por el mismo Jesucristo: «yo procedo de Dios y de Dios he venido» (Ju 8,42).

El Concilio Vaticano I, fundándose en el conocimiento que le proporcionan las criaturas racionales, atribuye analógicamente a Dios dos procesiones inmanentes: la operación del entendimiento y la operación de la voluntad. Cuando las operaciones divinas son ad extra, Dios es causa de todo lo creado, como antes hemos explicado. Cuando las operaciones son ad intra, originan la Trinidad de Personas divinas, el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo.

4.   Naturaleza de las procesiones inmanentes divinas y sus relaciones. Es evidente que Dios se conoce a sí mismo, y que el término de su conocimiento -lo que conoce- es El mismo y por ello esta procesión es inmanente. Lo mismo sucede con la procesión de la voluntad, puesto que cuando Dios se ama, se quiere a sí mismo.

a)  La procesión u operación del entendimiento y sus relaciones. La razón humana intenta comprender con esta operación la existencia del Padre y del Hijo.

Sabemos que Dios-se conoce-a-sí-mismo. Al conocerse a sí mismo, el término de su conocimiento es Dios-que-es conocido.

Entre estos dos términos hay una real oposición. Una cosa es la acción activa de conocer y otra la pasiva de ser conocido. Una cosa es amar (activa) y otra ser amado (pasiva).

Si hay una real oposición, hay también una doble relación entre los dos términos, entre Dios-que-se-conoce y Dios-que-es-conocido y viceversa.

Más aún, afirmamos que la procesión del entendimiento, que estamos explicando, es una verdadera generación de Padre a Hijo.

Es una generación, porque generar es la producción de un ser viviente que procede de otro ser viviente y con la misma naturaleza. Así, un hijo es un ser viviente que procede de sus padres, otro seres vivientes, y tiene la misma naturaleza. Si son hombres, la humana. Y, las demás especies, la suya propia. En el hombre, por ejemplo, una uña o el pelo no son hijos, porqué aún teniendo la naturaleza humana no están vivos y no son personas. Vemos, siempre analógicamente, que esto es así en Dios.

Tanto Dios-que-se-conoce como Dios-que-es-conocido son seres vivientes de la misma naturaleza.

Son seres vivientes y de la misma naturaleza porque ambos son Dios. Sólo que bajo dos aspectos radicalmente diferentes: Uno ama (está en activo) y otro es amado (está en pasivo).

Que en Dios todo es uno y el mismo Dios lo dice la simplicidad de Dios, que no tiene partes. Por ello debemos identificar ambos términos con el mismo Dios. Son subsistentes como El. Sólo se diferencian en que se oponen y sólo en este aspecto se manifiesta la generación del Padre y del Hijo.

Por ello la relación que va desde Dios-que-se-conoce a Dios-que-es- conocido es una relación que también se identifica con Dios, es subsistente como El, y es la relación de paternidad. Es el Padre.

Y del mismo modo, la relación inversa entre Dios-conocido y Dios-que- conoce es también subsistente como Dios y es la relación de filiación. Es el Hijo.

¿Por qué les llamamos a estas relaciones Padre e Hijo? Bien sencillo de comprender. Primero es la acción de Conocer y de ella se sigue en segundo lugar ser conocido. Pues bien, Dios primero conoce y después es conocido. A la primera acción activa de conocer la llamamos Padre ya la segunda de ser conocido la llamamos Hijo. Sucede lo mismo en la vida corriente: primero existen los padres y luego los hijos. Aunque no hay padres sin hijos y, en este sentido, unos y otros existen al mismo tiempo. Lo mismo sucede en la Trinidad, Padre e Hijo existen desde toda la eternidad.

Insistiendo, en lo que hemos dicho antes, vemos que la operación pasiva de ser conocido cumple verdaderamente con las condiciones de la generación, que antes hemos dicho. Dios conocido procede por generación de Dios que conoce, tiene la misma naturaleza divina y es Persona porque existe y es racional. Por eso, con toda propiedad son Padre e Hijo.

En conclusión, las relaciones subsistentes constituyen las Personas divinas del Padre y del Hijo.

Podríamos explicar con mayor detalle la procesión del entendimiento y su doble relación para intentar comprender que el misterio de la Trinidad no es contradictorio con la razón humana. Pero lo dicho nos parece suficiente para intuir que esto es así.

Además, esta explicación está de acuerdo con la Revelación, que llama al Hijo, Verbo o Idea del Padre. Así comienza el Evangelio de San Juan «Al principio era el Verbo y el Verbo estaba en Dios, y el Verbo era Dios... «y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos visto su gloria, gloria como de Unigénito del Padre» (Ju 1,1 y 14).

Por tanto, es doctrina católica que el Hijo es engendrado por la operación o procesión del entendimiento de Dios.

b)   La procesión de la voluntad o amor de Dios y sus relaciones. La procesión del entendimiento de Dios, con sus dos relaciones, nos han proporcionado entender algo de la generación en Dios.

Ahora bien, el Padre y el Hijo, que se conocen eternamente, se aman también eternamente.

El conocimiento es siempre anterior al amor. Nadie puede amar lo que no conoce.

Que el Padre y el Hijo se aman eternamente es evidente, porque tanto el padre como el Hijo son el Bien Supremo, son el mismo Dios. Y el amor siempre es amor al bien. Por ello, Padre e Hijo no pueden dejar de amarse.

Tenemos, pues, también aquí, en la procesión de la voluntad, dos términos opuestos, de modo semejante a la procesión del entendimiento: Dios-que- ama y Dios-que-es-amado.

Son dos términos opuestos porque, como antes hemos dicho, una cosa es amar (operación activa) y otra es ser amado (operación pasiva).

Entre estos dos términos opuestos se establecen en consecuencia dos relaciones. Una entre Dios-que-ama y Dios-amado y la contraria.

Ahora bien, esto, a simple vista, podría hacernos pensar que estas dos relaciones, deberían ser subsistentes como las del entendimiento y por la misma razón, darían lugar a otras dos Personas Divinas. y esto está en contra de la Revelación, que habla sólo de la Trinidad de Personas en Dios, no de cuatro Personas.

Pues bien, no hay dos relaciones subsistentes en la procesión del amor, sino una sola; la que va de Dios-es-amado a Dios-que-ama. Se le llama espiración pasiva -porque el amor es como un suspiro- y es la relación subsistente o Espíritu Santo, la que va de la acción pasiva de ser-amado a la activa de amar.

La relación que parece existir entre Dios-que-ama (acción activa) y Dios- amado (acción pasiva) no existe realmente. Y no existe porque no hay una real oposición entre estos dos términos. Ya hemos dicho que para que se dé una relación es necesaria la oposición de los términos.

Esta relación que se fundamenta en Dios que ama no se opone realmente a Dios-amado porque, recordarlo, Dios que ama es el Padre y el Hijo que se aman. Y no hay ninguna oposición o contradicción en la naturaleza del Padre y del Hijo y su amor.

Así como nadie puede ser padre de sí mismo y, por ello, la procesión del entendimiento tiene dos términos realmente opuestos, no se opone a ser Padre o Hijo el amor. Un padre ama y un hijo ama y por este motivo no dejan de ser tanto padre como hijo.

Al no haber oposición entre Padre e Hijo que se aman no existe una relación real entre este término y Dios-que-es-amado. Y, por tanto, la espiración activa -así se llama el amor mutuo de Padre e Hijo- no constituye ninguna persona.

La procesión de la voluntad es más difícil de entender para nosotros, porque no tenemos palabras tan claras que expresen el amor como las tenemos para el entendimiento.

Pero aunque nos cueste más entenderlo, entre ser amado y amar existe una real oposición. Nadie puede ser amado y amar al mismo tiempo y bajo el mismo aspecto. Esta oposición es igual a la estudiada de que nadie puede ser padre e hijo de sí mismo.

En conclusión, la espiración pasiva, o sea, la relación subsistente que va del Dios-amado a Dios-que-ama es el Espíritu Santo.

La Revelación fundamenta esta explicación, pues al Espíritu Santo se le llama así, Espíritu, y los otros nombres, Defensor... también indican que el Espíritu Santo es Amor.

Por tanto, es doctrina católica que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por la procesión del amor o voluntad.

Como el amor es propio del espíritu de los hombres y no de la materia -es un sentimiento-- por eso, al amor de Dios se le llama Espíritu Santo.

5.   El Espíritu Santo no procede por generación (de fe).

El símbolo Quicumque confiesa refiriéndose al Espíritu Santo: «no fue hecho, ni engendrado, ni creado, sino que procede» (DS 75). Por tanto El Espíritu Santo no es Hijo de Dios. Verdad contenida en la Revelación que no habla más que de un Único Hijo o Unigénito de Dios. El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo.

O como enseñan los Ortodoxos, el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo. Esta fórmula de expresar la Trinidad es igual a la anterior. Esta diferente manera de enseñar la Trinidad (en el rito latino, «Padre e Hijo (filioque, en latín) y Espíritu Santo; y en el rito oriental, «Padre por el Hijo (per filíum, en latín) y Espíritu Santo) fue una de las causas del Cisma de la Iglesia Oriental. A ellos les parecía el filioque una herejía, no lo es: hoy día, esta confusión ha sido aclarada.

3. Conclusión

Aun siendo cuatro las relaciones que se predican de Dios, sólo tres se oponen mutuamente: la paternidad se opone a la filiación, la filiación a la paternidad y la espiración pasiva a las dos anteriores simultáneamente, de modo que la paternidad conviene sólo al Padre, la filiación solamente al Hijo y la espiración pasiva sólo al Espíritu Santo.

La fe de la Iglesia enseña que: «El Padre no fue hecho por nadie, ni engendrado, ni creado; el Hijo es sólo del Padre, no hecho, ni creado, sino engendrado; el Espíritu Santo no fue hecho, no creado ni engendrado, sino que procede del Padre y del Hijo» {Símbolo Quicumque, DS 75).0

Notas

(1) Símbolo Apostólico

Es el Credo más común. Se les atribuye, supuestamente, a los Doce Apóstoles, porque contiene las doce verdades más fundamentales de la fe. Se reza en la Santa Misa y es enormemente popular entre todos los cristianos. Su música bellísima es muy fácil de cantar.

Dice así:

«Creo en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra.

»Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu santo, nació de santa María Virgen; padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos; subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios padre; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos ya los muertos.

»Creo en el Espíritu Santo; la santa Iglesia católica; la comunión de los santos; el perdón de los pecados; la resurrección de la carne; y la vida eterna.»

(2) Símbolo Apostólico del siglo V

Es el Credo del Concilio de Calcedonia, 451, IV ecuménico (contra los monofistas).

El Santo Padre, Juan Pablo n, convocó en Roma a muchos Obispos de todo el mundo para celebrar la «fe de Calcedonia». Pocos días antes, en mayo de 1981 sufrió el atentado. Aún así, gravemente enfermo, salió al balcón interior de la Basílica Vaticana para dirigir su palabra a los padres sinodales.

(3) Símbolo de Nicea

El Concilio de Nicea, 325, definió, en este Credo, la consustancialidad del Hijo con el Padre -omousius- contra Arrio. Es el otro Credo que se puede rezar en la Santa Misa.

(4) Símbolo Niceno -constantinopolitano, del Concilio de Constantinopla del año 381,

Es una síntesis del Credo de Nicea y del I Concilio de Constantinopla. En él, no sólo se reafirma, la consustancialidad del Hijo con el Padre, sino del Espíritu Santo con el Padre y el Hijo.

El I Concilio de Constantinopla se tuvo para condenar a Macedonio ya los macedonianos que negaban que el Espíritu Santo fuera Dios.

(5) Quicurnque

También llamado Símbolo Atanasiano, aunque no es de San Atanasio. Se llama Quicumque porque empieza con esta palabra.

Es el Credo más desarrollado, donde la Iglesia fija definitivamente la Unidad de la naturaleza divina, la diversidad y divinidad de cada una de las Tres Personas de la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo. También, define la no procedencia del Padre, la generación del Hijo y la procedencia del Espíritu Santo del Padre y del Hijo.

Termina así: «Esta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente no podrá salvarse».

(6) Libros Sapienciales

Se llaman Sapienciales porque tratan de la Sabiduría divina. Escritos en pleno apogeo de la cultura helénica reflejan espléndidamente el genio griego. No olvidar que Dios se revela con palabras y conceptos humanos y, en este caso, Dios se reveló con la cultura de la Magna Grecia.

Libros sapienciales son siete: Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés o Qohelet, Cantar de los cantares, Libro de la Sabiduría, Eclesiástico o Siracide.

(7) Verbo significa Idea, Concepto. El Hijo de Dios es el concepto, idea o verbo que Dios tiene de sí mismo.

(8) Arcángel Gabriel

En la Revelación aparecen ángeles o enviados de Dios. Están divididos en 9 coros o grupos. Los Arcángeles son los enviados por Dios para misiones extraordinarias. Son los primeros. Sabemos que son siete. Conocemos a tres de ellos: Miguel-¿Quién como Dios?-; Gabriel-Enviado de Dios o fuerza de Dios-; Rafael-Medicina de Dios-.

(9) Virgen María

María significa Señora, Princesa, Reina, Estrella de la Mar. La primera mujer que conocemos que llevó este nombre es María, la hermana de Moisés. De la Virgen María, la Tradición, dice que sus padres fueron Joaquín y Ana. En el Nuevo Testamento aparecen muchos de sus parientes, por ejemplo, su prima Isabel, mujer del sacerdote Zacarías. Santa María pertenecía a la estirpe real de David y estaba desposada con José, del mismo linaje.

(10) Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia son regiones del Asia Menor.

(11) Monarquianismo es la herejía que afirma que hay una sola persona Díos, (monarca, uno sólo, en griego) la del Padre; y que el Hijo y el Espíritu Santo no dejan de ser criaturas excelsas, pero súbditos del Monarca Díos Padre.

(12) Arrianismo es una herejía trinitaria y cristológica.

Arrio (280-336), presbítero de Alejandría afirmó que el Hijo no es igual al Padre, que no es de su misma esencia, que es la mejor criatura del Padre y que fue adoptado como Hijo de Dios por Dios Padre. Arrio resume todas las herejías trinitarias y cristológicas: es monarquianista, modalsta, subordinacionista, adopcionista y paterpasinista. Condenadas sus doctrinas en el Concilio de Nicea del año 325, sus partidarios salieron fuera del Imperio Romano y evangelizaron a los pueblos bárbaros, godos, francos, germanos y el Norte de la India, Nepal y China, donde aún existen. Por eso los pueblos bárbaros al invadir al Imperio Romano eran cristianos arrianos.

(13) Macedonio, obispo de Constantinopla (341-362), semiarriano, concluyó lógicamente y enseñó, como era de esperar, que el Espíritu Santo no era Persona divina, consustancial al Hijo y al Padre. Fue condenado en el I Concilio de Constantinopla (381).

(14) Triteismo es la herejía que enseña la Trinidad en el sentido de que hay «tres dioses» y no solamente Tres Personas divinas y un solo Dios por naturaleza. Su máximo representante es Prisciliano natural de Galicia. Prisciliano, dice Sulpicio Severo, era ya desde joven rico, noble, apasionado y elocuente. Fue Obispo de Avila. Llamado a Trévesis, al Concilio, para explicarse y retractarse, no quiso hacerlo. Murió degollado por la espada en Trénesis el año 385.

Nestorio, obispo de Constantinopla, con motivo de sus sermones pronunciados el año 428, negó a María el título de Madre de Dios, alegando que no había dado a luz al Hijo o Persona Divina, sino a la persona humana de Jesús, en el que habita como un Templo, el Verbo de Dios. Nestorio fue condenado en el Concilio de Efeso el año 431. Sus partidarios se extendieron por la India, Nepal y China.

Eutiques, archimandrita o superior de un Monasterio de Constantinopla predicó que en Jesucristo hay unidad de naturalezas divina y humana (monofisis, una única naturaleza), pues afirmaba que la naturaleza humana había sido absorbida por la naturaleza divina. Fue condenado por el II Concilio de Constantinopla del año 553. Los monofisitas se organizaron en los Patriarcados de Antioquía, Jerusalén y Alejandría y aún subsisten en nuestros días. Son: La Iglesia armenia, cuyo Patriarca reside en Erzeroum; la Iglesia jacobita, llamada así porque fue introducida en Siria y Mesopotamia por el monje Jacobo Zangalus, regida actualmente por el Patriarca de Antioquía (hay algunos católicos desde el siglo pasado), y la Iglesia copta, que obedece al Patriarca de Alejandría, con sede en el Cairo (también hay católicos).

Sergio, patriarca de Constantinopla, de buena fe, quiso resolver el arrianismo, semiarrianismo, nestorianismo y monofisismo. Enseñó que en Jesucristo hay dos naturales, una persona, pero todo unido por una sola voluntad (telos, un solo fin) que es la divina. Cristo tenía dos energías, o voluntades, pero la voluntad humana no era libre, sino siempre subordinada (sin libertad) a la voluntad divina. Fue condenado en el III Concilio de Constantinopla, que definió que en Cristo hay dos voluntades independientes y libres, la divina que corresponde a su naturaleza divina y la humana que corresponde a su naturaleza humana.