17 mayo, 2009

Bonomini y sus casos

Angel BONOMINI


Angel Bonomini tenía 46 años cuando publicó en Buenos Aires, en 1975, “El libro de los casos”, segundo de los cuatro libros de cuentos que diera a conocer en vida; los otros son “Los novicios de Lerna”, de 1972, “Los lentos elefantes de Milán”, de 1978, e “Historias secretas”, de 1985, mientras que el quinto (“Más allá del puente”) fue editado de forma póstuma en 1996.

Antes de dedicarse a la narrativa, Bonomini ya había descollado como poeta. Su primer poemario suele considerarse “El mar” (1972), al que siguieron “Torres para el silencio” (1982), “De lo oculto y lo manifiesto” (1991) y “Poética”(1994), pero en realidad desde los años cincuenta él ya publicaba poemas en la revista “Sur” y previalmente al que estimaba como su debut oficial existieron unos cuantos libros, entre ellos algunos escritos en colaboración con María Elena Walsh, su pareja en esos tiempos.

Aunque acertadamente clasificado entre su producción narrativa, “El libro de los casos” es indudablemente la obra “anfibia” por excelencia de cuanto publicó Bonomini, ya que la mayoría de sus textos breves desgranan una trama diluida o sintética que se combina con elementos tanto poéticos como incluso, aunque en menor medida, deudores del ensayo.

“El libro de los casos”, por heteróclito, parece reclamar su lugar dentro de una tradición que en sí misma encarna un “caso”: la de los relatos de suma brevedad donde la noción de trama queda reducida a su mínima expresión.

Aunque la noción de “casos” obra como claro eje en el libro, los treinta textos reunidos, incluyendo los dos últimos “casos ceremoniales”, destacan por su variedad. Los hay breves, en su mayoría, pero también algo más extensos como “El matrimonio Amprubí”. Los hay en tercera persona, en su mayoría, pero también unos pocos en primera como “Descargo” o “El reo”, ambos próximos a la confesión criminal. Los hay en pretérito, en su mayoría, pero también otros en un tiempo presente que, como en “Las cárceles”, provoca un inquietante efecto conjetural. Los hay centrados en un ser humano, en su mayoría, pero también un ejercicio de zoología fantástica como “El vancra”.

El repertorio incluye desde casos establecidos (que duran en el tiempo) hasta hechos fugaces, puntuales; desde casi leyendas como la bellísima “Leocadia y el mar” hasta un insólito caso policial (“La investigación de Luzuaga “) o la curiosa historia de un inventor víctima de su propio invento (“Serafín Alburque”).

Uno de los casos más llamativos es “Los tres amigos”, donde Sancho, Lotario y Watson (personajes laderos de Quijote, Madrake y Sherlock Holmes, respectivamente) juegan a los dados en un café típicamente porteño, atendidos por el camarero Fernández.

En cuanto a “El último espejo”, bien podría ser el desarrollo de uno de los tantos “argumentos anotados” por Nathaniel Hawthorne que tanto hacían las delicias de Bioy Casares y de Borges: “Un viejo espejo. Alguien encuentra la forma de hacer que todas las imágenes que ha reflejado vuelvan a asomar en su superficie”, escribe Hawthorne. “Minuciosamente el espejo detalló su memoria, desentrañó su olvido, enunció su pasado”, escribe Bonomini.

2 comentarios:

Carlos Montoya dijo...

Qué bueno encontrar esta reseña. Estaba buscando información sobre Bonomini. Estoy iniciando un corto animado sobre uno de sus cuentos y me gustaría contactar a alguna persona vinculada a él. Si me pudieses dar alguna referencia, te lo agradecería.
Muy bueno el blog. Saludos

Alejandro Bedrossian dijo...

Muy buen texto sobre Bonomini. Muchas gracias por compartirlo.