LOS NUEVOS ACTORES



Por Gro Harlem Brundtland


El t�tulo con el cual se ha definido al seminario de hoy podr�a muy bien haber sido escogido por un manual de promoci�n de la Organizaci�n Mundial de la Salud: "Romper el ciclo de la pobreza: Invertir en la infancia".

 En nuestro esfuerzo por poner la salud en el centro de la agenda global del desarrollo, estoy comprometida a llevar a los responsables de las decisiones pol�ticas los planteamientos que acabamos de escuchar. Invertir en la salud es una estrategia bien documentada para sacar a la poblaci�n de la pobreza. Invertir en la infancia es costo eficaz y un ejemplo s�lido de las pol�ticas de prevenci�n de la salud p�blica.

El hecho que nos ocupemos de estos temas en el seminario del Banco Interamericano de Desarrollo es alentador, pero no sorprendente. El BID ha estado a la vanguardia en demostrar por qu� es importante la salud y por qu� los pa�ses miembros deben dedicar tiempo y energ�a para corregir sus pol�ticas de salud. Lo ha hecho trabajando estrechamente con la Organizaci�n Panamericana de la Salud (OPS), el componente que se ocupa de la salud  en el sistema interamericano, al cual tambi�n pertenece el BID, que es tambi�n la Oficina Regional de la OMS para las Am�ricas.

Estoy aqu� para dar todo mi apoyo a esta colaboraci�n, y para enviar un mensaje claro de que la OMS trabajar� activamente para llegar a las instituciones financieras internacionales en nuestra b�squeda de mejor salud y de mejor vida para miles de millones de personas.

Esta tarde deseo compartir con ustedes algunas normas generales sobre el trabajo de la OMS respecto a la salud infantil y reflexionar sobre c�mo puede incorporarse este trabajo dentro de una cooperaci�n m�s amplia con los bancos de desarrollo. Tenemos papeles diferentes, pero no podemos vivir en mundos diferentes. Necesitamos unir los esfuerzos de todos los actores involucrados en el desarrollo.

Hoy tenemos un cuadro panor�mico confiable de la carga global de las enfermedades. Las cifras para 1995 muestran pocas sorpresas. Las principales causas de mortalidad o de invalidez entre los ni�os menores de 5 a�os son las tradicionales tres: infecciones respiratorias, diarrea y las condiciones relacionadas con el nacimiento. �Cu�les son los principales factores de riesgo? Primero est� la malnutrici�n. Luego siguen el agua y el saneamiento deficientes. Estas tres mismas causantes de muerte estar�an igualmente al frente de la lista si hubi�semos hecho este estudio en 1965 o a�n antes. Pero si bien es cierto que las principales causas de la mortalidad infantil son las mismas, los niveles para la mayor�a de ellas se han reducido en forma significativa.



A�n as�, es en la mortalidad infantil donde se han hecho m�s visibles las desigualdades sociales. La mayor parte de la agenda inconclusa de la salud en v�speras del siglo XXI est� predicada en la persistencia de las enfermedades de la ni�ez, enfermedades contra las cuales tenemos instrumentos. Sin embargo, la aplicaci�n de estos instrumentos ha fracasado debido a la desigualdad social y a la desigualdad en los sitemas de salud. Por tanto, las vastas mejoras en la salud infantil no han sido compartidas por todos. Es por esto que seguimos observando la persistencia de ciertas causas de muertes que ya no deber�an estar entre las principales.

Pero en general, las tasas de mortalidad de menores de 5 a�os y de esperanza de vida han mejorado sensiblemente. M�s ni�os sobreviven los primeros cinco a�os de sus vidas que nunca antes. Esto significa que tenemos m�s ni�os que cuidar. Los avances en la ciencia y en la salud p�blica, que permiten que m�s ni�os sobrevivan sus primeros a�os, nos han dado una nueva responsabilidad: tras haber logrado la supervivencia de los ni�os debemos asegurar que ellos tengan una infancia saludable y estimulante. Esto los preparar� para los desaf�os que tendr�n m�s adelante en la vida y les permitir� hacer contribuciones al desarrollo econ�mico y social de sus pa�ses y comunidades.

Invertir en la infancia significa invertir en la prevenci�n de la pobreza. Hemos sabido por mucho tiempo que la pobreza engendra la mala salud. Lo que algunos han sospechado durante mucho tiempo, pero que s�lo se ha hecho evidente hace poco, es que la relaci�n funciona en ambos sentidos. La mala salud perpet�a la pobreza. Esta es la ra�z del ciclo de la pobreza. Y al igual como lo enfatizaron los ponentes que me antecedieron, la forma de romper el ciclo de la pobreza es concentrarse en los ni�os. Yo creo que estamos logrando alg�n avance. Tenemos instrumentos s�lidos y eficientes para mejorar las vidas de los ni�os m�s j�venes. Los enfoques integrados a las necesidades de la ni�ez que reconocen la importancia del cuidado de la infancia para la supervivencia, crecimiento y desarrollo han cambiado nuestra perspectiva en cuanto a las estrategias para ayudar a los ni�os que viven en la pobreza.

Perm�tanme tornar ahora a lo que puede contribuir la OMS.


Todos nosotros estamos conscientes de que tenemos que prestar atenci�n a la estimulaci�n cognitiva y a los factores psico-sociales en el desarrollo del ni�o, pero la base para el desarrollo mental normal es la ausencia de enfermedades serias. Un ni�o debilitado por repetidos ataques de diarrea o malaria no se beneficiar�. Prevenir o impedir los repetidos ataques de enfermedad en un ni�o peque�o es, en consecuencia, tambi�n una parte integral y fundamental para asegurar su desarrollo psico-social.

La nutrici�n es un factor crucial. Los efectos de la nutrici�n no s�lo sobre el crecimiento y el desarrollo f�sico sino tambi�n sobre el desarrollo cognitivo y social est�n bien documentados. Un ni�o mal nutrido no es solamente m�s vulnerable a la enfermedad. Su desarrollo cognitivo estar� en peligro, especialmente durante los tres primeros a�os de vida. El crecimiento f�sico retardado est� vinculado estrechamente con el desarrollo mental reducido.

Nuestra intervenci�n, desde luego, debe comenzar mucho antes del nacimiento. Entre el 5% y el 15% de la carga global de la enfermedad est� asociada con las fallas en atender las necesidades de la salud reproductiva. Muchos de estos problemas surgen cuando los adolescentes se convierten en padres demasiado temprano.

S�lo imaginense los costos, para el individuo y para la sociedad, de la muerte de 600.000 mujeres que ocurren cada a�o por causas relacionadas con la maternidad y a las 7,6 millones de muertes en el per�odo perinatal. El fracaso en asegurar que la gente joven tenga el conocimiento, las aptitudes y los servicios que necesitan para ayudarles a tomar decisiones saludables en sus vidas sexuales y reproductivas nos cuesta mucho. La inversi�n en la salud reproductiva es una inversi�n en la salud y el desarrollo futuros. El mundo asumi� compromisos reales en El Cairo hace cinco a�os, pero no se han otorgado suficientes recursos. Necesitamos un esfuerzo renovado sobre la agenda reproductiva, y la OMS jugar� su papel activamente.

La salud reproductiva, la nutrici�n y las estrategias para combatir a las enfermedades comunes de la infancia deben tener un papel central en cualquier programa para los ni�os. Otras actividades para el desarrollo pueden surgir de esto. La salud, la nutrici�n y el est�mulo cognitivo y social, as� como la educaci�n, son temas complementarios que se prestan para la cooperaci�n a trav�s de las fronteras profesionales.

El d�a de un ni�o no est� compartamentalizado en sectores de salud, nutrici�n, educaci�n y otros, y nosotros no debemos imponer nuestros compartimientos profesionales sobre sus vidas. Nuestra tarea es asegurar que la salud y la educaci�n, la nutrici�n y las actividades sociales se fusionen en un s�lo ambiente, protector y favorable para el desarrollo del ni�o.

Una de las contribuciones de la OMS al cuidado y al desarrollo de la infancia es la estrategia para el Manejo Integrado de las Enfermedades de la Ni�ez (MIEN). Es un resultado de las lecciones aprendidas durante la lucha contra las enfermedades infantiles. Encontramos que en muchas de las estrategias separadas para combatir enfermedades espec�ficas en los ni�os, frecuentemente se pierden oportunidades, lo que resulta en esfuerzos redundantes y a veces da consejo demasiado limitado o confuso a las madres.

El MIEN es importante porque se concentra en los ni�os m�s peque�os, desde el nacimiento hasta los cinco a�os, que tradicionalmente han sido los m�s dif�ciles de alcanzar. Tambi�n es importante porque utiliza la infraestructura existente como punto de partida: los trabajadores locales de salud reciben capacitaci�n y apoyo para ayudar a los ni�os y a los padres.

Un ni�o que es llevado con diarrea a una cl�nica ser� tratado de su queja, y al mismo tiempo ser� examinado en busca de infecciones respiratorias agudas y otras enfermedades y recibir� una evaluaci�n nutricional. El ni�o ser� vacunado, se informar� a la madre acerca de la lactancia natural y de otros aspectos de la nutrici�n, y sobre la importancia de colocar mosquiteros impregnados sobre las camas de ni�os que viven en zonas propensas a la malaria. Todo esto en una consulta integrada.

Como parte de la estrategia del MIEN, estos esfuerzos para mejorar las pr�cticas de los trabajadores de la salud son complementadas con mejoras en la infraestructura de la salud y con esfuerzos concentrados para cambiar las costumbres familiares y comunitarias claves.

El MIEN es una estrategia nueva, demasiado nueva para que podamos presentar datos definitivos y de gran escala sobre sus �xitos, pero el cambio ya se nota en el terreno. Uganda es uno de los 58 pa�ses en el mundo que han adoptado la estrategia del MIEN. Una madre que sal�a desconcertada de un puesto de salud hace poco, en una peque�a aldea de Uganda, pregunt� en forma suspicaz si hab�a habido un aumento salarial grande para las enfermeras, ya que los trabajadores de salud le hablaban ahora largamente y mostraban una preocupaci�n desusada por su criatura. En el Brasil, que es uno de los 19 pa�ses de Am�rica Latina y el Caribe que han adoptado el MIEN, los datos iniciales de un estudio de investigaci�n sugieren que el consejo nutricional a las madres en las zonas rurales pobres, dado por los trabajadores de salud entrenados en el MIEN, ha eliminado casi toda la baja en el peso que hab�a sido usual para las criaturas en la transici�n de la leche materna a la comida ordinaria del hogar.

La estrategia tambi�n enfatiza en que no debe desperdiciarse ninguna oportunidad para inmunizar al ni�o. La inmunizaci�n en la ni�ez es un �rea donde los logros han sido considerables. La proporci�n de los ni�os del mundo que han sido vacunados ha aumentado desde menos del 5% en el decenio de los a�os setenta a cerca del 80% en la actualidad. Pero el mantener la cobertura en estos niveles es una tarea en curso y ampliar este servicio b�sico a todos los ni�os es un desaf�o inconcluso. Todav�a hay una larga demora entre la introducci�n de nuevas vacunas en los pa�ses ricos y su disponibilidad para los ni�os menos privilegiados del mundo. Mecanismos creativos de financiamiento son parte de la soluci�n para estas cuestiones pendientes.

La clave es el trabajo en equipo a trav�s de las disciplinas y de los organismos. Ello me lleva a la segunda raz�n por la cual la presente reuni�n me hace sentir optimista. Hace unos a�os, un seminario como �ste t�picamente habr�a sido organizado por UNICEF, la OMS o por cualquiera de las muchas organizaciones existentes orientadas a la ni�ez. Esta vez, sin embargo, es organizado por un banco.

Siempre he cre�do que no se pueden hacer cambios fundamentales en la sociedad a menos que las dimensiones econ�micas del asunto sean plenamente entendidas. Una vez que comprendimos las implicancias econ�micas de la degradaci�n ambiental fuimos capaces de transformar el medio ambiente de ser una causa para los ya convencidos a convertirse en un asunto para la atenci�n real de la sociedad por parte de los principales actores. Lo mismo ocurre con la salud.

La v�a para lograr resultados es mediante las asociaciones. A menudo las mejores asociaciones son aquellas que se forjan entre entidades no ortodoxas. Cuando la gente con antecedentes muy distintos se re�ne con un prop�sito compartido, se libera la creatividad y se usa la especializaci�n en formas novedosas y constructivas. 

Esto proporciona inspiraci�n real a la Organizaci�n Mundial de la Salud. Nosotros hemos fortalecido nuestra capacidad intelectual para demostrar c�mo el buen sentido econ�mico puede sostener pol�ticas s�lidas de salud. Nosotros pretendemos reunir, analizar y difundir la evidencia de que invertir en la salud es una de las principales rutas hacia el alivio de la pobreza. Hemos establecido cooperaci�n estrecha con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional as� como con los bancos regionales de desarrollo.

Como lo dije al principio, el Banco Interamericano de Desarrollo no es ajeno a esta forma de pensar. El BID ha sido l�der en el financiamiento a proyectos del sector social, con sus primeros pr�stamos al llamado "sector blando" que se remontan al decenio de los a�os ochenta y otros bancos regionales de desarrollo est�n siguiendo ahora ese rumbo. Durante el decenio pasado, el Banco Mundial ha ampliado tambi�n tal financiamiento en�rgicamente.

La reciente y actual crisis econ�mica en Asia y en varios pa�ses de Am�rica Latina ha puesto en evidencia la necesidad de proteger y fortalecer las actividades del sector social y asegurar sistemas universales de salud y educaci�n de bajo costo para todos. El efecto de la "filtraci�n" no funciona por s� mismo. A pesar de que este hecho pueda ser disimulado durante �pocas de apogeo econ�mico, se torna aparente en forma muy clara durante la recesi�n y la crisis. Nunca es mayor la necesidad de intervenir que para asegurar que los ni�os tengan la ni�ez a la que tienen derecho, y como lo han se�alado varios ponentes esta tarde, los beneficios econ�micos derivados de la inversi�n en la infancia son impresionantes.

Pero las intervenciones deben ser eficaces en relaci�n a sus costos. No tiene por que costar mucho el lograr mejoras sustanciales en la situaci�n de los ni�os, pero los programas mal dise�ados pueden fracasar f�cilmente, desperdiciando los escasos recursos p�blicos y haciendo a�n m�s dif�cil el convencer la pr�xima vez a los responsables de las decisiones que los programas orientados a los ni�os son valiosos. 

Cuando se les diga a los Primeros Ministros y a los Ministros de Finanzas que el desarrollo de la infancia es tambi�n asunto de ellos, que las inversiones sensatas rinden resultados reales, escuchar�n en una forma distinta y considerar�n el cambio de sus prioridades tradicionales. Cuando vean que existen estrategias s�lidas y eficaces en relaci�n al costo y que ellas est�n respaldadas por expertos de renombre mundial, entonces hay una verdadera esperanza de que les asignen dinero a los programas.

Este seminario ha mostrado que tenemos la experiencia, que tenemos un creciente n�mero de estrategias eficaces en relaci�n a costos y, por medio del BID, tenemos a un organismo crediticio dispuesto y competente: en suma, tenemos lo necesario para mejorar las condiciones de los ni�os de las Am�ricas y del resto del mundo.

Este seminario es prueba de la voluntad para establecer nuevas asociaciones. Me da confianza en que tendremos �xito en cumplir las promesas y obligaciones hacia nuestros ni�os y en romper el ciclo de la pobreza.

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