El mundo debe responder a la crisis del SIDA



Por Gro Harlem Brundtland

Directora General de la Organizaci�n Mundial de la Salud

Actualmente tenemos la oportunidad de una respuesta mucho m�s efectiva frente a la epidemia del VHI.

Sabemos c�mo prevenir la expansi�n del VHI y c�mo proporcionar ayuda a quienes se han contagiado. Las herramientas son complejas e imperfectas, pero si se utilizan correctamente, pueden contribuir a aminorar la epidemia, aliviar el sufrimiento y permitir que millones de personas dispongan de a�os adicionales de vida de mejor calidad.

La oportunidad trae aparejada responsabilidades y desaf�os. Ya no hay m�s excusas. Los millones de seres contagiados y los cientos de millones en riesgo de estarlo no nos perdonar�n si el mundo no aprovecha las oportunidades que hoy existen.

Ninguna instancia puede actuar independientemente con miras a cambiar el rostro de esta epidemia, ya sea que se trate de gobiernos nacionales, agencias internacionales, asociaciones de personas que viven con VHI, ONGs, el sector privado,  instituciones acad�micas, organizaciones comunitarias o grupos de inter�s p�blico. All� donde hay inequidad, conflicto o falta de respeto mutuo, el virus se alimenta de nuestras divisiones. Necesitamos unirnos m�s que nunca y ejercer nuestro liderazgo como respuesta a la destrucci�n de la sociedad que est� provocando el VHI.

Se requiere de un liderazgo que act�e con prontitud, efectividad y audacia. Es necesario establecer firmes prioridades. Buscar -y luego proporcionar- los recursos necesarios para revertir la expansi�n del VHI, as� como asegurar que esos recursos sean bien utilizados.

Resumir� la esencia de este liderazgo en cuatro palabras: claridad, certeza, confianza, creatividad.

Perm�tanme comenzar con el concepto de claridad. Se necesita claridad respecto a lo que est� sucediendo ahora y a lo que est� en juego. Cincuenta millones de personas - el uno por ciento de la poblaci�n mundial- est�n infectadas por el VHI. Las muchachas son las m�s afectadas. En un estudio de once pa�ses africanos, la tasa de infecci�n en las j�venes adolescentes era cinco veces superior que en los muchachos de la misma edad. Diariamente se infectan m�s de 15.000 personas: 1.600 de ellas son ni�os que se infectan durante o poco despu�s de su nacimiento.Las tasas de infecci�n en el Caribe tambi�n son altas. En Asia hay una epidemia, con m�s de 6 millones de personas que sufren este mal y el potencial para que millones m�s se contagien igualmente.Tambi�n hay claridad respecto a las consecuencias. El VHI afecta a m�s personas de las que infecta. Empobrece a las familias, en la medida que intentan cubrir los costos de la atenci�n de salud y los costos funerarios. Se pauperizan cada vez m�s, al encarar la p�rdida de ingresos que implica el fallecimiento de quien proporciona el sustento. La enfermedad deja como secuela a hu�rfanos con un futuro incierto. Est� minando muchos logros recientes en materia de desarrollo: las tasas de expectativas de vida y de sobrevida infantil se han desplomado en varios pa�ses del Africa.Tenemos claridad igualmente respecto a la causa. Sin el virus, no habr�a epidemia de SIDA.

La expansi�n del VHI a trav�s de nuestras sociedades es activada, en la mayor�a de los casos, por gente con altos niveles de infecci�n transmitida por v�a sexual y que tiene sexo sin protecci�n con parejas m�ltiples. Ello es m�s frecuente cuando los hombres compran sexo a trav�s de una transacci�n comercial o cuando mujeres y ni�as son forzadas, por hombres, a realizar actividad sexual contra su voluntad.

No debemos olvidar que hoy la mitad de quienes est�n contagiados por el VHI, son mujeres que mantienen relaciones mon�gamas, carecen de poder, son temerosas y a menudo estigmatizadas.

En algunas partes del mundo, y con frecuencia cada vez mayor en los pa�ses en desarrollo, el uso recreacional de las drogas, en la mayor�a de los casos a trav�s de inyecciones, es una causa significativa para la expansi�n del VHI. Y lo m�s impactante es que el VHI continua transmiti�ndose a trav�s de sangre y productos sangu�neos que no han sido revisados y examinados, a pesar de que hoy existen efectivas tecnolog�as para hacerlo.

El VHI impulsa la pobreza y la marginalizaci�n. La epidemia se sostiene en la ruptura social y en las hist�ricas desigualdades respecto a riqueza, g�nero y raza, as� como en las pr�cticas laborales migratorias.

Tenemos claridad respecto a las oportunidades. Una combinaci�n de medicinas y servicios, aplicados adecuadamente, prolonga y mejora la vida de quienes viven con VHI. Estamos buscando f�rmulas para incrementar el acceso a la atenci�n de salud a un precio que puedan asumir los gobiernos y sus pueblos.

Tambi�n podemos estar claros de que no habr� una soluci�n simple a los problemas que plantea el VHI e incluso si eventualmente se descubre una vacuna efectiva contra el mal, la experiencia ha demostrado que pasar�n a�os antes de que sea accesible a todos quienes la necesitan. La prevenci�n de los efectos primarios deber� seguir realiz�ndose. Las expectativas en torno a una futura vacuna no constituye excusa para no actuar hoy.

Los buenos l�deres saben cuando es necesario actuar con decisi�n frente a temas clave. Las acciones deben basarse en valores claros y en estudios cient�ficos, informaci�n disponible y experiencias pasadas. No es posible basarse solamente en creencias, an�cdotas o ideolog�as. Los buenos l�deres son capaces de cambiar su posici�n cuando enfrentan a nuevas evidencias. Saben c�mo identificar el momento apropiado para realizar cambios y llevarlos a cabo.

Estamos convencidos de que es necesario establecer prioridades.

Los esfuerzos por prevenir el contagio del VHI se deben centrar en los grupos m�s vulnerables. Por lo tanto, en muchos pa�ses, la creaci�n de respuestas multisectoriales m�s amplias para encarar la epidemia se ha traducido en un desplazamiento del foco de inter�s hacia esos sectores.

Sabemos, tanto a trav�s de proyectos piloto como de programas a escala nacional, que reducir la transmisi�n del VHI entre grupos con conducta de alto riesgo, es una forma efectiva para limitar la expansi�n de la infecci�n.

Asegurar el uso regular de condones por parte de una persona que tiene 1000 diferentes compa�eros sexuales cada a�o, es mucho m�s eficiente para reducir la transmisi�n del VHI que asegurar el uso de condones de 1000 personas que tienen un nuevo compa�ero al a�o. As� sucede tanto en pa�ses con un nivel muy alto de contagio, como en aqu�llos con una baja tasa de infecci�n.

Sin embargo, todav�a no hemos visto ninguna acci�n sistem�tica, a nivel nacional, para reducir conductas de alto riesgo. Esto tendr� que cambiar. A menudo, implicar�a aceptar realidades poco felices respecto a las sociedades en las que vivimos.

Estamos seguros de que los condones son efectivos, especialmente entre quienes cambian a menudo de pareja. La experiencia nos ense�a que es m�s f�cil hacer que los contactos sexuales sean m�s seguros, que impedir que estos contactos se lleven a cabo.

Sorprendentemente, pese a que desde hace m�s de 15 a�os se reconoce que los condones son la principal salvaguarda contra la transmisi�n del VHI y otras enfermedades de transmisi�n sexual, los esfuerzos por promover su disponibilidad y uso distan mucho de ser universales.

La reticencia de los hombres a usarlos no deber�a ser esgrimida por los gobiernos y Organizaciones No Gubernamentales como una excusa para no promoverlos. Todo hombre y mujer deber�a tener acceso a los condones y conocer la importancia de los mismos.

Estamos ciertos de la importancia de trabajar con adolescentes, buscando modalidades que tengan significado para ellos. Aproximadamente 11,2 millones de personas, o un tercio de la poblaci�n mundial infectada, son ni�os y ni�as entre 10 y 24 a�os. Cada d�a 7.000 de ellos se contagian con el virus. Esto significa que cada a�o hay 2.6 millones de nuevos infectados, de los cuales dos millones se encuentran en Africa.

La evidencia nunca ha sido m�s clara: los programas que se orientan y refieren a la gente joven, son efectivos. En Brasil, Senegal, Tailandia, Uganda y partes de Tanzania, las tasas de contagio del VHI entre las mujeres j�venes han descendido en m�s de 40 por ciento, debido a programas de prevenci�n.

Y en cuanto a la confianza: los buenos l�deres saben de su importancia y han experimentado el ciclo integrado por la negaci�n, la apat�a y la desesperaci�n. Pero lo han superado r�pidamente, poniendo en marcha acciones para detener la epidemia.

Confiar significa adoptar decisiones audaces basadas en informaci�n incompleta. Nunca sabremos lo suficiente. Nunca podemos estar 100 por ciento seguros del �xito. Pero una vez que nos encontremos sobre una s�lida base cient�fica y moral, debemos actuar. Y hacerlo confiadamente.

No hay posibilidad de ensayos. Cada d�a de vacilaciones se traduce en miles de contagios m�s.

Debemos tener la confianza para actuar en el plano de la transmisi�n madre a hijo, donde se han logrado considerables avances. Actualmente se dispone de mayores evidencias respecto al potencial del antirretrovirus administrado durante el embarazo, para reducir las tasas de infecci�n del VHI entre los ni�os.

El desaf�o ahora es que todos quienes lo requieran puedan disponer de �l.

Nuevos estudios confirman lo que sospech�bamos desde hace mucho. El proceso de amamantar realizado por madres con VHI, somete al ni�o al riesgo de contagio, eliminando a menudo las terapias por droga que preservaban al beb� de tal posibilidad durante el parto.

Esto plantea disyuntivas extremadamente dif�ciles en cuanto a las recomendaciones para amamantar. �C�mo asegurar de que la falta de leche materna no arriesgue, a futuro, el crecimiento y desarrollo del ni�o? �C�mo asegurarse de que las madres que no sufren de VHI o no est�n conscientes de ello contin�en amamantando?

Para encontrar las respuestas correctas debemos dejar de lado viejas convenciones y viejas soluciones. Debemos pensar creativamente y actuar en forma conjunta: las autoridades de salud, el sector privado y las ONGs.

Los mejores l�deres reflejan su claridad, certeza y confianza en formas extremadamente creativas.

Ellos ya no se preguntan "qu� haremos", sino que se plantean la interrogante respecto a "qu� obtiene la gente". Han cesado de usar t�rminos como "podr�a y deber�a", utilizando en cambio "quiero y puedo". Cuando se proponen soluciones a nuevos problemas y �stas tienen sentido, dicen: "intent�moslo". Sobre todo, creen que es necesario unir a la gente en acciones concertadas.

Esto significa que los l�deres se comprometen ante sus electores a establecer prioridades y metas. Ellos movilizan los recursos humanos y financieros, las medicinas y los equipos que se requieren para la acci�n. Tambi�n analizan el potencial para promover masivamente la prevenci�n, privilegian servicios, proporcionan formas de subsidiar el acceso de los pobres a �stos, as� como mecanismos independientes para monitorear los avances.

Y la caracter�stica que incluye a todas las otras es el Valor. Valor para actuar. Valor para confrontar a nuestras sociedades en toda su complejidad. Valor para hablar abiertamente sobre sexualidad, sobre violencia contra ni�as y mujeres, sobre el abuso de drogas y sobre la pobreza. Valor para centrarse en quienes son m�s vulnerables frente al VHI. Valor para romper el silencio.

Pese a las declaraciones rimbombantes y a las promesas sentimentales, las personas con VHI son discriminadas y estigmatizadas. Se requiere de valor para terminar con tales actitudes de una vez y para siempre.

Resulta muy positivo que las compa��as farmace�ticas colaboren con diversos pa�ses a fin de facilitar el acceso a la salud a personas con VHI. Los Ministros de Salud de esos pa�ses han demostrado gran valor al comenzar a trabajar en esta forma, debido a las dificultades que puedan enfrentar -al menos al corto plazo- frente a las expectativas de su gente.

Se requiere de valor para prevenir la expansi�n del VHI. Lo m�s importante es cambiar algunos de los comportamientos que contribuyen al contagio. La violencia contra la mujer incide en forma importante a la expansi�n del VHI y es un significativo problema de salud p�blica. Se requiere de mucho valor para comenzar a encarar la violencia basada en el g�nero, con miras a prevenir la infecci�n del VHI. Junto con el incesto y el abuso de menores, la violaci�n y la violencia contra las mujeres siguen siendo tab�.

No avanzaremos en la lucha contra el VHI sino cuando las mujeres logren el control sobre su sexualidad. El valor femenino es imbatible. Yo conf�o en que -con el tiempo- tendremos �xito. El primer paso est� en pronunciarse contra todas las formas de violencia contra la mujer: violencia dom�stica, violaciones y abuso sexual. Pero hay m�s. Las mujeres deben saber y sentir que la sociedad las apoya cuando se niegan al sexo no deseado y sin protecci�n y deben tener acceso a protegerse a s� mismas contra el contagio del VHI.

Los gobiernos necesitan de valor, mientras deciden c�mo ayudar mejor a sus pueblos a vivir con el VHI. Ello implica una efectiva administraci�n de los recursos, de manera que respondan a los intereses reales de la gente.

Liderazgo significa tomar opciones. Optar con un grado razonable de certeza, confianza y creatividad, de manera que los resultados puedan demostrarse y mantenerse. Las opciones ser�n dif�ciles. Pero ignorarlas y alejarse de ellas, implicar� el fracaso.

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