TEXTOS SELECTOS

 

EL MARCO DEL DESARROLLO
 

Por Raymond Barre

Cap�tulo Segundo  de la Tercera Parte del libro: "El Desarrollo Econ�mico", Fondo de Cultura Econ�mica, M�xico, 1962. Versi�n original "Le d�velopment �conomique. Analyse e Politique", Institute de Science Economique Apliqu�e, Paris, 1958.


Para citar este texto puede utilizar el siguiente formato:

Barre R.: "El marco del desarrollo" en Textos Selectos de EUMEDNET. Accesible a texto completo en http://www.eumed.net/textos/07/barre-desarrollo.htm


Los pa�ses subdesarrollados inician el camino del desarrollo en una �poca en que el nacionalismo pol�tico y econ�mico que inspira la pol�tica de sus gobiernos es puesta en duda por las �lites de los pa�ses desarrollados. Hay en esta desconfianza una raz�n evidente de malentendimiento; los pa�ses subdesarrollados han sido, hasta fecha reciente, pa�ses dependientes; acaban de constituirse en naciones independientes; es natural que sospechen de las afirmaciones relativas a la superaci�n necesaria de la naci�n o a la integraci�n econ�mica dentro de espacios plurinacionales como simples disfraces de prop�sitos "colonialistas" imposibles de desarraigar.

Adem�s, el ejemplo de la URSS, las democracias populares y China comunista, que interpretan fuera de sus medios espec�ficos, los incita a concebir un crecimiento puramente nacional y la posibilidad de renunciar, llegado el caso, a toda ayuda extranjera.

Creemos, por nuestra parte, que la cuesti�n del marco en el cual debe elaborarse la pol�tica de desarrollo debe ser concebida de manera matizada, y que es importante hacer comprender a los pa�ses subdesarrollados, mediante un an�lisis objetivo, las condiciones y los l�mites de una pol�tica nacional de desarrollo.

1. Conviene reconocer, en principio, el papel del nacionalismo en el desarrollo econ�mico. Es un hecho que muchos pa�ses subdesarrollados han adquirido su independencia pol�tica bajo la presi�n de un fuerte nacionalismo. Es posible deplorar los excesos de este nacionalismo, las condiciones de oportunismo en la pol�tica internacional a las que condena con frecuencia a los dirigentes de esos pa�ses, los errores que los lleva a cometer en el plano econ�mico. Hay un pasivo pol�tico y econ�mico del nacionalismo, que puede imputarse a las "enfermedades infantiles" del mismo. Pero hay un activo que no puede desconocerse. En la mayor�a de los casos, el nacionalismo es un poderoso instrumento de cohesi�n social y pol�tica. Estimula las energ�as, permite los sacrificios, trae consigo modificaciones de las estructuras econ�micas, sociales y mentales, sin las cuales el desarrollo estar�a comprometido desde un principio. Para emplear la frase de Barres sobre Alemania, el nacionalismo pone "una voluntad al servicio de una pasi�n".

Gracias a �l, puede concebirse una mejor articulaci�n de las diversas zonas geogr�ficas de un pa�s, una pol�tica de inversiones que supone una restricci�n o un estancamiento del nivel de consumo, una pol�tica de limitaci�n de las importaciones, que se- r�an m�s dif�ciles de lograr si no estuvieran inspiradas por cierto ideal nacional. Una ambici�n colectiva permite soportar, justificar y trascender el precio humano y social del desarrollo y el abandono de ciertos valores tradicionales. [1]

Pero el papel de los valores nacionales no debe disimular los l�mites del nacionalismo. Este no podr�a salvar, por s� solo, los obst�culos con los que tropieza la pol�tica econ�mica del desarrollo. Algunos pa�ses disponen de recursos suficientes para cimentar su crecimiento; otros no los poseen, de manera que su crecimiento depende de una cooperaci�n internacional o de una cooperaci�n regional. Sin renunciar a los valores nacionales, estos pa�ses pueden emprender, seg�n la expresi�n de G. Myrdal, la v�a de una "internacionalizaci�n de las estructuras nacionales".

2. Es un hecho que una cooperaci�n regional puede, en determinados casos, resultar fruct�fera para el desarrollo de pa�ses a los que acerca la situaci�n en una misma regi�n del globo o en una misma �rea de civilizaci�n. Puede concebirse en diversos aspectos.

a) Puede ser, en primer lugar, una asistencia t�cnica multilateral.

El Plan de Colombo para el desarrollo de Asia meridional y del sureste asi�tico, cuyas bases se fijaron en la reuni�n de ministros de Relaciones Exteriores de los pa�ses de la Comunidad Brit�nica, en enero de 1950, es una ejemplar realizaci�n en este terreno. Acuerdos flexibles, fundados en una buena voluntad rec�proca, organizan no s�lo entre los pa�ses subdesarrollados del Asia meridional y del sureste asi�tico, sino entre esos pa�ses y los pa�ses evolucionados y ricos de la Comunidad Brit�nica as� como los Estados Unidos, una asistencia t�cnica y financiera destinada a resolver mediante un esfuerzo com�n los problemas de cada pa�s.

Las instituciones de este plan son poco numerosas. Una comisi�n consultiva agrupa a los pa�ses interesados: Australia, Canad�, Ceil�n, India, Nueva Zelandia, Pakist�n, Reino Unido, Malasia, Borneo Brit�nico, Cambodia, Laos, Vietnam, Indonesia, Filipinas, Tailandia, Jap�n, Birmania y Nepal; los Estados Unidos tambi�n se convirtieron en miembros ordinarios de la organizaci�n.

Un consejo de cooperaci�n t�cnica fue creado en diciembre de 1950.

Cada pa�s miembro decide la planificaci�n y la realizaci�n de su desarrollo, establece sus propios proyectos sin ning�n control exterior. La cooperaci�n entre los pa�ses interesados se realiza mediante negociaciones bilaterales directas. Las reuniones de la Comisi�n Consultiva permiten un intercambio de informaciones, una confrontaci�n de las experiencias propias, una discusi�n de los problemas econ�micos de la regi�n. Los gastos generales de la organizaci�n son reducidos, pues, al m�nimo.

El Consejo de Cooperaci�n T�cnica, que agrupa a los representantes de cada gobierno participante, cumple las funciones de asistencia de tres maneras :

Los programas de desarrollo establecidos por cada pa�s miembro acent�an la expansi�n de la producci�n agr�cola, la constituci�n de una infraestructura de transportes y de energ�a. El informe redactado en 1950 indicaba, para la India, Pakist�n, Ceil�n, Malasia y Borneo Brit�nico, la siguiente distribuci�n de los gastos para 1951-57:

Agricultura 32 %
Transportes y comunicaciones 34 %
Combustible y energ�a 6 %
Industria y minas (excluyendo el carb�n) 10 %
Capital social 18 %


El mismo informe evaluaba el costo total del programa de desarrollo en 1 868 millones de libras esterlinas, de las cuales 893 millones deb�an proceder de la ayuda extranjera y 246 millones de los saldos de la esterlina.

Una organizaci�n regional an�loga a la de Colombo es esbozada ahora en �frica negra. Fue en abril de 1957 cuando se integr� el proyecto, en una reuni�n celebrada en Lisboa de la Comisi�n de Cooperaci�n T�cnica del �frica al Sur del Sahara (C.C.T.A.), que hab�a sido constituida en 1950 por Francia, Gran Breta�a, B�lgica, Portugal y la Uni�n Surafricana, a las cuales se unieron Liberia, Ghana y la Federaci�n de Rodesia-Nyassaland. El organismo en preparaci�n tendr�a como tarea el hacer funcionar la asistencia t�cnica multilateral entre los pa�ses del �frica negra, con el concurso de las potencias europeas, eventualmente de los Estados Unidos y Canad�.

b) La cooperaci�n regional puede organizarse, en segundo lugar, en torno al empleo de los polos de desarrollo. Este m�todo, al cual ha dado su nombre Fran�ois Perroux, [2] suscita hoy un vivo inter�s. Como se sabe, un polo de desarrollo puede definirse como un grupo de actividades y de unidades integradas, que son puntos de aplicaci�n de innovaciones sucesivas y suscitan econom�as externas monetarias (en una econom�a donde existen redes de afluencia monetaria) y efectos reales. Estos �ltimos son los m�s importantes en una econom�a subdesarrollada, donde debe crearse una articulaci�n econ�mica: son efectos de aglomeraci�n de conjuntos humanos, efectos de complementaridad y reflejos de uni�n entre recursos o actividades diversas.

Los proyectos de organizaci�n de las regiones del Sahara ilustran la posibilidad de una cooperaci�n entre los pa�ses del Maghreb, Francia y los pa�ses del �frica negra; los recursos variados de la zona de Colom-B�char (carb�n; hierro; cobre, manganeso); el hierro de Tindouf; el gas natural de Djebel Berga e In-Salah; el petr�leo de Edjel�; �stos son los puntos de aplicaci�n de una pol�tica de desarrollo que exige la colaboraci�n de las j�venes naciones del norte de �frica, porque all� encontrar�n los recursos de una expansi�n que sus medios propios, utilizados de manera dispersa, no les permiten concebir.

M�s al Este, el petr�leo puede convertirse en el Medio Oriente en una fuente de prosperidad com�n, m�s que en la causa perpetua de un conflicto entre pa�ses productores y pa�ses desprovistos del oro negro, pero situados en el camino de los oleoductos. La situaci�n actual es desconcertante: seis pa�ses (Arabia Saudita, Kuwait, Irak, Quatar, Ir�n, Bahrein) han percibido, en forma de derechos 3 mil millones de d�lares de 1945 a 1954; en Kuwait, por ejemplo, hasta fines de 1956, la tercera parte de los ingresos petroleros se dedicaron al desarrollo; otra tercera parte a los gastos corrientes y otra a la constituci�n de reservas. The Times (24 de mayo de 1957) pudo escribir que en 5 a�os Kuwait habr� construido todos los edificios p�blicos imaginables y habr� instruido a todos sus habitantes hasta el l�mite de su capacidad y que, en ese momento, "el problema de gastar el dinero se volver� agudo". Al mismo tiempo, Egipto y Siria se oponen a los Soberanos del Petr�leo, amenazando sus tronos y hacen pesar una amenaza latente sobre los oleoductos. Se comprende que deban ser formulados peri�dicamente proyectos tendientes a poner fin a la animosidad entre pa�ses ricos y pa�ses pobres del Medio Oriente, gracias a la deducci�n de los ingresos petroleros de un porcentaje que ser�a dedicado al financiamiento del desarrollo de los pa�ses de tr�nsito (Egipto, Siria, Jordania, L�bano). Tambi�n en este caso parece urgente apaciguar los nacionalismos exacerbados de los pueblos del Medio Oriente dirigi�ndolos hacia una obra colectiva de desarrollo pac�fico. [3]

As� podr�an trazarse proyectos an�logos para los pa�ses de Am�rica Central y Am�rica Latina en general.

Esta pol�tica de empleo de los polos de desarrollo es deseable, pero con frecuencia m�s dif�cil de realizar que la asistencia t�cnica multilateral, puesto que implica en los pa�ses que gozan de una ventaja por sus recursos naturales una renuncia al sagrado ego�smo nacional. Esta pol�tica regional no puede tener oportunidades, adem�s, m�s que si se inscribe dentro de una pol�tica mundial de desarrollo, que se esforzar�a por definir las medidas deseables en inter�s de la comunidad internacional en su conjunto.

3. Una pol�tica mundial de desarrollo es la �nica a la altura de los problemas planteados hoy en el mundo por la desigualdad de los niveles de desarrollo y la riqueza, y por la aspiraci�n al bienestar que anima a todos los pueblos. Es m�s bien una esperanza que una realidad; si es verdad que la comunidad internacional se estructura progresivamente y toma conciencia de su unidad esencial, las instituciones de esta comunidad est�n apenas naciendo, son fr�giles y objeto de dudas; las organizaciones pol�ticas o econ�micas mundiales son sede de oposiciones m�s que centros de cooperaci�n eficaz y de acci�n colectiva; hay que reconocer, sin embargo, que las organizaciones econ�micas internacionales han contribuido hasta ahora a la toma de conciencia y la discusi�n com�n de ciertos problemas.

Puede realizarse no obstante, en teor�a, un amplio acuerdo sobre las tareas concretas de una pol�tica de desarrollo en escala mundial; pueden enumerarse como sigue:

a) La estabilizaci�n de los mercados internacionales de materias primas: hemos visto antes c�mo las fluctuaciones de precios de esos productos y la inestabilidad de sus mercados amenazan gravemente a las econom�as de los pa�ses subdesarrollados. En 1957, por ejemplo, la baja de precios de los productos primarios ha provocado para los pa�ses productores una p�rdida de unos 4 mil millones de d�lares de ingresos, suma m�s elevada que el monto de la ayuda financiera otorgada por los Estados Unidos a los pa�ses subdesarrollados. No basta con que cada Estado ponga en vigor un sistema que asegure, en el interior de su territorio, el mantenimiento de los precios en tasas satisfactorias; conviene que el problema de los precios mundiales sea regulado en el plano internacional. El lugar de los Estados Unidos en el consumo de productos de base le impone responsabilidades particulares. Adem�s, la ayuda a los pa�ses productores no debe favorecerlos sistem�ticamente a expensas de los pa�ses consumidores. Por �ltimo, esta ayuda no debe cristalizar ciertas situaciones marginales, favorecidas por el sostenimiento sistem�tico de los precios. El enunciado de esas condiciones basta para destacar las dificultades de elaboraci�n de una pol�tica com�n.

b) El mantenimiento del nivel de la producci�n y de la actividad econ�mica en los pa�ses desarrollados: tambi�n aqu�, la responsabilidad de los Estados Unidos es especial y grave.

c) Una liberaci�n de los movimientos de mano de obra entre las principales regiones del mundo.

d) Un incremento de la asistencia t�cnica, concebida como servicio p�blico internacional: es sabido que la asistencia t�cnica puede revestir una forma internacional, es decir, pasar por la ONU y sus instituciones especializadas, o una forma bilateral, es decir, depender de un acuerdo entre dos gobiernos. Constituye el medio m�s eficaz de promover la formaci�n de los hombres, indispensable para el crecimiento de los pa�ses subdesarrollados. Despojada de todo supuesto de ingerencia econ�mica y pol�tica, puede contribuir a crear entre los pa�ses desarrollados y subdesarrollados los contactos humanos que disminuir�n progresivamente las susceptibilidades nacionales, mediante la realizaci�n de una obra com�n.

e) Una internacionalizaci�n de la ayuda financiera a los pa�ses subdesarrollados. La ayuda internacional multilateral es escasa, se ejerce principalmente a trav�s del B.I.R.F. y la Sociedad Financiera Internacional (destinada a financiar los proyectos que no tienen la garant�a de los Estados y que el B.I.R.F. no puede tomar a su cargo). Se distribuye, por otra parte, seg�n los principios financieros de la rentabilidad. De lo contrario, la ayuda extranjera a los pa�ses subdesarrollados es una ayuda bilateral, con frecuencia estrat�gica y pol�tica, que despierta la desconfianza de los prestatarios. La Asamblea General de las Naciones Unidas encarg�, en 1952, al Consejo Econ�mico y Social el estudio de la creaci�n de un Fondo especial capaz de financiar la realizaci�n de proyectos no inmediatamente rentables (trabajos de infraestructura, en especial) y alimentado por las contribuciones de todos los Estados miembros de las Naciones Unidas. El principio de este Fondo (S.U.N.F.E.D.) fue reconocido en 1955. Falta ponerlo en vigor, lo que no est� exento de dificultades debido a las reticencias de los Estados Unidos, de la URSS y de algunos pa�ses subdesarrollados, que dif�cilmente pueden sacrificar, por razones pol�ticas, la t�cnica de la ayuda bilateral.

No nos hagamos ilusiones. Seg�n la frase c�lebre, los intereses de los Estados son los m�s fr�os de los intereses fr�os. Adem�s, la idea de un "derecho al desarrollo", justamente denunciada por Luc Fauvel, se ha arraigado en las concepciones de muchos pa�ses subdesarrollados, sin que �stos adquieran como contrapartida un sentido suficiente de sus responsabilidades. Todas estas debilidades pueden retardar, pero no comprometer, a largo plazo, el advenimiento de esa pol�tica .de "buen sentido" que Gunnar Myrdal defini� como "la coordinaci�n internacional de las pol�ticas nacionales, fundada en una solidaridad internacional creciente". [4]



1 Para un an�lisis de la importancia de la soberan�a po- I�tica como posible estimulante del crecimiento, cf. H. B. Lamb, "The State and Economic Development in India", cn Ecorwmic Growth: Brazil, India, Japan, pp. 464ss.

2 V�ase la nota sobre la "Notion de P�le de Croissance", Economie Appliqu�, 1-2, 1955; "L'ld�e de P�le de D�veloppement et les Ensembles Industriels en Afrique", Sentiers d'Europe, n�m. 1. "Les P�les de D�veloppement et la Politique de l'Est", Politique Etrangere, n�m. 3, 1957.

3 El m�s reciente es el plan Bustani (liban�s) que sugiere una deducci�n del 10 % sobre los ingresos brutos procedentes del petr�leo y la creaci�n de un banco, que funcione sobre el modelo dcl B.I.R.F. y otorgue a sus clientes pr�stamos al 2 1/2 %.

4 An lnternational Economy, p. 52.


 

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