23/2/81, según Cercas

julio 23, 2009

Javier CercasCuando supe que Javier Cercas iba a publicar una libro sobre el frustrado Golpe de Estado de 1981 a la recientemente recuperada democracia española, supuse que jamás llegaría a leer el libro. O sí, pero me aburriría. No me interesaría. Sería trabajo. Y claro, por momentos me perdí entre los callejones de la clase política española, pero rara vez dejé de estar interesado. Crónica política, radiografía de una escena de televisión y disección de un gesto, Anatomía de un Instante corre como el mejor artículo de Rolling Stone sobre sexo, drogas y rock & roll. Pero se trata de algo bastante más serio: el 23 de febrero, mientras en el Parlamento se elegía a a Leopoldo Calvo Sotelo como presidente del gobierno español, entra un grupo de militares disparando. Vienen a tomarse el poder. Todos los presentes se tiran al suelo, menos tres: un general, un viejo comunista y Adolfo Suárez, el derrotado primer presidente que apenas pudo cargar con el primer gobierno democrático tras décadas de franquismo. Suárez ve en ese gesto desafiante y melodramático -quedarse sentado en su escaño mirando al frente mientras vuelan las balas- un pase a la historia. Lo sabe: minutos después de los hechos, le apuesta a su asesor que al día siguiente saldrá en la portada de The New York Times. Y a la mañana siguiente ahí está.

La toma de poder del Parlamento fue grabada por la TVE y luego exhibida en la televisión abierta. Cercas relata ese momento con detallismo quijúrquico, pero por sobre todo usa la escena para escarbar en la escena política española y la transición. Es arriesgado, inteligente, atrapante; escribe escandalosamente bien. Y me hizo preguntarme por qué cresta el Golpe de Estado de 1973 en Chile no ha sido narrado realmente bien por la literatura chilena. Como sea, le hice una entrevista vía mail a Cercas. Aquí la dejo.

– En Soldados de Salamina trataste la Guerra Civil de España y ahora en Anatomía de un Instante la transición a la democracia. ¿Por qué volver a la historia de tu país? – ¿Y por qué no hacerlo? La historia me interesa, y más la de mi propio país, porque es mi propia historia. Por otra parte, la guerra y la transición desde la dictadura a la democracia están íntimamente conectadas; de hecho -pero a esta conclusión sólo llegué al escribir este libro-, en mi opinión la guerra no terminó el 1 de abril de 1939, sino el 23 de febrero de 1981, que es el día del frustrado golpe de estado en torno al que gira Anatomía de un instante. Por lo demás, no creo que mis libros traten temas históricos; más bien creo que parten de ellos para ir hacia los asuntos que de verdad me importan: la lealtad y la traición, el coraje y la cobardía, la verdad y la mentira etc

– A tu juicio, ¿la literatura debe tomar a la historia como tema? ¿Tiene una responsabilidad? – La literatura no tiene ninguna obligación, salvo decir la verdad; la verdad literaria, claro está, que en principio es distinta -y a veces opuesta- a la verdad de la historia. Anatomía de un Instante, sin embargo, persigue la verdad literaria a la vez que la verdad de la historia, lo que lo convierte en un libro todavía más raro que cualquiera de mis libros anteriores, un libro casi imposible, quizá porque asume el doble de responsabilidad que cualquiera de ellos: quiere responder ante sí mismo -como hacen las novelas-, pero también quiere responder ante la realidad -como hacen los libros de historia-.

-¿Pretendías entender mejor el golpe del 23 de febrero con el libro? ¿O ver desde una perspectiva literaria, estética, un episodio de la historia? – Pretendía averiguar si es posible llegar a la verdad de la historia a través de la verdad literaria; o a la inversa. Pretendía agotar, con todos los instrumentos que tengo a mi alcance -novelescos, poéticos, históricos, filosóficos, filológicos, periodísticos- , el significado del instante al que alude el título, un instante que es quizá -pero esto tampoco lo supe hasta que terminé el libro- el instante decisivo de los últimos setenta años de mi país a la vez que uno de esos “moments of being” de los que habla Virginia Woolf y que concentran la experiencia humana.

– ¿Cómo recuerdas el 23 de febrero de 1981? ¿Cuando viste las escenas en la televisión del golpe, qué pensaste? – La grabación de la entrada a tiro limpio de los golpistas en el Parlamento no se vio hasta el día siguiente -y, aunque no se lo crea, desde entonces no se ha vuelto a ver por entero-; lo que pensé fue lo que pensó todo el mundo y sólo acertó a decir el filósofo Julián Marías: que era la mejor película española del año (ahora, después de verla cientos de veces, pienso que es quizá la mejor película española de la historia). En cuanto a lo que recuerdo de aquel día, bueno, eso lo cuento al principio del libro, porque éste surge en parte de ese recuerdo; sobre todo, del recuerdo de la desconcertante y casi absoluta pasividad del país ante el golpe.

– ¿Qué sucedió para que decidieras hoy, a 29 años del hecho, que el golpe podía ser una novela? Sucedió que me obsesioné con un instante, con una imagen de la grabación del golpe: la imagen del presidente del gobierno democrático sentado en su escaño mientras todos los demás diputados presentes en el Congreso se refugiaban de las balas de los golpistas tirándose al suelo. Me pregunté por qué precisamente ese hombre no obedecía las órdenes de los golpistas y se tiraba al suelo. Me pregunté qué significado tenía esa imagen o ese gesto, si es que tenía alguno. El libro no es un intento de contestar a esas preguntas, sino de formularlas con precisión.

«La realidad tiene tal fuerza dramática, tal potencia simbólica que resulta avasalladora», decías en una entrevista a el diario El País. ¿Cómo se escribe literatura después de saber eso? – La pregunta es más bien, para mí, cómo se escribe literatura sin saber eso. Sabiéndolo es dificilísimo, porque uno es consciente de que escribir literatura es hacerle la competencia a la realidad; pero sin saberlo es imposible, porque esa ignorancia te condena a la mecanografía.

libro cercas– ¿Crees que este libro le interesará a un lector chileno o latinoamericano? – Tanto (o tan poco) como cualquiera de mis demás libros. No creo que el hecho de que Anatomía prescinda de la ficción -si es que tal cosa es posible- cambie nada esencial; tampoco el hecho de que no se presente como una novela: algunos críticos han dicho que el libro es un intento de averiguar qué puede dar de sí la novela en el siglo XXI y de cartografiar y forzar sus fronteras, a la vez que un canto a la necesidad de la ficción para entender la realidad. No seré yo quien contradiga a esos críticos.

La Velocidad de la Luz no logró igualar el impacto de Soldados de Salamina, al menos en Latinoamerica. ¿Por qué cree que sucedió? ¿Acaso en la historia Rodney Falk no volcó la misma intensidad que al escribir sobre hechos que tienen que ver con su historia? -No lo sé; yo escribí La velocidad de la Luz como he escrito mis demás libros: poniendo en ella todo lo que sé. Pero es verdad que en español no tuvo tantos lectores como Soldados, aunque tuvo muchos más en francés o en inglés. En fin: hay libros míos que no han tenido ningún impacto -como El Inquilino- y que yo no considero en absoluto inferiores a Soldados o La velocidad.

Hace pocos meses, Javier Marías decía que El Quijote parecía haber tenido más impacto en la literatura anglosajona que en la española. ¿Piensas que la literatura española contemporánea ha sabido desarrollar una tradición propia? – Sí, pero es una tradición que me interesa poco y que en todo caso es flagrantemente inferior a la inglesa o a la francesa, sobre todo en el ámbito de la novela. El Quijote es tan bueno que a ratos da la impresión de que lo haya escrito Dios o, en su defecto, un novelista inglés; sea como sea, los españoles no nos dimos cuenta de lo bueno que era -estábamos demasiado ocupados quemando herejes-, pero los ingleses sí, de forma que decidieron robarnos el Quijote, lo que significaba robarnos la novela. Todavía no nos hemos recuperado de esa catástrofe.

– ¿Qué piensas de la literatura española actual? – Que hace lo que puede.

– ¿Qué autores te interesan de Latinoamérica? – Mi tradición inmediata no es la tradición española; es la tradición del español. Para mí, Borges es muchísimo más importante que cualquier escritor español desde Cervantes.

– ¿Cómo has visto el crecimiento de la leyenda de Roberto Bolaño? – Primero con alegría. Luego con tristeza. Luego con alegría. Con alegría porque la obra de Bolaño se merece todos los lectores que pueda tener. Con tristeza porque Bolaño apenas pudo disfrutar de su éxito. Y finalmente con alegría porque en realidad Bolaño disfrutó de todo el éxito del que puede disfrutar un escritor: el éxito de un escritor consiste en escribir los mejores libros que pueda escribir, y eso es exactamente lo que hizo Bolaño.

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