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Muere Carlos Saura, gigante del cine español

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Muere Carlos Saura, gigante del cine español

El cineasta Carlos Saura, uno de los grandes directores de la historia del cine español, ha fallecido este viernes, ha confirmado RTVE.es. Su filmografía cuenta con un buen número de obras maestras como La caza o Cría Cuervos, entre los 44 largormetrajes y varios cortometrajes que dirigió a largo de 60 años de carrera.

Saura había sido reconocido con el Goya de Honor 2023, que iba a ser entregado en la ceremonia del próximo 11 de febrero en Sevilla, un premio que agradeció afirmando: "He tenido suerte en la vida haciendo aquello que más me atraía: he dirigido cine, teatro, ópera y he dibujado y pintado toda mi vida". La Academia de cine ha comunicado que el cineasta recibió hace unos días la estatuilla en su casa.

Prolífico e intuitivo, Saura no ha sido solo uno de los directores claves de los años 60, 70 y 80: su influencia trasciende generaciones y fronteras. Su obra ha sido citada por Martin Scorsese, Woody Allen o Steven Spielberg, y es reverenciado por cineastas españoles contemporáneos como Paco Plaza, Raúl Arévalo o Carlos Vermut. "Cada vez me siento más querido aquí”, decía en una entrevista con RTVE.es en 2016.

Dos veces nominado al Oscar, ganador del Festival de Berlín y premiado en Cannes, su prestigio no se explica sin embargo con todos los premios que obtuvo. Además de su impacto internacional, fue el cineasta clave de los últimos años de la dictadura franquista, con una serie de películas imprescindibles en las que analizaba simbolicamente el régimen a través de las relaciones familiares. Su alianza con el balarín y coreógrafo Antonio Gades inició la segunda etapa de su carrera, marcada por la música y los documentales.

Carlos Saura, de fotógrafo a cineasta imprescindible

Nacido en Huesca en 1932, hijo de un abogado y una pianista, su familia se refugió durante la Guerra Civil sucesivamente en Madrid, Barcelona y Valencia. Era el hijo mayor de cuatro hermanos -el menor de ellos fue pintor Antonio Saura- y en 1941 se traslada a Madrid para estudiar bachillerato y posteriormente ingresó en el Instituto de Investigaciones y Experiencias Cinematográficas.

Con 19 años, el trabajo fotográfico de Carlos Saura era portada de ABC y Paris-Match le ofreció formar parte de su equipo. En los años 50 recorrió España para dejar testimonio de la posguerra. Carlos Saura, el fotógrafo, ha sido sepultado por su fascinante obra cinematográfica, pero su facilidad para rodar rápido y con estilo parte de esta época.

Tras unos cortometrajes, su primera película, Los golfos (1960) le sitúa como un autor de referencia en Europa, en una época en la que los festivales garantizaban la existencia del cine personal. “Tras volver de Cannes con Los golfos pensé que no volvería a hacer cine y más de una vez lo he pensado. Si no fuera por los festivales y su repercusión no podría haber hecho más de dos películas. Me siento un superviviente porque fuera de España me reconocen y me quieren”, explicaba en la entrevista.

Éxito internacional y alianza con Querejeta

Cuando los guiones eran un campo de minas para la censura, dirigió La caza (1965), una alegoría de la guerra civil visualmente revolucionaria, hito del cine mundial, e influencia declarada de Steven Spielberg y Sam Peckinpah. Con el Oso de Plata en Berlín comenzó su leyenda.

Además de La caza, el tándem que formó con el productor Elías Querejeta cubre buena parte de lo mejor de su filmografía: Peppermint Frappé (1967), Ana y los lobos (1973), Cría cuervos (1976), Mamá cumple 100 años (1979) o Deprisa, deprisa (1980), la obra maestra del cine quinqui con la que vuelve a ganar el Festival de Berlín.

Desde Peppermint Frappé su cine se asocia a José Luis López Vázquez, al que descubrió como actor dramático, y, sobre todo, a Geraldine Chaplin, protagonista de su cine y compañera sentimental durante 13 años.

En el cénit de su fama autoral, fue invitado a dirigir en EE.UU. Y no por los estudios, sino por el patrón del cine independiente Robert Altman. “Era muy amigo mío, pero le contesté con mucha sinceridad: Para hacer una película en EE.UU. no podía ir como un turista, como hacen muchos europeos fascinados por América, sino que tendría que vivir 2 o 3 años e introducirme en la vida americana, pero como no tenía tiempo, lo dejamos para otra época”, recordaba.

Documentales musicales y triunfo en los Goya

En los año 80 comienza una serie de películas que exploran (y modernizan) un estilo música y los entresijos de su representación, que alargó durante cuatro décadas con títulos como Bodas de Sangre, Carmen, Sevillanas, Flamenco, Tango, Fados, Iberia, Jota o Zonda: folclore argentino. Entre ellas intercala ficciones ambiciosas como El dorado (1988), sobre los conquistadores españoles Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre, que contaba con el mayor presupuesto del cine español hasta entonces.

Carlos Saura en su residencia en una imagen de abril de 1980.

Carlos Saura en su residencia en una imagen de abril de 1980. Efe/md

Con ¡Ay, carmela! cumple su ambición de adentrarse en la Guerra Civil y arrasa en los Goya de 1990 con 13 premios, incluidos el de mejor dirección y mejor guion adapatado (junto a Rafael Azcona) para el propio Saura. En el cambio de milenio dirige dos películas que homanejean a dos aragoneses universales como él: Goya en Burdeos (1999) y Buñuel en la mesa del rey Salomón (2001).

Su testamento cinematográfico, Las paredes hablan, se estrenaba el 3 de febrero de este mismo año. En el último Festival de San Sebastián, una caída le impidió acudir para presentar el documental. Creador incansable, todavía manejaba varios proyectos para rodar, como una serie sobre Lorca y un guion sobre la Guerra Civil. Decía que durante mucho tiempo la palabra "autor" fue un "sambenito" por el que fue insultado. "No soy un autor soberano, calderoniano, pero soy el autor de lo que estoy dirigiendo, nada más que eso. No es mejor o peor, pero me corresponde a mí.