HISTORIA
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Tratado de Utrecht



Asedio naval a Gibraltar Tratado de Utrecht. Cesi�n de Gibraltar a Inglaterra
Articulo X. 13 de Julio de 1713:
"El Rey Cat�lico, por s� y por sus herederos y sucesores, cede por este Tratado a la Corona de la Gran Breta�a la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, juntamente con su puerto, defensas y fortalezas que le pertenecen, dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepci�n ni impedimento alguno. Pero, para evitar cualquiera abusos y fraudes en la introducci�n de las mercader�as, quiere el Rey Cat�lico, y supone que as� se ha de entender, que la dicha propiedad se ceda a la Gran Breta�a sin jurisdicci�n alguna territorial y sin comunicaci�n alguna abierta con el pa�s circunvecino por parte de tierra. Y como la comunicaci�n por mar con la costa de Espa�a no puede estar abierta y segura en todos los tiempos, y de aqu� puede resultar que los soldados de la guarnici�n de Gibraltar y los vecinos de aquella ciudad se ven reducidos a grandes angustias, siendo la mente del Rey Cat�lico s�lo impedir, como queda dicho m�s arriba, la introducci�n fraudulenta de mercader�as por la v�a de tierra, se ha acordado que en estos casos se pueda comprar a dinero de contado en tierra de Espa�a circunvencina la provisi�n y dem�s cosas necesarias para el uso de las tropas del presidio, de los vecinos y de las naves surtas en el puerto.

Cerco a Gibraltar Pero si se aprehendieran algunas mercader�as introducidas por Gibraltar, ya para permuta de v�veres o ya para otro fin, se adjudicar�n al fisco y presentada queja de esta contravenci�n del presente Tratado ser�n castigados severamente los culpados. Y su Majestad Brit�nica, a instancia del Rey Cat�lico consiente y conviene en que no se permita por motivo alguno que jud�os ni moros habiten ni tengan domicilio en la dicha ciudad de Gibraltar, ni se d� entrada ni acogida a las naves de guerra moras en el puerto de aquella Ciudad, con lo que se puede cortar la comunicaci�n de Espa�a a Ceuta, o ser infestadas las costas espa�olas por el corso de los moros. Y como hay tratados de amistad, libertad y frecuencia de comericio entre los ingleses y algunas regiones de la costa de Africa, ha de entederse siempre que no se puede negar la entrada en el puerto de Gibraltar a los moros y sus naves que s�lo vienen a comerciar. Promete tambi�n Su Majestad la Reina de Gran Breta�a que a los habitadores de la dicha Ciudad de Gibraltar se les conceder� el uso libre de la Religi�n Cat�lica Romana. Si en alg�n tiempo a la Corona de la Gran Breta�a le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se ha convenido y concordado por este Tratado que se dar� a la Corona de Espa�a la primera acci�n antes que a otros para redimirla."


Gibraltar Gibraltar:
Sus 6 km cuadrados de superficie est�n dominados por un gran pe��n calc�reo de 425 m de altitud, que cuenta con numerosas grutas y t�neles. En algunas de estas cuevas se han encontrado restos del hombre de Neanderthal. A estas formaciones naturales se han a�adido los numerosos t�neles y galer�as construidos para diversos fines, como por ejemplo para el abastecimiento de agua. Al no existir pr�cticamente aguas subterr�neas, los gibraltare�os deben almacenar las procedentes de las lluvias en un complejo sistema subterr�neo, cuya capacidad total es de 50 millones de litros. A pesar de que su valor estrat�gico ha disminuido en los �ltimos a�os, contin�a siendo una importante base militar. Su nombre procede del �rabe Yabal-Tariq o roca de Taric, fue fundada en 725 por este general moro y estuvo en poder de los musulmanes hasta 1462, a�o en que fue conquistado por el duque de Medinasidonia e incorporada a la Corona de Castilla. En 1704, durante la guerra de Sucesi�n de Espa�a, fue ocupada por tropas inglesas. A pesar del continuo asedio a que fue sometida por parte de los ej�rcitos de Felipe V entre 1705 y 1707, la roca sigui� en poder de Gran Breta�a. En 1969 Espa�a decidi� cerrar la frontera y la ONU presion� al gobierno de Londres para que terminara con la situaci�n colonial y entrara en negociaciones. La frontera fue abierta de nuevo en 1982. Durante la II Guerra Mundial numerosos submarinos consiguieron atravesar el estrecho en ambas direcciones aprovechando las fuertes corrientes (submarinas hacia el Atl�ntico y superficiales hacia el Mediterr�neo) sin necesidad de usar los motores.


La guerra de Sucesi�n:
Poco antes de morir, Carlos II hab�a testado en favor de Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV. Reconocido como Felipe V de Espa�a, la arrogancia del Rey Sol, que le proclam� tambi�n heredero de la Corona de Francia, y las ventajas concedidas a este pa�s en el comercio americano, alarmaron a las potencias europeas. Acusado de no cumplir el tratado secreto de reparto, una vez declarado nulo el testamento de Carlos II, formaron la Gran Alianza de La Haya, que defendi� la candidatura del archiduque Carlos de Austria, proclam�ndolo rey de Espa�a. La guerra de Sucesi�n, que dur� casi trece a�os, tuvo su principal actividad en la contienda civil de Espa�a, ya que Catalu�a se adhiri� en 1705 a la alianza de La Haya, en virtud del pacto de G�nova, reconociendo por rey al archiduque Carlos, que se comprometi� a respetar la autonom�a foral catalana. A Catalu�a siguieron los dem�s reinos de la Corona de Arag�n. El Archiduque hab�a desembarcado, con el apoyo de la escuadra inglesa, en Lisboa, mientras el almirante Rooke ocupaba Gibraltar (1704). Pero los aliados, al producirse la adhesi�n de la Corona de Arag�n a su causa, creyeron m�s factible una conquista del pa�s desde Catalu�a, y el Archiduque instal� su Corte en Barcelona. Castilla permaneci� fiel a Felipe V, y, en la lucha, vio claramente que de su victoria depend�a la conservaci�n de su papel hegem�nico en el Estado. La guerra fue variable, pues si el Archiduque logr� entrar en Madrid, fue expulsado en seguida y Felipe V, despu�s del triunfo de Almansa (1707), conquist� Arag�n, Valencia y gran parte de Catalu�a occidental. Las derrotas exteriores sufridas por las tropas de Luis XIV permitieron al Archiduque obtener, en 1709, una serie de victorias, y ocupar Madrid por segunda vez (1710). Una reacci�n castellana logr�, antes de terminar el a�o, no solamente expulsar al Archiduque de Madrid, sino, tras las victorias de Brihuega y Villaviciosa, recuperar Arag�n y Valencia, mientras los franceses invad�an Catalu�a y obligaban al Archiduque a encerrarse en Barcelona (1711). A partir de esta fecha, el cansancio entre los contendientes era general. Un cambio ministerial en Inglaterra, que dio el poder al partido ,tory, m�s conservador, y la muerte del emperador de Austria, que daba paso al Imperio a su hermano el Archiduque, con el nombre de Carlos VI, facilitaron las negociaciones de paz. Esta se firm� en Utrecht (1713) entre Francia Inglaterra, Holanda, Saboya y Prusia. Un a�o despu�s se adhirieron Portugal y el propio emperador Carlos VI (paz de Radstadt). En las negociaciones, Felipe V se neg� rotundamente a reconocer la autonom�a de Catalu�a y, ante la actitud decidida del rey, que consider� a los catalanes como rebeldes, los aliados evacuaron Barcelona para no entorpecer las negociaciones. Las Cortes de Catalu�a decidieron proseguir la guerra en defensa de sus libertades, pero la resistencia de Barcelona no pudo sostenerse m�s de cuatro meses (11 de septiembre de 1714). Las paces de Utrecht y Radstadt consagraron el reparto del imperio espa�ol, establecido anteriormente por las potencias. Felipe V fue reconocido como rey de Espa�a y de las Indias, con la garant�a de que jam�s podr�a unir las coronas francesa y espa�ola; Carlos VI lo fue como rey de Flandes, Mil�n, N�poles y Cerde�a, es decir, las posesiones europeas de la monarqu�a hisp�nica, menos Sicilia, que pas� a Saboya. Inglaterra obtuvo las plazas que hab�a ocupado: Menorca y Gibraltar, y ciertas ventajas comerciales con Am�rica.

El irredentismo espa�ol frente al equilibrio de Utrecht:
Establecido Felipe V en el trono espa�ol, no pod�a aceptar la p�rdida de los territorios mediterr�neos, vinculados a la vida espa�ola desde hac�a siglos, y aprovech� todas las ocasiones y coyunturas internacionales para conseguir el irredentismo de Cerde�a, Sicilia y N�poles. Cuidadosamente preparada la empresa, aprovechando la lucha que el emperador sosten�a con los turcos, una flota salida de Barcelona ocup� f�cilmente Cerde�a en julio de 1717. Las potencias europeas presentaron sus quejas en Madrid, pero Alberoni no se arredr� y el a�o siguiente una nueva escuadra repiti� la operaci�n, apoder�ndose de Sicilia. Alarmada Inglaterra, ajust� en Londres con Holanda, Francia, Saboya y el Imperio austriaco la Cu�druple Alianza (agosto de 1718), y una flota inglesa, sin previo aviso, atac� a los nav�os espa�oles fondeados en la bah�a de Passaro, destruyendo aquella magn�fica es cuadra creada con el esfuerzo de Pati�o. Mientras tanto) Francia invad�a Guip�zcoa y Catalu�a una flota inglesa bloqueaba los mares de Sicilia, y otra atacaba las fortalezas costeras de Santo�a y Vigo. Sicilia se perdi� y Felipe V fue obligado a pedir la paz y a destituir al ministro Alberoni (diciembre de 1719). La tenacidad de Isabel de Farnesio intent� un nuevo camino para conseguir sus prop�sitos. Vali�ndose del holand�s Ripperd�, entabl� negociaciones directas con el emperador. Por los tratados de Viena de 1725, los antiguos contendientes en la sucesi�n espa�ola, Felipe V y Carlos VI, acordaban el matrimonio de los hijos de Isabel de Farnesio con dos archiduquesas austriacas, con la promesa de que el emperador mediada para que Inglaterra devolviera a Espa�a Gibraltar y Menorca y, en caso de negativa, entrar�a en la guerra. Los tratados alarmaron, en cuanto fueron conocidos, a Inglaterra, Holanda y Francia. En realidad, hab�an sido concertados en t�rminos vagos y, al conocerse la reacci�n de las potencias, el emperador no se decidi� a aplicarlos Espa�a, no obstante, se lanz� sobre Gibraltar, fortaleza que cerc� en 1727 un ej�rcito desde tierra. Ante la imposibilidad de rendirla, el Acta de El Pardo (1728) puso fin a la guerra La necesidad de buscar una situaci�n internacional m�s estable confluy� en la adhesi�n de Espa�a a la Liga de Hannover (tratado de Sevilla 1729), por la que a cambio de ventajas comerciales concedidas a Inglaterra en Am�rica, se aceptaba la ocupaci�n por los infantes espa�oles de los ducados italianos de Parma, Plasencia y Guastalla, una vez vencida la resistencia del emperador. El infante don Carlos tom� posesi�n de ellos en 1731, con la protecci�n de una flota inglesa.

ruptura del equilibrio de Utrecht:
Integrada Espa�a en el bloque de Hannover, Pati�o, para favorecer el irredentismo en Italia, busc� la alianza francesa. En noviembre de 1733 se firmaba entre Espa�a y Francia el Primer Pacto de Familia, aprovechando la guerra de sucesi�n de Polonia, en la que Austria estaba comprometida. Un ej�rcito espa�ol, mandado por don Carlos, protegido desde el mar por la escuadra, penetr� en N�poles y venci� a los austriacos en Bitonto, proclam�ndose al infante soberano de aquel reino (mayo de 1734). Desde all� se efectu� un desembarco en Sicilia, cuya conquista fue igualmente f�cil, por la adhesi�n del pueblo (septiembre de 1734) y don Carlos fue igualmente proclamado rey en Palermo. El tratado de Viena (1735) puso fin a la cuesti�n polaca y Austria aceptaba a don Carlos como rey de N�poles y Sicilia, pero con la condici�n de abandonar los ducados de Parma, Plasencia y Guastalla. La alianza hispano-francesa y, sobre todo, la represi�n del contrabando brit�nico en Am�rica, fue ocasi�n de una breve guerra entre Espa�a e Inglaterra (1738-1740) llamada de la Oreja de Jenkins. Esta guerra empalm� con la conflagraci�n europea, provocada por la sucesi�n a la corona de Austria a la muerte de Carlos VI (1740). Mientras Prusia se enfrentaba a Austria para apoderarse de Silesia, Inglaterra aprovech� la ocasi�n para asestar un golpe definitivo a la potencia colonial francesa. Francia se atrajo a Espa�a (Segundo Pacto de Familia, 1743). Las tropas franco-espa�olas lucharon en Italia con ventaja contra sardos y austriacos, pero en 1746 falleci� Felipe V, sucedi�ndole su hijo Fernando VI. Isabel de Farnesio quedaba desplazada, y la diplomacia francesa, a espaldas de Espa�a, pact� primero con el rey de Saboya, y despu�s con Inglaterra y Austria, concertando la paz en Aquisgr�n (1748), que reconoc�a solamente al infante don Felipe los ducados de Parma y Plasencia. Espa�a, justamente enojada, tuvo, sin embargo, que aceptar la paz. Podr�a hablarse, con toda justeza, de una neutralidad armada pues Espa�a aprovecha el respiro de la paz para desarrollar a toda marcha su Marina, a fin de poderla enfrentar con la inglesa. Esta fue la obra callada y tenaz del marqu�s de la Ensenada.

La Guerra de los Siete A�os:
Desde 1756, la competencia colonial franco-brit�nica estalla aprovechando las discordias entre Austria y Prusia, y se inicia la llamada Guerra de los Siete A�os (1756-1763), durante a que tanto Francia como Inglaterra trataron de atraerse a Espa�a. Fallecido Fernando VI, le sucedi� Carlos III, el cual se mantuvo tambi�n a la expectativa en el conflicto. Pero los progresos ingleses en Norteam�rica, en especial la ca�da de la gran fortaleza francesa de Qu�bec, establec�an un peligroso desequilibrio en Am�rica en favor de Inglaterra. Francia necesitada ahora con m�s motivo de la alianza espa�ola, reanuda las conversaciones, que se concretaron en un tratado ofensivo-defensivo: el Tercer Pacto de Familia (agosto 1761). El conflicto se desarroll� principalmente en aguas americanas y en Filipinas. Los ingleses se apoderaron de La Habana y de Manila (1762). En la Pen�nsula, fracasaban el intento de rendici�n de Gibraltar y una entrada en Portugal, aliada de Inglaterra. Francia, que hab�a sufrido grandes derrotas, se vio obligada a firmar la paz de Par�s (1763) por la que devolv�a, entre otras posesiones, la isla de Menorca a Inglaterra. Espa�a hubo de aceptar con disgusto el tratado, por el que si bien se le devolv�an las plazas conquistadas de La Habana, Manila y otras, tuvo que ceder la Florida a los ingleses y, a cambio de ella, Francia entregaba la Luisiana, en Am�rica del Norte. La cuesti�n con Portugal, que afectaba a ciertos territorios americanos lim�trofes con los espa�oles, no fue resuelta en la paz de Par�s. Espa�a quer�a eliminar la colonia de Sacramento, territorio en el r�o de la Plata, que serv�a de penetraci�n al contrabando brit�nico y da�aba los intereses espa�oles en a actual Argentina. El virrey espa�ol Ceballos asedi� la colonia, la tom� y destruy� sus fortificaciones militares (1777). La paz se hizo en San Ildefonso de La Granja el mismo a�o: Portugal ced�a a Espa�a la margen septentrional del Plata, y las islas africanas de Fernando Poo y Annob�n, con derecho a comerciar en el litoral del golfo de Guinea los portugueses recib�an las provincias de Santa Catalina y R�o Grande. Entretanto se hab�a producido la sublevaci�n de los colonos ingleses de Am�rica del Norte contra la metr�poli (1776). Espa�a y Francia, solicitadas por los rebeldes, ayudaron con dinero y armas. Francia, desde abril de 1779, se decidi� a una intervenci�n abierta y arrastr� despu�s a Espa�a. Las armas espa�olas lograron el �xito en la Florida, Honduras y en Menorca, que fue recupera da (1782). Se volvi� al bloqueo de Gibraltar, atacado desde tierra y desde el mar por bater�as flotantes. Cuando parec�a que la plaza no pod�a resistir, Francia concert� la paz con Inglaterra (paz de Versalles, 1783). Espa�a desist�a de Gibraltar, pero recobraba Menorca, la Florida, la costa de Campeche y Honduras.


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