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José rodríguez lavandera, el inventor

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Sábado, 26 de Diciembre de 2009 - 19:05

Redacción Expreso

El joven investigador estudió en la escuela náutica de guayaquil

José rodríguez lavandera, el inventor

Foto: Expreso

La fuente principal para tratar el tema de este inventor guayaquileño, procede del Boletín de la Biblioteca Municipal de Guayaquil, correspondiente al año III de mayo y junio de 1914. José Rodríguez, fue un hábil e inteligente guayaquileño que realizó sus estudios en la Escuela Náutica de Guayaquil, hasta que se graduó como teniente de fragata en 1830.

Más que sus dotes como marino, fue reconocido por la invención de una embarcación submarina con que cruzó el Guayas de una orilla a la otra frente a una multitud de espectadores agolpada en la calle de la Orilla (malecón), tema que ya hemos tratado en un artículo publicado con anterioridad titulado “El Hipopótamo”. Sin embargo, pese a ser la más importante de sus invenciones y la que le dio renombre no es su único invento, sino que realizó otros que revelan la fecundidad de su genio como inventor. Fue un estudioso dotado de una inteligencia creadora, que le permitió presentar los más variados artículos de uso práctico, aplicables a las industrias nacionales y a ciertas artes modernas. Pero, que más allá de los más justos elogios oficiales y de la prensa guayaquileña de entonces, no hubo gobierno ni institución ni empresario alguno que le prestara apoyo decidido y eficaz para la implementación y explotación de sus inventos. Ni siquiera se le dio la oportunidad de trasladarse a países de tecnología avanzada, donde sus descubrimientos hubieran sido apreciados y aprovechados.

Sus habilidades de inventor ingenioso se pusieron de manifiesto desde los años de su juventud, durante los que construyó algunos juguetes con autonomía de movimientos, tales como un alacrán cuya imitación era perfecta, y que mediante un ingenioso mecanismo movía todos sus miembros con exacta regularidad. Más tarde creó una salamanquesa mecánica, muy semejante al reptil doméstico dotada de un movimiento continuo; luego lo haría con un pequeño piano de ceguiñuela (sic), y un barquito que se desplazaba en el agua con movimiento propio. Todas estas creaciones, aparte de muchas otras de menor importancia, fueron los primeros pinitos del ingenio de este nada ordinario guayaquileño.

En 1831, dueño de una gran perseverancia, Rodríguez inventó una máquina especial para la fundición de tipos de imprenta, de la que presentó el modelo al Jefe de Policía que al ser puesta en marcha y efectuado el ensayo sus resultados fueron enteramente satisfactorios, por lo cual mereció un honroso informe.

A este logro lo atestiguan los siguientes documentos: “Señor Jefe de Policía:- José Rodríguez, natural y vecino de esta ciudad, ante U.S, del modo más conveniente, digo: que, habiendo inventado una máquina especial para difundir toda clase de letras de imprenta, la acompañó a U.S., con las que he fabricado en dicha máquina, para que se sirva examinarla; y, en su consecuencia, darme un certificado de haberla presentado al examen de U.S. para los fines que me convengan.- Guayaquil, 16 de septiembre de 1831.- José Rodríguez”.

“Dese cuenta al I. Concejo Municipal.- D. Maldonado”: “Concejo Municipal de la Provincia de Guayaquil, a 16 de septiembre de 1831.- Pase al examen y reconocimiento de los señores D. Luis Fernando Vivero, José Cruz Carrera y Federico C.

Con esta máquina que facilitaba la provisión de tipos de plomo, el 2 de enero de 1832, José Rodríguez tomó a su cargo la Imprenta de la Ciudad, al tiempo en que se editaba “El Colombiano”. Pero solo se desempeñó hasta el 12 del mismo mes, por las razones que él mismo expuso en un aviso, que decía: “Habiéndose unido la Imprenta de la Ciudad, que ha estado a mi cargo hasta la publicación de este número, con la que se halla bajo la Escuela de Niñas, por convenio con el Gobierno- he dejado de administrarla; teniendo la satisfacción de haber desempeñado mi destino con integridad y a satisfacción de la Prefectura.- José Rodríguez. Sin embargo, aún imprimió Rodríguez dos números más y un Alcance de “El Colombiano”. El último número publicado fue el 128 publicado el 26 de enero de ese año.

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